Una encuesta de casi 3.000 hogares realizada en cada uno de los 22 departamentos de Guatemala por la Organización Internacional para la Migración (OIM) destacó la importancia de la emigración y las remesas familiares como forma de mantener a flote la economía de ese país centroamericano.
Cada año, más de 90.000 guatemaltecos abandonan el país en busca de trabajo. Sin sus remesas, el crecimiento económico en 2002 y las proyecciones oficiales para 2003 se hubieran transformado en números negativos. En otras palabras, sin la diáspora guatemalteca, el país estaría en recesión.
El estudio de la OIM, titulado "Encuesta nacional sobre la migración internacional de guatemaltecos" y publicado en marzo de 2003, describe un panorama sociodemográfico más dramático que el de estimaciones previas sobre emigración, y llama la atención hacia la enorme dependencia nacional de las remesas para financiar no sólo gastos de consumo, sino también inversiones.
Entre 1960 y 2002, un total de 1,24 millones de guatemaltecos dejaron el país para vivir en el exterior: el 95 % se dirigieron a Estados Unidos, el 2,1 % a México y el 1,2 % a Canadá.
Dentro de Estados Unidos, casi un tercio de los guatemaltecos viven en Los Ángeles; otro tercio está dividido entre Nueva York, Miami, Washington D.C., Houston, Chicago y Norfolk, Virginia.
Del total de guatemaltecos que viven en el exterior, el 88 %, o 1,1 millón, están económicamente activos. Ellos dejaron atrás a 4,2 millones de parientes directos, que representan el 36 % del número total de familias de Guatemala.
Seis de cada 10 familias guatemaltecas con miembros residentes en el exterior viven en el campo. Sólo el 30 % de ellas viven de la agricultura o la pesca, y sólo el 16 % se consideran indígenas. Entre los emigrantes, sin embargo, el 41 % trabajó en tareas agrícolas o pesqueras en Guatemala. Esto da la impresión de que los agricultores tienden a producir más emigrantes por familia que otros grupos.
La vasta mayoría de los emigrantes son hombres (72,7 %). La OIM atribuyó este hecho a "cuestiones culturales o al hecho de que la mayoría viajan por medios irregulares, y los riesgos para las mujeres son mayores".
Más de 90 % de los inmigrantes guatemaltecos tenían entre 15 y 44 años cuando dejaron el país, "lo cual demuestra el enorme potencial de la población de esa edad para participar en actividades económicas", dice el estudio.
La encuesta también sirvió para aclarar ideas erróneas sobre los emigrantes y sus familias.
"En general, los indicadores reflejan que la población que emigra en busca de mejores oportunidades no pertenece a los estratos más pobres... dado que la mayoría ha alcanzado cierto nivel de educación". De hecho, el 86 % de las familias con miembros en el extranjero pueden leer y escribir, un porcentaje muy superior al índice nacional de alfabetismo, de 70 %.
Más de 7.000 emigrantes tienen estudios universitarios. Esto representa una pequeña parte del total, pero "un flujo importante de personas", dice el estudio. "Existe una transferencia inversa de recursos humanos calificados, es decir que Guatemala prepara gente para que otros países se beneficien", agrega. En total, casi 19.000 educadores y profesionales universitarios abandonaron Guatemala.
Los emigrantes trabajan en una gran variedad de empleos en Estados Unidos. Según el estudio, el 27 % de los emigrantes económicamente activos se desempeñan como operadores de equipos mecánicos y artesanos; el 22 % trabajan en servicios o como vendedores; otro 22 % son trabajadores no especializados, y el 14 % están empleados en la ganadería o la agricultura.
