De las 36 ponencias presentadas en las II Jornadas Patagónicas de Comunicación y Cultura realizadas en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Comahue, desde el jueves 12 al sábado 14 de setiembre, surgieron algunas consideraciones sumamente vinculadas a las observaciones generadas desde lo vivencial en los Talleres y al discurso narrativo de la praxis que presentaron las organizaciones La noción actual de trabajo se funda con la industrialización en la Edad Moderna. Aparecen, con él, la idea de patrón y empleado, el tema del salario y la concepción que le atribuye ser camino al éxito, deber moral y obligación social. Así, el trabajo queda asociado con la esencia humana y la dignidad de la persona. En nuestra época, además, es marca identitaria.
El último siglo supuso la novedad de que el salario superaba la mera retribución por la tarea, daba lugar a derechos y prestaciones y ampliaba las posibilidades de participación, movilidad y progreso social además de fomentar la importancia del asalariado como consumidor que contribuye a dinamizar la producción. Estos cambios, radicales en un cotejo con la sociedad premoderna, estuvieron acompañados por profundas modificaciones en la cosmovisión y la subjetividad de los sujetos sociales.
En el caso argentino, se destacó el carácter de receptor de mano de obra extranjera de nuestro país, en especial a finales del XIX e inicios del XX. Los intereses de la oligarquía terrateniente cristalizaron en la antinomia civilización o barbarie y concluyeron en tensiones sociales y en represión. La economía argentina encarnó en la metáfora granero del mundo y consolidó un prototipo agroexportador dependiente, mientras que su política consagró un modelo de fuertes desequilibrios regionales (Martínez Estrada lo retrató en "La cabeza de Goliath).
De aquel paisaje en el que el trabajo gozaba de centralidad en una sociedad de inclusión con un Estado preocupado por la seguridad social y donde existía la posibilidad de un futuro mejor, se ha pasado a un mercado laboral con ajustes y a un "trabajo" que no legitima. Precarización laboral, vulnerabilidad social y desocupación rompen los proyectos de futuro al privar de ingresos al trabajador, quebrar sus rutinas, descentrarlos y hacerles perder su rol. Vivimos en uno de los quince países con peor distribución de su riqueza. Historia, familia y clase han perdido capacidad estructuradora a partir de la movilidad geográfica, cultural, sexual o profesional. Los puntos de referencia se fragilizan. Los individuos se desterritorializan.
Un trabajo, realizado mediante una entrevista en profundidad a una empleada pública rionegrina, corroboró el aspecto "precarización" al referirse a los efectos en el empleo público de la aplicación de las políticas neoliberales en los últimos 25 años y al prestar especial atención a la "desestabilización de los estables" y a la instalación en la "precariedad" de aquellos que aún no tienen empleo. Al fenómeno se lo caratuló como condición estructural del modelo y no como consecuencia no deseada de su aplicación.
Particularmente significativa ha sido la construcción ideológica que proliferó en la década de los '90, tiempo en que el mercado ascendió a la categoría de gran demiurgo y el Estado soportó un desguace formidable. En ese contexto prosperó una subjetividad de cuño individualista que fracturó los lazos de solidaridad social y que encontró representación en una serie de establecimientos urbanos producto de la colonización de grupos económicos internacionales. Sus caras visibles fueron los hipermercados, los shoppings center, los Fast Foods y las empresas privatizadas, espacios que tienden a obturar las culturas locales, hegemonizar y generar una ilusoria "aldea global".
La reconfiguración estructural del país tiene su correlato con la modificación de la condición histórica de la Argentina como nación receptora de migrantes que pasan a ser percibidos como victimarios y culpabilizados por el incremento del delito, la ocupación de puestos que restringen el mercado laboral para el nativo y la utilización de los servicios públicos sin hacer aporte impositivo alguno.
Desde otro ángulo, se puede abordar la ecuación desde la perspectiva de género. Si el trabajo doméstico siempre fue caracterizado como privado y socialmente invisible, debería considerarse la situación de la mujer en un mercado laboral nunca afecto a darle las mejores oportunidades. Este patrón, hoy reforzado, agudiza la situación de marginalidad de la mujer y condiciona el desarrollo de su identidad y dignidad como trabajadora y como persona.
Fue clara la conclusión, respecto a la ecuación Trabajo-Identidad, de considerar al primero tanto desde lo simbólico como desde lo cultural, al considerar especialmente las heterogeneidades que no son actuales y que presiden el escenario laboral y la cuestión identitaria: Diferente camino para llegar a una conclusión similar a la propuesta desde el espacio de los Talleres.
Han desaparecido las culturas del trabajo que alimentaron gran parte de la economía argentina (cambio también producido a nivel mundial). Aunque migración y emigración sean cotidianos, ya no existe el pleno empleo que hizo emigrar a muchos hacia los centros urbanos y sus fábricas. Hoy, el desempleo cuenta con un 22 % de desocupados que llega al 40% con los subocupados.
