Para el gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia fue el fin de una cómoda administración de 13 años de tranquilidad social, una ruptura de la ironía que los tenía como autoridades electas como opositoras a la dictadura pero que gobiernan con su constitución, sus leyes y un calcado modelo económico pinochetista..
Por ello, no toda la sociedad entendía que para ser escuchados había que utilizar la misma protesta que se usó contra el dictador militar. Estaba el viejo temor de que era mejor no hacer nada, que "los militares pueden hacer otro golpe de Estado como el 73", que "no es bueno molestar al gobierno del compañero Lagos" o la ya no muy creíble justificación de que "el gobierno lleva muy poco tiempo para pedirle tanto". Falso, Pinochet estuvo 17 años y la concertación lleva 13 sin cumplir su programa de gobierno..
Sin embrago, la sociedad con algo de incredulidad apoyó la protesta y el paro. Los oficinistas que salían del trabajo a las 2 de la tarde no se iban corriendo a sus casas huyendo del humo lacrimógeno, no arrancaban aunque la calle estuviera revuelta por sirenas policiales y vieran a la gente correr de un lado para otro. No; los oficinistas se quedaban mirando a los trabajadores que llevaban lienzos y les daban datos por donde huir a los jóvenes que escapaban de la policía en el centro. Y es que el paro-protesta del 13 de agosto movilizó a millones de trabajadores y sectores sociales de Chile. Un paro llamado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) que tuvo distintas aproximaciones y formas de expresión..
La CUT muy fuerte en el sector público llamó a paralizar las instituciones del Estado. Por otro lado, el 80% de la masa laboral que pertenece al sector privado invitó a realizar protestas "como en dictadura" ante amenazas de despidos masivos si paralizaban. Al llamado de la CUT se le sumó una serie de sectores que también plantearon parar o protestar; mapuches, diversidades sexuales, estudiantes, cesantes, organizaciones de mujeres, la salud, los profesores, pequeños y medianos empresarios, futbolistas y muy especialmente los pobladores. Desde las cinco de la mañana y haciendo un guiño a lo que realizan los piqueteros argentinos se cortaron las principales rutas de ingreso al centro de la capital. Ello con el fin de demorar los ingresos a los lugares de trabajo..
Un punto importante dentro de la jornada de movilización nacional fue el cruce de las avenidas Américo Vespucio y Vicuña Mackenna. Un puerto de embarque al metro de Santiago que conecta a la capital y que utilizan trabajadores del sector Sur de la capital. Los protagonistas del corte de ruta fueron los colectiveros, autos de servicio que realizan rutas determinadas y están muy amenazados por los intentos del gobierno por licitar esos servicios. Una amenaza real que ya tiene funcionando servicios de trasporte español y que provocó la quiebra y cesantía en medianas y pequeñas empresas privadas locales. Los colectiveros desde las siete de la mañana se enfrentaron con carabineros, esquivaron y recibieron palos, se resistieron al arresto y utilizaron sus propios autos como barricadas móviles..
Entre las once de la mañana y las tres de la tarde, el centro de Santiago se convirtió en un campo de batalla. Trabajadores de la CUT, y estudiantes universitarios treinta años después rescataron el mensaje del presidente Allende y tomaron las grandes alamedas. Cerca de 4 mil manifestantes hicieron retroceder a las fuerzas policiales e implementaron formas de lucha tan variadas como la amplitud de la convocatoria. Los jóvenes arrojaban piedras e incluso incendiaron una patrulla de carabineros vacía, mientras mujeres y pacifistas se sentaban en las calles y recibían con gran esfuerzo los embates del chorro de agua del "Huanaco" que los arrojaba a metros más allá. La noche de el 13 fue puro "Rock and Roll", las mismas poblaciones que combatieron a Pinochet apagaron sus luces, encendieron velas y neumáticos y sacaron sus ollas viejas a sonar. Así terminó el primer paro de nuestra entrecomillada "democracia", el primero de un movimiento social callado de una sociedad que soportaba abusos y falta de respuestas. Para los que protestamos fue comenzar a escuchar al otro, abrir el corazón y romper la desconfianza y movilizarse con las viejas herramientas en tiempos nuevos. Un miércoles que renovó protagonistas, discursos y muy especialmente dejó en claro que el neoliberalismo puede ser perfectamente administrado por quienes se dicen socialistas y que en la práctica gobiernan con las más crueles leyes del mercado.