4 de julio del 2003
De dignidad y solidaridad
Edward W. Said
La Jornada
A principios de mayo me encontraba en Seattle impartiendo conferencias por algunos
días. Mientras estuve ahí cené una noche con los padres
y la hermana de Rachel Corrie, cimbrados todavía por el impacto que les
ocasionara el asesinato de la joven, acaecido el 16 de marzo en Gaza, cuando
la arrolló un trascavo israelí. El se-ñor Corrie me comentó
que aunque él había manejado trascavos, el que mató a su
hija deliberadamente (mientras intentaba impedir que demoliera un hogar palestino
en Rafah) era un gigante de 60 toneladas diseñado especialmente por Caterpillar
para demoler casas, sin duda la máquina más grande que él
hubiera visto o maniobrado..
Dos cosas me impresionaron en mi breve visita a la familia Corrie. Una fue el
relato de su retorno a Estados Unidos con el cuerpo de Rachel. Habían
buscado de inmediato a las senadoras estadunidenses Patty Murray y Mary Cantwell,
ambas demócratas, y les contaron la historia, lo que provocó las
esperadas expresiones de sorpresa, ira e indignación, más la promesa
de que investigarían. Después de que ambas mujeres regresaran
a Washington, los Corrie nunca volvieron a saber de ellas, y la promesa de investigar
simplemente no se materializó. Como era de esperarse, la plataforma israelí
les explicó "la realidad" a estas mujeres y simplemente abandonaron el
caso. Una ciudadana estadunidense fue ultimada intencionalmente por los soldados
de un país cliente de Estados Unidos, sin siquiera un buen vistazo oficial
al caso ni la investigación de rigor que le prometieran a su familia..
El segundo hecho que me impresionó, y sin duda para mí es el aspecto
más importante de la historia de Rachel, fue el acto mismo de esta mujer,
heroico y digno a la vez..
Nacida y criada en Olympia, ciudad pe-queña situada a 90 kilómetros
al sur de Seattle, se unió al Movimiento de Solidaridad Internacional
y fue a Gaza a compartir destino con seres humanos afligidos, con gente que
no conocía. Las cartas que enviaba a su familia son en verdad documentos
notables por su humanidad y sencillez, lo que las vuelve una lectura difícil
y conmovedora, especialmente cuando describe la bondad y preocupación
de todos los palestinos que conoció y que la recibieron como igual, porque
vivió exactamente como ellos, compartiendo sus vidas y tribulaciones,
los horrores de la ocupación israelí y sus terribles efectos,
visibles hasta en los niños más pequeños. Entendió
muy bien el sino de los refugiados y esa especie de genocidio al que llama "insidioso
intento del gobierno israelí por hacer casi imposible la supervivencia
de un grupo particular de personas". Era tan conmovedora su solidaridad que
un reservista israelí, de nombre Danny, se rehusó al servicio
militar y le escribió: "Estás haciendo al-go bueno. Te agradezco
por ello"..
Lo que refulge en las cartas que enviaba a su casa y que después fueron
publicadas en The Guardian, de Londres, es la asombrosa resistencia del pueblo
palestino, seres humanos comunes atrapados en la más terrible condición
de sufrimiento y desesperación pero que sobreviven, pese a todo..
Recientemente hemos escuchado tanto del mapa de ruta y de los proyectos de paz
que se nos olvida el hecho más básico: los palestinos se rehúsan
a capitular o rendirse pese a ser sometidos a un castigo colectivo impuesto
por la potencia combinada de Estados Unidos e Israel. Este hecho extraordinario
es la razón de que existan el mapa de ruta y to-dos los numerosos planes
anteriores, denominados de paz. No es porque Estados Unidos, Israel o la comunidad
internacional es-tén convencidos, por razones humanitarias, de que debe
acabar la matanza y la violencia. Si se nos escapa esa verdad, el poder de la
resistencia palestina (la cual nada tiene que ver con bombazos suicidas que
hacen más daño que bien), pese a todas sus fallas y errores, no
entenderemos nada. Los palestinos han sido siempre un problema para el proyecto
sionista, y las soluciones propuestas minimizan siempre el problema, pero no
lo resuelven. La política oficial israelí, no importa que Ariel
Sharon use o no el término "ocupación", o que decida desmantelar
una que otra torreta oxidada, niega la realidad de que el pueblo palestino es
su igual, pero sin admitir nunca que Israel viola escandalosamente los derechos
de este pueblo. Y aunque por años algunos cuantos israelíes valerosos
han intentado afrontar esta otra historia oculta, la mayoría, y parece
que casi todos los judíos estadunidenses, hacen todo esfuerzo posible
por negar, evadir o ignorar la realidad palestina. Es por eso que no hay paz..
