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Nuestro Planeta

10 de julio del 2003

Han pasado ocho meses desde el mayor desastre ecológico sufrido en Galicia, y la huella del Prestige sigue presente, condicionando la vida de los gallegos
Prestige, la mancha sobre Galicia

Carolina Fernández
Revista Fusión
El 13 de noviembre de 2002 se dio la primera voz de alarma. Un petrolero con el estómago cargado de fuel pedía ayuda frente a las costas gallegas. La agonía se prolongó durante cinco días, hasta que finalmente a mediodía del 19 el barco se parte en dos y se hunde a poco más de 130 millas de Finisterre. Desde entonces, y a pesar de las más que optimistas previsiones del Gobierno central y autonómico, no ha dejado de escupir fuel.

Todos recordamos las imágenes. Playas enlutadas, espesas olas negras, miles de voluntarios acudiendo desde toda España para pelearse con el chapapote en arenales y acantilados, pescadores desesperados, toda Galicia en las calles exigiendo responsabilidades con una sola voz.

Y la absoluta indolencia tanto del Gobierno central, como de la Xunta de Galicia, que en su día hicieron lo imposible por esconder la gravedad de lo sucedido, mintieron a la opinión pública y entorpecieron en todo lo posible el esclarecimiento de los hechos. Todavía hoy, y pese a tratarse del mayor desastre ecológico que ha sufrido Galicia, no existe una comisión oficial para investigar qué fue lo que ocurrió durante los días que el Prestige estuvo deambulando frente a las costas, esperando un puerto de abrigo.

De hecho, la comisión que se había creado a principios de diciembre de 2002 a petición de los representantes de la oposición, PSG y BNG, queda enseguida bloqueada debido a la falta total de colaboración de los miembros del Partido Popular, que se oponen a todas las comparecencias que piden el resto de los partidos. Por esa razón, el PP se queda solo y finalmente termina disolviendo la polémica comisión mediante una modificación reglamentaria. El asunto está actualmente en manos del Tribunal Constitucional, ante el que los partidos de la oposición presentaron sendos recursos. "Pedíamos la comparecencia de aquellos que eran Conselleiros en el momento del accidente, pero como uno de ellos era Cuíña sencillamente no estaban por la labor", comenta Dolores Villarino, portavoz del Grupo Parlamentario Socialista de la Xunta de Galicia. Ahora es el Tribunal Superior de Justicia de Galicia el que establecerá quiénes tenían la obligación de comparecer ante esta comisión.

Se auguraba la debacle del Partido Popular en Galicia. Se esperaba que el peso del Prestige, tanto en el bolsillo de muchos como en el alma de todos los gallegos, dejase una huella profunda en las urnas de Galicia, tradicionalmente amigas del Partido Popular. Pero no fue así, al menos no en la medida que se esperaba.

Actualmente se puede decir que el Partido Socialista se convierte en la primera fuerza política en Galicia, seguido por el Bloque Nacionalista Galego, mientras que el Partido Popular pierde puestos y recibe un voto de castigo por la nefasta gestión del asunto del Prestige. "En Galicia han perdido cuatro puntos, es decir, no les ha ido muy bien, pero les ha ido mejor de lo que ellos mismos esperaban", comenta Dolores Villarino. Se produjeron incluso resultados sorprendentes. Algunos pueblos costeros muy dañados por la llegada masiva de chapapote continuaron siendo feudo del PP. Muxía es el mejor ejemplo: si ya gobernaba en la anterior legislatura, ahora lo seguirá haciendo y además con mayoría absoluta. ¿Cómo es posible? Hay que mirar hacia el llamado Plan Galicia, una inyección económica que ha llevado muchos euros a las zonas afectadas, ha recuperado votos para el PP y ha frenado en seco una caída que se presuponía estrepitosa y que finalmente no lo ha sido tanto.

Todavía hoy, y pese a tratarse del mayor desastre ecológico que ha sufrido Galicia, no existe una comisión oficial para investigar qué fue lo que ocurrió.

¿Y qué pasa con el fuel que todavía guarda y que sigue vertiendo diariamente el Prestige? Después de barajar varias propuestas, que rondaban presupuestos en torno a los ciento cincuenta millones de euros, se acepta la idea de Repsol, por aproximadamente veinte millones de euros. Se trataría de abrir uno o más boquetes en el barco y colocar en las grietas unas bolsas especiales.

Esas bolsas se llenarían de fuel y por la diferencia en la densidad y en el peso teóricamente subirían llenas hasta la superficie, donde serían recogidas.

La compañía petrolera había aceptado la propuesta del gobierno para extraer el fuel y terminar en el otoño del 2003. Una vez conseguido el contrato, anuncian un retraso en los plazos, que se estiran hasta la primavera del 2004. Las quejas no se hacen esperar, ya que el fuel sigue saliendo a razón de una tonelada por día.

