EL FIAT QUE SUPERVISABA LOS SAQUEOS EN CUIDADELA EL 19 DE DICIEMBRE DE 2001
El auto del misterio Apareció en los saqueos de Ciudadela, en diciembre
del año pasado, "custodiando" y en apariencia organizando los
robos. Reapareció tranquilamente estacionado pocos días después
en la Plaza de Mayo, cuando asumía Rodríguez Saá. El Fiat
Spazio pertenece en realidad a la agencia de seguridad Segar, donde revisten
varios represores de la dictadura con negros antecedentes y que es dirigida
por Eugenio Ecke, investigado por el asesinato del fotógrafo José
Luis Cabezas.
El Spazio con sus marcas y logo todavía visibles, y sin la chapa trasera.
Fue perfectamente reconocible para los que lo vieron dirigiendo saqueos en Ciudadela.
Por Miguel Bonasso
Los lectores de Página/12 probablemente ya lo saben: el Fiat Spazio 147
que aparece en esta página jugó un papel importante en la inducción
y supervisión de los saqueos perpetrados en Ciudadela el 19 de diciembre
del año pasado. Lo que seguramente no saben es que el logotipo y las
direcciones que porta en su carrocería corresponden nada menos que a
la firma Segar, la agencia de seguridad del Exxel Group y de varios grupos económicos
muy fuertes, como Carrefour, Wal-Mart Argentina SA, Shell, Casa Tía SA,
etc. Menos aún deben saber que esta agencia de seguridad recluta .-violando
la ley vigente– a connotados represores como el comisario retirado de la Policía
Federal Luis Donocik (alias "Polaco Chico"). Sólo los especialistas
recordarán que uno de los principales ejecutivos de Segar es Eugenio
Eduardo "Pipo" Ecke, quien fue investigado por la Justicia en 1997
en relación con el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas.
Una agencia de seguridad que cuida a los hipermercados pero aparece favoreciendo
el saqueo de los comercios chicos; represores de la dictadura militar que actúan
en conjunción con punteros del PJ; un auto que reaparece misteriosamente
frente a la Rosada el día que asume Adolfo Rodríguez Saá,
son algunos de los ingredientes de un nuevo thriller bonaerense que seguramente
no llamará la atención del ministro de Justicia y Seguridad Juan
José Alvarez, pero tal vez despierte la curiosidad del juez Norberto
Oyarbide, el magistrado que investiga el presunto complot para derrocar a Fernando
de la Rúa.
Un auto inolvidable
Cuando se lo volvió a encontrar, se estremeció ante la revelación:
era el mismo auto que había visto en Ciudadela cuatro días antes.
Ahora eran las once y media de la mañana del domingo 23 de diciembre
y el Fiat Spazio 147 se recortaba, en privilegiada soledad, sobre Hipólito
Yrigoyen a la altura de Alsina. Un rato antes Daniel Vides, un joven fotógrafo
de la agencia Noticias Argentinas, había salido de la Casa Rosada, donde
se aprestaba a jurar Rodríguez Saá, para registrar ese fenómeno
curioso de una plaza desierta en la asunción de un presidente peronista.
Miró disimuladamente para ver si era observado, se acercó haciéndose
el distraído, enfocó y obtuvo las fotografías que se publican
en esta página. El Fiat, se dijo, debía pertenecer a tipos "grossos"
-.políticos o miembros de las fuerzas de seguridad– o no podría
estar allí, tan campante y solitario a pocos metros de la Rosada, sin
que una grúa policial se lo llevara a toda velocidad.
No tenía dudas: era el mismo que se había topado el 19 de diciembre
en Ciudadela. El mismo escudo con esa "S" estilizada en dorado viejo,
las mismas inscripciones descascaradas de la carrocería: Lavalle 1672
piso 10 y algo que parecía decir 7ª 0530-37-0531. Y le faltaba la chapa
de atrás. Era el mismo, Vides podría jurarlo. Se lo había
cruzado en avenida Gaona, a las dos de la tarde, mientras hacía fotos
con teleobjetivo de un curioso saqueo donde se estaban llevando nada menos que
la heladera-mostrador. El fotógrafo observó que "además
de los marginales había otros tipos que habían venido con un camioncito
de carga, un Mercedes 608". Le llamó la atención que no hubiera
prensa y pronto entendió el motivo, cuando algunos vecinos le señalaron
el Fiat Spazio y le advirtieron que tuviera cuidado, porque sus tres ocupantes
no dejaban de mirarlo. En cambio, "los tipos ni mosquearon cuando comenzó
un nuevo saqueo, esta vez en una mueblería, de donde se llevaron un sofá
de tres plazas, que cargaron en el techo de un Ford Galaxy". Vides retrocedía
para encuadrar mejor cuando uno de los sujetos se bajó del Fiat Spazio
y se acercó al fotógrafo. "Era un tipo con la camisa abierta
y el pelo cortito, rapadito, joven, de unos 30 y pico a 40. Que tenía
‘algo’ en la cintura". Le dijo suavemente: –No saques más fotos.