Es más, el mapa de ruta no dice nada de la justicia o del castigo histórico
administrado, por incontables décadas, al pueblo palestino. Sin embargo,
lo que reconoce el trabajo de Rachel Corrie en Gaza es precisamente la gravedad
y densidad de la historia viva del pueblo palestino como comunidad nacional,
y no como un mero conglomerado de refugiados afligidos. Es con esta historia
con la que se solidarizó. Y debemos recordar que tal clase de solidaridad
no es privativa de unas cuantas almas intrépidas por aquí y por
allá: es reconocida en el mundo entero..
Durante los recientes seis meses he impartido conferencias en cuatro continentes
a muchos miles de personas. Lo que los reúne es Palestina y la lucha
de su pueblo, que es ahora sinónimo de emancipación y lucidez,
no importa qué tanto vilipendio les lancen sus enemigos. Siempre que
se dan a conocer los hechos, hay un reconocimiento inmediato y la expresión
de la más profunda solidaridad con la justicia de la causa palestina,
y con la valerosa lucha de su pueblo por im-pulsarla. Es en verdad un hecho
extraordinario que este año Palestina haya sido asunto central en la
reunión antiglobalización de Porto Alegre, pero también
en las cumbres de Davos y Amman, pues representan los polos del espectro político
mundial..
No debería sorprendernos que los estadunidenses comunes tengan tan mala
opinión de los árabes y los palestinos. Así ocurre porque
nuestros conciudadanos en Estados Unidos reciben de los medios una dieta, atrozmente
sesgada, de ignorancia y malas interpretaciones. No mencionan nunca la pa-labra
ocupación al hacer sus chocantes descripciones de los ataques suicidas.
Nunca muestran, ni en CNN ni en las cadenas televisivas, ese muro del apartheid
de ocho me-tros de altura, metro y medio de grosor y 350 kilómetros de
longitud que Israel construye: cuando mucho se refieren a él de pasada
me-diante la aburrida prosa del mapa de ruta. Tampoco muestran los crímenes
de guerra, la destrucción y la humillación gratuitas, las demoliciones
de casas, la destrucción agrícola y la muerte impuesta a los civiles
palestinos, ni les dan el peso de lo que son: una pena impuesta, severa y rutinaria.
Después de todo, recuérdese por favor que todos los órganos
informativos del sistema, desde los liberales de izquierda a los derechistas
marginales, son unánimemente antiárabes, antimusulmanes y antipalestinos.
Basta recordar a los pusilánimes medios durante la escalada hacia la
ilegal e injusta guerra contra Irak; miren qué tan poca cobertura mereció
el inmenso daño infligido a la sociedad iraquí por las sanciones,
y qué pocas crónicas se publicaron sobre la inmensa manifestación
mundial opuesta a la guerra. Casi ningún periodista, excepto Helen Thomas,
le tomó la medida al gobierno y desnudó las mentiras atroces y
los "hechos" fabricados que se festinaron en torno a Irak para hacerlo aparecer
antes de la guerra como amenaza inminente para Estados Unidos. Esos propangandistas
del gobierno, que con cinismo inventaron y manipularon "datos" acerca de las
armas de destrucción masiva, hoy son me-nospreciados, hechos a un lado
o de plano olvidados por la línea dura de los medios si se les ocurre
siquiera discutir la inexcusable situación que Estados Unidos, irresponsablemente,
creó para el pueblo iraquí. No im-porta que otros tantos acusen
a Saddam Hussein de ser un tirano malvado (lo era), éste le proporcionó
al pueblo iraquí la mejor infraestructura de servicios como agua, electricidad,
salud y educación de cualquier país árabe. Nada de esto
se mantiene..