"Primero dijeron que empezarían a finales de junio, luego a finales de julio, a finales de agosto, y ahora ya definitivamente el año que viene -se queja Dolores Villarino-. Como eso es un escándalo, han decidido que a finales de agosto van a hacer unas pruebas en el Mediterráneo, que ya ves lo que se parece al Atlántico. En definitiva, está claro que quisieron pasar las elecciones municipales y ahora van a querer pasar las elecciones generales." La Plataforma Nunca Máis ha aglutinado desde el primer momento las protestas y las reivindicaciones de los gallegos, demostrando una capacidad de convocatoria sin precedentes.

Debido a sus actividades, también ha tenido que hacer frente a una campaña de desprestigio por parte de las administraciones. "La Plataforma está viva. La Plataforma es la ciudadanía, y cada vez que la convocamos responde. Es un germen que se ha sembrado y además ha dado dignidad a los gallegos, que por fin nos hemos atrevido a no decir a todo que sí".

Luis do Pico, portavoz de Nunca Máis, recuerda que los puntos esenciales de la Carta de la Plataforma no se han cumplido todavía, es decir, solución para el barco, dimisión de los responsables y mantenimiento del poder adquisitivo de los afectados. "Como portavoz de la Plataforma puedo decir que para nosotros sigue estando todo igual. Nuestras tres principales reclamaciones están pendientes".

Luis do Pico es además Representante de la Flota de Bajura de la Cofradía de Pescadores de A Coruña. Cuenta que a principios de mayo empezó por primera vez a faenar en una zona abierta por la Xunta. Es un caladero dividido en varias zonas, pero aún no se puede pescar en todas.

A los quince días después de salir al mar tras el vertido del Prestige, el pescado dejó de aparecer, y a principios de junio se planteaban de nuevo el amarre de la flota de bajura por falta de capturas.

"Todas las Cofradías se están quejando. Por la experiencia del Mar Egeo y del Erika, sabemos que después de cada catástrofe se producen unos años de vacío. Yo ya declaré hace bastantes meses que eso había que tenerlo previsto, pero actualmente no hay ninguna partida destinada para hacerle frente a ese vacío. Creí que iba a aguantar tres meses antes de suceder, pero parece ser que viene antes de tiempo: apenas logramos capturas".

Los pescadores fuerzan a la Administración a abrir nuevas zonas para tratar de mantenerse. Saben que en el caso de que no haya pesca suficiente, no hay previsto ningún tipo de indemnización.

El pescado, aseguran, está en buenas condiciones. El problema es que lo hay en tan poca cantidad que no compensa lo que cuesta salir al mar.

Llega el verano y la duda surge en torno a las playas, a pesar de la promesa del Gobierno y de la Xunta de que estarían listas para el 1 de julio. La opinión mayoritaria es que sí, efectivamente, el gobierno gallego ha hecho un esfuerzo por retirar el fuel.

Se puede decir que la apariencia de la mayoría de las playas gallegas, o al menos de las más frecuentadas, es aceptable, pero los cuerpos al sol en bañador tendrán que seguir conviviendo con los trabajadores de mono blanco que remueven la playa en busca de "galletas". Por otra parte, pese al esfuerzo de la administración por animar al turismo a golpe de campaña publicitaria, los hosteleros se quejaban ya recién estrenado el verano de que las perspectivas de ocupación hotelera en la franja costera habían descendido sensiblemente con respecto a las cifras del año pasado.

De momento, la realidad es que no ha sido posible eliminar todos los restos del chapapote, sobre todo porque hay zonas donde sigue llegando en cantidades variables pero con continuidad. Los visitantes se quejan de que la arena está limpia sólo superficialmente, y que el chapapote se va quedando en las capas interiores. "Si escarbas un poco la arena está negra y encuentras capas de chapapote". No hay grandes manchas, pero sí pequeñas lentejas de fuel que marcan la piel y la ropa de los visitantes. Después de un par de jornadas a la orilla del mar, la huella del fuel queda impresa en toallas, bañadores y sandalias. Sólo los más cuidadosos se salvan. La práctica ha hecho que muchos turistas precavidos incluyan al lado del bronceador, un bote con aceite y algodón, para limpiarse la piel de las engorrosas manchas antes de volver a casa.

Y no hace falta pisar un pegote de fuel porque en muchos casos el chapapote se ha fragmentado en partículas minúsculas. El resultado se ve en la planta de los pies descalzos: están negras después de una pequeña caminata por la playa. En las rocas se centra el trabajo de las máquinas de presión y de las espátulas de los voluntarios. Hay rincones de difícil acceso, rendijas inalcanzables por donde se cuela el fuel.

Todavía tendrá pues que pasar bastante tiempo hasta que las playas gallegas estén lo "esplendorosas" que pregonaba Federico Trillo, pocas semanas después del hundimiento del Prestige.