El Prestige, un viejo petrolero monocasco construido en 1976, iba cargado con 76.973 toneladas de fuel oil del tipo M-100, procedente de Rusia y Letonia, cuando el día 13 de noviembre comenzó a escorarse a 28 millas de Finesterre. El Prestige, como tantos otros buques, llevaba bandera de conveniencia (Bahamas) y una tripulación mal pagada y preparada, formada en su mayoría por filipinos. El 19 de noviembre el barco se partió en dos y se hundió a 250 kilómetros de Galicia. Los restos, con cerca de 50.000 toneladas de fuel, reposan a 3.600 metros de profundidad.
La empresa gestora era la Universe Maritime (Grecia), y la carga pertenecía a Crown Resources, con sede en Suiza, integrada en el consorcio ruso Alfa Group, perteneciente a un grupo de oligarcas rusos, favorecidos por el caótico proceso de privatización que siguió a la implosión de la Unión Soviética.
La catástrofe ecológica, social y económica provocada por el barco Prestige recuerda a la del petrolero griego Aegean Sea (Mar Egeo) el 3 de diciembre de 1992, pero esta es la más grave de todas, aún mayor que la que siguió al naufragio del Urquiola en 1976.
La irresponsabilidad y la insensibilidad del PP ante la catástrofe del Prestige se pone de manifiesto sólo con ver la actuación de sus principales responsables en los momentos culminantes de la crisis, que en vez de afrontar el problema, se dedicaron a cazar, primero, y luego a insultar a la oposición y a los movimientos sociales como Nunca Mais. Manuel Fraga, presidente de la Xunta, se fue tan tranquilo de cacería los días 16 y 17 de noviembre, y su consejero y delfín Xosé Cuiña se dedicó a vender trajes y palas hasta que fue cesado tras conocerse el negocio por la prensa. Mientras, Jaume Matas, ministro de Medio Ambiente, descansaba en Doñana y pasaba los días siguientes en plena campaña electoral en Baleares, y Álvarez-Cascos, responsable del destino del petrolero, también estaba de cacería en el Pirineo de Lleida, y el fin de semana siguiente lo pasó esquiando en Sierra Nevada. Aznar ni siquiera se dignó aparecer por Galicia en las primeras semanas, y cuando lo hizo fue en una visita de apenas tres horas a un centro de control de A Coruña. Cañete, ministro de Agricultura y también de Pesca, minimizaba la catástrofe.
Para el gobierno no había marea negra. Semanas después Álvarez-Cascos la comparaba con Chernóbil. Mariano Rajoy, vicepresidente primero, declaró que del buque hundido sólo salían "unos hilillos" y que el gobierno actuó de la mejor de las maneras posibles, a pesar de los errores monumentales como alejar el barco, las evidencias de total incompetencia, falta de medios, descoordinación y confusión, que han terminado por ocasionar una de las mayores catástrofes que ha sufrido nuestro país. Sus hilillos se convirtieron en una de las peores mareas negras de la historia.
El gobierno impidió cualquier investigación, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Parlamento de Galicia, y lanzó una política de acoso y derribo contra la plataforma Nunca Mais, por sus supuestas conexiones con el BNG, y puso en marcha toda su artillería contra la oposición, y en especial el PSOE, olvidando su comportamiento demagógico y marrullero cuando eran el principal partido de la oposición.
Las repercusiones ambientales
Si bien el Urquiola transportaba 100.000 toneladas y el Aegean Sea 80.000, la dispersión del fuel y la marea negra causada por el petrolero griego Prestige ha causado más daños en todo el litoral gallego, e incluso en Asturias, Cantabria y País Vasco, y aún en Francia, a causa del tipo de combustible (fuel-oil pesado con un alto contenido de azufre) y la mayor dispersión. Es difícil saber la cantidad del fuel vertido, pues las cifras estimadas van de 20.000 a 40.000 toneladas, y el gobierno habló de sólo 11.000 toneladas. Cada tonelada de petróleo derramado puede extenderse por una superficie de hasta 12 kilómetros cuadrados, según Greenpeace. El accidente del Prestige es una de las mayores catástrofes ecológicas marinas, sino la mayor, de la historia de España.
