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La lucha continúa

7 de enero del 2002

Llamado desesperado a la continuidad
de las instituciones burguesas

Demetrio Iramain

Detrás de la polémica originada tras una crónica con opinión de la periodista Stella Calloni(*) surge la apuesta política de fondo: ante la grieta abierta en la burguesía, cierto progresismo reclama la presencia de las instituciones para garantizar la continuidad de un sistema democrático abuenado, aunque en el fondo capitalista, de muerte y de exclusión

H
e leído con suma atención la crónica con opinión de la periodista Stella Calloni respecto de la movilización popular del viernes 28 de diciembre, que desembocó en la renuncia de Rodríguez Saá al cargo de presidente de la Nación. También, la respuesta de Pablo Kilberg a dicha crónica, es decir: a la particular visión de la cronista. Tras ello, la carta desgraciada y carente de ubicación de la señora Calloni contestando las legítimas objeciones de Kilberg.
En primer lugar, quiero aclarar que yo sí sé quién es Pablo Kilberg. No es un "service", como sugiere sin pelos en la lengua, parada en la cúspide de sus títulos intelectuales, arrogante y soberbiamente la señora Calloni. Pablo Kilberg es un militante popular, de la causa revolucionaria, que colabora activamente con la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Con gran esfuerzo y pasión militantes, Pablo suele quedarse horas y horas navegando por internet buscando fotos para ilustrar los envíos electrónicos de las Madres, o tipeando los comunicados que recorren el mundo llevando la palabra clara y radicalizada de las revolucionarias mujeres del pañuelo blanco. Además, Kilberg no sólo reenvía a su interminable lista de correo noticias sobre Cuba, como reconoce Calloni, sino también importante contrainformación sobre las causas de los pueblos palestino, vasco, colombiano, peruano, y tantos otros levantados en armas, piedras y pasos contra el imperialismo. Sin embargo, la tarea particular y concreta que Pablo Kilberg realiza junto a las Madres o sentado horas y horas frente a la computadora de su casa, no le impide asistir a las movilizaciones, combatir junto al resto del pueblo contra las fuerzas policiales y resistir los planes patronales en su trabajo duro y mal pago. Ejemplo: durante aquel viernes 28 de diciembre que la señora Calloni describe con poca precisión en su informe, Pablo Kilberg acompañó a las Madres de Plaza de Mayo en su movilización a la Plaza y orilló junto a ellas y el resto del pueblo la Casa de gobierno.
No llevaban "botellas de cerveza" ni "actuaban a contrapelo del resto", como afirma erróneamente –¿o malintencionadamente?- la cronista en cuestión. Más bien portaban banderas azules con la consiga "¡Ni un paso atrás!" y eran reconocidos por la multitud al grito de "Madres de la plaza, el pueblo las abraza", y no, como expresa Calloni, por un tibio y "pequeño burgués con berrinche" alarido de "miles y miles en las calles de todo el país hacen mucho más que cien violentos", o "ya logramos lo que queríamos, renunció uno (Carlos Grosso) y estamos impidiendo que vengan otros corruptos como José Luis Manzano (ex ministro del Interior de Menem), no arruinemos la fiesta", o "el mundo está viendo este ejemplo, no lo deshagamos, no instalemos en la gente el miedo a salir a protestar, este es un poder, un poder de todo un pueblo". Si bien las Madres y el grupo grande de compañeros que marcharon detrás de ellas no participaron de los incidentes ni de la toma del Congreso (la columna regresó a la sede de la Universidad Popular de las Madres cuando empezaron a producirse las primeras escenas de violencia), su presencia en la Plaza dio a la movilización un carácter que la cronista ahorró en su relato, diluyendo la exigencia de las Madres de liberar a los presos políticos en la aparente operación política de las mafias peronistas.
Pero intuyo que este es el carozo del asunto y en consecuencia allí centraré mis palabras. Mi intención al escribir estas líneas no es defender a Pablo Kilberg de los abusos curriculares de la Calloni, sino más bien apoyar su posición en el debate político que se intenta menospreciar detrás del bochinche armado por la cronista.
