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Medio Oriente

28 de octubre de 2003

Cinco para las doce
Israel Shamir


Traducido para
Rebelión por Germán Leyens

Al norte de la próspera Hertzliya, capital de la industria de alta tecnología israelí, con sus numerosos bares de sushi, hay una agradable playa bajando una empinada orilla, casi como si se estuviera en el Pacífico. Es una playa sin vigilancia, sin salvavidas, y es frecuentada por extranjeros que aman la naturaleza y por familias palestinas de paseo al cercano santuario de Sidua (Nuestro Señor) Ali. Si se quiere seguir caminando hacia el norte, pasando los letreros que prohíben continuar por el peligro muy real de una avalancha, uno llega a una caleta aislada, una rareza en la línea recta de la costa palestina. Es un sitio hermoso para nadar en las transparentes aguas del Mediterráneo. Grandes rocas de color tierra protegen la caleta; una mirada más cuidadosa te hace comprender que no constituyen una formación natural. Son bastiones del castillo Arsur de los cruzados, cuyas ruinas se alzan en la meseta, muy por sobre la playa. Los bastiones fueron derribados y lanzados al mar azul-verdoso por Baibars, un gran jefe árabe, vencedor de mongoles y cruzados en el siglo XIII.
Unos 150 años antes, los cruzados conquistaron con facilidad la Tierra Santa, y se establecieron allí. Construyeron sus castillos y los edificios de sus granjas, se casaron con mujeres ortodoxas cristianas y armenias de la zona, y podrían haber vivido felices para siempre. Pero solían invitar a aventureros extranjeros y servían de cabeza de playa para sus desembarcos, y demostraron su incapacidad de comportarse como buenos vecinos. Se les dieron muchas posibilidades, pero las destruyeron todas y siguieron siendo aliados potenciales para cualquier agresor extranjero.
Luego, el "débil y femenino" Levante produjo a Baibars. No basta con expulsar a los cruzados, decidió, porque Saladino trató de hacerlo, pero los francos volvieron. La única manera de librarse de ellos es destruir la costa de Palestina para que nunca pudiesen apoderarse nuevamente de ella. Un castillo tras otro, asentamiento tras asentamiento, ciudad tras ciudad, Baibars arruinó la costa de la Tierra Santa: Cesárea, Ascalón, Jaffa, Arsur. Lo lamentó, pero la alternativa era la guerra eterna en la región.
Parecería que la historia está a punto de repetirse. A menos que ocurra algo inesperado la dulce tierra de Palestina está condenada a la perdición. Los submarinos nucleares del estado judío construidos por los alemanes, equipados por Estados Unidos, listos para cometer estragos en Irán, Siria, Arabia Saudí, lo dejan bien claro – no hay manera de que Israel se convierta en un vecino decente en el Levante.
A los judíos se les dio una excelente oportunidad de arraigarse en tierra palestina y vivir en paz con la población nativa. Pero la arruinaron.
El reciente ataque aéreo no provocado de los israelíes en el interior de Siria recordó a los que lo habían olvidado que el estado judío es una entidad agresiva peligrosa para la región. Treinta años de calma entre Siria e Israel fueron descartados por los generales de Sharon como si no tuvieran importancia alguna. A nadie lo engañó su torpe intento de relacionar a Siria con el sangriento acto de venganza personal cometido por una joven mujer de al-Halil cuyos hermano y novio fueron asesinados y a cuyo padre los militares israelíes le negaron ayuda médica. El perspicaz Primer Ministro de Malasia, el Dr Mahathir Mohamad lo interpretó bien: "Israel ha estado presionando a EE.UU. para que invada Siria, pero les parecía que los estadounidenses se mostraban reticentes, así que para forzarles la mano Israel realizó el ataque aéreo" [i].
El problema de Israel ya no es que los palestinos sufren más; es el problema de toda la región de India a Etiopía (Ester, 1) y más allá. Por cierto, la quinta columna de partidarios de Israel instiga guerras en todo el mundo, desde Chechenia a las Filipinas, desde Corea del Norte a Cuba. Empujan directamente al mundo al Apocalipsis. John Bolton llama a apoderarse de Irán. Murawiec exige que se aplaste a Arabia Saudí. El rábido sionista New York Post eleva su mira a Francia: "uno de los peores enemigos de EE.UU." dirigido por Chirac, "un pigmeo moral cuya falta de escrúpulos es, por suerte, compensada por su falta de coraje y de poder". "Deberíamos hacer sufrir a Francia, estratégica y financieramente. Los franceses nos dieron con el puñal en la espalda. Nuestra reacción debería ser despellejarlos vivos", sigue diciendo el periódico, y a juzgar por el historial sionista, no es sólo una figura retórica.