La marea negra ha afectado a la pesca y al marisqueo, y a varios miles de aves, como gaviotas, cormorán moñudo, pardelas, araos, limícolas en general y ciertas anátidas. Según la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife), la cifra de aves contaminadas oscila entre las 20.000 y las 40.000. Entre los mamíferos marinos a los que puede alcanzar el efecto del vertido están las marsopas y cetáceos. Es poco probable que la mayoría de las aves embadurnadas de petróleo sobrevivan, a pesar del esfuerzo de los voluntarios. Si la catástrofe no ha sido mayor es por la ejemplar acción de los pescadores y mariscadores gallegos, y de los miles de voluntarios, que incluso con sus propias manos, han frenado la marea negra en algunos de los puntos más críticos.
La capa de petróleo impide desde el principio la oxigenación de las aguas e imposibilita la captación de la energía solar por los organismos vegetales que realizan la fotosíntesis. El fitoplancton, las algas y las praderas fanerógamas perecen por falta de luz o por la toxicidad del crudo, afectando a toda la cadena trófica. El fuel es muy tóxico, y puede afectar tanto a los voluntarios como al medio ambiente en general, pues contiene un 46,4% de hidrocarburos aromáticos, tóxicos y persistentes, que tienden a acumularse en los tejidos grasos y algunos pueden ser cancerígenos (benzoapireno, benzofluorantenos e indeno pireno, entre otros), un 19% de hidrocarburos saturados, y un 34,7% de resinas y asfaltenos
Una vez evaporadas las partes volátiles, el crudo se transforma en una emulsión mezcla de petróleo y agua, con una densidad parecida a la del agua. El petróleo intoxica, provoca alteraciones genéticas e incluso mata a los peces, moluscos y crustáceos. Sus efectos durarán varios años, bastantes más de los cinco años que se citan, causando una pérdida irreversible de diversidad biológica. A corto y medio plazo la pesca de bajura se verá seriamente afectada, al igual que el marisqueo y la producción de mejillones.
Un total de 526 playas del total de 1.064 que tienen las comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco fueron afectadas por el vertido del Prestige en las primeras semanas, según el Ministerio de Medio Ambiente. La provincia de A Coruña fue la más perjudicada, con 291 playas afectadas. Además, el Parque Nacional de Islas Atlánticas presenta sus 21 playas afectadas en rocas, la provincia de Pontevedra cuenta con 31 playas afectadas (de 249), Lugo con 44 (de 63 playas en total), Asturias con 82, Cantabria con 48 y País Vasco con 9. Pero mucho peor es el efecto del chapapote en los acantilados y fondos marinos, donde es muy difícil de retirar. En cuanto el fuel recogido, la cantidad total ascendió a 27.117 toneladas, sólo en las primeras semanas, de las cuales 22.039 toneladas se han recuperado en Galicia, y de éstas 2.626 en el Parque Nacional de Islas Atlánticas.
Los daños económicos y los perjuicios causados a la pesca y al turismo, unidos a los costes de limpieza, no bajarán de 2.000 millones de euros. A título de ejemplo conviene recordar que el coste de la limpieza de la marea negra causada por el Exxon Valdez el 24 de marzo de 1989, con una carga de 36.000 toneladas de crudo, la mitad que la del Prestige, llegó a 2.000 millones de dólares, en una zona menos poblada y menos productiva, tanto en términos de pesca como de turismo. El gobierno ya ha destinado más de 1.000 millones de euros en los Presupuestos Generales del Estado para el año 2003.
El peor remedio para combatir la marea es emplear disolventes, como muestra la experiencia del Urquiola, pues éstos sólo dispersan el petróleo haciéndolo aún más tóxico, por lo que sus efectos son peores y más prolongados. Tampoco es aconsejable el empleo de bacterias, al introducir un nuevo elemento en el ecosistema costero. La única manera eficaz de atacar una marea negra, sin causar males mayores, es la extracción mecánica de la mayor cantidad y en el más breve plazo posible del petróleo vertido, que es lo que han hecho miles de personas por propia iniciativa y al margen del gobierno en una de las acciones más meritorias y ejemplares de nuestra historia reciente.
Seguridad marítima
Cuando en abril de 1991 el buque chipriota Haven se hundió con 100.000 toneladas de petróleo frente a la costa de Génova, las administraciones de los países de la Unión Europea adoptaron algunas medidas, pronto olvidadas, al igual que sucedió tras cada marea negra posterior, como la del Erika frente a las costas francesas. Los gobiernos sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena.
