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NUEVOS AIRES
Estas reflexiones
se inspiran solo en algunas de las muchas asambleas realizadas en estos días,
en documentos, charlas, debates y comentarios de distintos compañeros.
La riqueza de lo que vivimos seguramente no se agota en unas pocas líneas
y como lo sucedido más que ser la culminación de un proceso
es la apertura de algo distinto y novedoso, aun indefinido, el debate y los
aportes seguirán enriqueciendo al pensamiento popular.
En estos días los
argentinos hemos protagonizado actos de insurgencia colectiva, con un carácter
diverso y múltiple, que enriquecen al pensamiento autónomo e
independiente. Con enfrentamientos extendidos por los más alejados
rincones de la geografía de nuestro país, promoviendo una pueblada
con un alto objetivo político que consistía en rechazar el intento
represivo de coartar nuestras libertades, restringir nuestros derechos, pretendiendo
profundizar la exclusión social y la opresión.
El gobierno de De
la Rua, repudiado, aislado, descolgado, sin expectativas de ninguna índole,
realiza su acto más brutal. Su deterioro era tan profundo que en los
últimos momentos solamente se sostenía en la represión
y en las fuerzas represivas. En este estado de soledad imprime con el decreto
de Estado de Sitio, su mayor acto de soberbia, de exclusión y opresión.
Lo hace en un contexto socio económico altamente inflamable, pero fundamentalmente
produce una subjetividad que proyecta pensamientos de insubordinación
desde el conjunto popular. Enhebrando la disposición de los distintos
sectores populares para lanzarse a la insurrección.
Para el estallido,
cada sector popular puso en juego la multiplicidad de sus formas y metodologías
de lucha, concretando una pueblada que fue la más alta de las síntesis
del conjunto de las luchas que hasta aquí vienen librando los sectores
populares. Se conjugaron desde el corte y el piquete, hasta el cacerolazo,
pasando por el enfrentamiento directo y sostenido contra las fuerzas de la
brutal represión. Así, el todo en cada una de las partes, al
articularse supera a la totalidad.
Seguramente que ésta
no fue una insurrección en los términos en los que los definiría
la tradicional cultura de la izquierda. Aquí no habia un Estado Mayor,
ni fuerzas políticas participando de la planificación. No existió
una conducción política ni una mediación que represente
a la movida popular para luego negociar con el gobierno, por suerte y ojalá
de ellas nos libere el pueblo, Amen. Es más, esta pueblada produjo
un corte horizontal entre el conjunto de los sectores populares y el bloque
de fuerzas en el Estado, incluidas también las que por ideología
proyectan su pensamiento hacia el estado, con la pretensión de que
allí anida todo el poder. Y tal es así que estas movidas no
solo produjeron un corte con las fuerzas políticas tradicionales mayoritarias
y sus anexos y satélites, sino también con las centrales sindicales.
El llamado desde estas posiciones, "movimiento obrero organizado",
o los trabajadores organizados, como tal brilló por su ausencia. Y
con esto no queremos decir que los trabajadores no salieron a la calle, pero
lo hicieron lejos de sus llamadas organizaciones. Las Centrales estaban envueltas
en internas desestabilizadoras o en keynesianas elecciones que proyectan esfuerzos
hacia el estado.
Tampoco el "movimiento
estudiantil" enrollado en elecciones internas se hizo presente. Sin embargo,
los jóvenes le imprimieron una dinámica sostenida al enfrentamiento.
Estas decisiones colectivas sin direcciones y la extensión de la lucha
sin estrategas, superaron la brutal represión. Es que los jóvenes
pusieron en juego una voluntad y un nivel de enfrentamiento como no se vivieron
en los últimos años.
Los denominados medios
de comunicación, no encontraron la representación, no estaban
los actores mediáticos y tuvieron que poner en escena a la multitud.
La violencia popular
como autodefensa legítima, desnudó al estado y al poder en su
esencia represiva.
En pocos días,
los saltos en la experiencia realizada resultan uno de los saldos más
positivamente concluyentes. El ejercicio de soberanía y libertad, la
satisfacción de tomar la calle por asalto y la de enfrentar sin permiso
y en situación al gobierno y al conjunto de las fuerzas del "orden",
no se borran con la facilidad de una goma.
El cuestionamiento
sobre las instituciones actuales esta abierto y el derrotero de la situación
es incierto. La reacción frente a la crisis por parte de los partidos
mayoritarios privilegiando las internas del poder chocan de lleno con las
exigencias del pueblo que le ha tomado el pulso al protagonismo.
Por eso, desde el
19 y 20 de Diciembre soplan aires nuevos, tan nuevos son que posiblemente
no podemos definir para donde van.
Pensamos que para
el movimiento popular, el desafío pasa por profundizar los criterios
que hacen a la autonomía y la autodeterminación para continuar
marchando por el largo derrotero de la emancipación.
29-12-01 LA FRAGUA