El estado judío es un atado de realidades extremadamente peligroso. Forma parte de la doctrina militar israelí: pórtate como un demente y la gente te tendrá miedo. La amenaza ficticia de un Irak nuclear fue modelada según la amenaza real de un Israel nuclear. Sus científicos también practican la guerra química y biológica. Probaron realmente el gas nervioso contra manifestantes en Gaza, y el envenenamiento de agua en el sitio de Acre, como informó Abu Sitta en Al-Ahram.
Israel está involucrado en una larga lista de secuestros y asesinatos realizados en suelo extranjero. No existe la inmunidad ante el largo brazo de Israel: asesinaron en Noruega (en el tristemente célebre caso Lillehammer), secuestraron en Roma (el caso Vanunu), atentaron con bombas contra la biblioteca británica y el consulado estadounidense (caso Lavon), hundieron el USS Liberty, trataron de asesinar a Joseph Mugabe, probablemente asesinaron al Secretario de Estado de EE.UU. James Forrestal, por antisionista, estuvieron implicados en el asesinato del presidente Kennedy como señala Michael Collins Piper en "Final Judgment", porque el presidente de EE.UU. insistía en el desarme nuclear de Israel. El reciente asesinato de Anna Lindh, la Ministro de Relaciones Exteriores de Suecia, que apoyó el boicot de Israel, sigue siendo un misterio.
No se preocupan mucho de mantener el secreto: hoy sabemos quién asesinó al Conde Bernadotte en 1948, y quién cometió el asesinato en masa de prisioneros de guerra alemanes en 1946, y quién asesinó a los prisioneros de guerra egipcios en 1956, porque los perpetradores se jactan de haberlo hecho. Mañana sabremos quién cometió otras atrocidades. Pero saberlo no servirá para nada, porque Israel es un refugio de criminales. Cada vez que lo sorprendieron con las manos en la masa, Israel descartó a la opinión pública mundial; como dijera Ben Gurion, nuestro primer Primer Ministro, "lo que los goyim [no-judíos] digan no tiene importancia, lo único que importa es lo que hagan los judíos".
Este lamentable historial, refrescado por el ataque aéreo contra Siria y la preparación de un ataque nuclear contra Irán, prueba que no hay manera de convertir a Israel en un miembro apropiado de la comunidad de naciones. También responde a la pregunta de si siguen siendo relevantes los esfuerzos por la paz y los intentos de hacer volver a Israel a sus antiguas fronteras. No lo son. Dentro de las fronteras del 67, del 48 o del 73, Israel seguirá siendo la cabeza de playa de la agresión, una amenaza para la paz mundial y una amenaza material para los líderes del mundo. Como la sanguinaria secta de los asesinos, que solía plagar la región, los partidarios de Israel debilitan o asesinan a los mejores gobernantes, y apoyan a los debiluchos que están dispuestos a seguir sus ordenes. El retiro de Israel de Cisjordania no cambiará su naturaleza. El leopardo no puede cambiar sus manchas, como dijo el profeta Jeremías (13:23).
La conducta de Israel está parcialmente relacionada con el complejo de superioridad judío, y su consecuencia, la estructura del apartheid. Suráfrica, antes de Mandela, también estuvo involucrada en la destrucción de sus vecinos, Mozambique y Namibia, y en muchos complots en otros sitios en África., Este complejo de superioridad debería ser tratado mediante el desmantelamiento del estado del apartheid. Los eventos del año pasado lo probaron más allá de toda duda. El desmantelamiento a través de los medios pacíficos de la democratización es la única alternativa viable a la ruina de Israel, que de otro modo es inevitable. Al llevar su política de llegar al borde del abismo al nivel de la "locura calculada", los dirigentes israelíes no predijeron que producirían toda una nueva generación a la que no le importa si vive o muere.
Hasta hace poco, el temor a las represalias israelíes retuvo a sus adversarios. En 1991, el presidente iraquí Sadam Husein tenía poderosas Armas de Destrucción Masiva, pero no las utilizó contra Israel, porque no estaba desesperado. Creyó en la amenaza de Israel de que destruiría Irak si utilizaba ADMs. Pensó que podría sobrevivir a la derrota. No comprendió que la idea de guerra de los israelíes se basa en la tradición religiosa judía que no conoce clemencia. Si Sadam hubiera sabido que los cadáveres de sus hijos torturados se encontrarían en una morgue en Bagdad, que él se convertiría en un refugiado sin hogar, que su país sería arruinado por diez años de sanciones y que después sería la presa del invasor sionista, tal vez hubiera sentido la tentación de escoger la solución de Sansón, de llevarse consigo al más allá al estado judío en 1991.
Sadam Husein se fue, pero ahora, todos los líderes del mundo saben qué esperar si Israel le pide sus cabezas a su Golem estadounidense. Paradójicamente, la crueldad misma de Israel ha convertido su amenaza en un sonido vacuo, porque si en todo caso van a cometer lo peor, no tiene sentido rendirse ante sus exigencias.