El Aegean Sea, al igual que el Prestige, era un barco obsoleto construido en Japón en 1973, con varios accidentes en su historia, que después de estar esperando durante tres días en la ría de Ares, a las 2 de la madrugada del 3 de diciembre de 1992 se le ordena dirigirse al puerto de A Coruña, sin que el práctico esté presente y en una noche oscura de temporal. Una hora más tarde el petrolero encalla en los bajos de la Torre de Hércules. Las responsabilidades no sólo fueron del capitán Stavridis, ni de un práctico poco respetuoso con un reglamento que raras veces se lleva a rajatabla, meras cabezas de turco de una larga historia de desastres anunciados. Entonces, como ahora, la responsabilidad última era y es de quienes podrían haber impedido esta catástrofe.
El gobierno de Aznar decidió alejar el buque de la costa (había que mandarlo al "quinto pino" según el inefable Ministro de Fomento), decisión que fue tremendamente errónea y agravó la catástrofe. El petrolero debería haber sido llevado al Puerto de San Ciprián, en la provincia de Lugo, que cuenta con un calado suficiente y una estrecha bocana, con un canal de entrada de apenas 200 metros de anchura, en lugar de forzarle a realizar una larga travesía de 243 millas (437 kilómetros) dejando una estela de fuel, hasta que se rompió en dos y se hundió. Lo que podría haber sido una catástrofe localizada con efectos en 5 kilómetros de costa acabó afectando a más de 500 kilómetros de playas y acantilados.
El gobierno tampoco ha hecho prácticamente nada para controlar el tráfico marítimo de productos tóxicos y peligrosos por nuestras aguas jurisdiccionales y, lejos de afrontar sus muchas responsabilidades, sólo ha hecho el ridículo, minimizando la marea negra, negando su propia existencia. La falta de medios para combatir la marea negra, en un país con miles de kilómetros de costa, donde se genera el 15% del PIB entre pesca y turismo, muestra bien a las claras lo que no puede ocultar la demagogia de un gobierno sin ninguna sensibilidad por el medio ambiente.
Un total de 7.230 petroleros, con 350 millones de toneladas de registro bruto, surcan los mares transportando todos los años más de 1.200 millones de toneladas de crudo y productos refinados. Sólo 2.077 tienen doble casco, y los otros 5.243 son monocascos. Desde 1970 a 2002 más de mil quinientos petroleros sufrieron accidentes, habiendo derramado cerca de cinco millones de toneladas.
La única forma de atacar el problema es impedir el uso de banderas de conveniencia de Liberia, Panamá, Bahamas y otros países, obligar a que todos los petroleros tengan doble casco y a que su seguro cubra todos los daños posibles, como los causados por las mareas negras.
La contratación de tripulantes sin la formación adecuada, la mayoría procedente del Tercer Mundo, y el empleo de buques obsoletos, es uno de los medios empleados para reducir los costes y maximizar los beneficios. No es de recibo que la mayoría de los marineros del Prestige fuesen filipinos mal pagados, los armadores griegos y la bandera de conveniencia.
La misma historia que en otros muchos hundimientos anteriores.
La catástrofe del Prestige, con ser muy grave, supone sólo una pequeña parte del petróleo vertido al mar todos los años, unos tres millones y medio de toneladas anuales. El petróleo ocasiona mareas negras, contamina el aire que respiramos, contribuye al cambio climático y es un factor de guerra e inestabilidad política en muchas regiones del mundo, como el Golfo Pérsico.
Nunca más
¡Nunca más! gritaban miles de manifestantes en Santiago y en otras ciudades gallegas, tras el quinto gran accidente de un petrolero frente a las costas gallegas. Pero para ello se requieren medidas, unas inmediatas y otras de más largo alcance.
En cuanto a la seguridad marítima, no caben dudas: prohibir la navegación de petroleros de un solo casco, y no sólo para fuel o alquitrán, alejar el corredor marítimo de las costas gallegas y pólizas de seguros que cubran todos los riesgos. Pero, igualmente, se debe acabar con las banderas de conveniencia, y con un sistema de fletes que, en aras de minimizar los costes, promueve la inseguridad, con barcos obsoletos, mal mantenidos y con tripulaciones mal formadas y peor pagadas.
En última instancia, se trata de aplicar el principio de "el que contamina, paga", tan reiterado y nunca aplicado, con normas de seguridad marítima que con toda seguridad van a encarecer el coste de los fletes, y los precios de los derivados petrolíferos a todos los consumidores finales.
