28 de octubre del 2003
América Latina y el
Trabajo infantil: Hombres y mujeres de poca niñez
José Bell Lara
Programa FLACSO-Cuba. Universidad de la Habana
La imagen que se asocia a la niñez es la del juego, la fantasía,
la inocencia y la escuela. Un mundo protegido alejado de las responsabilidades,
del trabajo y de los problemas. Ese debería ser el mundo de los niños,
y lo es para una parte de ellos, pero en nuestro continente en la que el 40%
de la población es menor de 15 años de edad la mayor parte tiene
que crecer y aprender en el mundo de los pobres. En las estadísticas
oficiales están considerados como niños pero en la práctica
gran parte de ese segmento poblacional no lo es. Por dos razones fundamentales:
la primera debido a la situación de pobreza en que viven y crecen, la
cual no se corresponde con el contexto de la niñez, y la segunda - derivada
directamente de la primera - por su incorporación temprana al mercado
del trabajo, a la lucha por la supervivencia, lo que los convierte precozmente
en adultos. En los últimos tiempos se habla del fenómeno de la
feminización de la pobreza, pero esta también tiene rostro de
niño: más del 50% de los menores de 18 años son pobres.
La pobreza tiene definiciones técnicas a partir de algunos indicadores.
En esta dirección la CEPAL emplea uno de los más confiable y que
tiene un sentido absoluto. Según estos criterios se establece una línea
de pobreza que el ingreso equivalente al doble del costo de la canasta básica
de alimentos, con lo cual se quiere significar que las personas con estos ingresos
pueden alimentarse y resolver algunas de sus necesidades básicas, se
consideran indigentes a las familias que no logran satisfacer sus necesidades
nutricionales aunque gasten la totalidad de su ingreso en alimentación,
dado que la línea de indigencia se define por el costo de la canasta
básica.
Esta situación está determinada por las condiciones del empleo,
dado que el ingreso de los pobres depende casi exclusivamente de su trabajo,
por lo que existe una estrecha relación entre el desempleo, el subempleo
y la pobreza.
Los sectores humildes no pueden darse el lujo de no trabajar, de ahí
que la mayoría de los pobres desarrollen sus actividades en el llamado
Sector Informal, bajo el que se agrupan las mil y una actividades de los pobres
con vista a proporcionarse algún ingreso: vendedores de todo tipo, trabajadores
por cuenta propia, artesanos, pequeños establecimientos de comida, puestos
de reparación o de servicios, voceadores, domésticos, etc.
La crisis de los 80´s ya había afectado dramáticamente las condiciones
de existencia de la mayor parte de la población de Latinoamérica
y el Caribe, y fundamentalmente la de los sectores de escasos recursos; Recientemente
al analizarse el comportamiento del ultimo quinquenio (1997-2002) fue calificado
como media década perdida.
Las cifras y los indicadores muestran que en muchos aspectos sociales durante
los últimos veinte años, nuestro continente no solo no ha avanzado,
sino que incluso ha retrocedido. Los más afectados han sido y son los
pobres, que por una parte sufren el deterioro de sus exiguos ingresos al aumentar
el desempleo (la más alta tasa de los últimos 20 años),
el subempleo (con elevación significativa del sector informal y la competencia
dentro de este), y la caída del salario real, y por la otra, al recibir
el impacto de los recortes presupuestarios sobre los servicios sociales, la
educación, la salud, etc. producto de la aplicación de las políticas
neoliberales.
No obstante, los indicadores socioeconómicos no reflejan en toda su magnitud
lo que es realmente la pobreza que afecta al 44% de la población de nuestro
continente. La pobreza es un estado cualitativo caracterizado por el hambre,
la ausencia de salud, las malas condiciones de vivienda, el ambiente social
inadecuado, el analfabetismo, la falta de calificación y los ingresos
bajos.
Ser pobres significa también envejecer rápidamente y morir joven,
trabajar duro y no tener control sobre su entorno político. Ser en la
práctica, ciudadanos de segunda, y a menudo ni siquiera este derecho
se le reconoce. ¨A veces son un número en las estadísticas y muchas
veces estas se ignoran¨ .
Ser pobre es vivir en la incertidumbre, segregado social y territorialmente.
´El habitat de la pobreza es opresivo. La pobreza de por sí lo es, pero
los indicadores que la cualifican y la hacen patente en el espacio subrayan
esa opresión cotidianamente.
Entre los pobres de América Latina y el Caribe alrededor del 55% son
menores de 15 años. No constituyen un grupo aislado y su situación
deriva de las condiciones generales del hogar y también del no hogar.
Los niños que nacen en hogares pobres no son verdaderos ciudadanos, pues
les están negados los derechos humanos más elementales:
La educación, la salud, una alimentación adecuada, por no decir
también el juego, tan vital al desarrollo del niño y hasta para
la vida.
