La pueblada de ayer en El Jagüel.
CORREPI
Cuando se supo que el cadáver hallado en la tosquera
a la vera de la autopista era de Diego Peralta, secuestrado hace mas de un mes
y buscado por todo el país con desesperación por su angustiada
familia, amigos y parientes iniciaron una marcha desde el barrio Siglo Veinte
hacia la comisaria de El Jagüel, cruzando las vías del tren, en
la localidad de Esteban Echeverría (Monte Grande) en la provincia de
Buenos Aires.
Todo el barrio empezó a salir de sus casas al ver pasar el cortejo. Allí
la manifestación se dividió en dos. Por un lado una gran cantidad
de jóvenes del barrio quedó en los terraplenes de las vías
y el resto de la manifestación, encabezada por los familiares, llegaron
a la comisaria. Estamos hablando de unas quinientas personas.
Cuando se vio llegar las primeras patrullas de refuerzo desde La Matanza una
lluvia de piedras hizo estrellarse a la primera en una zanja. Se inició
el combate. Tres patrullas inutilizadas. Venía el helicoptero.
Los manifestantes de las vías vieron la columna de humo emerger de la
cuadra de la comisaria. Todos hacia allí.
Los ratis cobraron como nunca. Sacados tiraban a todo lo que se movía.
Comenzaron a caer los primeros heridos con perdigones de goma.
Llegaron los bomberos. Detrás del ultimo autobomba entró la infantería.
La manifestación enfurecida pedía la cabeza del oficial de calle
Giménez, famoso por su dureza, sus cadenitas de oro y relojes costosos.
No se le quemo la casa porque la cuidaron muy bien sus amigos yutas.
No se dejaba pasar a las ambulancias que se disponían a atender a los
policías heridos.
Se combatió en cada esquina, en grupos desde veinte a sesenta contra
la infantería y la bonaerense hasta que obligados a replegarse por la
represión se cortó la ruta 205.
Los vecinos abrían las puertas de sus casas para atender a los heridos
y refugiar a los perseguidos.
Un punto particular se dio cuando en la desbandada los pibes saquearon comercios
a su paso. Sus madres les gritaban; tomen todo lo que puedan que lo cambiamos
en el trueque y comemos toda la semana. Los medios no reflejaron esta realidad,
se preocuparon por el síntoma sin averiguar las causas.
Esta crónica, desesperada y desordenada, se pierde de vista seguramente
detalles que deberán ser reconstruidos por los vecinos y vecinas.
Asqueados por la prepotencia policial, el barrio de El Jagüel hizo su pueblada.
El desencadenante fue el asesinato de Diego Peralta. Las condiciones que hicieron
posible la rebelión no pueden ser reproducidas agitando una consigna
por mas acertada que se crea. Nos resta acompañar la lucha por justicia,
e impulsar la reflexión profunda de porque suceden estas aberraciones
y como es posible ponerles freno.
En medio y a pesar de la represión sistemática generemos experiencias
que permitan edificar en la acción, la organización popular frente
a la represión.
Repique.