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Argentina: La lucha continúa

Pobretariados


Por Roberto Navarro / Página/12


En los últimos cuatro años la creación de empleo fue de cartoneros, prostitutas, vendedores ambulantes, traficantes de bienes robados y drogas y trabajos precarios mal remunerados. En total, 733 mil personas se sumaron a la categoría más baja de la inserción laboral.
Cartoneros, vendedores ambulantes, traficantes de bienes robados, distribuidores de estupefacientes, socios del club del trueque, prostitutas y beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Familia son ocupaciones antiguas y modernas, legales e ilegales, con un punto en común: están entre las pocas que generaron puestos de trabajo en los últimos cuatro años. Según un estudio realizado en conjunto por el Equipo de Investigaciones Sociales de la Universidad Católica Argentina y el Instituto Gino Germani, de la UBA,
los empleos de indigencia crecieron un 70 por ciento desde mayo de 1998 al mismo mes del 2002. En total, 733 mil personas se sumaron a lo que el grupo de investigadores sociales que preparó el informe considera la categoría más baja de la inserción laboral. La mayoría de las personas que desarrollan
tareas como las arriba citadas son registradas como ocupadas por el Indec, porque así lo manifiestan en las encuestas. Si se los considerara desempleados, el índice de desocupación, que en mayo alcanzó el 21,5 por ciento, superaría el 30 por ciento. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) mide la cantidad; el equipo liderado por el sociólogo Agustín Salvia evaluó la calidad del empleo en la Argentina.
Según el estudio, sólo el 28,6 por ciento de los trabajadores del país tiene un empleo con las características necesarias para que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo considere en la categoría de decente. La larga recesión y luego la devaluación presionaron sobre el mercado de
trabajo de dos maneras: expulsando mano de obra y empujando hacia categorías laborales inferiores a personas que alguna vez tuvieron un trabajo mejor.
Muchos profesionales y empleados calificados que tenían un empleo formal y bien remunerado descendieron a otro de menor ingreso y más tiempo de trabajo; gran cantidad de trabajadores de clase media pasaron a vivir de changas, actividades informales, negocios en sus propias casas, servicio
doméstico y otros empleos precarios; entre los sectores de menores ingresos, la caída fue hacia las ocupaciones de indigencia legales e ilegales. "En las villas miseria de Capital y provincia de Buenos Aires, la principal oferta de trabajo es vender productos robados o drogas", aseguró Agustín Salvia a
Cash.
En los últimos cuatro años, 723 mil trabajadores que habían gozado de un trabajo estable, formal, satisfactorio y con ingresos por arriba del mínimo -requisitos necesarios para que la OIT lo clasifique como decente- perdieron su estándar laboral para pasar a desempeñar un empleo precario o quedar desocupados. En mayo último, de una población económicamente activa de 13,8 millones de personas, sólo 4,2 millones mantenían un empleo decente. El resto, 9,6 millones de trabajadores, tienen algún tipo de problema de empleo.
Utilizando las clasificaciones de la OIT, el equipo de Salvia estimó que en mayo pasado había un 16 por ciento de trabajadores con un empleo parcial. La denominación refiere a personas que ocupan un puesto estable, y con remuneración por arriba del mínimo vital y móvil de 200 pesos, pero que están sobreempleados o subempleados y siguen en busca de otro puesto mejor.
En este segmento, que se encuentra un escalón por debajo del empleo pleno o decente, se encuentran 2,4 millones de personas. En los últimos cuatro años, 35 mil trabajadores dejaron de pertenecer a esta categoría ocupacional para descender hacia una situación más precaria. Los trabajos inestables,
informales, pero con ingresos superiores al mínimo se denominan precarios; desde 1998 cayeron un 12 por ciento. En ese año, 3,2 millones de personas conformaban ese segmento. En la actualidad, sólo 2,8 millones lograron mantener ese dudoso privilegio. Los otros 400 mil pasaron al último escalón, el de los trabajos de indigencia. Este efecto cascada, desde los empleos plenos hasta los de subsistencia, provocó que ya sean 1,8 millón las personas que realizan tareas de indigencia, la menor categoría de inserción laboral. La mayor parte de ellos son registrados en las mediciones del Indec como ocupados. El informe detalla una serie de conceptos relacionados con las pérdidas de calidad laboral que son comunes a todas las categorías mencionadas. La mayor parte de los trabajadores dejó de tener un horario fijo: se queda en su puesto hasta que termina su tarea; muchos vieron reducidas o suspendidas las vacaciones; casi todos sufrieron rebajas salariales reales y la mayoría, también nominales; otros sufren de estrés, por temor a perder sus empleos o no trabajan en lo que más les gusta o en la profesión u oficio para el que se prepararon. La mayoría de estas degradaciones laborales eran impensadas hace apenas 15 años y serían rechazadas de plano por los trabajadores de los países del primer mundo.
La caída en la calidad laboral se dio en todo el país, pero algunas regiones sufrieron derrapes más pronunciados. Las ciudades que menos empleos decentes perdieron en los últimos cuatro años fueron San Salvador de Jujuy, Río Gallegos y Salta; la mayor pérdida de empleos de calidad se verificó en Corrientes, Formosa, Santa Fe, San Miguel de Tucumán y Tafí Viejo. El crecimiento de los empleos de indigencia más fuerte tuvo lugar en La Rioja, Posadas y Ciudad de Buenos Aires.
La última medición del Indec registró una desocupación del 21,5 por ciento. Cifra de la que deriva que el 78,5 por ciento de la población económicamente activa tenía algún tipo de empleo. Sobre ese total, el 41 por ciento está en negro, el 25 por ciento gana menos de 200 pesos, el 24 por ciento está subocupado, el 17 por ciento no tiene un empleo estable, el 8,0 por ciento pertenece al sector de servicio doméstico, el 2,4 por ciento cobra el Plan Jefes y Jefas de Familia, el 2,0 por ciento es cartonero o vendedor ambulante y el 1,2 pertenece al club del trueque. El Indec no establece qué porcentaje ejerce la prostitución, porque esas personas suelen figurar como masajistas dentro del rubro otros servicios, ni aclara cuántos venden drogas u objetos robados, porque se incluyen como comerciantes. En 1975, la industria daba trabajo a 3,8 millones de personas; en la actualidad sólo 1,8 millón tiene un puesto industrial. La pérdida de empleo productivo y su reemplazo por trabajo precario no es nueva. La crisis actual profundizó el proceso.

