26 de diciembre del 2002
19 y 20. Retrato de una crisis irresuelta
Daniel Campione
Rebelión
Los actos que se realizaron en Buenos Aires y el resto de Argentina con
motivo del aniversario del 19 y 20 de diciembre de 2001, trajeron una nueva
confirmación de algunas tendencias que se han ido desarrollando a lo
largo del último año:
1. La capacidad de movilización organizada del movimiento piquetero no
deja de crecer, y en este aspecto, el eje de la convocatoria ha pasado del eje
Federación Tierra y Vivienda- Corriente Clasista y Combativa, a los sectores
más radicalizados, a la vez muy heterogéneos entre sí (Polo
Obrero y demás componentes del Bloque Piquetero Nacional, Barrios de
Pie, Coordinadora Aníbal Verón, etc.)
2. A ese eje de movilización se suman las asambleas vecinales, los trabajadores
de fábricas recuperadas, las listas sindicales alternativas, entre otras
agrupaciones surgidas al calor de las luchas que poblaron la sociedad argentina
a partir de la segunda mitad de los años 90', y que han ganado en organicidad
y 'visibilidad' a partir de los sucesos de 2001.
3. La multiplicidad de la movilización contestataria, saludable en sí
misma, sigue presentando tendencias a la dispersión y fragmentación,
al extremo de impedir la realización de movilizaciones conjuntas, o sostener
acuerdos mínimos para articular acciones comunes.
Mientras tanto, el poder económico, político y cultural, quizás
mas por falta de imaginación que por convicción genuina, apunta
a operar cómo si nada hubiera ocurrido. Las fisuras se notan por todos
lados, desde los partidos políticos a la Iglesia, pasando por la dirigencia
empresaria y los referentes tecnocráticos:
Incapacidad para formular nada que pueda parecer un proyecto estratégico,
imposibilidad de hacer operativo ningún acuerdo al interior de los sectores
dominantes, predominio de formas de actuar corporativas y 'depredadoras' en
relación con el conjunto social, falta de decisión o de poder
efectivo para efectuar la menor 'autodepuración' en cuánto a las
figuras y prácticas más desacreditadas. Sin embargo, la detentación
de los medios económicos fundamentales, del aparato del estado, de los
medios de comunicación, de los circuitos culturales más o menos
'oficiales', sigue incólume. Mas allá de cambios en la titularidad
formal, el gran capital y toda su ristra de aliados y subordinados, sigue al
mando en las palancas de poder fundamentales, por más que se multipliquen
las situaciones y actitudes 'impresentables'. Y siguen desplegando toda la amplísima
gama de acciones que ese control les permite, por más que no tengan el
menor consenso social, y ni siquiera realicen acciones concretas con miras a
recuperarlo.
A raíz de esta situación, mucho se ha hablado de 'parálisis',
de 'anomia', de 'peligros' variados. Más bien se trata, creemos, de una
situación insostenible a mediano plazo, que sólo puede solucionarse
en dirección a una democratización radical, a la conformación
de un movimiento que asuma la heterogeneidad de procedencias e ideologías,
la multiplicidad de formas organizativas, la amplia variación en el tipo
de prácticas que se llevan adelante. Y que formule claramente el propósito
de encarar una transformación social global, para la cual es requisito
previo e indispensable, actuar seriamente para 'desarmar' el poder de los dominantes
a partir de la generación de un poder que 'desde abajo' impulse formas
radicalmente nuevas de pensamiento, organización y acción.