Respecto de ello, yo me pregunto: ¿por qué la señora Calloni omite en su crónica mencionar la columna nutrida, organizada y muy aplaudida que encabezaron las Madres de Plaza de Mayo? ¿Cómo es que no las vio marchar? ¿No escuchó a la multitud cantar "libertad, libertad, a los presos por luchar", como entonaron las Madres y repitió el resto de la Plaza, en lo que fue la única consigna clara de la noche? ¿No vio acaso las banderas azules de las Madres flamear? ¿Por qué ocultó que el pañuelo blanco de las Madres fue el único símbolo respetado por la multitud aquella noche? ¿Adónde estaba mirando mientras las Madres cruzaban de un lado al otro de la plaza y los que manifestaban las aplaudían? ¿Por qué no comparó en su crónica esta inmensa adhesión popular a las Madres con el repudio generalizado a los sindicalistas de la burocracia, a los políticos de la dirigencia corrupta y a los líderes de la centro izquierda de derecha borrados del mapa?
¿Cómo habrá explicado la resistencia de los vecinos de Floresta que rompieron a piedras y botellas los carros policiales para protestar por los asesinatos cobardes y el consiguiente amague de impunidad oficial? ¿Qué, acaso eran "grupos enviados por la mafia peronista"? Y los "saqueos" que empezaron a tumbar al gobierno de De la Rúa, ¿también los habrá evaluado así? ¿Como una jugarreta de los punteros peronistas, de las manzaneras duhaldistas, de los fascistas seineldinistas, de los radicales alfonsinistas, de los devaluacionistas, de los dolarizacionistas, y no del pueblo hambreado? ¿Se habrá sumado la Calloni al coro de periodistas que hicieron la distinción entre los que se llevaban fideos y arroz de los supermercados y los que embolsaban botellas de sidra?
Hasta lo que yo puedo comprender, la lectura de los hechos que Calloni hizo en aquella crónica tiene correlato con el viraje que han ido tomando los medios masivos de comunicación con el correr de los días y ante la profundización de la crisis: tras el apoyo inicial a las movilizaciones populares, surgió un cómplice silencio que minimizó las nuevas protestas, llegando al extremo de condenarlas e, incluso, reclamando para ellas la acción policial en defensa de las instituciones, las familias que protestan pacíficamente, etc. "Hay también quienes advierten que éste es el precio de una manifestación espontánea y recuerdan que en las últimas manifestaciones políticas y sindicales hay un cerco de seguridad para impedir que se infiltren los que aquí llaman 'provocadores profesionales'", sermonea Calloni.
Sin embargo, entiendo yo que es un error, y una cobardía, explicar la historia como lo que resulta de las confabulaciones o internas entre los diferentes sectores del poder. Esta lectura de la realidad, siempre a mano de los que mastican bronca en voz baja pero no hacen nada para torcer el rumbo de las cosas, inhibe de la acción a las masas populares. Las deja afuera de la cosa pública. Las confina a un papel secundario en la escena política. Pero lo innegable, y a su vez el logro más rotundo, es que durante la rebelión popular del 19, 20 y 28 de diciembre el pueblo volvió a surgir de entre las sombras de la noche neoliberal para asumir un papel trascendental como sujeto político de cambio. Los sectores medios, los desocupados y los pocos trabajadores que todavía tienen empleo, se reconocieron parte de un mismo todo: el pueblo enfrentándose a la tiranía del poder, expresada en la policía a caballo, en moto, en helicóptero, de civil, a tiros, a gases, a picanas.
También, creo oportuno reconocer que estas movilizaciones tuvieron un límite y demostraron su debilidad. Definitivamente, el pueblo no se movilizó y resistió la represión –que causó alrededor de 30 muertos- para cambiar al dúo De la Rúa-Cavallo por el de Duhalde-Ruckauf. Pero a pesar de ello, sería una canallada calificar a la más impresionante rebelión popular desde la década del 70 para acá, como una burda maniobra de las mafias peronistas o de la derecha más extrema. Entiendo que a partir de estas idas y vueltas, avances y retrocesos, rebeliones populares y posteriores aprovechamientos de la burguesía, podrá el pueblo acumular experiencias y crecer en la construcción de una dirección política que sí saque rédito popular de semejantes combates. No será una cronista quien le abra los ojos al pueblo desconfiando sobre la "inacción policial", sino el pueblo mismo el que madure y crezca, avance y construya poder, partiendo de reconocer sus errores, potenciando sus aciertos y corrigiendo sus flaquezas.
Pero sigamos. Hay un párrafo en la crónica de la periodista Calloni que es por demás significativo. Cuando describe el ingreso de los manifestantes al Congreso ella dice: "Desde el interior del Congreso se oían caer cristales, antiguas lámparas y candiles. También, butacas labradas y sillones eran arrojados a la calle y quemados, los últimos restos de un pasado en el que -como decía una mujer acongojada- 'Argentina era lo que era: un país en serio'".