Esta lucha por la supervivencia hace que la calle sea el hogar de muchos niños,
y a veces el único. Nadie podría negar que los niños pobres
forman parte incluso del paisaje de muchas ciudades latinoamericanas y caribeñas.
Son los niños de la calle, infantes sin familia, para quienes la vía
pública es su hogar, su escuela, y su centro de trabajo.
También existen otros, que si no son de la calle, viven en ella, tienen
familia pero la pobreza los obliga a buscar el autosustento fuera del hogar.
Son niños en edad escolar que nunca recibirán educación
y que se incorporan al mercado del trabajo.
Lo dramático es que en muchas partes del Tercer Mundo no hay que retirarlos
de las escuelas por la sencilla razón de que carecen de escuelas o de
la posibilidad de asistir a ellas. Doscientos millones de niños se encuentran
en esta situación en América Latina, Asia y África.
En América Latina (y en el Tercer Mundo en general) la pobreza, el desempleo
y la informalización han creado las condiciones que provocan el aumento
del trabajo infantil, "una de las lacras que más limitan el potencial
de desarrollo de los niños y que constituye sin lugar a dudas una de
las peores tendencias de la década"
En la región se estima en 20 millones los niños que trabajan debido
a la pobreza. El primer resultado de la temprana incorporación al trabajo
es el daño al potencial educativo del niño, que incide negativamente
en sus posibilidades futuras de conseguir un empleo mejor remunerado. El abandono
de la escuela conspira contra sus posibilidades de aumentar su ingreso en el
futuro, pero se ve impedido de ello por la necesidad de tener algún ingreso
en el presente.
Los niños en el mercado de trabajo son doblemente explotados, tanto por
lo que reciben por los resultados de su labor, como por lo que se les roba de
su niñez, al tener que incorporarse tempranamente al mundo de los adultos.
La incorporación del niño al trabajo asalariado tiene una pauta
casi generalizada: realizan tareas que por su magnitud igualan a las de un adulto
y reciben menor remuneración.
Otra forma de explotación la constituyen en muchos el aprendizaje. Por
la apariencia de que el niño aprenda a trabajar es sometido a largas
jornadas con poca remuneración, convirtiéndose en asalariados
encubiertos.
La inestabilidad laboral y la inseguridad rodean las condiciones del trabajo
infantil.
El espectáculo presente en muchas grandes ciudades de niños de
corta edad, - a partir de 10 años e incluso menos- buscando desesperadamente
alguna ocupación para subsistitir, como vendedores, recaderos domésticos,
ayudantes de servicio, o en las múltiples formas que proporcionan las
actividades del llamado sector informal, expresa, que son desempleados en busca
de trabajo, aunque no figuran como tales en las estadísticas oficiales.
El desempleo es la única forma para describir la situación de
estos niños, a los que la pobreza ha robado su infancia y los ha arrojado
al mercado de trabajo en condiciones de dura competencia.
La incorporación es tan temprana que en ciertos países ( Colombia,
Ecuador, Paraguay, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y República
Dominicana), debe hablarse de generalización del trabajo infantil, puesto
que alrededor de un tercio de los adolescentes de 12 a 14 años están
incorporados al mercado del trabajo.
En Sao Paulo, por ejemplo, según una encuesta realizada hace algún
tiempo , el 8% de la Población Económicamente Activa (PEA) tenía
menos de 19 años.
La temprana incorporación tiene efectos nocivos sobre el desarrollo físico,
puede debilitar su resistencia a enfermedades, y reducir sus expectativas de
vida.
En ese mundo en que se desenvuelven los niños y niñas pobres están
presentes también la utilización de ellos por los adultos como
instrumentos de explotación. Ninguno más aberrante e inhumano
que el de la explotación sexual.
La Comisión de Derechos Humanos de la Naciones Unidas ha reportado que
anualmente unos 10 millones de niños en el mundo están vinculados
al sexo por dinero. La UNICEF ha estimado que por lo menos un millón
de menores, en su mayoría niñas, viven de la prostitución.
El tráfico de menores y de mujeres para la prostitución ocupa
el tercer lugar entre los negocios ilícitos más rentables a escala
mundial, las drogas y el tráfico de armas ocupan los dos primeros. Según
UNICEF en el negocio de la prostitución se manejan alrededor de 20 mil
millones de dólares por año. América latina y el Caribe
no escapan a la presencia de este fenómeno y ya hay países en
los que comienza a hablarse de la existencia de un turismo sexual.
Tanto los niños y niñas que trabajan como los que se prostituyen
tienen poca o ninguna posibilidad de desarrollarse plena y naturalmente, pues
sus días transcurren entre el trabajo, el maltrato, el abuso y la explotación.
También tiene otros efectos sobre su desarrollo psíquico y afectivo.
La ausencia de juego, de tiempo libre, de protección familiar los hace
transitar bruscamente a la vida adulta. Los convierte en hombres y mujeres de
poca niñez. Ellos también son el rostro de la pobreza.