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Argentina: La lucha continúa

27 de diciembre del 2002

Perspectivas de la economía argentina

Edgardo J.Ferrer
Rebelión

En estos días distintos voceros del gobierno nacional y algunos economistas del exterior han expresado dos ideas relacionadas entre si: por un lado, que la crisis de la economía argentina ha tocado fondo y por otro que la relativa estabilización de algunas variables financieras estaría preanunciando la esperada reactivación. Estas ideas son repetidas por los llamados "formadores de opinión" para quienes estaríamos viviendo un "veranito" económico.(1)
Un análisis más profundo de la situación real lleva a resultados que ponen seriamente en duda estas afirmaciones.
Un diagnóstico erróneo
En primer lugar, y más allá de la responsabilidad inmediata que los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde –y desde ya sus ministros de economía- tienen en el desencadenamiento y desarrollo de la crisis, cuestión a la que nos referiremos enseguida, es claro que todos ellos fracasaron en sus intentos de dominarla y revertir sus consecuencias, teniendo en cuenta que ya lleva más de cuatro años y ha arrasado con el empleo y las condiciones de vida de gran parte de la población.
Este fracaso está relacionado con errores de diagnóstico acerca de las causas de la crisis argentina y sus remedios. La crisis se desató bajo los pies de Menem a mediados de 1998 y fue caracterizada como "crisis de confianza", por lo que se supuso que cumpliendo con las exigencias de los organismos financieros internacionales la confianza de los inversores se restablecería y la crisis sería superada.(2) Menem fracasó y debió entregar el gobierno en el marco de una profunda recesión y con el ejército de desocupados más grande que la Argentina conociera hasta ese momento. Luego vino De la Rúa portando iguales creencias, lo que lo llevó a aplicar como único plan de gobierno un programa de ajuste fiscal para cumplir con los pagos de la deuda externa. De este modo, buscando restablecer la "confianza externa", mató de raíz todo esbozo de reactivación y terminó por huir de la Casa Rosada cuando millones de personas en las calles se lo exigieron. Ahora Duhalde persiste en el mismo diagnóstico. Tras abandonar la convertibilidad por un camino que no ha hecho más que profundizar la crisis, ha centrado su accionar, del mismo modo que sus antecesores, en alcanzar un acuerdo con el FMI bajo la suposición de que es necesario lograr el favor de la nave insignia del cartel financiero internacional(3) para algún futuro despegue, incurriendo, como está a la vista, en un nuevo fracaso.
Las políticas "neoliberales"
Las políticas "neoliberales" aplicadas en los últimos 26 años fueron creando las condiciones para una fuerte contracción en el nivel de actividad de la economía nacional, de carácter inédito por su profundidad y extensión.(4)
Tras el objetivo aparente de detener la inflación y transformar al país en una nación "competitiva" en el plano internacional, los resultados reales de tales políticas, algunos de ellos deliberados aunque no manifiestos, se tradujeron, por una parte, en el plano material, en una acentuación del perfil primario-exportador (la llamada "reprimarización" de la economía), en la desaparición de ramas enteras de la producción industrial (fabricación de aviones, industria nuclear, coheteril, de máquinas-herramientas, etc.) y en la destrucción parcial y la desarticulación de los encadenamientos productivos internos en las ramas subsistentes, que pasaron a depender, en mayor grado que antes, del aprovisionamiento de insumos, partes y equipos desde el exterior. Y por otra parte, en el plano de las relaciones de propiedad, redundaron en una fuerte extranjerización y concentración en pocas manos de resortes productivos y financieros claves, lo que terminó por esclavizar las finanzas del Estado al pago de los servicios de la deuda externa y a la satisfacción de la demanda de divisas de los grupos extranjeros y nacionales para remitir capitales fuera del país.
Tanto la destrucción de recursos productivos (entre ellos el más importante de todos: la fuerza de trabajo) como la acentuación del carácter regresivo de las relaciones de propiedad (lo que condujo a ahondar la regresividad en la distribución del ingreso), se combinaron con la pérdida por parte del Estado de recursos energéticos (petróleo, gas, electricidad) y mineros que quitaron al país herramientas decisivas de soberanía. Venezuela, por la posesión de su petróleo, o Chile, por la propiedad estatal de una parte importante del cobre, por ejemplo, han conservado para sus Estados cierta capacidad para maniobrar en la crisis de la que el Estado argentino hoy carece por completo, por su incapacidad de hacerse directamente de divisas.
