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Latinoamérica

16 de agosto del 2003

Las revelaciones de Juan Gelman sobre la desaparición de su nuera
El "estado del alma" en pena

Samuel Blixen
Brecha

La estrategia gatopardista del presidente Batlle para resolver la cuestión de los derechos humanos termina empantanada en un mar de contradicciones y manipulaciones, a la luz de las últimas revelaciones de Juan Gelman sobre los entretelones de la ubicación, en Montevideo, de su nieta nacida en cautiverio y desaparecida durante 23 años..
Después de una entrevista de 40 minutos con el presidente argentino Néstor Kirchner en la Casa Rosada, en la que el mandatario se comprometió a interceder ante el gobierno uruguayo a efectos de agilitar la búsqueda de los restos de María Claudia García de Gelman, el poeta argentino acusó, ante los periodistas argentinos, al presidente Batlle de encubrir al asesino de su nuera; dijo que Batlle "conoce el nombre del asesino y tiene una idea bastante sólida acerca de dónde fueron sepultados los restos", y basó su afirmación en las declaraciones judiciales del senador Rafael Michelini. Este último refirió a un magistrado argentino la confesión del presidente Batlle respecto de la identidad del asesino, el capitán de Coraceros Ricardo Medina, uno de los rambos del Cóndor que operó en Automotores Orletti (cárcel clandestina de Buenos Aires donde fue inicialmente detenida María Claudia) y que coincidentemente era ahijado del alto funcionario policial que se apropió de la niña y que, también coincidentemente, en el momento de su fallecimiento, en 1999, ocupaba el cargo de jefe de Policía de un departamento, designado por el entonces presidente Julio María Sanguinetti..
Con la evidente intención de diluir la responsabilidad de Batlle sobre el encubrimiento, el asesor presidencial y miembro de la Comisión para la Paz, Carlos Ramela, afirmó que "no hay evidencia de que la nuera del poeta Juan Gelman haya muerto en Uruguay". Indicó además que lo que saben el presidente y la Comisión para la Paz "es una versión brindada por el propio Gelman, pero no es la única"..
Esta caprichosa reinterpretación de la historia, por decirlo de alguna manera, impulsó a Juan Gelman a revelar entretelones hasta ahora desconocidos de los episodios que siguieron a la ubicación de su nieta. De los nuevos detalles y de los términos de la correspondencia que Gelman mantuvo con otro integrante de la Comisión para la Paz, el abogado Gonzalo Fernández, aparece más nítida la verdadera intención presidencial tras aquella inicial invocación al "estado del alma" con que inauguró su administración. Hoy es posible afirmar que el espíritu del presidente Batlle, al comenzar marzo de 2000, estaba más cerca de aquella sugerencia formulada a los diplomáticos estadounidenses para organizar escuadrones de la muerte, en febrero de 1972, que de la supuesta transparencia en materia de derechos humanos que vaticinaba el discurso ante la Asamblea General. Los nuevos entretelones revelados sugieren también que el Frente Amplio fue "seducido" por la posibilidad de resolver la cuestión de los derechos humanos y que finalmente quedó entrampado en el gatopardismo. El caso de María Claudia es un ejemplo claro, porque no se ha castigado al asesino (a pesar de haber actuado "al margen de sus mandos"), no se han encontrado los restos y se manipula la información sugiriendo que quizás no fue asesinada en Uruguay..
Lo que Gelman ha contado en días recientes desnuda la manipulación de la Comisión para la Paz y aumenta la complicidad de Jorge Batlle. Obligado a desmentir las "sugerencias" de Ramela, Juan Gelman reveló que en marzo de 2000 la investigación privada que dirigió su compañera Mara Lamadrid y complementó el periodista Gabriel Mazzarovich de La República, había logrado ubicar en Montevideo a la niña nacida en cautiverio. Aunque en su momento la Presidencia se atribuyó la ubicación de la desaparecida, Gelman ahora afirma que, simplemente, Batlle, "informado por alguien, supo que habíamos encontrado a mi nieta y que quería hacer público el hecho, que luego condujo a la instalación de la Comisión para la Paz". Para entonces, Gelman se apoyaba en el asesoramiento de Gonzalo Fernández para la tarea de ubicar a su nieta en Montevideo. Gelman explicó que Batlle insistió en reunirse con él: "Nos dijo a nosotros en la reunión que mantuvimos, con mi esposa, estando presente el doctor Ramela, el doctor Gonzalo Fernández y el secretario de la Presidencia, Lago, que hacía un tiempo corto un amigo al que veía ocasionalmente le había informado sobre el encuentro. En esa reunión que, repito, fue la única, él me preguntó en qué me podía ayudar y yo le solicité que hiciera lo necesario para recuperar los restos de mi nuera". Gelman relató que cuando vino a Montevideo a fines de marzo de 2000 para encontrarse con su nieta, "nuestro propósito era hacerlo con la menor publicidad posible, pero el presidente Batlle insistió en hacer esto público. Conocí a mi nieta, le pregunté si estaba de acuerdo, me dijo que sí y por eso se produjo todo lo que se produjo"..
