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Latinoamérica

18 de septiembre del 2003

¿Un nuevo equilibrio con "Lula"?
VIII Congreso de la Confederación de Sindicatos CUT del Brasil

Achim Wachendorfer
FES Uruguay
En el VIII Congreso de la confederación sindical brasileña "Central Única dos Trabalhadores" (CUT), el vigésimo aniversario de la fundación de la organización jugó un papel más bien secundario. La cuestión central del Congreso que se celebró del 2 al 7 de junio en São Paulo fue más bien la relación de esta organización sindical -la más grande del Brasil- con un gobierno cuya historia está estrechamente relacionada con la de la CUT: el presidente Luiz Inácio "Lula" da Silva no sólo empezó su carrera política como sindicalista, sino que es además cofundador de la CUT, de cuya dirección formó parte durante muchos años (al igual que 12 ministros de su gabinete). La Confederación ahora tendrá que decir adiós a una cultura de oposición cultivada durante 20 años para encontrar un nuevo equilibrio entre, por una parte, la directa representación de sus intereses y, por la otra, el apoyo crítico a un gobierno que se ha convertido en una luz de esperanza no solamente en el Brasil.

20 años de CUT: un balance respetable

Más de 2,700 delegados procedentes de los 27 estados del país se congregaron en la megalópolis de São Paulo para acudir al VIII Congreso ordinario de la CUT (CONCUT). Éste tiene lugar en un momento memorable, ya que la organización celebra su vigésimo aniversario y puede estar orgullosa de su exitosa historia: en tan sólo dos décadas la CUT, con sus 6 millones de afiliados, se ha convertido en la confederación sindical con el mayor número de miembros de Latinoamérica. Para muchos sindicatos y movimientos sociales -no sólo de Latinoamérica- la CUT es un modelo sumamente atractivo, más allá de tradiciones corporativistas, reductos dogmáticos o posiciones dependientes de las empresas. Además, la CUT está integrada de múltiples maneras en la sociedad civil nacional e internacional, tal como se manifestó, por ejemplo, de manera impresionante en los foros sociales mundiales celebrados en Porto Alegre. Al mismo tiempo, la CUT se ha convertido en uno de los portavoces más destacados de los sindicatos del Sur. Si bien es cierto que la CUT en los últimos años ha perdido importancia política y que toda una serie de déficit político-organizacionales quedaron sin resolverse, a nivel internacional se supo preservar más sustancia política y social que otras organizaciones sindicales.

Cambio radical del entorno

Este VIII Congreso tuvo una importancia especial. Fue, como lo formuló un destacado líder de la CUT, posiblemente el congreso más importante de toda su historia.

El entorno político de la CUT ha cambiado radicalmente en los últimos meses debido a que a principios del año 2003 el nuevo gobierno del Presidente Luiz Inácio "Lula" da Silva, elegido con una holgada mayoría, inició oficialmente su período de gobierno. Su campaña había sido apoyada abiertamente por la CUT. La presidencia de Lula es en muchos aspectos algo nuevo, no sólo para el Brasil y la región. Además, ha creado una situación totalmente nueva también para la CUT y sus sindicatos afiliados. Porque si en este caso definiéramos el gobierno como "cercano a los sindicatos", nos quedaríamos cortos. El ahora presidente del Estado brasileño empezó su carrera política como sindicalista y se convirtió en el símbolo del movimiento de renovación sindical Novo Sindicalismo. Esta tendencia sindical no sólo vino a romper con las tradicionales y burocráticas estructuras sindicales, sino que se convirtió además en un contrapeso importante de los militares, y por lo tanto contribuyó de manera especial a la democratización del país.

Partiendo del supuesto que los partidos existentes no serían capaces de representar los intereses de los trabajadores, Lula y otros líderes sindicales presionaron en 1981 para lograr la fundación del Partido dos Trabalhadores (PT). Este partido -innovador en muchos aspectos- empezó muy pequeño y terminó convirtiéndose en lo que es ahora: el partido más grande del país y la base del nuevo gobierno.

Dos años después de la fundación del PT, Lula y otros sindicalistas que ahora ocupan altos cargos en su gobierno, apadrinaron la fundación de la CUT, la que continuó la tradición del Novo Sindicalismo. Es por ello que el PT y la CUT están estrechamente vinculados desde los años de la fundación de esta última. Pero no por ello se puede hablar de una subordinación de los sindicatos a la línea del partido, sino más bien de una compleja comunidad de intereses con ocasionales conflictos. El hecho de que el PT y la CUT estuvieran invariablemente en oposición al gobierno de turno, al menos a nivel nacional, alimentó aún más la identidad común. Controversias, a veces profundas, se produjeron una que otra vez entre gobiernos locales del PT y sindicatos locales afiliados a la CUT.