Se plantean preguntas. Se ensayan respuestas. Sin embargo, muchos de los programas de empleo ni generan trabajos legitimados por sus actores ni brindan un ingreso adecuado. Es urgente y necesario repensar estos modos de empleo desde la validación del saber de cada sujeto. Clientelismo político, continuidad o no de los planes de trabajo o la prepotente idea de generar empleo a cualquier precio, merecen un debate tendiente a la acción.
En ese sentido, es indispensable pensar la identidad, el sentido de cuerpo y la noción de espacio para transformar la realidad a través de la praxis humana.
Al observarse el trabajo de maestras de adultos de General Roca en el Plan Jefas de Hogar, se pudo observar como este programa busca generar condiciones que posibiliten reconstruir una trama social local que logre disminuir los procesos de exclusión social, haciendo eje en la educación. Esta visión señala la evaluación positiva de la labor docente pero también como las jefas de hogar deben atravesar los vaivenes políticos y los sucesivos cambios de gobierno. Al sentir (evocando a Paulo Freire) que el hombre no sólo es "un ser en el mundo" sino "un ser con el mundo", se planteó la necesidad de situarse en el mundo como sujeto para transformarlo.
Esta mirada desde la teoría y la praxis surgió desde otro expositor quien, con clara conciencia de la importancia de la comunicación en las organizaciones y de los comportamientos humanos en tiempos de crisis, reclamó la urgencia de una mirada que tenga en cuenta la mismidad y la otredad tendiente a promover la comunicación.
Al observarse el sector pesquero artesanal de San Antonio Oeste, se confirmó la observación ya que si bien la reconversión global de la actividad pesquera rionegrina estuvo orientada hacia un reparto equitativo del recurso, las decisiones políticas quedaron a la sombra del mercado.
Desde otro trabajo que observó el espacio universitario y su vínculo con los desplazamientos culturales y saberes populares, surgió nuevamente (tal como apareció en los Talleres y tal como se explicitó sin eufemismos en las "comunicaciones" donde las organizaciones hablaban de sí mismas) la urgencia en reclamar un mayor compromiso con los saberes populares y sus modos de expresión y acción en los espacios de formación superior.
Al analizarse las diferentes concepciones que se tienen del trabajo informal y las categorías que éste comprende, se desestimaron las que lo reducen a la "escasa capacidad de acumulación y baja productividad" y que lo asocian a la falta de "nivel educativo" o escasas competencias. Se identificaron construcciones peyorativas y prejuicios respecto a este sector de heterogéneas categorías ocupacionales mediante la diferenciación de la educación formal con los saberes al entenderlos como competencias necesarias para la actividad: No son personas necesariamente con bajo nivel educativo quienes construyen competencias en una precarizada realidad laboral.
En varias categorías que comprende el trabajo informal, se construye identidad sobre la base de los saberes del oficio aprendidos por tradición familiar o por la práctica, revalorizando esos saberes individuales y colectivos y revalorizando la "elección" del trabajo informal.
En escenarios deteriorados (desempleo, subempleo, autoempleo) de inestabilidad del trabajo burgués genuino, surgen actividades como emergencia (los cartoneros, por ejemplo). Luego de identificar los territorios hostiles en que se desempeñan estas actividades, los intereses de las empresas perjudicadas en sus rentas por estos oficios, el perfil coimero de la Policía que determina territorios del negocio, las mafias apropiadoras de zonas que cobran peajes y se llevan la ganancia mayor, y los discursos mediáticos criminalizadores, resta preguntarse acerca de las posibilidades que tiene este sector para organizarse políticamente.
Respecto a los clubes de trueque, se señaló como su motor existencial a la satisfacción de las necesidades básicas materiales y, en torno a su posible organización: la preocupación por la reproducción de vicios de la política clientelar y la corrupción en la dirigencia de algunos de esos clubes. En el marco nacional, habría una tendencia a disminuir su crecimiento (Buenos Aires y La Plata) mientras que en esta región el crecimiento es aún sostenido.
Respecto al trabajo infantil se puso el acento sobre la violencia que implica que un niño trabaje y la invisibilidad que esto implica ante los ojos de una sociedad que se empeña en "no ver". Se reclamó la necesidad de considerar al niño como "sujeto pleno de derecho" que no debe ser violentado ni vulnerado en su identidad como niño. Al reinventarle roles, se produce una "desafiliación" de su condición de niño: violencia cotidiana que se hace "invisible" detrás de las verdades normalizadoras (Foucault).