Ahora se sabe que Batlle no tuvo ninguna incidencia en la ubicación de la desaparecida y que simplemente convalidó la investigación de Gelman; pero se confirma que había admitido que "militares uruguayos trasladaron como un envase -permítame decirlo- a mi nuera, embarazada de ocho meses y medio, de Buenos Aires a Montevideo, esperaron el nacimiento de la beba y dos meses después se la arrebataron, asesinándola efectivamente en Uruguay y, según el doctor Batlle, por el entonces capitán de Coraceros Ricardo Medina, alias Conejo"..
Ante la afirmación de Ramela de que la identidad del asesino fue sugerida por el propio Gelman a Batlle, y la otra, más temeraria, de que no hay evidencia de que María Claudia haya sido asesinada en Uruguay, el poeta argentino optó por revelar un mensaje enviado por Gonzalo Fernández, quien por indicación del propio presidente oficiaba de intermediario para las comunicaciones. El 5 de junio de 2000 (días antes de la tumultuosa entrevista entre Michelini y Batlle que quedó consignada en un expediente judicial argentino y después ratificada en el expediente uruguayo), Fernández le escribió a Gelman contándole la conversación que había mantenido esa mañana con el presidente: "(Batlle) insiste en que María Claudia estaba enterrada en el Batallón 14, en Montevideo, y no en el 13, que es la conclusión a la que llegó la investigación de La República; que el doctor Batlle investigó a los entonces vecinos de los involucrados y que eso confirmaba que está en el 14, no en el 13. Piensa el doctor Batlle que Ricardo 'Conejo' Medina es el encargado de ejecutar a María Claudia. Luego dice que la liquidaron después de sacarle la beba. Dice que el doctor Batlle va a pedir que se rescaten los restos de María Claudia y se los entreguen en un ataúd para los estudios del caso. Agregó que tenía una ubicación muy precisa de los restos, siempre en el 14. Que María Claudia y su hija estuvieron juntas unos dos meses", relató el poeta. .
Si Gelman no fue el origen de la noticia, ¿cómo se enteró Jorge Batlle de que Ricardo Medina es el asesino de María Claudia? Dice Gelman: "El doctor Batlle habló y encargó al entonces jefe de la Casa Militar, general González, y también a Ramela y a Gonzalo Fernández, que indagaran el tema. El doctor Gonzalo Fernández me envió un mail en el que habla de una reunión sostenida con el doctor Ramela y el general González, en la que éste señala que no puede 'dar explicación de por qué la ejecutaron -a mi nuera- sin devolverla a Buenos Aires'. Agregó que los tipos actuaban tan compartimentados e ignorando la identidad de María Claudia, 'que cuando Juan salió a la palestra pública entre ellos se preguntaban quién diablos era esa mujer'. El doctor Batlle maneja todos estos elementos desde hace más de tres años. El general González también estuvo investigando, fue el que le proporcionó datos al presidente. No se puede decir, a más de tres años de distancia, que no se sabe qué pasó"..
A la luz de estas manipulaciones y tergiversaciones, ¿a qué queda reducido el "estado del alma" del presidente Batlle? Remar contra la corriente tiene estos costos: en Argentina se declaran "nulas" las leyes de obediencia debida y de punto final; en España se reclama a la justicia, que solicita extradiciones de torturadores argentinos, la misma firmeza para investigar y condenar las desapariciones forzadas de enfermeras ejecutadas y clandestinamente enterradas en un valle de Asturias por tropas franquistas en octubre de 1937; en Bosnia se intentan ubicar las fosas comunes que permitirían aclarar la desaparición forzada de unos 700 musulmanes en la zona de Zvornik, durante la guerra de 1992-1995..
No sólo se trata de ir a contrapelo de la verdad; implica también comprometerse en una complicidad mucho más profunda, el ocultamiento del proceso por el que se sintetizan y socializan estas prácticas de terrorismo de Estado, de modo que las experiencias "puntuales" de la guerra civil española, de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, de Guatemala a comienzos de los años cincuenta, de la guerra de Argelia en 1960 y del Cono Sur americano en los setenta alimentan los "fundamentos teóricos" de una "mayor eficiencia" a la hora de aplicarlos en Yugoslavia o en Chechenia. Esa es la consecuencia más pérfida de la impunidad.