Adiós a una cultura de oposición

La situación que se generó con la elección de Lula como presidente del Brasil conlleva enormes oportunidades para la CUT, pero también algunos riesgos. En primer lugar se presenta la necesidad de que la CUT se despida de una cultura de oposición cultivada durante 20 años a fin de reposicionarse de manera completamente nueva en la política social.

Los líderes de la CUT sabían que los esquemas de comportamiento clásicos no harían justicia a la nueva situación. Por ello, a los pocos días de iniciada la gestión del nuevo gobierno, la plana directiva decidió adelantar en algunos meses la celebración del congreso originalmente planeado para el segundo semestre del año. Eran tres los objetivos que se pretendía lograr: que el Congreso definiera en términos generales su posición frente al gobierno; que la CUT definiera en forma específica su posición frente a determinados proyectos de reforma que afectan el radio de acción de los sindicatos y, por último, que se acordase una respuesta a la invitación del gobierno en el sentido de que la CUT participase en diversas comisiones, grupos de trabajo interministeriales e instituciones tripartitas. Otro motivo para adelantar el congreso, si bien de importancia más bien secundaria, fue el hecho de que una serie de miembros del Comité Ejecutivo de la CUT habían pasado a ocupar cargos gubernamentales y sus sucesores debían forzosamente ser designados por un congreso.

Críticas en vísperas del Congreso

En ningún momento se discutió la necesidad de un cambio en la cúpula política de la CUT. Por el contrario: en una serie de congresos menores previos se evidenció que el grupo político dominante -cuyo fundamento son las posiciones moderadas del PT- podría mantener su posición e incluso fortalecerla mediante el establecimiento de nuevas alianzas. A pesar de estas claras mayorías era de prever que -fiel a la tradición de la CUT- el Congreso sería escenario de enconadas controversias y fuertes conflictos con una fuerza de oposición interna que si bien es pequeña, a la vez bastante radical.

La crítica de los grupos radicales se dirigía sobre todo contra la política económica del gobierno de Lula que, desde su punto de vista, perpetúa la línea neoliberal de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso. Sin embargo, durante la campaña electoral Lula dejó en claro que primero habría que estabilizar la frágil y debilitada economía con los medios político-económicos clásicos. Más adelante, sobre la base de una economía saneada, se promovería una política de crecimiento y de distribución. También la actitud de Lula respecto al ALCA, el Área de Libre Comercio de las Américas, cuyas negociaciones no interrumpió, fueron motivo de objeción. Este reproche de los grupos radicales se fundamenta en una resolución correspondiente de la CUT, adoptada en sus tiempos en la oposición.

Sin embargo, y como era de prever, el mayor conflicto se suscitó en torno a la inminente reforma del sistema de seguro social. En opinión del gobierno, es en el sector público -el principal responsable del déficit acumulado en materia de seguro social- donde se deberían iniciar estas reformas. De hecho, en algunas áreas abundan las distorsiones y los privilegios absurdos. En términos generales, el proyecto de ley refleja una tendencia hacia una igualdad de condiciones con la situación de los empleados en el sector privado. Para los funcionarios públicos de determinados sectores, ello sería sinónimo de recortes y conllevaría la pérdida de privilegios. Esta conflictiva y delicada situación y el enfrentamiento de intereses que implica se pudo apreciar también en el Congreso, habida cuenta de que dos terceras partes de los delegados provenían del sector privado y una tercera parte, del sector público.

Un inicio malogrado

Como se puede apreciar, dinamita política había en abundancia. Sin embargo, nadie había esperado que ya durante la solemne ceremonia de inauguración, en la noche del 2 de junio, se produjera el estallido. Era la primera vez que miembros del gobierno comparecieron en un Congreso de la CUT y, en cuanto el Ministro para Asuntos Sociales y hasta hace poco miembro del Comité Ejecutivo de la CUT tomó la palabra, los delegados lo acallaron a gritos. A la alcaldesa de São Paulo y al presidente del PT tampoco les fue mejor. Las confrontaciones verbales derivaron varias veces en altercados físicos entre algunos delegados y las fuerzas de orden.

Ello, obviamente, no era precisamente un buen presagio de una exitosa comparecencia del Presidente de la República, anunciada para la mañana siguiente. Las fuerzas de seguridad presidenciales también expresaron sus temores. Pero al día siguiente, los ánimos eran otros: Lula y los dos ministros que lo acompañaron fueron recibidos con ovaciones. En un discurso improvisado, interrumpido una y otra vez por aplausos y aclamaciones, el Presidente ironizó las posiciones de la izquierda radical, aceptó, sin embargo, críticas y posturas divergentes, aludió las reformas en curso, promocionó su política y solicitó paciencia y comprensión por el hecho de que algunos procesos simplemente requieren tiempo.

