A un año del 19 y 20 de diciembre de 2001
Por Ignacio Copani
Yo presentía que esa jornada, la del 19, no sería una más.
La noche del 18 de diciembre, estaba actuando en un Salón de Quilmes (Provincia de Buenos Aires) y se hablaba de duros episodios en Entre Ríos.
Me animé a decirle a un amigo: Si esto pasa en la provincia de Buenos Aires va a haber más de 20 muertos.
Horrible acierto el de mi predicción.
En la tarde del 19 me enteré que, mientras arreciaban los saqueos, el presidente De la Rúa, estaba condecorando a un edecán.
Minutos más tarde, sinfonía de utensillos domésticos y la historia que ya conocemos.
La de gritar, la de marchar, la de ver los canales de noticias hasta las 5 de la mañana.
La historia de reconciliarse con el coraje de nuestra comunidad, la historia de horrorizarse con la represión, que hoy, un año después, no sólo carece de responsables castigados, sino que nos encuentra observando a parte de la juventud partidaria del ahora (por suerte) ex presidente, ofreciéndole una especie de condecoración.
Un año más que intenso ha pasado desde ese grito antiglobalización que ninguna comunidad de este continente se animó a dar, aun viviendo todos y cada uno de los países de América Latina (excepto Cuba) problemas de pobreza, exclusión e injusticias estructurales tan grandes o más grandes que los de Argentina.
Por eso si tengo que reflejar en pocas líneas el sentimiento que me deja el recuerdo de esta gesta, es el de orgullo.
Estoy orgullosísimo de pertenecer a un pueblo que no solamente puede gritar un triunfo argentino sobre el Dreem Team de basquet de USA, sino que puede hasta la afonía, expresar su rebeldía y decir Basta.
A partir de aquellos días todo está cambiando. Seguramente, no tan rápido como podemos desearlo. Pero cambia.
Mi país se sostiene en paz gracias al sentido común y a la solidaridad de sus habitantes.
De no ser por ellos, hubiéramos vivido una desintegración y una guerra de todos contra todos imposible de parar.
No es una reflexión triunfalista ni una expectativa de pura voluntad.
Argentina cuenta con más de 11.000 ONG´s y con miles de episodios personales y/o comunitarios que combaten el hambre, que aportan soluciones prácticas y urgentes en salud, y que comienzan incluso a generar proyectos materiales para la supervivencia de buena parte de la población.
El pueblo argentino cacerolea en silencio y actúa, todo el tiempo, en todos los lugares donde los que gobiernan se han desentendido de cualquier responsabilidad.
Desde esa actitud, hasta quienes no lo expresan abiertamente, estamos encolumnados en el ¨Que se vayan todos¨ como punto de partida de la vida institucional que deseamos, para que algún día se recuerden los hechos de diciembre del 2001 como el inicio de un tiempo justo y un destino de felicidad como el que la mayoría de los argentinos merecemos.