16 de agosto del 2003
Brasil patrocinó el golpe de Pinochet en Chile, en 1973
Emir Sader
"Ganamos". Con esta palabra el entonces embajador de la dictadura militar brasileña en Chile, Camara Canto, conmemoró el triunfo del golpe militar de Pinochet, para el cual, tanto él como el gobierno militar de Brasil habían trabajado intensamente. Ya era conocida esa participación, pero sólo ahora, en vísperas del 30o aniversario del golpe militar, una investigación realizada por el diario chileno La Tercera, permite reconstruir en detalles como fue la estratégica participación brasileña en ese episodio, que reabre el caso y merece investigación y castigo para todos los que fueron cómplices de esa criminal acción..
El largo articulo, publicado el día 3 de agosto, llamado "La ayuda secreta de los militares brasileños", afirma que el embajador Antonio Candido da Camara Canto era conocido como "el quinto miembro de la junta (militar) por sus estrechas relaciones con el gobierno militar". Destinado a Chile entre 1968 y 1975, Camara Canto estableció estrechas relaciones con altos miembros del Ejército y la Marina y, después del golpe, fue el primer diplomático en reconocer a la Junta Militar de Pinochet, permitiendo que la embajada brasileña coordinara la entrega de 70 toneladas de medicinas y alimentos entre los días 11 y 26 de septiembre como "ayuda humanitaria" del gobierno militar brasileño, además de utilizar sus contactos para gestionar la obtención de un crédito de 100 millones de dólares para Chile..
Camara Canto llego a recibir del asesor de la Junta Militar, Alvaro Puga, el reconocimiento: "Era un hombre que estaba de nuestro lado". El embajador norteamericano en el momento del golpe militar, Nathanael Davis, en su libro "Los últimos días de Salvador Allende", ya había afirmado que el embajador brasileño había intentado, en 1973 aproximar a la embajada de Estados Unidos a los planes golpistas. "Durante una cena, el embajador brasileño me hizo una serie de sugestiones (que no acepté), para tratar de llevarme hacia una coordinación entre las embajadas para un planeamiento cooperativo y unir esfuerzos en el sentido de provocar la caída de Allende"..
Considerado - según La Tercera - un eximio caballero y coleccionista de arte, Camara Canto era "profundamente antimarxista", había establecido una gran amistad con el general Sergio Arellano Stark, un militar que fue clave durante el golpe y la posterior represión. En septiembre de 1975, Camara Canto dejo su cargo en Santiago de Chile por razones de salud. Al cocktail de despedida compareció el general Gustavo Leight, miembro de la Junta Militar, mientras una comisión integrada por los generales Sergio Arellano Stark y Herman Brady fue a dejarlo al aeropuerto cuando partió de Chile..
Al año siguiente, Camara Canto aconsejó a un miembro de la cancillería chilena: "Aprovechen ahora para hacer lo que yo no hice en mi país con los izquierdistas, expulsen a todos los homosexuales". Efectivamente, en 1964, dice el periódico chileno, en el momento del golpe en el Brasil, Camara Canto había dirigido una verdadera "caza a las brujas", que investigo a 35 funcionarios de carrera acusados como subversivos u homosexuales..
El ex embajador de los Estados Unidos en Chile, Edward Korry, declaró en 1977, al Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, que "tenia motivos para creer que los brasileños habían funcionado como consejeros de los militares chilenos", agregando: "El apoyo técnico y psicológico del golpe chileno provino de Brasil". En 1985, otro ex embajador de los Estados Unidos en Chile, Nathanael Davis, afirmo en su libro que "la conexión brasileña fue confirmada por muchas fuentes". La Tercera consiguió confirmar los rumores de que en el final de agosto, un emisario civil del almirante Toribio Merino tomo un avión para Sao Paulo, disfrazado como si se tratara de un viaje de negocios, pero siendo responsable de una misión secreta. De su gestión dependía en gran parte la decisión de dar o no el golpe militar en Chile..
El viaje sirvió para superar uno de los mayores temores de los golpistas chilenos: el de una división de las Fuerzas Armadas. Si esta ocurriera - el temor, a juzgar por varios antecedentes, era especialmente en relación al Ejército - podría dar la oportunidad de intervención por parte del gobierno militar peruano de Velasco Alvarado, que podría aprovecharse de la situación para recuperar los territorios del norte de Chile, que fueron tomados por los chilenos durante la Guerra del Pacifico de 1879. Para ello contaba con aviones militares soviéticos comprados por la aviación peruana. Los golpistas chilenos apelaron a los servicios de información de la dictadura brasileña para certificarse de ese riesgo..