El principio de "el que contamina, paga" implica internalizar los costes de las externalidades como las mareas negras, las lluvias ácidas, la contaminación atmosférica local, el ozono troposférico, el cambio climático y los impactos ambientales y sociales de las prospecciones y la extracción de petróleo. Ello supone aumentar de forma drástica la fiscalidad sobre la energía, tanto para internalizar los costes como para reducir el consumo de productos petrolíferos (gasolinas, gasóleos, queroseno, GLP, naftas o fueloil), pues, a fin de cuentas, la actual marea negra es sólo una de las muchas consecuencias de un modelo energético dependiente de los combustibles fósiles, que se importan desde los países productores, un modelo de dependencia del petróleo que ya ha ocasionado varias guerras y ha convertido a Oriente Próximo y al Golfo Pérsico en una de las zonas más inestables y conflictivas. La próxima guerra en Irak carecería de sentido de no ser por el petróleo que ambiciona el gobierno de Bush.
El gobierno de Bush quiere invadir Irak, no por las armas de destrucción masiva, sino para apoderarse de su petróleo, pues las reservas de Estados Unidos son mínimas, y con el 4,7% de la población mundial consume el 25% del petróleo. Bush no quiere promover otro modelo energético más sostenible, basado en las energías renovables, y en sus planes está seguir dependiendo del petróleo importado, y para ello Estados Unidos debe controlar de forma férrea a los países productores, como Irak y Arabia Saudí.
Si el petróleo, como el carbón y la energía nuclear, tuviera que repercutir en los precios finales todas las externalidades, perdería competitividad al encarecerse, aumentaría la eficiencia y el ahorro, y se desarrollarían rápidamente las fuentes alternativas y renovables, como la energía eólica, la solar y la biomasa.
¿Quieren ver lo que es un impacto ambiental? Ahí tienen la marea negra. Y sin embargo todavía hay quien se opone al desarrollo de la energía eólica por sus supuestos impactos ambientales, ínfimos cuando se comparan con los que ocasionan el carbón, el petróleo y la energía nuclear. La energía eólica es la fuente de energía menos mala, algo que no quieren o no pueden comprender algunos conservacionistas bien intencionados, pero de miras muy estrechas. Gracias a ellos, los gobiernos tienen la coartada para no desarrollar la energía eólica, que podría cubrir más del 20% de la producción de electricidad dentro unos pocos años, si hubiera voluntad política y más inteligencia y sentido común.
¿La energía solar es cara? ¿Y cuánto costará esta marea negra? ¿Y el cambio climático, los residuos radiactivos, la proliferación nuclear o las guerras por el petróleo?
Necesitamos otro modelo energético, basado en la eficiencia y en las energías renovables, y también una profunda reforma ecológica de la fiscalidad.
Una política energética sostenible debería ir encaminada a producir toda la energía de forma eficiente a partir de energías renovables, como la solar, eólica y biomasa, y del hidrógeno como vector energético, en un plazo que no debiera ser superior a 50 años, por razones de equidad, de termodinámica (el segundo principio, que habría que recordar un día sí y otro también) y por que no podemos seguir así, con mareas negras, la amenaza cada vez más evidente del cambio climático, la proliferación nuclear (India, Pakistán, Corea del Norte...) y la posible guerra contra Irak, la segunda en poco más de una década.
Lo barato es caro, como demuestra la marea negra, que a fin de cuentas es sólo una metáfora del actual modelo energético, tan obsoleto y contaminante como el Prestige. José Santamarta Flórez
es director de World Watch. worldwatch@nodo50.org http://www.nodo50.org/worldwatch
Teléfono: 650 94 90 21 RECUADRO
Las energías renovables en los tiempos del Prestige
Mientras el Prestige contaminaba Galicia con el fuel derramado, el gobierno del PP redujo las escasas ayudas a las energías renovables, lo que podría traducirse en una paralización de su desarrollo. Conviene recordar que las 76.973 toneladas de fuel oil del Prestige habrían proporcionado en una central termoeléctrica la misma electricidad que un parque eólico de 120 MW durante sólo un año. Las empresas agrupados en la APPA (Asociación de Productores de Energías renovables), sindicatos (CC.OO y UGT) y ecologistas (Greenpeace, Ecologistas en Acción, Adena/WWF) han denunciado la reducción de las primas, que en el caso de la energía eólica bajarán en 2003 un 8,04%, mientras que las asignadas a las energías minihidráulica y geotérmica descenderán un 1,95%. El importe total de los incentivos a la producción de electricidad con energías renovables ascendió a sólo 240 millones de euros en el año 2001 (el 1,7% de la facturación del sistema eléctrico), una ínfima parte de lo que nos costará el Prestige. Desde 1996 a 2002 el precio de la tarifa eólica para los productores acogidos al Real Decreto 2366/94 ha bajado un 36,94%.
