20 de diciembre: lo que fue, lo que pudo haber sido y lo que no fue
Escribe Víctor Ego Ducrot
El autor es el editor responsable de La Otra Aldea
Primero lo que fue. Aquella noche del 19 el silencio dejó de ser. Después de tantas agresión por parte de un gobierno aislado y reaccionario, el hartazgo se convirtió en indignación y la indignación en grito, en cacerolazo.
Con su sempiterna cara de bobalicón engreído, el entonces presidente Fernando De la Rúa acababa de pronunciar ante las cámaras de televisión uno más de sus discursos vacíos y antipopulares. Casi le dijo a los argentinos "aquí no ha pasado nada; mando yo y mi secuaz principal, el ministro de economía Domingo Cavallo; y como el pueblo se porta mal he dispuesto el estado de sitio".
Sí. El pueblo se había comportado saludablemente "mal". Como tenía -y tiene-hambre, y más allá de las manipulaciones que sufrió desde distintos sectores de la corporación política corrupta en el poder, ese pueblo salió a la calle por comida.
A De la Rúa se le pueden colgar innumerables calificativos pero hay algunos que no le pertenecen ni por error: eficaz, realista, democrático, honesto.
Por eso su respuesta consistió en una cerrada defensa a Cavallo -quien en un país que respete en serio sus instituciones constitucionales debería estar cuanto menos entre rejas, por traidor a la patria- y en una evocación nauseabunda de los métodos preferidos por la más sangrienta de todas las dictaduras militares que sufrieron los argentinos: la muerte.
Aquél 19 a la noche, el pueblo le contestó al autoritarismo con una movilización espontánea que inundó la calles de Buenos Aires. El gobierno reprimió.
Aquella noche los argentinos no durmieron. Al día siguiente, la calles y la Plaza de Mayo volvieron a ser del pueblo. El gobierno volvió a reprimir y asesinó a decenas de argentinos.
Primero Cavallo y después De la Rúa, y con él su corte de malvivientes, todos renunciaron y escaparon como sólo escapan las ratas. La corporación política, especialmente esa dupla perversa que vació de contenido a la democracia argentina -el Partido Justicialista y el Partido Radical- y sus mandantes de las corporación financieras y económica -los que saquearon al país- sintieron miedo ante la avalancha popular.
Después del 20 de diciembre la Argentina fue otra. En los centros urbanos surgieron con fuerza la Asambleas vecinales, los sectores medios se sintieron parte de la misma lucha que venía sosteniendo el movimiento piquetero y, en general, la inmensa mayoría de la población le dijo basta al poder y comenzó a organizarse y a convencerse de que otro país es posible.
Lo que pudo haber sido. Aquel 20 de diciembre pudo pasar a la historia como la fecha de inicio de un renacido movimiento popular, profundamente democrático, con vocación de poder y dispuesto a modificar el rumbo económico y político de nuestra sociedad. Habían quedado establecidas las bases de lo que los teóricos definen como condiciones objetivas para las transformaciones revolucionarias. En otras palabras, fue el momento oportuno para que el deseo colectivo de cambio se convirtiese en voluntad organizada.
Sin embargo, ello no fue posible. Es cierto que la Argentina sigue siendo otra respecto de lo que fue antes de aquél 20 de diciembre, y también es cierto que el sistema de poder tiene la suficiente experiencia, y a lo largo de este año tuvo la suficiente habilidad, para navegar en aguas de tormenta.
Pero no es menos cierto que el campo popular -las organizaciones políticas, los movimientos sociales y sindicales, las asambleas vecinales y el conjunto de millones de argentinos que protagonizan la protesta- no supimos o no pudimos superar nuestras propias limitaciones y sectarismos. Por consiguiente, aún no logramos crear y poner en marcha la herramienta político-social que se necesita para transformar definitivamente este país.
Por eso el bloque de poder maniobra para llevar adelante un proceso electoral amañado. Por eso nuestros niños siguen muriéndose de hambre. Por eso siguen mandando aquí las fuerzas más retrógradas de este flamante siglo XXI: el gobierno de los Estados Unidos, el FMI, las corporaciones financieras y los grandes conglomerados económicos.
Se cumple un año de aquél 20 de diciembre. Nuestro homenaje a sus muertos y a todos los luchadores sociales.
Y nuestra convicción de que todavía estamos a tiempo.