No extraña entonces que haya tanto miedo de parecer antisemita por criticar
a Israel debido a los crímenes de guerra cotidianos que comete contra
civiles palestinos desarmados. Que haya temor de ser considerado antiamericano
por criticar al gobierno de Estados Unidos debido a su ilegal guerra y su ocupación
militar tan mal llevada. Que los maliciosos medios y el gobierno em-prendan
una campaña contra la sociedad, la cultura, la historia y la mentalidad
árabes, conducida por publicistas y orientalistas tan neanderthales como
Bernard Lewis y Da-niel Pipes. Tampoco extraña que todo lo an- terior
haya intimidado a tantos de nosotros hasta el punto de creer que los árabes
son, en realidad, un pueblo subdesarrollado, incompetente y condenado, y que
a causa de todos sus fracasos en democracia o desarrollo, los árabes
estén solos en el mundo por no ser modernos, ya que son retardados, fuera
de época y profundamente reaccionarios. Aquí es donde la dignidad
y el pensamiento crítico deben movilizarse para discernir qué
es qué y diferenciar verdad de propaganda..
Nadie puede negar que la mayoría de los países árabes está
gobernada por regímenes impopulares y que numerosos jóvenes, po-bres
y en desventaja, se ven expuestos a formas despiadadas de religión fundamentalista.
Y no obstante, es mentira afirmar, como lo hace de fijo The New York Times,
que las sociedades árabes están totalmente dominadas, que no hay
libertad de opinión, instituciones civiles ni movimientos sociales en
funciones por y para el pueblo. Pese a las leyes de imprenta, hoy uno puede
ir al centro de Ammán y comprar un periódico del partido comunista
o uno islamista. Egipto y Líbano están repletos de periódicos
y revistas que sugieren mucho más debate y discusión que lo que
se supone tienen. Los canales satelitales bullen de opiniones diversas de variedad
mareadora. A muchos niveles, las instituciones civiles tienen relación
con los servicios sociales, los derechos humanos, los sindicatos y los institutos
de investigación, y por todo el mundo árabe están muy vivas.
Hay mucho que hacer antes de que logremos un nivel adecuado de democracia, pero
ese aspecto va caminando..
Tan sólo en Palestina hay más de mil ONG y es esta vitalidad y
esta suerte de actividad lo que mantiene andando a la sociedad, pese a todos
los esfuerzos estadunidenses e israelíes por humillar, frenar o mutilar
su existencia cotidiana. Aunque existe en las peores circunstancias posibles,
la sociedad palestina no está derrotada ni se ha desmoronado. Los niños
siguen yendo a la escuela, los médicos y las enfermeras siguen atendiendo
pacientes, hombres y mujeres van a trabajar, las organizaciones se reúnen
y la gente continúa su vida, lo cual parece ser una ofensa contra Sharon
y otros extremistas que simplemente quieren que los palestinos estén
prisioneros o que se vayan de una vez por todas..
La solución militar no ha funcionado para nada, y nunca funcionará.
¿Por qué les es tan difícil a los israelíes darse cuenta?
Deberíamos ayudarlos a entender esto, no con bombazos suicidas pero sí
con argumentos racionales, con desobediencia civil masiva, con protesta organizada,
aquí y en todas partes..
El punto que quiero mostrar es que debemos ver el mundo árabe en general,
y Palestina en particular, de maneras más críticas y comparativas
que aquellas que no atinan si-quiera a sugerir libros tan superficiales y descartables
como What went wrong, de Le-wis, o afirmaciones tan ignorantes como la de Paul
Wolfowitz, esa de traerle democracia al mundo árabe e islámico.
Sea cual sea la verdad en torno a los árabes, hay ahí una dinámica
activa, porque siendo gente real vive en una sociedad real con toda suerte de
corrientes y contracorrientes. Tal sociedad no puede fácilmente ser caricaturizada
como masa sedienta de fanatismo violento..
La lucha palestina en pos de justicia se expresa en la solidaridad y no en las
interminables críticas, el desaliento frustrante o en las divisiones
inmovilizadoras. Recuerden la solidaridad que existe aquí y en todas
partes, en América Latina, Africa, Europa, Asia y Australia, y también
que hay una causa con la que mucha gente se ha comprometido, sin que importen
las dificultades y los terribles obstáculos. ¿Por qué? Porque
es una causa justa, un ideal noble, una búsqueda moral en pos de la igualdad
y los derechos humanos..
