Latinoamérica
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7 de julio del 2003
Uruguay
A treinta años del golpe de estado: recuperar el pasado
Andrés Capelán
ALAI
"Quien es dueño del presente domina el pasado; quien es dueño del pasado domina el futuro."
George Orwell ("1984")
Uno de los elementos centrales de esa gran anti-utopía del siglo XX que es la novela "1984" de George Orwell, es la contínua transformación del pasado. En la pesadilla orwelliana, el protagonista (Winston Smith) trabaja en el "Ministerio de la Verdad," una repartición estatal que se encarga de modificar los registros históricos de acuerdo a las necesidades del partido único que gobierna Europa. En su oficina, Smith recibe periódicos viejos y vuelve a redactar los pronósticos y las promesas del "Gran Hermano" para que se ajusten a lo que realmente sucedió luego.
Del mismo modo, cuando el gobierno "desaparece" a quienes intentan luchar contra su dictadura, hace borrar sus nombres de todos los registros burocráticos. Detalla Orwell en su novela: "En la inmensa mayoría de los casos, no se abría proceso ni se informaba al público de la detención. La gente sencillamente desaparecía, casi siempre de noche. Se borraba de los registros el nombre del preso, eliminándose todo vestigio de su identidad o de sus antecedentes personales; su existencia era negada y luego echada al olvido. El individuo resultaba suprimido y liquidado: 'evaporado' era la expresión en boga."
Aquí en Uruguay, el 27 de junio pasado se cumplieron 30 años de la disolución del Parlamento decretada por el presidente Juan María Bordaberry (Partido Colorado, 1972-76). La ocasión fue propicia para que se desarrollara una serie de actividades alusivas, que fueron desde manifestaciones de repudio hasta la inauguración de un centro de estudios que lleva el nombre del fallecido embajador de la dictadura y ex presidente Jorge Pacheco Areco (Partido Colorado, 1967-1972). El tenor de dichas actividades demostró una vez más que en estos temas, el país está dividido en tres grandes franjas: la de los militares y sus acólitos más directos, que reivindica el avasallamiento de las instituciones y las violaciones a los derechos humanos en nombre de un interés mayor llamado "Patria"; la de los políticos de derecha, que echa las culpas de lo sucedido al accionar de la guerrilla tupamara, que provocó la irrupción de las fuerzas armadas en la vida política del país; y la del campo popular, que afirma que el Golpe de Estado fue dado para destruir el movimiento obrero y poder luego proceder a una brutal rebaja salarial que sólo benefició a la oligarquía y la burguesía nacional.
Por boca de sus principales líderes (los ex presidente Julio Sanguinetti y Luis Lacalle), los gobernantes Partido Colorado y Partido Nacional insisten en la segunda opción, y han aprovechado sus discursos en las jornadas de recordación realizadas en el Parlamento Nacional para machacar sobre el tema. Por supuesto que se cuidaron muy bien de evitar mencionar el hecho de que para junio de 1973 la guerrilla tupamara estaba totalmente derrotada, ya que si tomaran en cuenta dicha circunstancia, su castillo de naipes ideológico se les derrumbaría estrepitosamente. Ambos insistieron en que en esos inicios de la década del 70 Uruguay vivió una guerra y tienen razón. Pero no fue una guerra entre las instituciones y la guerrilla; fue una guerra entre la burguesía y la clase trabajadora que se sintetiza en la consigna que por aquellos años levantaba la Tendencia Combativa: "La Guerra es contra el Pueblo."
Tan contra el pueblo fue esa guerra, que la abrumadora mayoría de los miles de presos políticos que hubo en nuestro país en esos años pertenecía al movimiento sindical y estudiantil, y nunca en su vida había tomado entre sus manos un arma más letal que un cuchillo de cocina. Sin embargo, la dictadura se ensañó con ellos y los desapareció, torturó, y asesinó con saña. Ejemplo paradigmático de esta circunstancia es el caso del maestro Julio Castro, quien fue secuestrado por los militares el 1° de agosto de 1977, cuando tenía 69 años de edad, y sigue desaparecido hasta el día de hoy. Sanguinetti y Lacalle culparon a la intolerancia y a la intransigencia del quiebre en nuestra vida institucional. Por supuesto que ambos también omitieron minuciosamente referirse a los asesinatos, desapariciones y torturas cometidas por los gobiernos inmediatamente anteriores a la dictadura, de los que el ex presidente Sanguinetti fue ministro de Educación y Cultura.
En ese mismo marco recordatorio, el ex comandante en jefe del Ejército del gobierno de Julio Sanguinetti, el teniente general (r) Daniel García dijo muy claro: " Una enorme cantidad de políticos fue a golpear las puertas en los cuarteles para empujar la acción e irrupción de las FFAA y la ruptura del orden constitucional porque entendían que el sistema político era incapaz de dominar el desorden de la sociedad y esas medidas extremas era la única solución para evitar el caos." Por supuesto que no dió el nombre de esa "enorme cantidad de políticos," aunque no es necesario investigar mucho para descubrir quienes fueron. Muchos de ellos colaboraron luego directamente con la dictadura, y muchos otros vivieron tranquilamente en el país durante toda esa década infame. Los otros, debieron exilarse o fueron encarcelados, desaparecidos y asesinados.
Entre quienes fungieron como consejeros de estado de la dictadura había varios políticos de los partidos Colorado y Nacional. Por lo pronto, el primer presidente de esa cohorte de amanuenses de los militares fue Martín Etchegoyen, entonces líder del Herrerismo, el sector que hoy lidera el ex presidente Luis Lacalle. También a su mismo partido y a su mismo sector pertenecían los consejeros Ricardo Reilly Salaverry, Antonio Gabito Barrios, Domingo Burgueño Miguel y Daniel Rodríguez Larreta, por no abundar. Por su parte, el partido de Julio Sanguinetti estuvo ampliamente representado: Pedro W. Cersósimo, Wilson Craviotto, Walter Belvisi Marcial Bugallo, Hugo Manini Ríos, Alejandro Végh Villegas, Eduardo Praderi, Mario Coppetti, y Pablo Millor, integraron dicho consejo, entre otros. Vuelta la democracia, casi todos los mencionados integraron las listas de sus respectivos partidos y desempeñaron cargos en los gobiernos de Sanguinetti y Lacalle.
Los dos ex presidentes siguen repitiendo una y mil veces el falso discurso con el que la derecha uruguaya pretende ocultar su complicidad con la dictadura que asoló el país durante más de una década. Son dignos alumnos de Goebbels e intentan repetir mil veces una mentira para que se transforme en verdad. Los uruguayos decentes seguiremos desenmascarándolos una y otra vez. No permitiremos que dominen el pasado porque no queremos que dominen el futuro. Ya sabemos de lo que son capaces.