En 1999 se aprobó el Plan de Fomento de las Energías Renovables en España, en el que se establecían los objetivos para el año 2010. Dado el desarrollo actual, podemos afirmar que el Plan no se cumplirá. Las energías renovables representaron en el año 2001 el 6,5% del consumo de energía primaria: 8.302 ktep (ktep=mil toneladas equivalentes de petróleo) sobre un total de 127.783 ktep, cifra muy alejada de las 20.159 ktep en el año 2010 (12% del consumo de energía primaria) previstas en el documento del gobierno Planificación de las redes de transporte eléctrico y gasista 2002-2011. El Plan de Fomento y la Directiva 2001/77/CE de promoción de la electricidad renovable prevén producir el 29,4% del total de la electricidad en el año 2010 con energías renovables. El gobierno incumple sus propios planes, como ignora el protocolo de Kioto (las emisiones de gases de invernadero han aumentado un 35% entre 1990 y 2001, cuando no deberían superar un 15% entre 1990-2012), y tantos otros compromisos.
Solar térmica. Los objetivos del Plan son llegar a 336 ktep, instalando un total de 4.500.000 metros cuadrados. Entre 1998 y 2001 sólo se instalaron 113.000 metros cuadrados (9 ktep, apenas el 2,6% del objetivo del Plan), a una media anual de menos de 40.000 metros cuadrados, frente a los 375.000 metros cuadrados anuales previstos en el Plan del gobierno del PP, o los 900.000 metros cuadrados instalados en Alemania en el año 2001. Al ritmo actual, los objetivos para el año 2010 sólo se alcanzarían en el año 2110, un siglo después. Para el año 2010, según el gobierno, debería haber 4.841.000 metros cuadrados. A 31 de diciembre de 2001 sólo teníamos 454.500 metros cuadrados. En Alemania, con mucho menos sol y menos superficie, ¡tenían 3.365.000 metros cuadrados! En Grecia había 2.460.000 metros cuadrados y en Austria 2.170.000.
Solar fotovoltaica. El objetivo era tener instalados 143,7 MWp (megavatios pico) en el año 2010, de ellos 135 MWp nuevos, de los que 61 MWp deberían instalarse antes de 2006 (el 15% en instalaciones aisladas y el 85% en instalaciones conectadas a la red). Entre 1998 y 2001 se instalaron sólo 6,9 MWp. Al ritmo actual los objetivos del Plan para el año 2010 se alcanzarán en el año 2056. Mientras, en Alemania tenían 87,5 MWp (siete veces más que en España), gracias al programa 100.000 tejados solares, que prevé instalar 300 MWp entre 1999 y 2004. Incluso Holanda, con poco sol y superficie, tenía más potencia instalada (12,2 MWp). El precio del kWh fotovoltaico, con las primas, asciende a 0,397 euros (máximo) y a 0,217 euros (mínimo), frente a 0,72 y 0,35 en Austria, 0,48 en Alemania y 0,39 y 0,23 en Portugal. En España se fabricaron 18,7 Mwp en el año 2000 (el 6,5% de la producción mundial), destinados en más de un 80% a la exportación. Los dos mayores fabricantes son Isofotón y BP Solar, aunque en el sector operan 182 empresas. Los precios de los módulos fotovoltaicos se han reducido mucho, desde 7,76 euros/Wp en 1990 a 3,3 euros/Wp en 2000.
Solar térmoeléctrica. El plan prevé producir 180 ktep en el año 2010, con una potencia instalada de sólo 200 megavatios y una producción de 458,9 GWh/año. Hasta el momento el gobierno no ha hecho nada.
Eólica. En el año 2001 la potencia eólica ascendió a 3.244,5 MW, con una producción de 7.240,3 GWh, con un incremento de 979,1 MW sobre el año 2000 en 60 parques eólicos. A finales del año 2001 había 5.912 aerogeneradores en 232 parques eólicos. El precio del kWh en España era de 0,0628 euros en el sistema de precios fijo o de 0,066 del pool más incentivo (0,037 del llamado precio pool y 0,0289 de compensaciones), frente a los 0,09 de Alemania, y es uno de los más bajos de la Unión Europea, pero el sistema de apoyo al precio ha demostrado su eficacia en Alemania, España y Dinamarca.