VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

20 de agosto del 2003

La catástrofe uruguaya

La carne, todo un símbolo
Carlos Santiago
El crecimiento de los precios de la carne aparece como otra muestra de irrealidad de quienes pretenden continuar ajustando un cinturón que no tiene más agujeros para reducir su circunferencia. Sin embargo fue tan descomunal el desaguisado que debieron dejar su concepción ideológica a buen resguardo y negociar. Es que no advirtieron que el famoso mercado, que ellos utilizan en una sola dirección, esta vez jugó en contra.
La situación vivida tiene también vinculación con la política salarial del Estado que impone por ejemplo en Salud Pública que haya médicos y funcionarios con sueldos de 3.500 pesos (120 dólares), nivel que se repite en otros organismos públicos (maestros, policías, soldados y la mayor parte de la llamada Administración Central) y que se traslada ­cómo no podía ser de otra manera­ a la actividad privada, la que sufre un aplastamiento salarial que se puede medir en años de vigencia.

El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, que sorprendentemente ostenta un título de ingeniero agrónomo, cuando se le consultó sobre las medidas a adoptar para revertir una situación que es catastrófica, no sólo para la población sino para toda la cadena a la que está vinculada la comercialización de este producto (frigoríficos, carnicerías, transportadores, restaurantes, etc.), afirmó que no había nada que hacer, que esta situación era el producto de la oferta y la demanda. ¡Cuánta "sanata neoliberal" hay en esa afirmación de contenido además irrelevante que, obviamente, no tiene en cuenta elementos, incluso algunos que están vinculados a la esencia misma de la labor de gobernante.

Y por ello es bueno que se defina. ¿Cuál es la obligación que le cabe a un ministro o al propio Presidente de la República? ¿Velar por la aplicación de las más sectarias e inaplicables, además de tardías, teorías sobre el mercado, provenientes de los teóricos de la globalización del capital monopólico?, o, en definitiva, ¿actuar, como dice la Constitución de la República, a favor del bien y la felicidad de los habitantes del país?

El tema de los precios de la carne que, para que ningún despistado piense otra cosa, fueron más altos en el pico de la crisis en los mostradores de las carnicerías uruguayas (casi el doble), de lo que se paga en las brasileñas y en las argentinas. Se vivió una situación producto de una total falta de control sobre parte de una industria que carece de parámetros y de reflejos sociales, a la que sólo le importa el lucro. Aunque en esta ocasión se pasó de la raya detonando una bomba, en base a una voracidad insólita, junto a lo que queda de la desplumada gallina de los huevos de oro. Destruir totalmente el mercado interno de la carne, hacer desaparecer sus bocas de expendio, es una posición tan irracional como suicida que llevaría a la propia industria de la carne a contentarse sólo con los beneficios cortoplacistas de una mejor exportación. Por supuesto que no es posible que pretendamos que el gobierno de Jorge Batlle, y menos su equipo económico, adoptaran racionales políticas destinadas a morigerar los precios. Podrían haber creado stocks reguladores, tampoco se les ocurrió achicar la carga impositiva medida que no se tuvo en cuenta, aunque en esta oportunidad la caída de las ventas convertían a esa recaudación en inexistente. Además, si no visualizaban como adecuadas las medidas anteriores, podrían haber intentado una negociación.

En un país donde el PBI cayó en 10 mil millones de dólares, en que el gobierno utilizó alrededor de 1.400 millones de dólares para asistir a cuatro bancos que terminaron fundiéndose, que paga los sueldos más bajos de la región, que tiene un mercado interno que se ha reducido prácticamente a la mitad y sin que se haga absolutamente nada para mejorar la ecuación de una economía que carece totalmente de sustento, el futuro aparece plagado de nubarrones.

La palabra "reactivación" no debe estar en el diccionario que utilizan estos señores. El tema de la carne es absolutamente sintomático, como lo es también el de las tarifas públicas sobre las cuales se anuncia un nuevo incremento ­acordado con el FMI­ que regiría a partir de setiembre. Se sigue apretando un torniquete sobre los bolsillos de la gente, aunque estos estén exhaustos. Si sube de nuevo la nafta, el teléfono, la energía, ¿cree realmente el gobierno que ello contribuirá a hacer crecer la inflación tal como lo acordado con el FMI con el objetivo de licuar endeudamiento interno? ¿No ocurrirá como hasta ahora, que aumentará la morosidad, se consumirá y recaudará menos y aumentará el déficit fiscal?

Y qué decir del tema salarial. Mientras el ministro de Salud Pública les ofrece un aumento de 500 pesos a los funcionarios que ganan 3.500, y tiques de alimentación a los médicos, el gobierno sigue admitiendo contratos de obra y sueldos insólitos de gerentes- directores de empresas, enteramente de capital estatal, que en tan sólo un mes ganan lo que 223 funcionarios de Salud Pública. Claro, el argumento del gobierno es que esos sueldos existen porque si no, esos "genios", generalmente banqueros provenientes de los bancos fundidos, se irían a la actividad privada.

Por supuesto que ese es otro dislate, porque tenemos muy buenos ejemplos de importantes científicos, médicos, economistas, docentes, que por no tener solo el objetivo del lucro siguen cumpliendo sus funciones pagadas con sueldos ruinosos, como por ejemplo quienes hacen ciencia en la Universidad de la República o el Instituto "Clemente Estable", también muchos médicos de la propia Salud Pública, que siguen trabajando por el país y su gente.

Esperemos que todas esas cosas que se sostienen desde el gobierno sigan presentes cuando el país, que sigue hundido en la miseria, deba enfrentarse a nuevas contingencias adversas que, evidentemente, se avecinan. La estabilidad del sistema financiero sigue sin aparecer y ya se detecta como muchas de las afirmaciones que realizan los miembros del equipo económico de gobierno no son más que expresiones de deseo que la realidad está desmintiendo.

El permitir que la carne quedara fuera del mercado interno en Uruguay es tan sólo un eslabón más de esa seguidilla de desaciertos, propios de un gobierno deficiente que, además, no entiende que debe velar, fundamentalmente, por su pueblo. Por todos los uruguayos.
Carlos Santiago
Secretario de redacción de Bitácora. Uruguay