"Anomia es poco decir, vivimos en descomposición"
El sociólogo Ricardo Sidicaro, reporteado por Página/12, explica
que la desestructuración de la sociedad argentina casi no reconoce antecedentes.
Ricardo Sidicaro asegura que "la descomposición institucional va
mucho más allá de la policía".
Por José Natanson
Investigador del Conicet y profesor titular en la UBA, Ricardo Sidicaro parte
de la indignada reacción de los vecinos de Esteban Echeverría
por el asesinato de Diego Peralta para trazar un análisis sobre el estado
de desestructuración que atraviesa la sociedad argentina. En diálogo
con Página/12, el sociólogo sostiene que el concepto de anomia
no alcanza a (se queda corto para) caracterizar la crisis actual, aunque descarta
la posibilidad de un enfrentamiento civil. "Es un proceso de descomposición,
pero sin proyectos políticos enfrentados", asegura.
–¿La quema de la comisaría de El Jagüel es un episodio aislado o
forma parte de un fenómeno más global?
–La mayor parte de las conductas es parte de una situación de profunda
desestructuración. Las respuestas que se dan son desesperadas y no tienen
que ver con una acción racional. La indignación existe y no cabe
duda de que en situaciones de desestructuración se desatan los más
exasperados, los más irracionales en su furia. No es la gran mayoría,
pero la sociedad conduce a situaciones de desesperación y hay gente que
da este tipo de respuestas. Hoy la sociedad se caracteriza por un avance de
conductas poco relacionadas con los costos de la acción. Hay algunos
que están raptando personas por dos mil pesos. Son conductas fuera de
toda racionalidad costo-fines, aunque los que hagan eso sean pobres.
–La quema de la comisaría se basó en las sospechas de que la policía
tuvo algo que ver con el asesinato de Peralta. No es la primera vez que las
fuerzas de seguridad delinquen, pero la reacción fue mucho más
violenta que en otras oportunidades: ¿por qué?
–En primer lugar hay que aclarar que dentro de la policía hay muchos
que se juegan la vida con una actitud altruista. Sin embargo, lo que ocurre
es que muchos de los que están adentro de las fuerzas de seguridad se
piensan como civiles y delinquen como civiles. El Estado carece de capacidad
para castigar este tipo de cosas. Pero no es sólo algo propio de la policía:
la descomposición institucional está atravesando todas las esferas
y, aunque en la policía se vuelve más peligrosa, también
se da en el sistema escolar o el sistema de protección de la salud.
–¿Es una situación de anomia?
–Anomia es poco decir. En una sociedad que está funcionando normalmente,
en épocas en las que se producen fenómenos económicos,
de expansión o de recesión, se dan situaciones de anomia. Tiene
que ver con la desestructuración de las reglas. Si se descubre oro, puede
haber más riqueza y al mismo tiempo anomia. El Far West es una situación
de anomia con riqueza. Si aumenta la desocupación puede haber anomia
con desocupación, pero en general la anomia supone un conjunto de reglas
que se debilita. Esto es diferente: es una desestructuración mucho más
grande que aquella a la que remite el concepto de anomia. Suponer que la policía
delinque no es anomia, es mucho más.
–¿Cómo caracterizaría entonces la situación actual?
–De descomposición social. En situaciones de anomia los sujetos pierden
su relación con las normas. Acá el problema pasa también
por las instituciones que tienen que hacer cumplir esas normas. No es una persona
que transgrede y hay un juez que aplica la norma. El que transgrede es el juez.
–Muchos hablan de la posibilidad de una guerra civil, pero no se ven bandos
en disputa.
–Es que la descomposición ha afectado a los bandos. En alguna época
se constituían bandos que se enfrentaban y la sociedad estaba más
organizada. Hoy son individuos que eventualmente se asocian para protestar,
pero no tienen en común más que la situación de la protesta.
En otros tiempos había una ideología, una imagen de país
y de futuro que los llevaba a movilizarse. Hoy las movilizaciones de reclamo
prácticamente no tienen identidad. Las personas que reprimían,
en otra época, pensaban que lo hacían en nombre de Occidente o
algo así. Quienes reprimen hoy lo hacen ennombre de una desorganización
en la cual ellos están metidos: se extralimitan en la forma en que las
instituciones a las que pertenecen les ordenan reprimir. La descomposición
atraviesa la simple reproducción de la cotidianidad. Hay una pérdida
de vigencia de las instituciones y una pérdida de la integración
de los sujetos al tejido social.
–¿Hay ejemplos de situaciones de este tipo en la historia argentina? ¿O en algún
otro país de Latinoamérica?
–No. Un debilitamiento institucional tan fuerte generalmente se ha correspondido
con bandos que salen a luchar. Se establece un verdadero conflicto o guerra
civil. Entre nosotros, la particularidad es la creciente descomposición
que afectó a los bandos que podrían constituirse. Nadie tiene
un proyecto político en este momento, pero no es que todos están
desorganizados. Este debilitamiento político institucional permite que
las minorías activas y concentradas del poder económico saquen
sus beneficios. En general las formas de desestructuración fueron a partir
de proyectos políticos antagónicos. Hoy uno no puede decir que
existan proyectos políticos enfrentados. Lo que uno ve son los efectos
de la descomposición.
–¿En qué podría derivar semejante situación?
–No sé. No se puede saber en qué medida el reclamo de ley y de
orden de los que quieren vivir de una manera integrada puede convertirse en
una fuerza política. Lo que reclama la gente es el retorno a la ley.
No la mano dura, sino que se cumplan las leyes. Es la primera vez que en la
Argentina hay tanto reclamos para que se cumplan las leyes