Un micrófono oculto en el sillón del segundo jefe de la Bonaerense
En las espaldas del comisario mayor Roberto Savasta apareció un micrófono
que transmitía todo lo que allí se decía. El subjefe ya
había tenido mensajes desde la Maldita Policía.
El comisario Roberto Savasta prefirió negar en público la existencia
del aparato que lo espiaba.
Por Alejandra Dandan
Un micrófono de los conocidos en el mundo del recontraespionaje apareció
escondido justo en el sillón del segundo jefe de la Bonaerense. Nadie
sabe aún cuánto tiempo estuvo ese aparatito en las espaldas del
comisario mayor Roberto Savasta, uno de los hombres de la Bonaerense encolumnado
abiertamente entre los anticorruptos. Por lo pronto, se sabe, el micrófono
estaba oculto en el respaldo y Savasta sólo hace quince días que
está en ese lugar. El comisario negó rotundamente la existencia
del aparato. Pero Página/12 pudo saber que para sus colaboradores todo
esto no es ni siquiera una broma de mal gusto: es un mensaje, y un mensaje mafioso.
Savasta ahora se sabe blanco, vulnerable y su vulnerabilidad puede servirles
a los sectores más duros de la Bonaerense para intentar separarlo del
cargo y seguir avanzando.
Anoche, mientras oficialmente nadie admitía la presencia del aparatito,
algunos creían que la paranoia se extendía ya entre todos los
comisarios: "Ahora mismo deben estar todos destripando sus sillones",
sugería una de las fuentes mejor informadas sobre estos temas. El "destripe"
aludía en realidad al lugar exacto donde apareció el microfonito.
No sólo estaba escondido en el respaldo del sillón del jefe segundo
de la corporación. Además, quien lo colocó se tomó
el trabajo de insertarlo en el masajeador electrónico que está
incorporado en el respaldo.
Savasta encontró el aparato hace dos días. Aunque nadie lo admitió,
una de las fuentes aseguró que fue detectado con unos mecanismos especiales,
usados para descubrir este tipo de útiles, bien conocidos entre quienes
trabajan en tareas de espionaje. Ese día se revisó toda la oficina,
supuestamente como un procedimiento de rutina. De todos modos, nadie descartó
que alguien le haya pasado el dato a Savasta para que se ordenara una limpieza
general, prolija y puntillosa.
Quienes estuvieron cerca contaron algunos detalles sobre el tipo de aparato,
sus mecanismos, su capacidad de camuflarse. Por ejemplo, la pieza era un micrófono
plateado, de unos diez centímetros de largo, con dos cables de conexión
a una batería de 9 voltios. Todo ese tropelío de cables logró
trasmitir señales hacia algún lugar y hacia otros oídos
al menos durante quince días, el período que Savasta lleva en
el despacho. "Eso es lo más peligroso –indicó la fuente a
este diario–: no sólo es el micrófono en sí es un mensaje,
no sólo con esto nos dicen que pueden entrar cuando ellos quieran".
Y quienes escucharon tal vez no estén tan lejos de aquellos otros que
cierta vez, cuando León Arslanian preparaba la reforma policial para
terminar con la Maldita Policía en la provincia, le dieron un traspié
a Savasta, entonces jefe de la novena de La Plata. En aquella época,
mientras buena parte de la Bonaerense implementaba la política de brazos
caídos para boicotear la reforma, la gente de Savasta seguía trabajando.
Eso le trajo problemas, especialmente a uno de sus hombres que fue secuestrado
y sufrió un simulacro de fusilamiento.
Aquello también fue decodificado como un mensaje. Esto otro es distinto.
Esta vez el olor a "vuelto", llegó bien adentro de la oficina
del subjefe de la Bonaerense, acusada estos días de corrupción
e impunidad desde todos los sectores. El sillón era propio, Savasta no
lo compró ni lo colocó, ni lo cambió cuando se mudó
a ese lugar. Simplemente lo usó como parte del mobiliario habitual, tan
habitual como al resto de los sillones de los comisarios. Por si a alguno ayer
le quedaban dudas, hasta hace quince días en la oficina de Savasta no
había ningún otro capitán de la Bonaerense. Hasta ese entonces,
se usaba como un lugar administrativo, de los más típicos entre
los oficiales