Agustin Salvia sociólogo, profesor de la UCA y de la UBA: "Crecieron las ocupaciones de subsistencia"

¿La caída del empleo fue mayor que lo que marca la encuesta del Indec?
-Claro, el trabajo del Indec está bien hecho, pero por la alta complejidad del mercado laboral hace falta analizar de manera más minuciosa lo qué paso con la calidad del trabajo. Gran parte de los puestos que se perdieron en los últimos cuatro años fueron sustituidos por ocupaciones de subsistencia, que están muy lejos de parecerse a un empleo decente. Nadie puede decir que un cartonero, un vendedor ambulante o una persona que vive del club del trueque tengan un empleo, sin embargo figuran como ocupados. La caída en la calidad del empleo fue más profunda que el mismo aumento de la desocupación.
¿Cómo se dio ese proceso?
-Viene de lejos. La convertibilidad erosionó la industria. El efecto tequila fue un golpe mortal para el empleo formal. Cuando en 1997 y 1998 la economía se recuperó, muchos de los nuevos puestos de trabajo eran precarios. En los últimos cuatro años la recesión destruyó 1,1 millón de empleos: 700 mil eran plenos y 400 mil precarios. Paralelamente creció la población económicamente activa en 1,4 millón de potenciales trabajadores. Si la gente no hubiera optado por los empleos de indigencia, la desocupación sería muy superior al 30 por ciento.
¿En cuánto afectó la devaluación y el corralito?
-El corralito tuvo un efecto devastador. La gente dejó de demandar los servicios que ofrecen los trabajadores precarios. Los condenaron a la indigencia. Incluso, en muchos casos, a ocupaciones ilegales, como la venta de artículos robados y droga. Esas son las tareas más requeridas en los barrios humildes y principalmente en las villas de Capital y Gran Buenos Aires.
¿Hay diferencias entre el deterioro laboral del hombre y el de la mujer?
-Si bien las que perdieron más empleos fueron las mujeres, son las que menos lo sufren. Se adaptan a realizar tareas menos importantes y a empleos de menos calidad. El hombre es menos flexible. En general viene de trabajar en un oficio o profesión durante mucho tiempo y no quiere hacer otra cosa. Tiene una cultura de su trabajo que le duele resignar. Su saber es un capital simbólico; perderlo lesiona su autoestima.
¿Qué pasó con los más jóvenes?
-Sólo consiguen un empleo formal los que tienen diploma profesional. Al resto le cuesta muchísimo emplearse y los que encuentran trabajo deben resignarse a cobrar en negro, no tener estabilidad y recibir un salario muy bajo.

