El cuerpo y el nombre de María Claudia
Una tumba para María Claudia
Envia: Juan Salinas
EL CUERPO Y EL NOMBRE DE CLAUDIA GARCÍA
No quería irme a la cama sin enviarles esta bella carta de Fito Paéz en la que le reclama a Jorge Batlle que aparezcan los restos de Claudia.
Y tampoco sin comentarles que, pese a mi total y activo apoyo tanto a ésta como la pasada campaña encabezada por Juan Gelman se ve ensombrecida desde hace tiempo por el hecho de que, váyase a saber por qué, el segundo apellido de Claudia aparece sistemáticamente mal escrito y desglosado en dos, ya que ella, como su padre, se apellida García Iruretagoyena (no García Ireureta Goyena) como ya le aclaré a Juan y a su mujer hace más de un año y ellos saben perfectamente ya que, como yo, tienen su partida de nacimiento.
Este empecinamiento por cambiarle el apellido a alguién mientras se le declara amor eterno equivale a que un galán le declaré su amor a "Rosita", mientras "Rosita" le repite que no se llama así, sino Laura. Y que el galán, sin darse por aludido le responda: "No importa, Rosita, para mi serás siempre Rosita".
Hay algo malsano y demencial en todo esto.
Como lo hay también en el hecho de omitir sistemáticamente el hecho de que la madre de Claudia, la psicoanalista María Eugenia Casinelli, participó muy activamente de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (al igual que Berta, miembro de Abuelas de la primera hora) y jamás dejó de preocuparse hasta su muerte (en Barcelona, hace ya un lustro) por encontrar a su hija y a su nieta o nieto que gracias a la campaña dirigida por Juan, se encontró y resultó ser una bella nieta.
El padre de Claudia está vivo. Es español de nacimiento, vive en Barcelona y se llama Antonio García Iruretagoyena. Su único hermano también esta vivo y en Barcelona y en sus documentos españoles se llama Alejandro García Casinelli, pero los argentinos dicen que se llama IGarcía ruretagoyena.
De la misma manera, Claudia, María Claudia según su partida de nacimiento y documentos argentinos, jamás tuvo tres apellidos, sino dos, como tienen todos los españoles y muchos García en la Argentina.
Se la puede reclamar en España como García Casinelli, pero no se puede alterar ex profeso el apellido Iruretagoyena (hubo un pariente lejano de Antonio que fue zaguero del Athletic de Bilbao y de la selección española) sin esparcir en el ambiente una chaladura siniestra.
No se me ocurre por qué razón Juan y Mara lo hacen, pero sé que Juan vio -que yo sepa- una sola vez en su vida a Claudia, y Mara jamás la conoció.
Lo único que se me ocurre es que quieren borrar en lo símbólico a sus padres, Antonio y María Eugenia, de la misma manera en que Juan ni siquiera mencionó a Berta a la hora del hallazgo de su nieta.
Quiero que sepan que eso me llena alternativamente de estupor... y de pavor.
Ahora sí, la hermosa carta de Fito Paéz.
Juan Salinas
CARTA ABIERTA A JORGE BATLLE, PRESIDENTE DEL URUGUAY LA DEUDA MÁS URGENTE
Por Fito Páez
Presidente Batlle:
Yo no sé qué extraño empecinamiento, patología o casos de posesión diabólica, ya no sé cómo llamarle, mire, han adquirido algunos sujetos ligados a la vida democrática de la América del Sur en las últimas décadas, que se han dedicado no sólo a la mala administración pública sino también al ocultamiento deliberado de datos ligados a la desaparición, palabra extraordinaria si se quiere, de personas en circunstancias poco claras para muchos, muy para poquísimos, durante las dictaduras militares establecidas en los años '70. Pareciera existir un cierto interés en alguna parte que maneja los engranajes de acceso a esta preciosa información, que usted presidente debería desarticular, entiendo que es parte de su tarea, por otro lado. Y aquí el motivo de esta carta que es el obligado e inmediato esclarecimiento de los hechos que involucraron el asesinato de María Claudia García Irureta Goyena de Gelman, que usted sabe presidente fue secuestrada en Buenos Aires en agosto del '76, junto con su esposo Marcelo Ariel Gelman, y trasladada a Montevideo en octubre con un embarazo de 8 meses y medio y allí asesinada.
También sabe que asesinaron a Marcelo y que su hija nacida en noviembre de ese mismo año fue entregada a una pareja ligada a la policía. Y también sabe presidente, porque yo sé que usted sabe, dónde se encuentra el cadáver de María Claudia. Lo que no sé si sabe Señor Batlle es la desesperación que embarga a quien no entierra a sus muertos, es el dolor que se sigue regando sobre la vida de todos nosotros como tribu cada vez que nosotros sabemos que ustedes saben y hacen lo que hacen al respecto, que por cierto no es nada, sino todo lo contrario. Ese puñal que usted de alguna manera nos clava con su silencio, hiere, mata, aniquila la última reserva al derecho de las personas a saber, a la verdad, a la justicia, palabras que se habrá metido infinidad de veces en la boca en sus campañas políticas. Nadie, ningún mandatario, ningún palurdo de paso por la historia tendrá el derecho de dar por cerrado el más mínimo capítulo de la vida de nadie, bajo ninguna circunstancia.
Mi amigo Juan Gelman y su mujer Mara nos representan a todos en su desinteresada búsqueda de esa verdad profunda y definitiva que es el destino de los cuerpos sin vida de nuestros seres amados entreverados en las cuevas de los terrorismos de Estado y su derecho a una tumba y una lápida.
Presidente, en la vida todo es paradoja, las palabras, tramposas, a veces, a veces también revelan. Necesitamos todas esas palabras que usted posee en su arcón para encontrar a María Claudia y por ella a todos los otros. La magia no existe, existe la compra del truco. Así que nos queda claro que aquí no ha desaparecido nadie y todavía el chiste está saliendo muy caro. Es su deuda más urgente, presidente, y si no habla, la que posiblemente se lleve con usted a su tumba.