Quiero ahora hablar de la dignidad, la cual, por supuesto, tiene un lugar especial
en todas las culturas conocidas por los historiadores, los antropólogos,
los sociólogos y los humanistas. Debo comenzar diciendo que aceptar que
-a diferencia de los europeos y los estadunidenses- los árabes no tienen
sentido de individualidad, respeto por la vida o los valores de expresión
amorosa, intimidad y enten dimiento que supuestamente son propiedad exclusiva
de las culturas de Europa y América que contaron con un Renacimiento,
una Reforma y un Iluminismo, es una noción radicalmente errónea
y racista..
Entre otros muchos, es el vulgar e insípido Thomas Friedman quien como
mercachifle pregona esta basura, algo que pepenó de otros intelectuales
árabes igualmente ignorantes y embaucadores -no quiero ni mencionar sus
nombres- que ven las atrocidades del 11 de septiembre de 2001 como señal
de que los mundos árabe e islámico están más enfermos
y son más disfuncionales que cualquier otro, y que afirman que el terrorismo
es signo de una distorsión más amplia que cualquier otra en cultura
alguna..
Dejemos eso de lado. Entre Europa y Estados Unidos se llevan la tajada más
grande de muertes violentas en el siglo XX. El mundo islámico apenas
si da cuenta de una pequeña fracción de la cuota. Tras todo este
sinsentido tan poco científico y engañoso acerca de las civilizaciones
buenas y malas, está la sombra grotesca del gran falso profeta Samuel
Huntington que ha llevado a tanta gente a creer que el mundo puede dividirse
en civilizaciones distintas que se combaten unas a otras hasta el fin de los
tiempos. Por el contrario, Huntington está de plano mal en todo lo que
propone. No hay cultura o civilización que existan por sí mismas;
ninguna está conformada por cosas como individualidad o ilustración
exclusivas de ella; ninguna existe sin los atributos humanos básicos
de la comunidad, el amor, la valoración de la vida y tantos otros. Sugerir
lo opuesto, como lo hace, es puro racismo envidioso, de la misma calaña
de quienes afirman que los africanos tienen cerebros inferiores, o que los asiáticos
nacieron para servir de esclavos o que los europeos son la raza superior. Es
ésta una suerte de parodia de la ciencia hitleriana, pero dirigida únicamente
contra árabes y musulmanes, y deberemos ser muy firmes para ni siquiera
hacer el intento de argumentar en su contra. Es la más pura babosada..
Por otra parte, está la mucho más creíble y seria estipulación
de que, como cualquier otra instancia de lo humano, la vida de árabes
y musulmanes tiene un valor y una dignidad inherentes, según lo expresan
los árabes y musulmanes en su estilo cultural único, que no requiere
parecerse o ser copia de ningún modelo aprobado y conveniente para que
todo mundo lo obedezca..
El punto central de toda la diversidad humana es a fin de cuentas una forma
de coexistencia entre los muy diferentes modos de la individualidad y la experiencia
que no pueden reducirse a ninguna forma superior: reducir esta coexistencia
es el espurio argumento que nos encajan los corifeos que gimotean por la supuesta
falta de desarrollo y conocimiento en el mundo árabe. Basta mirar la
gran variedad de literatura, cine, teatro, pintura, música y cultura
popular producida por los árabes, de Marruecos al Pérsico. Claro
que esto debe evaluarse buscando indicios de si los árabes están
o no desarrollados, y no sólo calculando a partir de los cuadros estadísticos
de la producción industrial, pues estos pueden mostrar un nivel apropiado
de desarrollo o puro fracaso, según el día..
El punto más importante que quiero enfatizar, sin embargo, es que existe
hoy amplia discrepancia entre nuestras culturas y sociedades y el grupito de
gente que ahora gobierna estas sociedades. Rara vez en la historia se ha concentrado
tanto poder en un pequeñísimo grupo de reyes, generales, sultanes
y presidentes que el que rige hoy sobre los árabes. Lo peor de ellos
como grupo, casi sin excepción, es que no representan lo mejor de su
pueblo. No es éste un mero asunto de falta de democracia. Es el hecho
de que subestiman tan radicalmente a su pueblo que se cierran y se tornan intolerantes
y temerosos de cambios. Tienen miedo de abrir sus sociedades a su pueblo, están
aterrados, sobre todo de lo que pueda enojar al gran hermano, es decir, Estados
Unidos. En vez de ver a sus ciudadanos como la riqueza potencial de la nación,
los consideran conspiradores culpables de buscar el poder del gobernante..