Todos estos factores fortalecieron el cepo estructural de la economía argentina (la causa última de sus crisis), al profundizar la dependencia del imperialismo y el peso retardatario de la gran propiedad en el campo. Finalmente, al entrelazarse con el agravamiento de la situación económica internacional por la aparición y desarrollo de una crisis capitalista mundial de larga duración, condujeron a mediados de 1998 al estallido de la crisis nacional que hoy padecemos.(5) Para su configuración se combinaron en lo inmediato tres factores: un estrangulamiento en la oferta interna de bienes (producto de la catástrofe productiva que algunos economistas llaman "reestructuración"), una demanda interna anémica y en retroceso, tanto por el carácter regresivo de la distribución del ingreso como por la derivación de enormes recursos al exterior (éstos, puestos en manos nacionales, hubieran podido canalizarse hacia la inversión interna y reactivar, entonces sí, el empleo y la producción), y un estrangulamiento en el sector externo por insuficiencia de divisas (al cortarse la loca espiral de endeudamiento) para hacer frente al tributo exigido por el imperialismo, en sus diversas formas, para girar fondos fuera del país.
Devaluación y cambios en los precios relativos
Con la devalución del peso, la pesificación de las deudas y la incautación de los depósitos bancarios dispuesta originariamente por De la Rúa y profundizada por Duhalde, el actual gobierno puso en marcha un proceso de cambios en los diversos precios relativos de la economía que ha alterado aún más regresivamente la distribución del ingreso y modificado el reparto de la torta entre los diversos sectores que se disputan el control de la economía nacional.
En primer lugar, y prescindiendo de algunas redistribuciones secundarias, se ha producido una gigantesca transferencia de recursos desde los trabajadores (asalariados, jubilados, profesionales, etc.), que han visto caer abruptamente el poder de compra de sus ingresos por la inflación, y desde los pequeños y medianos ahorristas que quedaron atrapados en el "corralito", a favor de los bancos, de los grupos económicos que trasladaron a precios los efectos de la devaluación y de aquéllos con fuerte endeudamiento interno que vieron licuadas sus deudas.
En segundo lugar, en lo que respecta al reparto de la torta entre sectores y grupos económicos, ha crecido la porción de los exportadores (que controlan los llamados bienes "transables" internacionalmente), mientras algunas de las primeras figuras de los 90, como los grupos que controlan los servicios privatizados, por ejemplo, han visto reducir, por ahora y relativamente, su parte. Otro reposicionamiento se genera en torno a la posibilidad de acceder a fuentes de financiamiento. La práctica desaparición del crédito interno ha reforzado la caída del consumo de las familias y privado al grueso del empresariado nacional de todo apoyo crediticio, mientras ha mejorado la situación de quienes tienen acceso a fondos del exterior, porque pueden disponer de un poder de compra adicional en el interior del país multiplicado por la devaluación.
En tercer lugar, y en relación al campo, la devaluación y la pesificación de las deudas bancarias han aliviado transitoriamente la situación de los sectores medios endeudados de la región pampeana y de algunas otras regiones que producen bienes exportables. Esto ha traído cierta tonificación de la actividad industrial relacionada con la producción agrícola y ganadera. Pero mientras han empeorado aún más las duras condiciones de vida de la mayoría de los trabajadores agrarios, el beneficio principal ha recaído en los grandes propietarios y en los pools de siembra que controlan lo fundamental de la producción y de las tierras, así como en los monopolios que controlan la comercialización de la producción y la venta de semillas, herbicidas y otros insumos agrarios, que están en posición de reconducir a su favor buena parte de la ganancia cambiaria surgida de la devaluación perteneciente a los pequeños y medianos productores y a los contratistas, como ocurre en las contrataciones en curso para la próxima cosecha.
Agravamiento de la crisis
Las medidas adoptadas han tenido pocos ganadores y muchos perdedores, agravando las condiciones generales de la crisis. Ello se observa en todas las mediciones disponibles, aún las oficiales, que demuestran la existencia de 500.000 desocupados más entre octubre de 2001 y mayo de 2002 y que 750.000 habitantes por mes, en los primeros seis meses del 2002, han sido arrojados por debajo de los niveles de pobreza. Hoy se vive una situación de verdadera catástrofe social: oficialmente 21,5% de desocupados y 53% de la población por debajo de la línea de pobreza, todo ello en aumento.