Cuando llego a Sao Paulo, el emisario - un ex oficial de la Marina, que después ocuparía un alto cargo al principio del régimen militar - recibió una orden precisa: "Viaje hoy a Brasilia, alójese en tal hotel y espere que hagamos contacto". Al día siguiente, recibió en el hotel la dirección a la que debía ir. Allí fue llevado a una sala donde, ofuscado por una luz frontal y sin poder ver a las personas que tenia enfrente, fue interrogado sobre su vida personal, su familia y sus negocios. Cuando terminaron de controlar su identidad, el visitante explico la urgencia de los golpistas chilenos en enterarse de los planes peruanos..
El emisario recibió la orientación de volver al hotel, permanecer sin salir y aguardar una respuesta. Algunas horas después, el emisario de Toribio Merino recibió una llamada telefónica afirmando que no tenían de que preocuparse, pues Perú no intervendría. Y exigieron que retornara inmediatamente a Chile. Menos de 48 horas después, Merino recibió la información de los servicios de inteligencia de la dictadura brasileña, lo cual fue confirmado por los acontecimientos posteriores..
Cuando en la tarde del 11 de septiembre, los miembros de la Junta Militar presidida por Pinochet realizaban su juramento en la Escuela Militar de Santiago de Chile, recibieron allí mismo la visita del embajador brasileño Camara Canto como el primer representante de un gobierno extranjero reconociendo la Junta Militar que usurpaba el poder..
Cuatro o cinco días después del golpe - siempre según La Tercera - el emisario enviado a Brasil se preparaba para asumir un alto puesto en el gobierno militar cuando recibió una llamada telefónica. Del otro lado de la línea hablaba alguien con fuerte acento alemán. Cuando el chileno dijo que no recordaba ese nombre, la persona le respondió que habían conversado poco tiempo atrás en Brasilia y que le había hecho un favor, a cambio del cual el pedía ahora un favor, con urgencia..
La persona que había interrogado al emisario chileno estaba en Santiago, era un general brasileño que dominaba varios idiomas y se identificaba como Castro y se presentaba como el numero 2 del SNI (Servicio Nacional de Informacoes). Se reunieron en el Hotel Carrera, en el centro de la ciudad y el visitante le explico que el gobierno de Allende había recibido muchos exiliados brasileños de izquierda, pero que entre ellos había varios infiltrados del SNI, que actuaban como agentes de ese servicio. Algunos de ellos habían desaparecido durante el golpe, por lo que suponía que estaban detenidos. "Son mis hombres, necesito sacarlos de aquí"..
El encuentro terminó amablemente -según el diario chileno-, el militar brasileño fue puesto en contacto con un oficial chileno para ayudarlo en la búsqueda de los agentes infiltrados. Cuando se despidió, el militar brasileño anunció: "Me dijeron que su gobierno pidió un préstamo urgente a mi país. Tengo buenas noticias para ustedes: fue aprobado un crédito de 100 millones de dólares"..
Según un relato posterior de Toribio Merino, aquel fue el primer dinero fresco que le llego a la dictadura pinochetista. "Teníamos dos problemas graves en septiembre: los salarios de fin de mes y la falta de harina en el país" - dijo. "Entonces el embajador de Brasil, que tenia un pariente que trabajaba en el Banco de Sao Paulo (sic), entro en contacto con el y obtuvo la posibilidad de conseguir un préstamo por un total de 100 millones de dólares"..
De acuerdo al relato de hombres próximos a Merino, la visita de aquel militar brasileño tuvo también un lado público. Cuando la Marina supo de su presencia en el país, le pidió que diera una conferencia sobre seguridad en la Academia de Guerra de la Armada..
Un mes después, en octubre, un despacho de la CIA enviado desde Santiago de Chile hacia Washington decía: "Presos brasileños liberados recientemente del Estadio Nacional relataron que mientras estaban detenidos fueron interrogados por individuos que hablaban fluidamente el portugués y, por eso, suponían que se trataba de oficiales de la inteligencia brasileña", de acuerdo al texto ahora divulgado. También corrían versiones según las cuales la dictadura militar brasileña había asesorado y transmitido técnicas de tortura a los militares chilenos al comienzo de la dictadura - todos esos procesos eran conocidos por el entonces embajador brasileño, llamado "el quinto miembro de la Junta" de Pinochet.