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Medio Oriente

3 de abril del 2003

Objetivo: África
Juan Carlos Galindo

Agencia de Información Solidaria (AIS). España, marzo del 2003. Umoya

frica no es una prioridad estratégica nacional". Estas palabras, pronunciadas por el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos en 2000, han perdido todo su significado. Bajo la Administración Bush EE.UU. se ha metido de lleno en la carrera por el reparto de los recursos y las esferas de influencia en el continente africano. Enfrente un solo rival de peso: Francia. En medio varios motivos: el petróleo, la defensa de los intereses de las empresas nacionales y el control de ciertas áreas de importancia geoestratégica.
El chantaje y las presiones de unos y otros sobre los tres países africanos presentes en el Consejo de Seguridad (Angola, Camerún y Guinea) para conseguir el apoyo a sus posturas respecto a Irak es sólo el mejor ejemplo de esta lucha. En este enfrentamiento neocolonial existen regiones ya repartidas, puntos de encuentro y choque y zonas de interés común y compartido.
El potencial petrolífero de África es enorme y en su mayor parte aún por explotar. Según la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) África posee el 8 por ciento de las reservas mundiales de crudo. El África negra exporta 4 millones de barriles al día, es decir, lo mismo que Venezuela, Irán y México en conjunto. Pero además su petróleo es de gran calidad y, si exceptuamos a Nigeria y Guinea Ecuatorial, ningún país africano se encuentra dentro de la Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP) y no tienen, por tanto, límites a su producción. Es más, Estados Unidos ha aumentado las presiones para que Nigeria salga de la OPEP y aprovechar así unos recursos que podrían superar los cuatro millones de barriles al día en 2020.
Dentro de su estrategia de diversificación de las fuentes de energía, intensificada después del 11 de septiembre, en 2020 los Estados Unidos pretenden obtener de África el 25 por ciento de su petróleo. Según su Ministerio de Energía, en la actualidad importan, cada día, 500.000 barriles de Nigeria, 300.000 de Angola y 140.000 de Gabón, sin olvidar el potencial del "Kuwait africano", Guinea Ecuatorial, cuya producción está calculada en más 700.000 barriles al día para 2020. Estados Unidos, a través de su Departamento de Estado y de sus principales empresas petrolíferas ha preparado muy bien el terreno. Powell visitó en 2002 Gabón, histórico aliado de Francia; el general Carlton Fulford, máximo responsable del Ejército estadounidense en Europa, visitó Santo Tomé en julio del pasado año para estudiar la posibilidad de establecer un mando regional en la zona de África Occidental, y la compañía privada Military Professional Ressources Inc. (propiedad de antiguos altos cargos del Pentágono) prepara a los guardacostas de Guinea y Angola. Estados Unidos se despliega para defender sus intereses que son los de sus empresas: el 75 por ciento de la producción petrolífera de Angola es controlada por Chevron. Hay también otros intereses de menor importancia. Así por ejemplo, Estados Unidos es el primer comprador de bauxita en Guinea Conakry, donde se concentran el 25 por ciento de las reservas mundiales de este mineral.
Por otro lado, existen esferas de influencia estratégica consolidadas: Egipto es el segundo receptor mundial de ayuda de los Estados Unidos sólo por detrás de Israel; Marruecos, con el que tiene firmado un acuerdo militar bilateral, es un aliado esencial de los Estados Unidos en el Norte de África.
Enfrente como contrapeso a esta extensión sutil e imparable se encuentra Francia. Su presencia militar, su historia colonial y la importancia de sus empresas en África (Total Fina Elf, Air France, Vivendi...,etc.) condicionan su política. El comportamiento de Francia en Costa de Marfil y la República Centroafricana hoy o en Ruanda en 1994 recuerdan desagradables tiempos coloniales. Su red militar favorece este intervencionismo. En la actualidad mantiene acuerdos de defensa con siete estados, de cooperación militar con otros 25 y una red de cinco bases militares terrestres y cuatro aéreas en el continente africano. Esto supone un despliegue unilateral, según el Ministerio de Defensa francés, de 6.500 soldados (2.700 en Yibuti, 800 en Chad, 1.200 en Senegal, 800 en Gabón y 3.000 en Costa de Marfil).
Lejos de esta imponente presencia militar, Estados Unidos ha iniciado también su propia extensión. La lucha por el control de África tiene un punto de encuentro entre las dos potencias, máxima expresión de los intereses que las mueve: Yibuti. Este pequeño país del Cuerno de África, uno de los más pobres del planeta, es en su mayor parte desértico y carece de recursos. Sin embargo, su posición estratégica es esencial. Francia mantiene en Yibuti su principal base militar en el extranjero, Camp Lemoine, desde donde tiene cierto poder de control sobre el tránsito de los petroleros y también un indudable punto de apoyo en una zona estratégica esencial para sus intereses.
El contexto surgido después del 11 de septiembre ha permitido a los Estados Unidos afianzar su presencia militar en la zona. El misil que acabó con la vida de seis presuntos miembros de Al Qaeda en Yemen en noviembre de 2002 fue guiado desde Yibuti, donde en la actualidad se encuentran desplegados más de mil militares estadounidenses. El secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, ha sido claro al respecto: "Espero que dentro de dos, tres o cuatro años, las instalaciones militares americanas se encuentren aún allí". Pero ¿Cuál es la verdadera razón por la que Francia y Estados Unidos mantienen una presencia tan importante en un país tan insignificante? Sencillo: el puerto de Bab el- Mandab es la puerta meridional al Mar Rojo, es decir, el lugar por el que transita la cuarta parte de la producción mundial de petróleo.
Existe por último, un punto de encuentro esencial entre Francia y Estados Unidos: Marruecos. Ambos son aliados esenciales del reino alauí. Al igual que ocurría con Yibuti, este país norteafricano es un buen ejemplo de los intereses que guían las políticas de estos dos países en África. Ninguna de las dos potencias ha dudado en apoyar la política marroquí en el Sahara Occidental en contra de todo un pueblo. Frente a su imagen de adalides de la libertad y el progreso una vez más la realidad se impone: empresas francesas y norteamericanas poseen las licencias de explotación de los recursos del Sahara concedidas de forma ilegal por Marruecos. Ricos yacimientos de fosfato y hierro así como posibles yacimientos de petróleo se encuentran a la espera.

Durante todo el siglo XX, Occidente arrasó y expolió África. Ahora, en los inicios del siglo XXI, Estados Unidos y Francia han iniciado una lucha para continuar con el saqueo.