Este es el gran fracaso. Durante la terrible guerra contra el pueblo iraquí
ningún líder árabe tuvo la dignidad o la apostura de decir
algo acerca del pillaje y la ocupación militar de uno de los países
árabes más importantes. Está bien, fue excelente que haya
terminado el apabullante régimen de Hussein, pero quién nombró
a Estados Unidos mentor de los árabes. Quién le pidió que
se apoderara del mundo árabe ilegalmente en nombre de sus ciudadanos
y trajera algo que dicen es "democracia", especialmente cuando el sistema escolar,
el sistema de salud, y toda la economía estadunidense se degenera y cae
a los peores niveles alcanzados desde la de-presión de 1929. Por qué
no se alzó la voz colectiva de los árabes contra la flagrante
e ilegal intervención estadunidense, que provocó tanto daño
e infligió tal humillación a la nación árabe. Es
éste, de verdad, un fracaso colosal, en dignidad, solidaridad y nervio..
Ante toda esa palabrería de George W. Bush, que alega ser guiado por
el todopoderoso, ¿hubo algún líder árabe que tuviera el
coraje para decir que, por ser un gran pueblo, estábamos guiados por
nuestras propias luces, tradiciones y religión? Pero nada, ni una palabra,
mientras los pobres ciudadanos de Irak vivían las más terribles
penurias y el resto de la región temblaba en sus botas colectivas, cada
uno petrificado pensando que su país era el siguiente en la lista. Qué
desafortunado el abrazo que el liderazgo combinado de los principales países
árabes le diera la semana pasada a Bush, el hombre cuya guerra destruyó
gratuitamente un país árabe. ¿No hubo alguien ahí que tuviera
las agallas de recordarle que nadie antes de él hizo tanto por humillar
y ocasionar sufrimiento al pueblo árabe? ¿Por qué siempre tienen
que recibirlo con abrazos, sonrisas, besos y genuflexiones? ¿Dónde hallar
el respaldo económico, político y diplomático necesario
para sostener un movimiento contra la ocupación de las franjas de Cisjordania
y Gaza? En cambio, todo lo que uno escucha es que los ministros extranjeros
predican que los palestinos deberían cuidar sus modales, evitar la violencia,
seguir negociando la paz, pese a que es tan obvio que el interés de Sharon
por la paz está en nivel cero. No ha habido respuesta árabe concertada
ante el muro divisorio ni los asesinatos, o ante el castigo colectivo. Unicamente
algunos clichés cansados que repiten las muy gastadas fórmulas
que les autoriza el Departamento de Estado..
Tal vez la cosa que más me golpea, por ser el punto más bajo de
la incapacidad árabe para entender la dignidad de la causa palestina,
se expresa muy bien con el estado de la Autoridad Nacional Palestina (ANP)..
Abu Mazen, figura subordinada y con poco respaldo político de su propia
gente, fue elegido por Yasser Arafat, Israel y Estados Unidos para la tarea,
precisamente porque no cuenta con base social, no es orador ni gran organizador,
ni nada, excepto que es asistente dedicado de Arafat, y porque (me temo) ven
en él al hombre que seguirá los caprichos de Israel. ¿Cómo
pudo, incluso alguien como Abu Mazen, pararse ahí en Aqaba y pronunciar,
como marioneta de ventrílocuo, las palabras que le escribiera algún
funcionario del Departamento de Estado para condolerse del sufrimiento de los
judíos y luego, qué sorpresa, no decir casi nada del sufrimiento
de su propio pueblo a manos de Israel? ¿Cómo pu-do aceptar un papel de
sí mismo tan poco digno y tan manipulado, y pudo olvidarse de su propia
investidura como representante de un pueblo que ha luchado heroicamente por
sus derechos por más de un siglo, nomás porque Estados Unidos
e Israel le dijeron que debía hacerlo? Y luego, cuando lo único
que dice Israel es que habrá un Estado palestino "provisional", sin arrepentirse
del horrendo monto de daño que ha causado, sin que pesen los incontables
crímenes de guerra ni el sadismo directo que significa una humillación
sistemática de cada uno de los palestinos, sean hombres, mujeres o niños,
confieso que ya no entiendo nada. ¿Por qué un líder o representante
de un pueblo que ha sufrido hace tanto no parece darse cuenta? ¿Perdió
ya por completo su sentido de dignidad? .
¿Ya se olvidó de ello desde que dejó de ser un individuo para
ser el portador del destino de su pueblo en un momento especialmente crucial?
