COMO LOS SERVICIOS MANIPULAN AL CINE
Esta película ha sido posible gracias a la CIA ¿Vio "La caída
del Halcón Negro"? ¿O alguna de las tantas películas de Tom
Cruise? Bueno, los guiones no sólo vienen de Hollywood sino de Langley,
donde está la sede central de la CIA.
El popular actor norteamericano Tom Cruise en una escena famosa de la película
"Misión Imposible".
Por Eduardo Febbro
La imagen limpia del héroe norteamericano, del policía justo,
del agente secreto capaz de sacrificarlo todo por el bien de su país,
de los servicios secretos funcionando como una máquina perfecta no son
sólo producto del celo de los guionistas de Hollywood sino el resultado
de una estrecha colaboración entre Hollywood y la misma CIA. La implicación
entre los guionistas de Hollywood y los servicios secretos excede en mucho el
mero intercambio de informaciones sobre los métodos operativos de los
hombres de la sombra. Varios responsables del cine europeo evocan abiertamente
un "trabajo estrecho" que apunta no ya a enriquecer los guiones sino,
sobre todo luego de los atentados del 11 de septiembre, a dar una imagen positiva
de la CIA y, a menudo, a cambiar radicalmente la historia transformándola
"en historia oficial". El actor norteamericano Tom Cruise es descripto
por algunos responsables del cine francés como el "embajador de
la CIA" en la pantalla grande. Según sintetiza un productor francés
bajo el estricto anonimato, "para los norteamericanos, se trata de realizar
películas donde se contemplan las peores catástrofes posibles
y en las que, gracias a la oportuna intervención de la CIA, esas catástrofes
no se producen".
Las instituciones francesas encargadas de hacer el recuento de las producciones
cinematográficas que ocupan la cartelera así como los especialistas
que estudian el contenido y el género de las narraciones llegan a resultados
similares. Desde el pasado 11 de septiembre, una tercera parta de las películas
norteamericanas que rompen records de audiencia son películas cuyo tema
es la guerra y cuyo guión está basado en un mismo resorte: terroristas
de Medio Oriente o Europa del Este, nazis y grupos de toda índole roban
un dispositivo atómico con el que planean destruir EE.UU., pero la abnegada,
corajuda e "inteligente" intervención de los agentes de la
CIA impide que los hombres malos lleguen a sus fines. El guionista, actor y
productor Kit Carson (La matanza de Texas 2) explicaba en París que los
servicios de inteligencia de Estados Unidos solicitaron a los guionistas que
"imaginen los peores escenarios que puedan existir, con atentados terroristas
que involucren a la sociedad norteamericana". Carson contó además
que una vez por mes, representantes de la CIA y guionistas de Hollywood se reúnen
"a fin de tomarle el pulso al imaginario poblado con los futuros más
negros posibles". Sin embargo, ese "trabajo" mancomunado tiene
ramificaciones mucho más profundas que la exploración del imaginario
evocada por Carson. En una entrevista concedida al vespertino francés
Le Monde, Chase Brandon, el agente miembro del servicio de relaciones públicas
de la CIA encargado de los contactos con Hollywood, reconocía que él
mismo "ayuda a los directores de televisión, de cine y de documentales
que quieren dar una imagen justa e imparcial de la CIA". La lista de películas
recientes en las que la CIA intervino es por demás elocuente. Brandon
cita a la recién estrenada Bad Company, de Joel Schumacher, a La suma
de todos los miedos, The Recruit (Robert De Niro y Anthony Hopkins), La caída
del Halcón Negro y Enemigo de estado.
La crítica europea nota con acierto que luego de las películas
sobre la guerra de Vietnam distribuidas a mediados de los años 80 (Pelotón,
Hamburger Hill, Apocalipsis Now) y aquellas realizadas igualmente durante las
presidencias de Ronald Reagan (Rambo, Top Gun, Exterminator) nunca como ahora
el cine norteamericano pareció estar tan cerca del punto de vista oficial
de Washington. La imbricación entre el cine y la administración
es tanto más evidente cuanto que responsables norteamericanos del peso
del vicepresidente Dick Cheney, del secretario de Defensa Donald Rumsfeld o
del mismo presidente George Bush asisten a lasprimeras proyecciones de las películas
cuyo tema es la guerra o la supervivencia del país. Tal es el caso de
La caída del Halcón Negro, la película de Ridley Scott
que muestra la estampida de los soldados enviados por Washington a Somalía
y estrenada, al igual que muchas otras del mismo género, en la capital
norteamericana. Detalle aún más inquietante que corre el telón
sobre los efectos que tienen las superproducciones de Hollywood en la sociedad,
el fiscal general de Estados Unidos, John Ashcroft, esperó algo más
de una semana para que la película La suma de todos los miedos estuviera
primera en las taquillas antes de anunciar el arresto de Abduljah al-Mujahir,
alias José Padilla, el presunto miembro de la red Al-Qaida que, según
la versión oficial, se aprestaba a cometer un atentado similar al que
se narraba en la película, es decir, con una bomba de neutrones. Otro
detalle prueba hasta qué punto la realidad y la ficción pueden
servir intereses comunes: cuando Ashcroft anunció el arresto de Padilla,
el responsable norteamericano se encontraba en ese momento en Moscú...
