La
insurrección popular en Argentina:
una muestra de la resistencia y
el combate contra el terrorismo del Estado
por Demetrio Iramain
Un pueblo movilizado y rebelde se convocó en las calles para resistir
y acabar con el gobierno de la Alianza. Como siempre, en primera línea
de las marchas y combates estuvo el pañuelo blanco de las Madres de Plaza
de Mayo. El recambio de presidente que causó el estallido abre otra etapa
en la lucha popular. Con el fuego todavía caliente en las calles, ya
se anuncia una certeza: ante la respuesta inevitable de la derecha más
pura y dura, aumentar la organización y persistir en el camino de la
rebeldía y la solidaridad.
Durante dos días y sus noches, los explotados, hambreados y siempre reprimidos
saquearon supermercados para calmar su hambre, y tomaron las calles y las plazas
de Buenos Aires para voltear al gobierno responsable de la realidad de miseria
e injusticia más aguda que se recuerde en el país.
La insurrección se sucedió a escasos días de que el gobierno
anunciara la tasa de desocupación más alta de la historia nacional,
y coronando un año de luchas populares muy intensas. La pueblada que
juntó en la calle a desocupados, a trabajadores y a sectores medios,
tumbó definitivamente a la administración de la Alianza, que encabezaba
el ahora ex presidente Fernando de la Rúa.
Sin embargo, el estallido no fue un hecho aislado, producto de la magia, lo
inexplicable y la sorpresa. Las masas no salieron a la calle en respuesta a
las últimas medidas puntuales del que fuera ministro de economía,
como quieren hacer creer los oportunistas dirigentes del peronismo. Más
bien fue el desenlace de un proceso profundo de radicalización en las
luchas, que a ellos también incluyó en el repudio, a saber: constantes
piquetes en todo el país, contundente rechazo a participar en las últimas
elecciones en índices que rozaron el 50 por cada 100 habilitados para
votar, entre sufragios nulos y no concurrentes a las urnas, y la muy combativa
Marcha de la Resistencia y Piquetera del pasado 5 y 6 de diciembre. Por su parte,
tampoco fue inédita la represión desatada por la policía,
que causó 31 muertos en total, 5 de ellos en Plaza de Mayo, y centenares
de heridos y detenidos: el estado terrorista ya había mostrado sus dientes
durante la ocupación militar de General Mosconi, en Salta, tras el piquete
que todo el pueblo mosconense encendió en aquella ciudad del norte del
país.
En todos estos conflictos fueron protagonistas centrales las Madres de Plaza
de Mayo. Sus pañuelos blancos fueron los primeros en vulnerar el cerco
que la gendarmería había montado sobre la entrada a General Mosconi,
ante la inacción de los socialdemócratas que recién al
día siguiente de la llegada de las Madres armaron una comisión
para entrevistarse con el juez interviniente. También, las Madres encabezaron
un acto en plena Plaza de Mayo para llamar a no votar, mientras todos los candidatos
políticos cerraban sus campañas proselitistas en teatros cubiertos
o en programas de televisión. El otro hito en la activa presencia de
las Madres en la lucha popular fue la Marcha de la Resistencia y Piquetera,
que ellas convocan desde hace 21 años en la Plaza de Mayo. Esta vez,
las Madres llamaron a la "Resistencia y el combate contra el terrorismo
del Estado", y armaron piquetes de verdad, sin caminos alternativos, en
las narices de los poderosos: a su manera, el humo negro de las gomas colándose
por entre las ventanas de las casas de gobierno nacional y comunal anunció
la movilización y el estallido más impresionantes desde el fin
de la dictadura para acá.
Al revés de las direcciones de las organizaciones políticas de
izquierda, de los sindicatos y de los sellos progresistas, las Madres tuvieron
una actuación muy destacada en los combates que sacudieron la capital
durante estos dos días y que terminaron con la renuncia del presidente.
Varias Madres estuvieron el miércoles 19, durante la madrugada, frente
a la casa de gobierno, en la histórica movilización espontánea
que desafió el estado de sitio y encendió el fuego de la pueblada.
Ellas concurrieron a la Plaza para convocar al pueblo a acompañarlas
al día siguiente, a entregar un documento muy duro exigiendo al que todavía
era presidente de la Nación el no pago de la deuda externa, el cese de
la represión, el levantamiento del estado de sitio, la libertad inmediata
de los presos políticos, la nacionalización de las empresas privatizadas
y la banca, la reducción de las dietas de legisladores y jueces a un
máximo de $ 1500, la eliminación de todas las jubilaciones de
privilegio y la demanda de trabajo digno para todos. Mientras las direcciones
de las organizaciones políticas de izquierda, los burócratas sindicales
y los sellos progresistas permanecían tapados por sábanas de oportunismo
y falta de reflejos, la convocatoria de las Madres se había convertido
en el eje revolucionario para la acción de la jornada del jueves.