El salariazo al revés: Caída récord del ingreso
El efecto ozairalas

La pérdida de calidad laboral incluye, como uno de los factores fundamentales, la caída de los ingresos reales de los trabajadores. Según datos del Indec, entre mayo de 1998 y el mismo mes de 2002 la baja real de ingresos fue del 32 por ciento. El derrape se conformó con una caída de salarios nominales del 19 por ciento y la pérdida de poder adquisitivo ocasionada por la inflación equivalente al 17 por ciento. A ese 32 por ciento de caída que midió el Indec en mayo hay que sumarle la inflación de los últimos seis meses que suma un 14 por ciento.
La menor caída relativa de ingresos reales se registró en los empleos plenos y los indigentes: ambos perdieron el 27 por ciento del poder adquisitivo que tenían en 1998. El promedio de salarios de empleos plenos cayó de 1111 a 812 pesos mensuales. El de los indigentes bajó de 261 a 189 pesos. La mayor
caída tuvo lugar entre los trabajos precarios (informales, pero con ingresos por arriba del mínimo) que perdieron el 33 por ciento de sus ingresos reales. Pasaron de 493 a 330 pesos por mes.
Dentro del sector formal de la economía los que peor la pasaron fueron los profesionales independientes, como médicos, abogados y escribanos, que en la actualidad ganan un 32 por ciento menos que hace cuatro años. Los patrones de empresas formales perdieron el 26 por ciento de sus ingresos reales y los
asalariados, el 24 por ciento. Estos datos demuestran que la recesión no sólo pulverizó los ingresos de los trabajadores; también destruyó las ganancias de las empresas.
Dentro del sector informal el derrape fue impresionante. Los trabajadores que realizan actividades por cuenta propia perdieron el 47 por ciento de sus ingresos reales. Este rubro incluye muchos servicios, como peluquería, lavaderos de autos y fumigadores, que luego de la devaluación se vieron imposibilitados de aumentar sus precios al ritmo de la inflación. Los patrones, por su parte, ganan un 35 por ciento menos que en 1998.

Números

70 por ciento creció la cantidad de trabajadores indigentes. Están en negro, no tienen estabilidad laboral y ganan menos de 200 pesos por mes.
1,8 millón es la cantidad de personas que tienen un empleo indigente. El 12 por ciento de la población económicamente activa.
9,6 millones de personas tienen algún tipo de problema laboral.
4,2 millones de trabajadores tienen un empleo decente. Denominación que refiere a quienes tienen un empleo estable, formal y con ingresos por arriba del mínimo de 200 pesos. Es el 28,6 por ciento de los que tienen trabajo.
2,8 millones de trabajadores tienen un empleo parcial. Término que define un puesto formal y con ingresos por arriba del mínimo, pero que quienes lo ocupan están subocupados o sobreocupados y están buscando otro trabajo.
2,4 millones de trabajadores tienen empleos precarios. Es decir que están en negro, sin estabilidad laboral, pero ganan más que el mínimo.
2,0 por ciento de los que figuran como ocupados en la encuesta del Indec son cartoneros o vendedores ambulantes.
1,2 por ciento son socios del club del trueque.
32 por ciento fue la caída de ingresos reales de los trabajadores entre mayo de 1998 y mayo de 2002.
Domingo 13 de octubre de 2002