En verdad, la mujer acongojada era ella misma. Así parece confesarlo cuando, en la respuesta arrogante y soberbia que dedica a Kilberg, Calloni se pregunta (o le pregunta a su "contrincante") en tono melancólico "¿cuán revolucionario es entrar al edificio del Congreso vacío a romper todo al paso, como si eso no fuera un patrimonio del pueblo, de todos?". Lo cierto es que, si mal no recuerdo, la de viernes 28 fue la primera vez que el pueblo pudo ingresar al Congreso sin la cuña de un diputado, un senador o un ñoqui legislativo. La acción de romper los cristales, las antiguas lámparas, los candiles, y quemar la butacas labradas y los sillones, significó, simbólicamente hablando, la destrucción por parte del pueblo de una institución burguesa clave en la dominación y la continuidad del régimen de explotación. La señora Calloni se olvida que tras esos cristales y antiguas lámparas, en esos sillones y butacas labradas, sesionaron los legisladores que aprobaron, entre otras, las antipopulares leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la de Reforma del Estado (que autorizó la privatización de las empresas públicas y causó cientos de miles de desocupados), y más acá en el tiempo el recorte del salario de empleados estatales y los superpoderes para el ahora echado ex ministro Cavallo. En aquella gesta popular que dio en llamarse "el santiagazo" pudo verse algo parecido, sólo que, como ocurrió lejos de la capital y el valor monetario del "patrimonio de todos" destruido era menor, no causó la ira de los periodistas e intelectuales progre.
Me parece que en la señora Calloni hay una especie de llamado desesperado a la continuidad de las instituciones burguesas. Sólo así puede explicarse su alarma y preocupación ante el avance descontrolado de las masas populares y lo que ella juzga como "inacción" represiva.
Lo del Congreso ya fue expuesto, pero también hay una acudida frenética y desgarradora a los favores de la ciega y sorda institución judicial. En un párrafo de aquella crónica que encendió el debate posterior, Calloni dice que "por eso el periodismo investiga" –Stella Calloni, agrego yo- "y jueces como la doctora María Servini de Cubría también quieren llegar al fondo de lo que está pasando".
Pasa por alto nuestra cronista en cuestión el pasado oscuro de la jueza federal con competencia electoral, es decir: con más roce y contactos con el poder político. Por si no lo sabe, informo a la señora Calloni que la doctora Servini de Cubría fue nombrada funcionaria judicial en tiempos de la dictadura, mientras la corporación de jueces, camaristas y fiscales hacía oídos ciegos y ojos sordos a los "hábeas corpus" que los familiares de los desaparecidos presentaban buscando conocer el paradero de los que sucumbieron bajo la bota militar. Además, Servini de Cubría es la recordada jueza del caso "Yoma Gate", de la famosa censura a Tato Bores, de la persecución a militantes populares en la causa ORP, del sumario a varios empleados suyos por sus actividades gremiales, de la salvadora "cárcel" de lujo domiciliario para los genocidas reclamados por tribunales del exterior.
Más sensata fue la desconfianza de las Madres de Plaza de Mayo, quienes, al jueves siguiente a la represión de la que fueron objeto por parte de la policía montada y la guardia de infantería, explicaron que "hicimos una presentación ante la Servini de Cubría por la golpiza que nos dieron, ella nos prometió que iba a investigar, pero no sabe con quién se metió". Tal vez lo de Stella Calloni sea un simple lobby a favor de la jueza, previendo que, si los cacerolazos prosperan y logran tumbar a la actual Corte Suprema de Justicia, será necesario dotar de legitimidad a los jueces que ya se prueban el gorrito de cortesanos, entre ellos Servini de Cubría, claro.
En resumen: la escena actual ya es bastamente conocida: ante la inocultable crisis de la burguesía en el poder, algunos ya comienzan a reubicarse y tomar partido por la continuidad del régimen: maquillan las instituciones, presentan funcionarios de recambio, descalifican las movilizaciones populares para ponerles un cepo o "corralito", hacen de cuenta que algo cambia para que en fondo nada se disloque. Otros, en cambio, redoblan la apuesta y apuntan cada vez más alto su exigencia, su denuncia, su confianza en el destino de victoria definitiva que el pueblo se ha trazado para sí, tras los heroicos combates que sacudieron las telarañas políticas de este país al sur.
Buenos Aires, 6 de enero de 2001
(*) Stella Calloni es corresponsal de La Jornada en Argentina. Artículo publicado en La Jornada, México, 30/12/2001,
http://www.jornada.unam.mx/2001/dic01/011230/022n1mun.html

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