Francia estrenó la temporada de marchas contra las privatizaciones
La privatización de Air France y la apertura del capital
de la empresa de electricidad y gas lanzó ayer a las calles a los empleados
públicos en París. Puede ser el inicio de una nueva campaña
de grandes movilizaciones como las de siete años atrás.
Por Eduardo Febbro / PAGINA 12
Francia volvió a saborear ayer su vieja costumbre: las huelgas y las
manifestaciones. El gobierno conservador de Jean Pierre Raffarin enfrentó
el jueves el primer movimiento social de envergadura desde que la derecha asumió
el poder el pasado mes de junio. No menos de 60.000 personas desfilaron por
las calles de París bajo un mismo lema: la defensa de los servicios públicos.
El jefe de gobierno francés decidió privatizar parcialmente una
serie de empresas que representan el símbolo de lo que se llama "el
servicio público a la francesa". Además de la compañía
Aérea Air France, Jean Pierre Raffarin decidió "abrir"
el capital de la compañía de suministros de electricidad y gas
EFG-GDF y fueron mayoritariamente los empleados de esas dos empresas quienes
movilizaron mucho más allá de lo que el gobierno esperaba.
Vestidos con todos los trajes imaginables representando distintos episodios
de la "legitimidad francesa", por ejemplo Asterix, los manifestantes
se limitaron a poner en tela de juicio la intención gubernamental de
entregar un sector de las empresas públicas al ámbito privado.
"Esta manifestación es una advertencia, una advertencia dada por
los empleados para preservar sus estatutos, sus salarios, sus jubilaciones.
Es una advertencia dirigida al gobierno", dijo la ex ministra y secretaria
nacional del Partido Comunista, Marie-George Buffet. Todos tenían presente
el gran movimiento social que paralizó Francia en noviembre y diciembre
de 1995. En aquel entonces, una batería de medidas sobre la reforma del
sistema de protección social, las jubilaciones y el estatuto de los trenes
desencadenó una de las huelgas más prolongadas y radicales del
siglo. Marc Blondel, legendario sindicalista de Fuerza Obrera que había
encabezado las múltiples manifestaciones del ‘95, afirmó que "cuando
la expresión está en la calle, el gobierno tiene que sacar las
consecuencias". Hoy, el gabinete gubernamental hace todo lo posible por
apartar ese espectro. No sin humor, el ministro de Asuntos Sociales François
Fillon declaró que "nadie se baña dos veces en el mismo río".
Pero los sindicatos del sector público están convencidos de que
la derecha sólo conoce un río y que esas aguas conducen directamente
a la liquidación de los servicios públicos y, sobre todo, a la
pérdida de los derechos adquiridos. El mundo sindical no cree en las
palabras tranquilizadoras de la derecha y se prepara a librar una larga batalla
con un gobierno que ya anunció que no cometerá los errores del
pasado. Líderes sindicales como Marc Blondel se preguntan por qué
es necesario privatizar la compañía de suministros eléctricos
"si, en su estado actual, la empresa es capaz de brindar electricidad".
El conflicto por la defensa de los servicios públicos se gestó
de golpe, en un clima apacible. La amplitud de la movilización y de la
huelga que la acompañó –80 por ciento del personal de Electricidad
y Gas de Francia– sorprendió al gobierno y los observadores, tanto más
cuanto que los desfiles, aunque festivos, mostraron un carácter ampliamente
corporatista y no político. Los representantes de la izquierda, PS y
PC, eran minoritarios, por no decir inexistentes. Raffarin enfrentará
dentro de un mes y medio nuevas jornadas de protesta lanzadas ahora por el personal
de los otros grandes grupos franceses que figuran en la lista de "privatizables",
es decir, el correo o la empresa de ferrocarriles, SNCF. En el medio (17 de
octubre), el primer ministro tiene citas callejeras con la Educación
Nacional y la Defensa, cuyo personal constituye dos terceras partes de los empleados
públicos.
Los contraejemplos desastrosos dados por la privatización de empresas
en el mundo han reforzado la conciencia de la necesidad de "conservar elparaguas
del Estado. De lo contrario, lo que nos espera es un destino como el de la Argentina",
decía a Página/12 un miembro del sindicato CFDT. Otro, éste
de la CGT, comentaba "el problema de las privatizaciones radica en que,
casi sin que se den cuenta, los empleados de las empresas privatizadas abandonan
el estatuto ofrecido por el Estado a cambio de una incierta convención
colectiva de derecho privado"