Los judíos de Israel repitieron la locura de Napoleón en Jaffa. En 1799, el joven general corso atravesó el desierto de Sinaí y marchó hacia el norte a Palestino. Rafá y Ramleh se rindieron a sus tropas porque los soldados palestinos no vieron motivo para combatir contra una fuerza europea de paso. Napoleón continuó al puerto de Jaffa, donde los 6.000 hombres de la guarnición de la ciudad también prefirieron rendirse. Pensaron que serían desarmados y enviados a casa, a sus aldeas, pero Napoleón no quería dejar a tantos soldados enemigos detrás de sus filas y ordenó que los mataran a todos. Los franceses se demoraron tres días en matar a tanta gente. Fueron llevados en grupos del convento armenio de San Nicolás y matados a bayonetazos.
Después de esa masacre, toda Palestina se alzó en armas. Las tropas de Napoleón fueron emboscadas en cada naranjal, y cuando llegó a los muros de Acre, ya no se habló de rendición. La gente comprendió que simplemente no tenía sentido. Igual podían morir combatiendo. Después de varios meses de esfuerzos estériles, Napoleón volvió atrás, dejando que sus soldados heridos fueran masacrados por el enemigo. En el aburguesado centro de Jaffa hay una rechoncha figura de papel maché del pequeño cabo con su sombrero triangular recordando a los turistas y a los lugareños que la crueldad termina por tornarse contra sus perpetradores, pero probablemente los dirigentes israelíes no prestaron suficiente atención cuando sus políticas condujeron al país al borde de la destrucción.
El dramático sentimiento del desastre que se avecina es una de las razones no-mencionadas tras la "Solución de un Estado" que propusimos y defendimos. Es verdad, "un estado" sería bueno para los palestinos; sería bueno para los israelíes. Pero una nueva partición, una solución de Dos Estados, también podría aliviar el sufrimiento palestino, como han señalado correctamente el profesor Neumann y numerosos activistas por la paz moderados. Incluso podría ser preferida por las elites israelí y palestina, aunque un estado independiente en Cisjordania y Gaza no resolvería el problema de los refugiados. Sin embargo, la partición no disminuiría de ninguna manera la amenaza para la paz mundial presentada por el estado canalla judío, y no impediría el inminente desastre en Tierra Santa.
Aun un estado judío más pequeño seguiría siendo la sede del Mossad y de su unidad de asesinatos, Kidon. Incluso un estado judío más pequeño seguiría poseyendo armas nucleares. Incluso un estado judío más pequeño seguiría envenenado por su profundamente arraigada y extremadamente xenófoba ideología, y seguiría constituyendo una fuente de contaminación ideológica. Incluso un estado judío más pequeño estaría profundamente involucrado en la política de subversión de Moscú a Washington DC. Y luego, es sólo cuestión de tiempo, el día en que un líder de un estado sometido a extrema presión -sea en Corea del Norte, en Irán, Egipto o Rusia– recuerde los cadáveres de los hijos de Sadam y decida seguir el camino de Baibars y el de los sultanes mongoles que sacaron a la secta de los asesinos de sus nidos de águila. Porque sin Israel, las fuerzas de EE.UU. seguirían pasando el tiempo en sus bases en Georgia y Texas en lugar de andar cazando enemigos de los judíos en cinco continentes. La desaparición de Israel es inevitable; lo único que queda por verse es si sucederá por la fuerza y el país será destruido, o si será absorbido pacíficamente en la región.
La igualdad en Tierra Santa – no es sólo una exigencia moral, es el único camino para salvar al país de su cercana destrucción. No somos nosotros, los bien intencionados o amantes de la paz, sino el curso inevitable de los eventos, los que llevan a la alternativa: igualdad o muerte.
La crueldad, la vengatividad y la incapacidad de respetar a otros israelíes condujeron a cientos de palestinos al horrible martirologio. Si, o más bien cuando, un mártir potencial sea equipado de un artefacto nuclear miniaturizado en lugar de dinamita de fabricación casera, la triste historia del estado judío habrá terminado.
El cordón judío de Israel es bastante pequeño y bastarían dos artefactos nucleares de medio megatón bien ubicados para borrarlo de la faz de la tierra. Es posible que en sus últimos estertores convierta en realidad la amenaza vocalizada por el profesor van Crefeld de la Universidad Hebrea y "se llevará consigo al mundo si desaparece", porque las armas nucleares israelíes, según van Crefeld, apuntan a las capitales europeas, así como a las de sus vecinos. Pero cualquier cantidad de medidas de seguridad no bastará para detener a un atacante suicida nuclear, y ella podría desdeñar la suerte de un pueblo que la protegió a ella y a su familia.
Y luego, algunos años más tarde, las ruinas de Tel Aviv se amalgamarán tranquilamente con las ruinas de Arsur. [i]
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