Está mal.
"No era violento, fue como una sugerencia, pero era mucho más intimidatorio
que un grito."
La foto del Fiat y el testimonio de Vides fueron incorporados a mi libro El
palacio y la calle, como una respuesta a las afirmaciones del ministro de Justicia
y Seguridad, Juan José Alvarez, en el sentido de que no se podía
incriminar al gobierno de la provincia de Buenos Aires (del cual este funcionario
formaba parte cuando ocurrieron los saqueos), sólo porque el líder
piquetero Luis D’Elía hablara "vagamente de un auto gris o un auto
amarillo". Ahora nos encontrábamos frente a un auto concreto, blanco,
con señas particulares visibles como se suele decir. Pero ni el fotógrafo
Vides ni el autor de esta nota habían caído en cuenta del oscuro
paquete que se escondía detrás de esa simple dirección:
"Lavalle 1672 Piso 10º".
Los pretores de
Juan Navarro
Según los que saben de estas cosas, la agencia de seguridad Segar fue
creada por Marcelo Segarra con el decisivo padrinazgo del capo del Exxel, el
uruguayo Juan Navarro Castex. Segarra, explica una fuente sin entrar en peligrosos
detalles, "le resolvió un problema a Navarro allá en el Uruguay".
Pero en el terreno concreto, la seguridad del financista y la de las empresas
que compró con su evanescente fondo de inversión quedaría
a cargo de Eugenio Eduardo Ecke, un hombre robusto, que alguna vez estuvo casado
con una hija del periodista Mariano Grondona y al que se le atribuyen buenas
relaciones con la CIA norteamericana.
A las 5 y 25 de la madrugada del 25 de enero de 1997, mientras el cuerpo de
José Luis Cabezas se carbonizaba dentro de su auto en la cava de Pinamar,
Ecke recibía en su celular (404-3246) el llamado de Roberto Archuvi,
uno de los custodios de Alfredo Yabrán. El 29 de diciembre de 1997, declaró
bajo juramento que no conocía al custodio Archuvi ni había recibido
ese llamado que el Excalibur se empeñaba en registrar. La noche del asesinato
de Cabezas, declaró el hombre de Segar, había estado cenando con
unos amigos en La Plata hasta las tres de la madrugada. Lo que se suele llamar
una coartada.
Marcelo Larraquy y Roberto Caballero afirman en su libro Galimberti que Eugenio
"Pipo" Ecke "es un viejo conocido de Hugo Franco, el director
de Migraciones menemista, vinculado con Yabrán y también con Alberto
Kohan, desde los tiempos de la FEPAC". Mientras Ecke se hacía cargo
de la seguridad del Exxel y sus ejecutivos, dos hombres estrechamente vinculados
al espionaje estadounidense, Frank Holder y Jules Kroll atendían las
tareas de inteligencia, reemplazando a los muy notorios y quemados represores
que el Exxel había heredado de Yabrán, como el capitán
de fragata retirado Adolfo Donda Tigel y el antiguo oficial del Servicio Penitenciario
Víctor Hugo Dinamarca.
Según Larraquy y Caballero, Ecke habría abogado ante Navarro para
que University Control, la empresa donde Rodolfo Galimberti coincidía
con otros antiguos oficiales de la central de inteligencia yanqui, desplazara
a Kroll y Holder. "Para acelerar el desembarco de Universal -.dicen en
su libro– Ecke le habría dicho a Navarro que Galimberti era ‘hombre de
la CIA’". Dato que al hombre que heredó las empresas de Yabrán
y echó a perder los helados de Freddo debía parecerle una recomendación
irresistible.
El "Polaco Chico"
El hombre salió de su casa en Honorio Pueyrredón 1047 (primero
A) y comenzó a caminar en busca del transporte que lo llevaría
a las oficinas de Segar. Es un tipo alto, robusto, que suele vestir muy formal,
de corbata y con trajes oscuros, con el pelo entrecano peinado para atrás
yun mostacho blanco que acentúa su aspecto de militar, más que
de policía. Pasó frente a la veterinaria Chicos buenos, sin percatarse
de que una cámara fotográfica venía registrando su caminata.
El comisario Luis Donocik se ganó su apodo de "el Polaco Chico"
en el Club Atlético, uno de los centros clandestinos de detención
más siniestros de la dictadura militar, donde se codeaba con célebres
torturadores, como Julio Simón (alias el Turco Julián), Remo Marenzi
y Juan "Colores" del Cerro, entre otros. Además pasó
por Garage Azopardo, el Banco y el Olimpo. Como oficial de inteligencia también
revistó en el Departamento de "Situación Subversiva"
de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal.