Y uno de los argumentos centrales de La suma de todos los miedos consiste en
mostrar cómo la cooperación ruso-norteamericana evita que el planeta
sea devorado por los terroristas.
Para los guionistas y productores europeos, hoy hemos pasado a una etapa en
la que la mayoría de las películas provenientes de Estados Unidos
corresponden al "arte oficial". Si la "colaboración"
entre la industria cinematográfica norteamericana y los servicios secretos
o el ejército no es nueva –todos han visto una extensa serie de películas
donde el soldado norteamericano, el aviador o el agente secreto salvan al mundo–
la de ahora alcanza dimensiones inéditas y se parece a una auténtica
estrategia de comunicación oficial. Las ficciones heroicas que exhiben
el éxito de los servicios de inteligencia tienden a borrar la realidad:
las Torres Gemelas de Nueva York desaparecieron mediante un atentado terrorista
y ni la CIA, ni la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) ni el FBI pudieron hacer
nada para evitarlo.
En la pantalla grande es otra cosa. Chase Brandon, el hombre de la CIA en los
estudios de Hollywood, admite con orgullo la existencia de esa estrategia. "Nosotros
–afirma–, protegemos la libertad y la seguridad de los norteamericanos. Luchamos
contra la proliferación de las armas y el terrorismo. En el cine se nos
muestra como villanos y no como héroes. Es insoportable. Pero como la
CIA es una organización confidencial, los guionistas imaginan lo que
no es y ello explica la imagen catastrófica que el cine dio de la CIA
en los años ‘70 y ‘80. George Tenet, el director de la CIA, decidió
comunicar a través del cine. Y hoy, las películas dan una imagen
más realista de nosotros." La central norteamericana es tan celosa
de su imagen que hasta es capaz de "suspender" la colaboración
con Hollywood si el guión no le conviene. Según cuenta Brandon,
eso fue lo que ocurrió con la película Spy Game. La Universal
remitió el guión a la CIA, y la Agencia trabajó en él
hasta que "renunció porque el guión mostraba a uno de los
jefes de la CIA indiferente ante la suerte de uno de sus agentes, lo que es
impensable". En cambio, La suma de todos los miedos dio lugar a una "fusión"
real entre la Paramount y la CIA pero la película de Phil Alden Robinson
es tan oficial, responde tanto al heroísmo perfecto de la CIA que termina
dando una visión aniñada, primaria, de las relaciones geopolíticas.
Lo que parecía impensable antes del 11 de septiembre se tornó
un hábito de las producciones hollywoodenses: películas catastróficas,
con terroristas que pululan por todas partes, armados con bombas nucleares,
con bombas a neutrones, dispuestos a hacer volar un estadio repleto, una ciudad
como San Diego o a atacar la Casa Blanca. El nuevo estilo contrasta con los
años rebeldes durante los cuales los hombres de la CIA y del FBI eran
lo que Jonathan Kuntz, profesor de crítica cinematográfica en
la universidad de California, califica como "personajes negativos".
Kuntzacota que a fin "de seducir a los jóvenes los guionistas se
inscribían en el molde de la contestación, de la contracultura".
Esa época ha pasado a ser un recuerdo. El llamado "esfuerzo"
patriótico moviliza desde hace casi un año a los más insospechados
protagonistas del arte de masas, los guionistas de Hollywood, al servicio de
agencias de informaciones cuya moralidad dista de ser transparente. Chase Brandon,
ex agente secreto que trabajó en América del Sur, fue especialmente
nombrado "hombre de prensa" y "consultor técnico"
de los estudios de Hollywood. La magia del cine responde a los imperativos de
un Estado antes que a las exigencias del arte.