Juanlu González Rebelión
Las sanciones impuestas a Libia en 1992 han sido retiradas oficialmente. A pesar de su relevancia mediática, de hecho sólo ha sido un acto formal, pues ya Naciones Unidas en 1999 las había levantado provisionalmente cuando el gobierno de este país entregó a los sospechosos del atentado de Lockerbie a la justicia escocesa. Únicamente los Estados Unidos mantienen el embargo de manera unilateral, ya que han incluido a este país en la lista de integrantes del eje del mal, pues afirman que no luchan decididamente contra el terrorismo y poseen programas de fabricación de armas de destrucción masiva. Para ellos, aún forma parte, en suma, del grupo de estados contra los que se reservan la adopción de acciones militares o de cualquier otro tipo para mantener preventivamente la seguridad interna de la metrópoli.
Sin embargo, el caso Lockerbie sigue sin cerrarse, las dudas son demasiadas y muy fundadas, el juicio entero ha sido una farsa. Además, los familiares de las víctimas, en su mayoría norteamericanas, tampoco están satisfechos a pesar de que se han convertido, por mor de los petrodólares libios, en multimillonarios. Y es que el dinero de las indemnizaciones no lo paga directamente el gobierno de Gaddafi sino un organismo interpuesto ligado a él, ni tampoco ha pedido público perdón a pesar de haber firmado una carta ante NN.UU. de autoinculpación en la que "acepta la responsabilidad por las acciones de sus funcionarios".
La reacción del gobierno de la Yamahiría no es sorprendente en absoluto. A pesar de que oficialmente parece probada -aunque sólo de manera circunstancial- la participación de un agente libio, Trípoli no reconoce implícitamente la participación de su propio de gobierno en el derribo del vuelo 103 de la PanAm. Pero es que muchos de los allegados de las víctimas tampoco lo creen así y probablemente no sepamos nunca a ciencia cierta lo que ocurrió.
Para arrojar un poco de luz sobre la cuestión, no está de más recordar otras hipótesis más verosímiles sobre lo sucedido que estuvieron publicándose en algunos medios impresos de la época y que ahora, incomprensiblemente, pocos quieren recordar.
Durante unas maniobras de la VI Flota en 1988, casi 6 meses antes del atentado, un Airbus iraní en vuelo civil fue derribado "por error" por un misil proveniente de un crucero americano, el USS Vicennes. A pesar de ser considerado oficialmente como un error, el general al mando de la operación fue condecorado posteriormente en su país. Evidentemente, Irán no se contentó con la explicación y amenazó con que le "llovería sangre del cielo" a los EE.UU. Pues bien, parece ser que además de un buen número de peregrinos, en el avión viajaban destacados miembros de los servicios secretos iraníes. No hace falta ser un lince para relacionar este hecho con el atentado de Lockerbie, que sería como una respuesta al anterior atentado terrorista perpetrado por norteamérica, pues en el vuelo 103 viajaban presuntamente determinados miembros de la CIA. Agentes libios, palestinos (se especuló con las facciones de Abu Nidal o Ahmed Jibril) e iraníes al servicio de la inteligencia de este último país pudieron llevar a cabo el atentado, como reconoció hace unos años un ex alto funcionario de este gobierno.
Pero ni Siria (que daba cobertura al FPLP-CG de Jibril), ni Irán eran países con los que estratégicamente conviniera enfrentarse en ese preciso momento. Siria era aliado en la primera Guerra del Golfo e Irán, tras la guerra con Irak auspiciada por occidente, se encontraba en un proceso de moderación progresiva, cuya proyección internacional trascendía con mucho las fronteras de la República Islámica. Palestina ya estaba suficientemente machacada. Sólo quedaba Libia, cuyo líder soñaba con ser un nuevo Nasser que uniría a la nación árabe, empezando por el Gran Magreb y cuya influencia en África era un obstáculo para las políticas del imperio.
En fin, la trama de Lockerbie puede considerarse como otro conjunto de mentiras más al servicio de la política exterior americana, que se permitió bombardear al líder del país más estable del Magreb, con buenas reservas de gas y petróleo y con un nivel de vida de la población, que aún hoy, tras 11 años de embargo, es la envidia de sus vecinos. Ahora simplemente, se ha dejado humillar a medias para volver a la escena internacional de manera normalizada. La compra de la inocencia les ha costado 27.000 millones de dólares. Buen precedente. ¿Se imaginan cuanto le costaría a los Estados Unidos la inocencia no ya por el derribo del Airbus o bombardeos como el de Sudán o Trípoli, sino por guerras como las de Vietnam o la actual invasión de Irak?