Noticias de Niñez y Juventud
Edición del 12/8/02
Responsable de Edición: Alberto Morlachetti
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El mercado, ese asesino
Hombres y mujeres destinados a engendrar hijos, marcados con la precaria señal
de los inocentes, "en la mansa procesión de los días y su oscura
secuencia de horas muertas", derraman su fuerza de trabajo en el recuerdo de
fábricas cuyas ruinas susurran otros tiempos. Viven miserias sin cuento,
son los ciudadanos del hambre, portadores de derechos que nadie les reconoce.
Según Siempro, organismo que depende de la Presidencia de la Nación,
disparó el 6 de agosto, cifras que nos estremecen. En nuestro país
hay 12,5 millones de menores de 18 años. El 70 por ciento de ellos son
pobres (8.600.000). Es decir 7 de cada 10 chicos no cubren sus necesidades básicas.
Mas de la mitad de los pibes que se encuentran debajo de la línea de
pobreza son indigentes (4.400.000), es decir, que esos niños no pueden
alimentarse y su futuro esta gravado por la desnutrición temprana que
los convierte en una generación de hombres y mujeres mutilados. (Fuente
Clarín: 7-8-2002).
Estamos ante la presencia de los ungidos: los asesinos de la criatura humana,
señalados por la gracia especial de los mercados. "Los ejecutores insomnes",
como diria Mutis, los que van a matar como quien cumple con un rito necesario,
amparados por el humo nocturno de las celebraciones bursatiles. La fuerza institucionalizada
de lo existente, produce un destino de muerte que alienta la trasgresión
- ese acto desesperado de la esperanza - que habilita la fuerza de la resistencia
y la desobediencia civil. Es decir, el despliegue de un espacio donde, por fin,
es posible pensar de nuevo. Imaginar que la vida puede ser dignidad desde el
primer instante.
Indeseables, abstenerse
El problema es que hacer con los residuos. No sólo los materiales,
sino con las ilusiones, los sueños, el pais para todos. La historia parece
estar urgida por su desaparición. El futuro sera una búsqueda,
una acumulación de pruebas, de esas utopias que encendieron nuestra piel,
"todo lo que pueda servir de testimonio de nuestra existencia historica".
El Gobierno Municipal de San Isidro, ve su destino lleno de pobrezas que nunca
imagino. Con escasas luces y discriminaciones, emite un comunicado que lleva
fecha de junio de este año, destinado a erradicar a los cirujas y cartoneros,
obsesionado por la desaparición de los indeseables, "ya que cientos de
ellos ingresan diariamente a San Isidro" con sus carritos tirados por caballos
y recuerda a propios y extraños que es una actividad ilegal. Manifiesta
el ejecutivo que esas personas y sus actividades ensucian los barrios, provocan
transtornos en el tránsito. Desconocidos que aprovechan su paso frente
a las casas y comercios para cometer delitos. Que en muchos casos van acompañados
de niños que los adultos utilizan para evitar la represión policial.
Hombres y niños, montados en carros, empujados por "miserias alucinantes",
buscan la reproducción de la vida, aunque nadie le guste buscar las migas
en basura ajena o cargar el recuerdo del vino. La gran paradoja de los pobres
es que viven inmersos en el discurso que proclama el valor del trabajo por un
lado, y la realidad que los empuja a golpear las puertas de Caritas en calidad
de mendicantes.
Se trata de proteger detrás de vitrinas herméticas las casas de
las "buenas familias". El alcalde de San Isidro escoge, por patrimonios, a quienes
merecen un lugar sobre su tierra y trata de recluir a sus vecinos en un panteón,
esa vieja y elegante arquitectura de los muertos mas o menos ilustres.