OPINION
El modelo bomba
Por Luis Bruschtein
En Hiroshima se realiza todos los años el acto antinuclear más
importante del mundo. En Argentina no cayó la bomba atómica, pero
se realizó el experimento neoliberal más puro y dogmático
de América latina y por eso se la eligió para las deliberaciones
del Foro Social temático. Una forma de exterminio masiva y fulminante
y otra igualmente masiva pero por el asedio del hambre y la corrupción.
La idea del Foro es discutir alternativas a los modelos neoliberales como el
que dejó en ruinas a la Argentina. En el Foro participan los movimientos
sociales pero no los partidos políticos. Así, el aporte argentino
puede ser valioso porque la experiencia es original y muy rica.
Pero puede dar una falsa idea. Porque a diferencia que en los demás países,
la aplicación del modelo neoliberal en Argentina funcionó también
como una bomba neutrónica para la posibilidad de organizar o construir
herramientas políticas que expresaran el desarrollo de esas experiencias
sociales. Existe un movimiento social extendido pero sin representación
política, como pueden ser en Brasil y Uruguay el Partido de los Trabajadores
o el Frente Amplio.
Fue una de las consecuencias letales del modelo: no sólo destruyó
las condiciones de vida, sino también las herramientas que podrían
cambiar o frenar ese proceso. En Argentina utilizó al Partido Justicialista,
a través del menemismo, para destruir al país. Cuando había
sido el peronismo el que había funcionado hasta entonces como un tope
a los intentos privatizadores y liberalizadores.
En otra escala, pasó algo similar con el radicalismo y el Frepaso. Y
durante esos años, si bien fue creciendo el movimiento social de resistencia,
fue imposible el desarrollo de una herramienta política. La oferta de
la izquierda, ya sean sus partidos o los frentes de izquierda, tuvieron el mérito
de no corromperse pero tampoco dieron respuestas a ese movimiento que viene
creciendo desde hace diez o 15 años. Sin esa herramienta el movimiento
social no puede pasar a la ofensiva y tiene que limitarse a acciones que en
definitiva siempre son defensivas.
La corrupción por un lado, y el sectarismo y la difamación o el
apoliticismo por el otro, son rasgos estimulados por la cultura del modelo como
una forma de impedir la circulación de ideas sobre las que se pudiera
vertebrar ese amplio movimiento popular. La realización del Foro, con
su diversidad, pero con un fin claro que lo unifica, constituye por sí
misma una actitud antimodelo que habría que profundizar.