¿Hay acaso alguien que no se encuentre amargamente decepcionado por este fracaso
total, esta imposibilidad para aprovechar la ocasión y erguirse con dignidad
-surgida de la experiencia y la causa de un pueblo- y dar testimonio de ella
con orgullo, sin compromisos, sin ambigüedades, sin ese tono medio apenado,
medio apologético que asumen los líderes palestinos cuando ruegan
por un poco de bondad de algún padre blanco totalmente indigno? .
Pero esa ha sido la conducta de los gobernantes palestinos desde Oslo, en realidad
desde Haj Amin: una combinación de desafío juvenil fuera de sitio
y la súplica plañidera. ¿Por qué se les ocurre siquiera
que es absolutamente necesario leer guiones escritos para ellos por sus enemigos?
La dignidad básica de nuestra vida como árabes en Palestina, por
todo el mundo árabe y en Estados Unidos, es que somos nuestro propio
pueblo, con herencia, historia, tradición y sobre todo un lenguaje que
es más que adecuado para la tarea de representar nuestras reales aspiraciones,
pues éstas se derivan de la experiencia del despojo y el sufrimiento
que le fuera impuesto a cada uno de los palestinos desde 1948. Ninguno de nuestros
voceros políticos -y esto es cierto de los árabes desde los tiempos
de Abdel Nasser- habla nunca con respeto propio y con la dignidad de lo que
somos, de lo que queremos, de lo que hemos logrado, de adónde queremos
dirigirnos..
Sin embargo, lentamente, la situación cambia y el viejo régimen
fabricado por los Abu Mazen y los Abu Ammar de este mundo cede terreno. Gradualmente
será remplazado por una serie de líderes emergentes en todo el
mundo árabe. El más promisorio es el que construyen los miembros
de la Iniciativa Nacional Palestina (INP): son activistas de base cuya principal
actividad no es empujar los papeles por el escritorio, ni hacer malabares con
cuentas de banco, ni buscar periodistas que les presten atención. Vienen
de las filas de los profesionistas, las clases trabajadoras, los jóvenes
intelectuales y activistas, los maestros, los médicos, los abogados,
la gente que trabajando ha mantenido a la sociedad en movimiento, mientras se
defienden de los ataques diarios de los israelíes. A diferencia de la
ANP, que tiene la idea de que la democracia es estabilidad y seguridad para
ella misma, son personas comprometidas con un tipo de democracia y participación
popular nunca soñada por ésta. Los miembros de la INP ofrecen
servicios sociales a los desempleados, salud a quienes no cuentan con seguro
médico y a los pobres, una educación secular apropiada para una
nueva generación de palestinos que deben aprender las realidades del
mundo moderno, no sólo el valor extraordinario del antiguo. Avizorando
tales programas, la INP estipula que deshacerse de la ocupación es el
único camino, y para lograr tal cosa debe elegirse libremente un liderazgo
nacional unificado y representativo, que remplace a los anquilosados, a los
caducos, desterrando la ineficacia que plagó a los líderes palestinos
todo el siglo pasado..
Sólo si nos respetamos como árabes y estadunidenses, y entendemos
la dignidad y justicia verdaderas de nuestra lucha, y sólo entonces,
podremos valorar por qué, casi a pesar nuestro, tanta gente en el mundo,
incluidas Rachel Corrie y las dos personas jóvenes del Movimiento de
Solidaridad Internacional heridas con ella, Tom Hurndall y Brian Avery, sienten
posible expresar su solidaridad con nosotros..
Concluyo con una última ironía. ¿No es sorprendente que todos
los signos de solidaridad popular que recibe Palestina y los árabes ocurra
sin que exista un gesto comparable de solidaridad y dignidad de nuestra parte?
¿No es ya tiempo de ponernos a mano con nuestros propios criterios y asegurarnos
de que nuestros representantes aquí y en otros lados comprendan, como
primer paso, que luchan por una causa justa y noble y que no tienen por qué
disculparse ni apenarse de nada? Por el contrario, deberían estar orgullosos
de lo que su pueblo ha hecho y estar orgullosos también de representarlo..
* Intelectual de origen palestino-estadunidense, premio Príncipe de
Asturias por su labor en favor de la pacificación en Medio Oriente y
profesor de literatura en la Universidad de Columbia
© Edward W. Said
Traducción: Ramón Vera Herrera .