¿Cómo sigue?
Por Eduardo Aliverti
Las marchas populares del viernes pasado, en casi todo el país, son una buena noticia. No interesa tanto la cantidad de gente movilizada, sino el hecho de que los núcleos más dinámicos de izquierda, centroizquierda y organizaciones de base pudieron atar, aunque sea con alambre, una consigna de piso tras la cual ganar la calle juntos. Que se vayan todos y Asamblea Constituyente, para empezar a hablar. Pero la magnitud de lo que viene –y sobre todo, de lo que se espera que venga– es demasiado gruesa como para no reparar en ciertos aspectos.
Si de nuevo no se pudo consensuar no ya un gran acto sino, siquiera, un documento conjunto con oradores centrales (¿qué diablos es esto de manifestaciones en las que no habla nadie?). Si los principales convocantes prefirieron dispersarse geográficamente, mucho antes para evitar una medición explícita de sus fuerzas que por espíritu federalista de la protesta. Si por fuera de la necesidad de mostrar alguna iniciativa rigen recelo, sectarismo y ambigüedad ideológica, como lo exhibieron fundamentalmente Carrió y Zamora al no invitar desde un comienzo a los partidos de izquierda, quiere decir que todavía se está muy lejos de las condiciones para saltar de la unión a la unidad. Más que increíble, es una grave irresponsabilidad que se persista en no asumir la formidable solidez que deberá tener cualquier bloque dispuesto a enfrentar con seriedad los desafíos de un país derrumbado. Y piénsese apenas que esos obstáculos para articular se dan cuando ni tan sólo se pasó del reclamo institucional a plataformas puntuales de reconstitución económica. Si se concediese que lo segundo requiere de una maduración más natural, de todos modos hay preguntas urgentes.
¿Cómo evolucionará el proyecto de embrión mostrado el viernes? ¿Cuál plan de lucha está elucubrándose? ¿Qué medidas de acción directa irán in crescendo a medida que gruesos populares incrementen su apoyo, entusiasmados por la resistencia que se habrá estimulado? ¿Cuáles ideasfuerza están trabajándose para recrear utopías imprescindibles, como decisiones nacionales autónomas y planes de emergencia alimentario y laboral? ¿Con qué desprendimientos personales; con cuánta decisión de enfrentamiento contra las mafias partidarias y económicas inherentes al sistema; con cuáles herramientas, en definitiva, piensan estar a la altura de la catástrofe?
Son interrogantes antipáticos para muchos (o para algunos pocos importantes) de quienes dicen militar en pos de que la Argentina empiece a ser otra cosa. Si no son capaces de hacérselos, y más si no quieren contestarlos, que también se vayan ellos