Durante toda la noche del miércoles y ya en la jornada caliente del día
que le siguió, pudieron verse muchas banderas azules de la Asociación
Madres de Plaza de Mayo flameando en todos los avances populares sobre las posiciones
de la policía. Como toda la multitud, las Madres resistieron los gases
lanzados por la milicada aquella noche del miércoles y marcharon hasta
el Congreso para continuar con la toma popular de la ciudad. Al día siguiente,
se adelantaron a la convocatoria que ellas habían formulado para las
12 del mediodía y fueron a la Plaza de Mayo para defender con sus cuerpos
(y no con solicitadas o declaraciones rimbombantes) a los compañeros
que eran arrastrados por el suelo y luego detenidos. También ellas fueron
golpeadas. Mientras algunos compañeros armaban el puesto donde llevar
adelante la difusión del documento elaborado por las Madres, que ellas
mismas pretendían entregar en la Casa de gobierno, la caballería
avanzó sobre los que manifestaban en la Plaza. Catorce Madres de entre
70 y 90 años de edad, se ordenaron una al lado de la otra y se plantaron
ante los policías montados en sus caballos, que en un primer momento
las eludieron. Enseguida fueron rodeadas por una fila de la guardia de infantería
y, mientras las Madres se mantenían firmes gritándoles "asesinos",
varios oficiales del cuerpo de policía montada las embistieron por la
espalda, cobardemente, sin dudar a la hora de golpearlas con sus fustas, y pisarlas
y atropellarlas con sus caballos. Ellas se resguardaron detrás de las
columnas de la catedral, que vergonzosamente permanecía cerrada impidiendo
refugio a los que escapaban de la policía. Al igual que en la dictadura
militar, los radicales reprimieron salvajemente a las Madres para impedirles
su palabra y su combate: cuando ellas quisieron sacar una solicitada en los
diarios denunciando la desaparición de sus hijos, la dictadura desapareció
a tres de sus más activas integrantes; en tiempos de la Alianza, la policía
bajo órdenes que el que ya no es presidente jamás negó
haber realizado, las pisó con caballos y se ensañó con
sus cuerpos viejos pero enteros, cansados pero indoblegables.
Sin embargo, la represión no impidió que las Madres realicen su
constante marcha en Plaza de Mayo, como sucede todos los jueves por la tarde
desde hace casi 25 años. A pesar de que muchas no pudieron salir de la
Universidad Popular debido a los policías que por esos momentos recorrían
a tiros las calles que rodean la sede, otras Madres que suelen ir directamente
a la Plaza de Mayo sí vencieron los cercos policiales y marcharon junto
a un grupo muy nutrido de compañeros alrededor de la pirámide,
mientras los carros hidrantes, los perros y los agentes de civil arrasaban todo
el centro y las calles que circunvalan la Plaza de Mayo.
La primera impresión a la luz de los hechos del miércoles y jueves
es que nada ha terminado con la renuncia del gobierno. Por el contrario, se
abre ahora un camino difícil que obligará al pueblo a resistir
y a combatir con más firmeza y con más organización. Seguramente,
la crisis que la pueblada abrió en la burguesía será saldada
con un nuevo avance de la derecha más dura y pura junto con sus cómplices
y funcionales referentes del progresismo y la socialdemocracia. Prueba de ello
es la designación de lo más reaccionario y fascista del peronismo
en puestos clave como justicia y el ministerio de interior. Mientras esto sucede
y a la hora en que el pueblo cuenta cuántos muertos, heridos y prisioneros
han caído en la revuelta, los bienpensantes, correctos y democratistas
del FreNaPo cuentan los votos que cosecharon en su inútil, ilusa y electoralera
consulta respecto de la pobreza.
Sin una desarrollada estructura político revolucionaria que pueda conducir
los esfuerzos de la rebelión, sacarán provecho los politiqueros,
los burócratas sindicales, los teóricos de la "paz social"
y el policlasista "entendimiento entre argentinos". Asistiremos a
la consabida cantinela de echarles la culpa a los "violentos", a los
"profesionales del caos", a los "instigadores de la violencia",
satanizando a las expresiones políticas de izquierda y diferenciándolas
de los "inocentes" que tocaron la cacerola y nada más, o los
"humildes de verdad" que sólo se llevaron comida y no electrodomésticos
de los supermercados. Ante el nivel de confrontación que imponen los
poderosos, que salen a la calle no ya a reprimir ni a disolver las movilizaciones
sino a matar, el pueblo deberá organizarse, formarse en buenos cuadros
políticos, afilar la puntería de su rabia y su solidaridad, y
prepararse para que no sea el pueblo quien vuelva a poner los muertos, los heridos
y los presos en los próximos combates que inexorablemente han de ocurrir.
Buenos Aires, 22 de diciembre de 2001
Demetrio Iramain es uno de los Compañeros de la Librería de
las Madres/Café Literario Osvaldo Bayer y es alumno de la U.P.M.P.M