La victoria o la derrota
Por Fernando Ferreira
Ferreira es periodista, crítico de cine y escritor
"En los próximos años la cuestión se planteará
de una forma terminante: o la mayor de las victorias o la mayor de las derrotas.
Esta es la elección que tiene ante sí el pueblo argentino." (
Alan Woods).
Hace casi un año, durante los días 19 y 20 de diciembre de 2001,
estalló en la Argentina una insurrección popular que costó
treinta muertos y cientos de heridos como producto de la brutal represión
policial. Las movilizaciones no fueron simplemente disturbios anárquicos
con saqueos en comercios, como señaló la mayoría de los
medios de comunicación en su momento, sino que se trató de una
auténtica movilización popular que desafió incluso el estado
de sitio al que de manera desesperada apeló el ex presidente Fernando
de la Rúa como último recurso. La situación no se ha modificado
mas allá de acuerdos espúreos y" transas" en las que están
comprometidos duhaldistas, menemistas y apátridas de viejo cuño.
El problema de la economía argentina es entonces terminal. Mas del 50
por ciento de la población se mantiene bajo los limites de la pobreza.
El principal efecto de la devaluación que generó la administración
Duhalde significó un aumento de la carga de la deuda externa para la
economía del país, lo cual rompió todos los esquemas de
pagos diseñados hasta ahora. El FMI lanza un nuevo plan y trata de rescatar
(robar) lo que se pueda. No obstante la historia se repite, una y otra vez.
Los Estados Unidos han declarado cínicamente que lo mejor es "seguir
los consejos del FMI" y que no tiene previsto ningún plan de ayuda. Sin
duda dicho plan llegará y se orientará al rescate del sistema
bancario, esto a condición de nuevos sacrificios que la gente ya no tolera
más.
Grandes sectores del pueblo argentino ejercen una resistencia sostenida aunque
la cohesión del aparato represivo es cada vez mayor. No se vislumbra
una conducción política y mucho menos sindical con dirigentes
tan vacilantes como proclives a la traición. A pesar de esto las jornadas
del 19 y 20 de diciembre de 2001 han pasado a la historia como uno de los capítulos
de lucha más importantes en esta década que comienza.
El combate por construir una dirección política es esencial, integrada
por las organizaciones de piqueteros, los sindicatos y las organizaciones vecinales,
con coordinación a nivel regional y nacional. La idea es que esto no
es el fin sino el principio de un proceso que no debe culminar sino con la caída
de este régimen corrupto.
La clase dominante argentina ha demostrado muchas veces que no se detiene a
la hora de defender su poder y privilegios: ningún método es demasiado
sucio, demasiado cruel, demasiado monstruoso para esta clase dirigente. La última
dictadura fue una prueba suficiente de esto. La prensa a sueldo se moviliza
para mentir y difamar. Las cuentas bancarias se abren para financiar a los provocadores.
El ejército y la policía están preparados para golpear
cuando las condiciones sean apropiadas. La crisis política sólo
es un reflejo superficial y tardío de la profundidad de la crisis económica,
una crisis que no se puede resolver sobre bases neoliberales, si no es con una
reducción aún más salvaje de los niveles de vida. El FMI
exige más austeridad antes de dar una ayuda a Argentina, pero eso significaría
una reducción del presupuesto, y eso sólo lo puede conseguir si
llega a un acuerdo con los gobernadores , la mayoría peronistas. Las
empresas petroleras privatizadas se resisten a los intentos de gobierno de introducir
nuevos impuestos a las exportaciones. Y por último, los pequeños
ahorristas todavía están en las calles exigiendo la devolución
de sus ahorros, mientras los piqueteros han incrementado sus protestas para
exigir empleos. El gobierno de Duhalde no puede resolver ninguno de estos problemas,
aunque se hable de "primaverita" económica. Su colapso se refleja en
la miseria cotidiana. La memoria de la población es corta, pero no tanto.
"Hechos, no palabras". Eso es lo principal.