LA INSEGURIDAD GOLPEA A LOS NIÑOS DE BOLIVIA
Grover Cardozo Alcalá
ARGENPRESS.info
Desde Bolivia una reflexión sobre el drama de la pobreza y miseria y su impacto en la niñez.
Pequeña, frágil y con una sonrisa regalona y tierna que da frescura a la vida. Así imagino a la niña Erika Fernanda Gutiérrez de 11 años desaparecida hace un mes. Hablo de la niña que dibujo en la mente, cuando aún no fue raptada y antes de que el miedo se asomará a sus escasos años.
Erika encarna a los niños que en países pobres como el nuestro son el eslabón más débil de la inseguridad ciudadana, de la inequitativa distribución de bienes y servicios materiales y culturales entre todos los estratos de la sociedad. Erika y todos los otros niños que son presa de este régimen de inseguridad ciudadana piden a gritos más protección social. Es un grito silencioso que no llega a los niveles de decisión. El miedo que la destrozó o que aún la destroza (si ojalá estuviera aún viva), es el miedo que nos destroza a los padres en el día a día. Los criminales que raptan niños reflejan los problemas y deformaciones de la organización social, pero así mismo nos muestran cuan abyecta y despreciable puede ser la conducta humana. Hacer de una niña o un niño el blanco de mórbidas actitudes es lo más execrable y doloroso. Atentar contra la vida de una niña indefensa es un agravio a la existencia misma de los seres humanos, prácticamente una humillación a la condición de la especie ya que por naturaleza una niña es indefensa y no está en condiciones de repeler a un adulto mañudo.
No preocupa tanto que una persona mayor sea atacada o asaltada. De uno u otro modo eso podemos racionalizarlo, pero lo que ocurre con las niñas y niños violados o maltrados es un crimen de lesa humanidad, más repudiable que la tortura. Una vez más la candidez, humanidad y generosidad de un niño que acepta hablar con otra persona, es aprovechada por algún criminal que más allá de su perversidad extrema, obra con cobardía. El crimen es inherente a todo modelo de sociedad, pero en el nuestro se incuba mejor que en otros porque aquí cada cual debe defenderse como puede, de modo parecido a la subsistencia en la jungla. Las iniciativas y campañas sirven, pero no sólo con más policías o pistolas haremos polvo al crimen. También se necesitan otras medidas políticas, sociales y culturales que den paso a la edificación de una sociedad superior, mejor organizada. La situación nos urge a dar unos pasos adelante para alejarnos de esa apocalíptica definición de que el 'hombre es el lobo del hombre'.
El fanático liberalismo económico está destrozando el tejido social. La sociedad observa impotente los atracos, robos, violaciones y toda la gama de crímenes porque siente que no existe otra opción. El sistema quiere defenderse y lo hace mal. Para avanzar algunos pasos hacia delante no solo son necesarios más carros policías. Se necesita ante todo reorganizar a la sociedad sobre nuevos fundamentos, es decir sobre una nueva ética social. Organizar y equipar mejor a los órganos policiales es útil, pero si sólo se hace eso estamos ante el riesgo de que la represión se incremente (otro riesgo) y acabemos siendo tantos policías como ciudadanos. El crimen se reproduce como plaga en nuestros días y no atacarlo en sus raíces es un engaño a nosotros mismos y a la propia sociedad. Si sólo se piensa aumentar el poder represivo del Estado , también puede resurgir la tentación de exigir la pena de muerte, lo cual a su vez lleva a la ley del ojo por ojo que después puede ser brazo por brazo, hasta que nos acabemos los unos a los otros.
El asunto no es poner un policía para que cuide a cada ciudadano. La solución pasa por otros caminos y quienes no quieren mirar los otros caminos, apadrinan con su conducta egoísta y cómoda al crimen, es decir se hacen cómplices de quien o quienes hoy nos están quitando a la niña Erika. Si algo pueden decir sobre esto los ideólogos y filósofos del MNR, ADN, MIR y NFR (que sustentan el modelo) me gustaría escucharlo.
* Grover Cardozo Alcalá es periodista y abogado.