Sin embargo, habría filiaciones "positivas" en trabajadores del sector, que además han estado empleados en el sector "formal" y han hecho la opción. En el caso de los trabajadores de la basura, el "ciruja" constituye una identidad clara y con "historia"; el "cartonero", con una actividad concebida como "refugio temporal", constituye una identidad negativa aunque se la valore ante la de "robar para comer". En el caso del trueque, los "prosumidores" tienen una filiación clara. Entre los hombres hay pudor en que asistir al trueque implica asumirse excluido. A la inversa, un alto porcentaje (con mayoría femenina) lo siente como espacio de contención. Más preguntas. Más ensayos de respuestas
El conflicto de los obreros ceramistas de Zanón (además de su propuesta del "control obrero" sustentada en la Mesa de Comunicaciones) generó dos miradas desde la reflexión teórica; una analizó su proceso de evolución desde la "teoría de la acción colectiva" atendiendo a los indicios de formación de una nueva identidad obrera, interna y externa, a sus contradicciones y límites políticos. Se plantearon dudas respecto del modelo teórico utilizado para el análisis, en detrimento de una perspectiva marxista que permite interpretar su desarrollo como adquisición de mayor grado de conciencia de clase.
La otra mirada enfatizó la construcción de redes con otras organizaciones, en especial con la comunidad mapuche que provee materiales para la fabricación de cerámicos, y en la identificación visual de la alianza como proyección de su imagen.
Se evaluó al caso Zanón como "referente nacional" para otras organizaciones obreras que viven condiciones similares y surgió una mirada optimista respecto del futuro de los trabajadores, quienes, a través de nuevos estilos de organización sindical y formas de consolidación de redes con otros actores sociales podrán establecer reglas de juego diferentes a las actuales en su relación con los sectores dominantes.
¿Se están construyendo nuevas identidades no peyorativas en estas formas de ocupación? ¿Hay nuevas valoraciones de determinados saberes, oficios y competencias? ¿Estamos acumulando otro capital social? Se hace necesario, metodológica y políticamente, diferenciar "trabajo", eje ordenador de individualidad y socialización, de "empleo". Se necesita construir nuevos planos conceptuales desde donde poder mirar y construir terrenos fértiles para nuevas formas de construcción de identidades.
Fue común en talleres, ponencias y comunicaciones la conciencia acerca de que estas diferentes formas de ocupación que van surgiendo están cargadas, por el discurso mediático y político hegemónico, de sentidos "amenazantes", "criminológicos" o "peyorativos", negando la propia existencia, pretendiendo hacer invisible lo absolutamente nítido y visible.
La demanda de una conciencia de la necesidad tanto de una mirada más amplia que intente encontrar la claridad, como de una pujante y constante creatividad que había sido explícitamente demandada en los Talleres, se repitió en el discurso llano y concreto de las organizaciones que participaron con la "comunicación" de sus ensayos de ejercer un tipo de mirada más holística y profunda y de reinventar formas de organización. De los diferentes discursos de las ponencias también surgió la misma demanda y, en este caso, una demanda que promueva la calificación de los saberes y competencias igualando su importancia a la que otorga la educación formal.
La centralidad puesta en el empleo va suplantándose por otro objeto de la mirada. La actual crisis puede ser definida como crisis del empleo y no como crisis del trabajo.
Resignificar positivamente estos ensayos que se están haciendo o intentando hacer alimenta la creatividad y la constancia. Potencia. No permitir ser victimizado ni autovictimizarse, abre un futuro posible, aunque sea diferente al que históricamente veníamos intentando.
De entender al trabajo como la capacidad transformadora y creativa de los sujetos, pero de los sujetos que tienen en cuenta a los otros sujetos y al escenario social donde él y los otros actúan, se fortalece la percepción de que nadie puede excluirnos de él. Una historia producida en los Talleres Cuando caía la noche, Mauricio Rivas, en silencio, se sumaba a la cola de cirujas que deambulaban por las calles de la ciudad en busca de la "basura maldita", o bendita...
Mauricio estaba en la lista de "desclasados", los "dueños de nada", los estigmatizados. Él había perdido su empleo pero había ganado imaginación. De a poco fue aprendiendo los artilugios de la supervivencia que ayudaban a "parar la olla" de su "familia tipo" aunque los miedos no paraban la angustia que descargaba sobre su propio cuerpo.
Un día, el hombre le agregó cintas de colores al carro donde transportaba la basura; otro día, enseñó a sus hijos la labor del "cirujeo". Así, el carro no era tan feo como antes. Ni tan pesado como antes.
Hace meses que a la familia Rivas los convoca la hora del crepúsculo. Les gusta participar de las asambleas de cartoneros y de las ollas populares que se hacen los domingos. Por lastimado y jodido que esté, Mauricio se reconoce en los otros que, como él, tienen la suerte de sentir que, en la infinita soledad del universo, son algo más que un número en las estadísticas de los datos oficiales.