Ha caído aún más la demanda interna, por el avance de la desocupación y de la regresividad en la distribución del ingreso(6) y por la acentuación de la caída de los niveles de inversión privada y pública.(7) Sólo por fuga de capitales han salido del país 9.000 millones de dólares en los primeros 9 meses del año, mientras el gobierno transfirió de sus reservas más de 4.000 millones de dólares a favor de acreedores externos en ese mismo período. Por su parte, las empresas mineras y petroleras, a las que Duhalde otorgó el privilegio de no estar obligadas a ingresar al país hasta el 75% del valor de sus exportaciones, han retenido en el exterior sólo en los siete primeros meses de este año, por tal concepto, 2.500 millones de dólares (FIDE, Coyuntura y Desarrollo Nº 279).
Por el lado de la producción, si bien han repuntado levemente algunas ramas vinculadas a la exportación, la oferta global sigue contrayéndose. El Producto Bruto Interno (PBI) argentino registrará en 2002 un descenso de 11,5% en el mejor de los casos, y según datos de FIEL, la actividad industrial sigue cayendo (disminuyó un 3,4% en Octubre de 2002 respecto de igual mes de 2001) con un desplome de 10,9% en los primeros 10 meses de este año. Mientras tanto, las expectativas vinculadas a una reedición de la "sustitución de importaciones" se ven defraudadas por la fuerte dependencia del aprovisionamiento de bienes del exterior y la falta de financiamiento. Por su parte, pese a la devaluación, las exportaciones tampoco se han podido constituir hasta ahora en el agente dinamizador de la producción interna. El gobierno ha estimado su crecimiento global para todo el año 2002 en un mísero 1,7%, detrás del cual se esconde un comportamiento desparejo entre los diversos sectores exportadores, con alzas en ciertos productos primarios y manufacturas de ese origen (tales como combustibles y aceites vegetales por ejemplo), mientras otros sectores exportadores, sobre todo vinculados a manufacturas de origen industrial, no logran salir de la debacle. Y esa incapacidad de las exportaciones para actuar como factor reactivador se proyecta también hacia el futuro, dada la baja significación relativa de las exportaciones en el producto bruto argentino, el mantenimiento de condiciones recesivas en una economía mundial dominada por la superproducción y su escaso potencial, bajo las relaciones existentes, de generar empleos.
Es cierto que existe una tranquilidad relativa en las variables financieras evidenciada durante las últimas semanas, pero la calma es precaria. Se asienta sobre el aplastamiento del nivel de actividad (basta con ver que las importaciones, sin las cuales hoy el aparato productivo no funciona, representan apenas el 30% del nivel del año 2000), y sobre una demanda cambiaria artificialmente contenida por la incautación de depósitos, el bajo nivel de actividad, las restricciones para girar utilidades al exterior y la suspensión parcial de pagos de la deuda externa, con atrasos en los pagos, según información de Balance de Pagos, por aproximadamente la mitad de los servicios devengados. Por otra parte, el ministro Lavagna ha declarado en estos días que "de acá hasta el 25 de Mayo de 2003 (fecha de la supuesta renuncia de Duhalde) hay vencimientos de la deuda que equivalen al 100% de las reservas", lo que evidencia que la Argentina más que gozar de un veranito económico y vivir las vísperas de la reactivación, está sentada sobre un verdadero volcán.(8)
Rosario, 21/11/02
* Profesor Titular de Teoría Económica, Universidad Nacional de Rosario




Notas
1- "La Argentina ha dejado de caer" dijo Oscar Tangelson, secretario de Política Económica del gobierno nacional. Paul Krugman, por su parte, economista norteamericano y profesor de la Universidad de Princeton, destacó que Argentina "ha llegado a un piso desde el cual se puede crecer" (en:
http://nuevamayoria.com). Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, en una nota en el diario El País de Madrid del 20/09/02, señaló que "se pueden ver los primeros indicios de la recuperación de Argentina. La devaluación estimuló varias fuerzas restauradoras. Las exportaciones son más baratas ... el turismo está en pleno auge. La sustitución de importaciones salta a la vista", para concluir luego, contradictoriamente, que "lo que inhibe a estas fuerzas restauradoras es la falta de crédito" (en:
http://cinterac.com.ar). Krugman y Stiglitz piensan que es obligación de la Argentina afrontar sus "compromisos" externos pero, a diferencia de los economistas "ortodoxos", suponen que no lo logrará mediante nuevos ajustes monetarios y fiscales sino a través de la reactivación. Para ellos la devaluación ha sido el arma mágica. "Sólo" habría que agregar que el FMI no imponga condiciones contractivas y que se abran para las exportaciones argentinas las puertas del mundo desarrollado. ¡Nada menos!