De los 4,2 millones de guatemaltecos con familiares en el exterior, más de un millón procede de los departamentos occidentales de Solola, Totonicapan, Quetzaltanango, Suchitepequez, Retalhuleu y San Marcos; 755.000 viven en áreas metropolitanas y 644.000 de los departamentos sudorientales de Santa Rosa, Jalapa y Jutiapa. En las regiones del norte y noreste, que tienen mayoría de población indígena, menos del 16 % de la población emigrante está constituida por mujeres. Sin embargo, en las áreas metropolitanas, más del 40 % de los emigrantes son mujeres. El flujo migratorio comenzó lentamente en los años 70, motivado en parte por los efectos del terremoto de 1976. En los años 80, la cantidad de emigrantes se cuadruplicó, debido principalmente a la crisis económica y la violencia política. El ritmo continuó en aumento, y se triplicó en los años 90.
Entre 1995 y 2002, más de 90.000 guatemaltecos partieron del país cada año (250 por día), principalmente hacia Estados Unidos, en busca de una nueva vida.
Casi dos tercios de los emigrantes (63,9 %) le pagaron a un "coyote" para hacer el viaje, el 15,7 % viajaron solos sin visas, y el 15,2 % lo hicieron con visa de turista. Los coyotes cobraban un promedio de 3.282 dólares por persona. Esto significa que, sólo en 2002, ganaron 191 millones de dólares por sus servicios.
La gran mayoría de la población nacional residente en el extranjero (77,5 %) no visita a sus familias en Guatemala, lo que parece ser un indicador de la precariedad de su situación ante las leyes de Estados Unidos.
Casi todos los emigrantes guatemaltecos (93,3 %) mantienen contacto con sus familiares en Guatemala. El medio de comunicación más utilizado es el teléfono (88,4 %). Sólo el 8,4 % se comunican por correo postal, y el 0,5 % por correo electrónico.
Casi el 80 % de los emigrantes envían remesas a sus familiares. El 43% % lo hacen mensualmente, el 14 % dos veces al mes, el 14 % dos veces al año y el 14 % una vez al año.
Cerca del 57 % de los que envían remesas lo hacen a través de giros postales, y el 30 % mediante transferencias bancarias.
Más de 600.000 familias en Guatemala reciben remesas. En promedio, cada hogar recibe entre 1.500 y 2.000 dólares por año. El estudio no investigó los costos de las transferencias, que en algunos casos asciende al 26 % del monto enviado (por ejemplo, Western Union cobra 13 dólares por enviar 50).
En 2001, los guatemaltecos residentes fuera del país enviaron 1.170 millones de dólares en remesas, principalmente en efectivo, pero también en forma de electrodomésticos, prendas de vestir, etc. En 2002, este monto aumentó a 1.217 millones de dólares. Esta cantidad representa el 5 % del producto interno bruto (PIB) y el 30 % del valor total de las exportaciones de bienes y servicios, sobrepasando las ganancias totales por venta de café, azúcar, bananas y cardamomo.
Los hallazgos del estudio contradicen la idea generalizada de que las remesas sólo sirven para cubrir gastos de consumo. Los datos revelan que las remesas no sólo cubren esos gastos (el 49 %), sino que también sirven como capital de inversión en actividades económicas y para mejorar las condiciones de salud, educación y vivienda. Cerca del 7,1 % se utiliza para pagar deudas, el 7 % para construcción de vivienda, el 4,5 % para educación y el 3,9 % para gastos médicos.
El hecho de que apenas el 1,6 % se haya invertido en negocios demuestra que las remesas no son en general un medio generador de fuentes de ingresos permanentes en Guatemala. Esto significa que el impacto macroeconómico de la emigración no es duradero y fluctuará de acuerdo con las condiciones laborales y sociales para los inmigrantes en Estados Unidos.
Aunque casi la mitad de las remesas financian costos de consumo y en parte pueden consistir en mercancías, que no cuentan para el cálculo del PIB-, al menos el 3 % del PIB se relaciona con la demanda creada por los envíos de dinero. En otras palabras, sin las remesas familiares, la economía guatemalteca habría estado en clara recesión en 2002. Del mismo modo, las nuevas remesas rescatarán a la economía nacional en 2003.