El Congreso, finalmente, está a la altura de las circunstancias

¿Fue el susto por un inicio tan malogrado? ¿Fue el discurso de Lula? ¿O fueron procesos de mediación al interior de la CUT? Indiferentemente del motivo, el resultado fue que a partir de ese momento el Congreso transcurrió en relativa tranquilidad, interrumpido sólo ocasionalmente por consignas coreadas o por otros rituales del quehacer diario del sindicalismo brasileño. Las propuestas de reforma del Seguro Social sí fueron motivo de un intenso debate, tal como se había previsto. Al respecto se impuso la sugerencia de elaborar y presentar una serie de propuestas alternativas, tomando como punto de partida el proyecto de ley del gobierno.

El resultado más importante de las discusiones sobre las inminentes reformas -fuera del Seguro Social la agenda incluía cuestiones relacionadas con la legislación laboral y el sistema tributario- fue que la gran mayoría de los delegados se pronunció a favor del diálogo con el gobierno y de integrar en la política gubernamental las aspiraciones de los sindicatos. También fue aceptada la invitación del gobierno a la CUT en cuanto a participar en diversos grupos de trabajo interministeriales.

La elección del Comité Ejecutivo transcurrió como se preveía

La elección de los integrantes del nuevo Comité Ejecutivo transcurrieron en forma absolutamente regular. De antemano se había logrado ya un consenso sobre una nueva cúpula. En consecuencia, se convino que el hasta ahora presidente, João Felicio, pasara a ocupar el cargo de Secretario General, y que su sucesor fuese el miembro del sindicato metalúrgico, Luiz Marinho, (por cierto, el candidato del Presidente Lula). Estos cambios no dejan de ser acertados: Marinho, que desde 1996 ha sido presidente del sindicato metalúrgico de São Bernardo, es considerado uno de los sindicalistas más destacados de la CUT y cuenta con el sólido apoyo de su base. El sindicato metalúrgico de São Bernardo es sin duda el mejor organizado y con mayor facilidad de movilización de todo el país. Además, ha contribuido considerablemente con recursos financieros y humanos al aparato de la CUT. A ello indudablemente también se debe que tres de los cuatro presidentes que la CUT ha tenido en su historia hayan provenido de São Bernardo. El presidente saliente -que por cierto tuvo una actuación destacada en el Congreso- contó a su vez con el apoyo del sindicato de los maestros, que si bien tiene muchos afiliados, es un sindicato políticamente débil y fragmentado. La lista victoriosa, que comprendía a sindicalistas de diferentes tendencias del PT y de otros partidos de izquierda que forman parte de la coalición de gobierno, obtuvo un 74.6 %. La lista de la oposición, que por un breve tiempo agrupó a diversos grupos radicales de dentro y fuera del PT, logró un 23.3 %. En términos generales, el nuevo Comité Ejecutivo -integrado en una tercera parte por mujeres- es una simbiosis de sindicalistas experimentados en la conducción de la organización y caras nuevas.

Funcionará el equilibrio?

En los próximos meses, el gran desafío al que habrá de hacer frente la CUT consistirá en dejar atrás una cultura de oposición que ha venido cultivando durante 20 años y en integrar en forma activa sus conceptos políticos en el discurso social. Espacio para ello hay suficiente. A los sindicatos se les ofreció, por ejemplo, participar en diversos grupos de trabajo interministeriales que tratan temas regionales y globales tales como el MERCOSUR, el ALCA, la OMT, etc. Si la CUT sabe aprovechar estas oportunidades y demuestra ser un interlocutor competente, probablemente pueda recuperar la influencia de antaño, considerablemente mermada en los últimos años. Sin embargo, en opinión de algunos destacados funcionarios de la CUT, ésta, debido a la "fuga de cerebros" de sus filas al sector gubernamental, carece de momento de los necesarios expertos. Ante esta situación, la organización deberá recurrir a sus buenas relaciones y estrechos contactos con otras instituciones de la sociedad civil, universidades, instituciones de investigación, etc.

No obstante, lazos demasiado fuertes con el gobierno no dejarían de ser riesgosos para la CUT. Es de suponer que el gobierno no siempre gozará de una aceptación popular como la actual (casi un 80 %). Y si ello es el caso, una vinculación demasiado estrecha daría alas a los grupos radicales en el seno de la CUT. Además, existen otras confederaciones en Brasil que también podrían aprovechar en su favor este tipo de problemas de la CUT.

En consecuencia, la CUT enfrenta el gran desafío de encontrar y mantener un equilibrio entre el apoyo a un gobierno en el que recaen las esperanzas de las fuerzas social y políticamente progresistas -no sólo del Brasil- y el mantenimiento y la defensa de su autonomía sindical. Esto último, en caso extremo, indudablemente podrá ser motivo de conflictos con el gobierno.

Las condiciones para que este baile sobre la cuerda floja sea exitoso, pueden ser calificadas, en términos generales, de positivas. Por una parte, la nueva plana directiva de la CUT debería estar en condiciones de mantener este rumbo política y conceptualmente. Por otra parte, el propio presidente Lula aprendió, mientras era la figura simbólica del movimiento sindicalista, a apreciar la gran importancia de la autonomía sindical.