2- Ésta es la famosa "teoría del derrame" según la cual, satisfechas las condiciones exigidas por los grandes inversores, en particular los extranjeros, éstos "recuperan su confianza en el país" e invierten en él, generando finalmente, por la gracia de su majestad, mayor actividad económica y empleos.
3- El FMI ejerce la jefatura de un verdadero cartel de instituciones financieras públicas y privadas internacionales que se coluden entre si para imponer condiciones a los países deudores del mundo subdesarrollado (Véase Mark Weisbrot, economista radical norteamericano, en declaraciones al diario Clarín del 28/10/02). Detrás de las cuales, habría que agregar, está la mano, no tan invisible, de las grandes potencias del G7.
4- Las ideas-fuerza del mal llamado "neoliberalismo" desplegadas en el mundo en las últimas décadas y aplicadas a pleno en nuestro país con el Plan de Convertibilidad, pueden resumirse en unas pocas líneas: apertura de la economía (tanto para movimientos de capital como de mercancías), cesión de soberanía monetaria mediante la creciente atadura al dólar estadounidense, desregulación de mercados incluyendo el de la fuerza de trabajo, equilibrio fiscal compatible con los pagos a los acreedores externos y privatización de empresas del Estado nacional.
5- Desde ya la "falta de confianza" siempre juega un papel en las crisis -que puede llegar a ser de gran importancia en determinadas circunstancias- pero este factor subjetivo está condicionado por la situación objetiva. No es obra del "malhumor" de Anne Krueger o del "fastidio" de otros funcionarios de organismos financieros internacionales (que si se limitase a eso el problema tal vez se podría resolver con un "asadito"). La "falta de confianza" internacional nace cuando los operadores del capital financiero registran que nuestro país no puede vivir sin pedir dinero prestado para cubrir el servicio de los préstamos anteriores, por lo que la incapacidad de atender esos servicios se acrecienta en forma exponencial. Allí aparece la necesidad de sacar los fondos del país antes de quedar atrapados en el inevitable default y todos tratan de ser los primeros en hacerlo para evitar el llamado "efecto puerta 12" (remitiendo a un episodio ocurrido en el estadio de River años atrás, cuando tras un disturbio miles de espectadores asustados pretendieron salir por esa puerta en forma simultánea, produciéndose numerosos muertos y heridos). Al fugarse los capitales de este modo, la declaración de quiebra de la economía nacional sobreviene más temprano que tarde, con lo que todo el proceso se les presenta a muchos como si se tratase de una profesía "autocumplida". Esta sería una versión estilizada del proceso real de fuga de capitales ocurrido a lo largo del año 2001 y que culminó con la incautación de los ahorros de la gente desinformada.
6- El salario promedio en la Argentina medido en dólares, según estimaciones de CEPAL, es hoy el más bajo de América Latina.
7- Según Eduardo Baglietto, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción y del grupo Techint, "hay una caída de 53% en el producto bruto de la construcción en el período 1998-2000", y esto se ha agravado posteriormente a esa fecha. La inversión en equipo durable, por su parte registró una caída interanual en el segundo trimestre de 2002 de un 50,9%, según datos del Ministerio de Economía.
8- Las condiciones que impone el FMI para un nuevo acuerdo y que el gobierno está dispuesto a aceptar, tienden a agravar la situación. Algunas de las medidas, según lo trascendido, consisten en sancionar un aumento tarifario (lo que implica una nueva y gigantesca transferencia de recursos desde los sectores populares a favor esta vez del sector de monopolios montado en los servicios públicos), comprometerse a un mayor superávit fiscal para que la economía Argentina vuelva a ser "sustentable" (es decir esté en condiciones de cumplir, a costa de sangre, sudor y lágrimas con los pagos de la deuda), y emitir nueva deuda para "compensar" a los bancos por los pagos bajo amparos. Todo lo cual implica acentuar las condiciones "contractivas" de la economía nacional en perjuicio del mercado interno y de la masa del pueblo. La perspectiva sobre esta base, la "única salida para el país" según ellos, que los economistas del sistema como Daniel Artana dibujan para los próximos 10 años, consiste en: "crecimiento liderado por exportaciones (¿?) ... e inversión, creación de empleo, niveles de consumo apretados y salarios reales deprimidos. No hay espacio para nuevas fiestas ni para soluciones mágicas". (en: Indicadores de Coyuntura, FIEL, octubre de 2002).