Niños desnutridos, ancianos abandonados
que duermen en el piso y familias enteras que revuelven la basura
Radiografía de una Argentina que tiene hambre
LA REPUBLICA
La ciudad de Corrientes, bañada por el caudaloso río Paraná en el nordeste argentino, reúne en sus entrañas mucho de lo que sacude a un país en bancarrota: niños desnutridos que comen tierra, ancianos abandonados que duermen en el piso y familias enteras que revuelven la basura en busca de cartones para vender por monedas o restos de comida para combatir el hambre.
Recorrer sus suburbios es sumergirse en un mundo de carencias, de casillas precarias, adultos sin trabajo, madres adolescentes y niños, muchos niños que galopan pies descalzos en calles de tierra o en las abruptas barrancas del cercano río.
Corrientes, capital de la provincia homónima, a 950 kilómetros al nordeste de la capital argentina, es una ciudad de contrastes, donde se mezclan lujosos autos importados y chicos que comen tierra ante la desesperación de no tener un pedazo de pan en la mesa familiar.
Tres de los 11 hermanitos Miranda, familia carenciada y sin trabajo, están internados en hospitales correntinos con graves cuadros de desnutrición, claros ejemplos de una provincia que detenta el récord argentino de mortalidad infantil (30 por mil) y de pobreza (71%), con una desocupación del 23,1% superior a la media nacional (21,5%).
La parálisis productiva, el abandono de políticas sociales, los recortes presupuestarios y la escasa recaudación tributaria multiplicaron en progresión geométrica los índices de pobreza de una provincia donde el Estado es el principal generador de puestos de trabajo.
Darío Martínez va a cumplir 10 años el 17 de agosto y vive postrado en una cama de su modesta casa desde hace tres, después de haber sufrido un accidente cerebro vascular.
"Estuvimos más de media hora sin poderlo reanimar. Del cerebro no le quedó nada", relata Marta, su madre (30), quien denuncia a la AFP que hace 24 meses el gobierno provincial de turno decidió suspender los servicios de rehabilitación a niños en hospitales públicos.
"Ahora lleva dos años sin tratamiento, tirado en la cama, piel y hueso. Sólo le ato una pierna a la cama para que la estire, porque está adoptando una posición fetal", se justifica esa mujer sin trabajo y que fue abandonada por el padre de Darío.
Enfrente, Gregoria Galarza, madre de ocho chicos, lleva dos años haciendo trámites en vano para lograr un subsidio para Rocío, de seis años, postrada y desnutrida como secuela de una neumonía contraída a los nueve meses de edad.
Los planes de asistencia a desocupados, administrados por el Gobierno nacional, son insuficientes y no llegan a todos, lo mismo que las cajas de alimentos que las autoridades locales se comprometieron a entregar cada mes.
"Pero esta es la tercera vez que dan la caja en el año", se queja a la AFP María del Carmen Rodríguez (45) frente al comedor comunitario Barrio 3 de abril donde cientos esperan su turno, y denuncia que muchos se van con las manos vacías por no tener documentos.
Marcelo Lagorio (33) sospecha que "ahora las entregan por lo que pasó con los hermanos Miranda. Las salas de salud del barrio no tienen medicamento ni leche".
Eustaquio López (66) está contento porque él fue uno de los beneficiarios de la caja de comestibles "que me va a durar muchos días", dice mientras controla el brasero con la pava con agua caliente para el infaltable mate, típica infusión sudamericana, frente a su precaria vivienda de chapa.
López es un ex empleado municipal ahora devenido en cartonero, esa miríada de gente de todas las edades que revisa la basura en busca de material reciclable.
A pocos metros, Carlos Duarte (59) sigue sin figurar en el padrón de beneficiarios y sobrevive a duras penas en un rancho de no más de 5 metros cuadrados medio destruido por la última tormenta, con una esposa postrada, semiparalítica, desde hace siete años. Carlos duerme en el piso húmedo y maloliente.
Más al sur, en lo que se conoce como la "Quema" donde los camiones recolectores van a vertir la basura, Saturnino Aguirre (25) también añora los días en que era pintor de cordones de vereda de la municipalidad.
