Lisandro Otero
Rebelión
Las declaraciones de Lula, en Venezuela, delimitando sus posiciones de la izquierda tradicional han causado estupor. Durante su visita a Hugo Chávez, Lula afirmó que no le gustaba ser rotulado como de de izquierda, que jamás había leído una sola página de materialismo dialéctico. Sin embargo, en la campaña electoral de 1998, en la que fue derrotado por Fernando Henrique Cardoso, Lula decía: "Somos una candidatura de izquierda para resolver los problemas sociales del país". El propio presidente del Partido de los Trabajadores (PT), José Genoino, publicó un artículo que comenzaba diciendo: "Con la victoria de Lula para la presidencia de la República, por primera vez la izquierda llegó al gobierno".

Algunos han comparado la victoria de Lula con la de Salvador Allende en Chile en 1970. La Unidad Popular del cono sur ganó el poder prometiendo no romper las reglas del juego de la política burguesa, respetar las instituciones capitalistas y someterse a las leyes del mercado. El propio Frei Betto declaró en vísperas de la toma de posesión que su amigo Lula haría lo posible dentro de las limitaciones que el poder impone. Nunca habló Lula de socialismo ni de nacionalizar la propiedad de los medios de producción, pero sí se comprometió con un programa de amplio beneficio social y se impuso como obligación primordial de su gobierno erradicar el hambre del Brasil.

El nombramiento de Enrique Meirelles, presidente del Banco de Boston para dirigir el Banco Central del Brasil fue una manifestación de que Lula no pensaba romper con los tradicionales mecanismos de la economía de mercado. Sin embargo, en su discurso en Venezuela, Lula fue sumamente crítico del sistema capitalista. Los resultados que Lula ha obtenido del mercadismo están manifiestos en las últimas cifras: el riesgo país, medido por el banco JP Morgan, bajó a 682 puntos y es el menor desde febrero de 2001; los títulos de la deuda brasileña ya se revalorizaron 37% este año; el dólar está estable y oscila en torno de los 3 reales; y la Bolsa de Valores de San Pablo rompió la barrera de los 15.000 puntos, prácticamente el doble del valor que tenía la suma de sus acciones el año pasado.

La política seguida por Lula estriba en aliarse con el capital productivo nacional contra el capital especulativo internacional, en desarrollar el mercado interior y efectuar una redistribución más equitativa del producto nacional. No cabe dudas de que este es un paso de progreso en relación a la dependencia total del imperio.

América Latina tenía, en 1980, 120 millones de habitantes por debajo del umbral de la pobreza y esa cifra se elevó, en el 2001, a 214 millones, o sea el 43% de la población. El número de indigentes, o marginales totales, ascendía hace dos años a 92.8 millones o sea el 18.6% de la población. Esa situación ha repercutido duramente en Brasil y es el panorama del cual Lula intenta escapar. Nuestro continente ha sufrido intensamente por haberse convertido en el laboratorio principal de tácticas del neoliberalismo.

Lula asumió la presidencia del quinto país del mundo en extensión, la décima potencia industrial pero de sus 147 millones de habitantes, 32 viven en condiciones de extrema pobreza. La deuda comercial de Brasil es la mayor de los países en desarrollo. En las calles de las ciudades brasileñas viven a la intemperie, sin protección ni recursos de ningún tipo, alrededor de dos millones de niños (algunos estiman que la cifra ascendería hasta ocho). El Brasil actual no es un oasis. Con un 12.4% de inflación, una moneda nacional devaluada en un 35%, el crecimiento del PIB reducido a un 1.6%, las tasas de interés situadas en un restrictivo 25%. Lula necesita elevar el mercado laboral en diez millones de nuevos empleos y aumentar las exportaciones a 15 mil millones de dólares. No son metas fáciles.

Hay que esperar, antes de retirarle la confianza a Lula, los resultados de una política de hacer lo posible dentro de lo apetecible, en una época de un imperialismo agresivo y expansionista.

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