Como tantos otros represores pudo eludir la sanción penal gracias a las
leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Habilitado por la impunidad, siguió
su carrera en la Policía Federal y en 1997, antes de retirarse, tuvo
a su cargo la comisaría 48ª.
El sábado 14 de diciembre el Polaco Chico tuvo un disgusto: la "mesa
de escrache popular" de la asociación H.I.J.O.S., en unión
con asambleas populares de la zona, marchó hasta el edificio de Honorio
Pueyrredón y les hizo saber a los vecinos que en el 1º "A",
un balcón disimulado con un toldo de lona militar, vivía un genocida.
Irónicamente, la página web de Segar Seguridad seguía proclamando
su edulcorado slogan: "El bien más preciado de la empresa es, sin
duda alguna, la gente altamente capacitada que la compone".
Más allá de las ironías hay una disposición legal
que no se cumple: las agencias de seguridad tienen expresamente prohibido contratar
a quienes registren antecedentes en la represión ilegal de la última
dictadura. Salvo que ninguna fuerza de seguridad del Estado dispone de fuerza
legal para supervisar que nadie viole la ley en este terreno. Y esto permite
que casos como el de Luis Donocik se multipliquen. A veces con consecuencias
fatales, como ocurrió el 20 de diciembre con el teniente coronel retirado
Jorge Varando, otro antiguo represor que disparó a mansalva desde el
HSBC causando la muerte del joven Gustavo Daniel Benedetto (ver página
8).
Buenos clientes y
un "house organ"
La lista de clientes de Segar Seguridad es interminable e incluye a varios de
los grupos económicos más poderosos del país: Shell, Renault,
Master Card International, Supermercados Norte, Wal-Mart Argentina, BASF Argentina,
The Exxel Group, Carrefour, Casa Tía, Interbaires, Polo Ralph Laurent,
Hotel Crowne Plaza, Musimundo, Emporio Armani, Paula Cahen D’Anvers, Yacht Club
Puerto Madero, etcétera, etcétera.
Acorde con ese "perfil empresarial de excelencia", la empresa que
dio cobijo al Polaco Chico, edita una página web y un elegante "magazine"
mensual, donde se permiten a veces incursionar en análisis económicos
y políticos. Los editoriales los firma un señor Alberto Arcapalo.
En junio de este año, la publicación de Segar -.que se distribuye
entre su personal y sus clientes– protestaba contra "el grito destemplado,
el insulto y la palabra hiriente, el gesto agresivo (que) conforman una atmósfera
irrespirable en el hogar, en la oficina, en la escuela, en el taller, en la
cancha de fútbol... Se descalifica a personas y grupos. Se generaliza
indiscriminadamente y entonces resulta que todos los jueces son corruptos y
todos los policías son delincuentes...".
En julio (número 28), el "house organ" de Segar defendía
la iniciativa de los gobernadores Pablo Verani (Río Negro) y Jorge Sobisch
(Neuquén) a favor de la "regionalización". El señor
Arcapalo considera que la regionalización sería muy auspiciosa
porque permitiría abaratar "costos innecesarios de la política
(menos gobernadores, menos ministros, menos legisladores y concejales").
En agosto y setiembre, el editorial respira fe democrática, pero en octubre
desliza esta frase inquietante: "Hoy la sociedad argentina está
aplastada por el padecimiento, el miedo y la miseria. La Argentina se encuentra
limitada, empobrecida y atemorizada. En todos lados se producen planteos, y
piquetes hay por doquier. En nuestra Plaza de Mayo se instaló un campamento
piquetero que no se sabe muy bien por qué se realiza".
En diciembre, con un lenguaje esperanzador apropiado para las fiestas, el redactor
Arcapalo observa síntomas alentadores de recuperación económica,
que deben tener su traducción política si .-Dios mediante– hay
elecciones en el mes de marzo o diciembre (sic) de 2003.
Más allá de las palabras, del discurso plástico de las
public relations o los lugares comunes del "magazine", está
la sórdida realidad de Donocik, "el Polaco Chico" y todos los
otros represores que pueden haber encontrado cobijo en Segar, ante la falta
total de control por parte de las autoridades. Algunos legisladores estiman
en 80 mil el número de hombres armados que prestan servicios en las agencias
privadas de seguridad y tienen una filosofía aún menos tolerante
con "los piqueteros" que los editoriales del señor Arcapalo.
En cualquier caso, las preguntas pendientes no son menores: ¿qué hacía
el Fiat Spazio de Segar en una de las zonas más calientes de saqueos?,
¿quién los había contratado para supervisar los ataques a ciertos
comercios? ¿Por qué los ocupantes del auto no querían que el fotógrafo
Daniel Vides registrase aquella escena? ¿Por qué el Fiat Spazio podía
estacionarse en un lugar privilegiado de Plaza de Mayo durante la jura de un
Presidente?
Y la más importante: ¿Alguien hará algo para develar el misterio
y castigar los ilícitos?