Ahora, junto con su sobrino José, de nueve años, viene todos lo días a revolver los desperdicios en busca de papeles, cartones, botellas y todo material reciclable por el que le pagan 25 centavos de pesos (7 céntimos de dólar) el kilo.
Allí también acuden a "trabajar" cinco amiguitas que saltan con gran ligereza y alguna risita en medio del humo de la quema de basura: Mercedes (11), Laura (10), las dos Andrea (9 y 8 años) y la benjamina Aldana (5).
Los Miranda, 11 hermanitos argentinos que comen tierra en el país de las vacas
"Tienen graves síntomas de desnutrición y sus vientres hinchados de parásitos", afirma el médico Alberto Arregin, que vio toda clase de cuadros derivados de la pobreza pero ninguno como el de tres de los 11 hermanitos Miranda, internados en hospitales de Corrientes, después de alimentarse únicamente con tierra.
"Los doctores están contentos porque Ricardo va largando los parásitos", dice a la AFP Estela Morales (37), la tía de los hermanos Miranda. Ricardo, de 16 años, está internado desde hace 15 días en terapia intensiva del Hospital Escuela General San Martín con un cuadro de desnutrición del tercer grado, el más elevado, y pesa la mitad de lo que corresponde a su edad. Estela Morales se siente una "privilegiada" porque es de las pocas de la numerosa familia que tiene trabajo --"lavo, plancho y lo que venga", explica-- y visita a su sobrino en reemplazo de los padres que, desde temprano, están con la jueza que analiza sacarles la tenencia de algunos de sus hijos.
A un kilómetro de distancia, en el Hospital Pediátrico 'Juan Pablo II', Cristina y Fernando Miranda ya llevan dos meses internados, con un grado dos de desnutrición.
En una de las camas yace Fernando, y al observarlo tan menudo e inmóvil cuesta creer que ya cumplió los 4 años. Su hermana, que lo dobla en edad, parece un animalito agazapado, en cuclillas sobre una silla desvencijada, pero su mirada perdida no denota la más mínima agresividad. "Lo que estos niños necesitan es vitamina 'o', de olla, y lo que estamos haciendo es darles de comer, ni más ni menos", ilustra el doctor Arregin, director del moderno centro de salud al recibir en su despacho a la AFP.
Hace tiempo que conoce a esa familia indigente, una de las tantas que sobreviven a duras penas en Corrientes, en el pobre noreste argentino, a 950 km de Buenos Aires.
"El caso de los hermanos Miranda refleja un gran déficit socio cultural, porque a la gente no se le enseña a pescar sino que se le regala el pescado", analiza Arregin.
Más allá de la metáfora, la familia Miranda vive a escasos metros del río Paraná, generoso en cantidad y variedad de peces, en un terreno fiscal que pertenecía a una fábrica de cemento donde sólo sobrevive la carcaza de una vieja maquinaria oxidada, mudo testigo de épocas doradas en que se construían carreteras y puentes en la zona. Allí, en el barrio Mendoza al Sur, una sorprendente limpieza choca con el aspecto de abandono de varios de los hermanitos Miranda, su ropa hecha jirones, que juegan, pies descalzos, al fútbol con primos y vecinos.
La pobreza alcanza al 53,8% de los habitantes
La pobreza creció en Argentina al récord del 53,8% de la población, lo que equivale a más de 19 de los 36 millones de habitantes del país, según un estudio oficial del sitio de Internet de la Presidencia de la República. El estudio realizado por el Sistema de Información, Control y Evaluación de Programas Sociales (Siempro), agrega que 8,4 millones de argentinos directamente viven en la indigencia, con ingresos familiares inferiores a los 300 pesos (84 dólares), mientras 8,6 millones de menores de 18 años viven en la pobreza. La tasa de pobreza más importante se registra en las provincias del norte del país, con un récord de 71% en Corrientes, donde se han denunciado casos de niños que se alimentan con tierra.
La pobreza en la provincia de Buenos Aires, la mayor del país, alcanza al 50,1% de sus 14 millones de habitantes, según los datos oficiales. *