Latinoamérica
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27 de julio del 2003
Un video de un cumpleaños, entre las "pruebas" halladas en la casa de un aprehendido
Las detenciones en México de los seis vascos reclamados por el estado español se realizaron sin orden judicial
La Jornada
Relatan detenciones violentas y cateos ilegales; niegan tener nexos con ETA
Seis ciudadanos de Euskadi que hasta hace poco no se conocían entre sí -unos habían cruzado saludos y algunas palabras en los habituales festejos del Centro Vasco de la Ciudad de México; otros ni eso- ahora tienen las 24 horas del día para convivir tras las rejas, en el Reclusorio Norte; todos son extraditables en un nuevo juicio sumario abierto en España por el juez Baltasar Garzón bajo acusaciones genéricas de asociación ílicita, vínculos con terrorismo y lavado de dinero.
Son, según dice la policía española que participó activamente en el operativo Donosti de la Procuraduría General de la República (PGR), una "célula de logística" de la organización armada vasca ETA.
Todos radicaban en ciudades distintas en la República Mexicana, salvo Juan Artola Diez y María Asunción Gorrotxategui, que forman un matrimonio y radican en Puerto Escondido. Los seis aseguran que no tienen cuentas pendientes con la justicia española ni nexos con ETA.
Todos empezaron sus respectivas jornadas del pasado viernes 18 sin imaginar que en las primeras horas del día se verían envueltos en episodios policiacos idénticos: robocops que los encañonaban, detenciones violentas y sin las órdenes judiciales respectivas, cateos ilegales, carreras enloquecidas de autos sin placas, hangares y avionetas de la PGR, vuelos desde Cancún, Puerto Escondido, Monterrey y Puebla al Distrito Federal, patrullas, caravanas de la Agencia Federal de Investigación surcando la noche con sirenas abiertas, interrogatorios, calabozos en la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada (UEDO), para terminar, ya entrada la noche del sábado 19, encerrados en el Reclusorio Norte. A escala nacional era el mayor operativo hispanomexicano contra presuntos etarras.
La red que finalmente atrapó a los seis -y a tres mexicanos- la empezó a tejer en agosto del año pasado el juez Baltasar Garzón, en Madrid, cuando fue detenido en la campiña francesa un presunto integrante de ETA, Juan Angel Otxoantesana, Kirru, quien años antes había radicado en México.
De los seis vascos detenidos el día 18, tres tenían visas FM-3, uno se naturalizó mexicano y dos más eran residentes indocumentados. Llegaron en fechas y en circunstancias distintas, entre 1991 y 1997. Dos estuvieron en el pasado detenidos en Euskadi, en los años 80, pero no fueron sometidos a juicio. Cuatro conocieron casualmente a Kirru y admiten haber depositado cheques a sus cuentas, por situaciones que describen a continuación.
Seis historias, de Euskadi a México
María Asunción Gorrotxategui está fichada en España como integrante del Comando Donosti. Empleada de un almacén en San Sebastián, de donde es nativa, expresa que nunca tuvo militancia política, aunque simpatiza con los independentistas. Salió hacia México cuando su marido, Juan Artola, empezó a temer por su seguridad. En Puerto Escondido llevó una vida abierta. "Me conocen todos: del gimnasio a la playa, del mercado a la casa". Cada mes viajaban los esposos al Distrito Federal para ver al médico, abastecerse de vituallas y saludar al paisanaje en el Centro Vasco.
En la UEDO le asignaron el alias de Rubia, que es el mote con que le llama su marido.
En 2001 el matrimonio viajó a España, a visitar a una parienta enferma.
Hace pocos meses se presentó en la embajada ibérica a renovar pasaporte. A Juan Artola, gerente de la compañía maderera Tableros y Chapas del Sureste, lo señalan como cabecilla de la célula y, según declaró el director de la UEDO, José Luis Vasconcelos, en su casa encontraron "oro puro" para el juez Garzón.
Parte de dicho metal sería una "receta" con la fórmula para construir armas químicas -método que ETA nunca ha utilizado- en el disco duro de su computadora, además de decenas de videos "comprometedores", los cuales son, señala Artola, de temas que van desde "cumpleaños sobrina" hasta documentales diversos sobre la problemática de su tierra.
Artola fue miembro activo de Herri Batasuna y de la ahora proscrita organización de derechos humanos Gestoras pro Amnistía. Sobre lo de las armas químicas exclama: "¡Que se pongan serios! Para la Internet soy bastante negado".
Las chequeras de Kirru
Denuncia algo que es común en todos: en sus respectivos domicilios se realizaron cateos sin órdenes judiciales ni testigos. "Cualquier cosa puede ser sembrada", advierten.
A Artola se le acusa de haber recibido 16 mil pesos de Félix Salustiano García, otro de los detenidos, y de haberlos depositado en la cuenta de Kirru. Y sí lo hizo. Ambos explican la transferencia de ese dinero: en 2001, una paisana, Sagrario Yolde, padecía una lesión en la espalda y requería una operación costosa. Se hizo una colecta. Salustiano reunió el dinero, 80 mil pesos, y los depositó en una cuenta de Artola, pero éste no podía hacerse cargo de asistir directamente a Sagrario y entonces depositó otro cheque a Kirru.
Antes de realizarse la operación, Sagrario fue detenida y deportada a España, acusada de participar en un secuestro. El dinero de la colecta fue entregado a su familia. "Ese -dice Salustiano García- es el gran misterio del lavado de dinero".
Félix fue detenido en Cuautitlán Izcalli, al salir de su casa rumbo a su trabajo. Es residente legal y tiene un hijo mexicano. Nunca imaginó que la policía española lo buscara.
Ernesto Alberdi Elijalde, guipuzcoano radicado en Puebla desde hace 16 años, está acusado de manejo de explosivos.
"Que me lo prueben", reta. Nunca renovó su pasaporte, aunque sí lo solicitó reiteradamente a la embajada. Nunca se ocultó porque no estaba huyendo de nada. Acepta que tiene una licencia de manejo con un nombre distinto al suyo.
Un cheque con su firma también transitó por las cuentas de Kirru. "Lo conocí en el Centro Vasco, me dijo que estaba vendiendo un coche. Un señor de Puebla, de apellido O'Farril, lo compró y me pagó 100 mil pesos. Deposité el cheque en la cuenta de mi empresa, Funcosa, en la que yo y el mexicano Pedro Ulises Castro Vargas (también detenido) somos cotitulares, y luego la transferí a la cuenta de Otxoantesana".
Asier Arronategui es el cuarto preso que tuvo alguna relación financiera con Otxoantesana.
Llegó de 22 años a México, conoció a Mónica Basurto y se casó.
Tiene tres hijos mexicanos. Radicaba en Monterrey. Se naturalizó en 1996.
Antes de emigrar militaba en la izquierda abertzale, cuando, en una manifestación multitudinaria, su padre fue detenido y brutalmente golpeado. Amigos de su entorno empezaron a caer en prisión. Entonces decidió viajar a México.
"El tiempo me dio la razón -expresa-; salí como muchos otros, para evitar la prisión y la tortura que acechaban a muchos de lo que llamaban el entorno de ETA. Ya no lo llaman así, ahora dicen que todo es ETA, todo es terrorista, todo es ilegal. Todo independentista es perseguido como terrorista." Asier y su familia iban y venían de Euskadi a México. En 1994 un familiar de Otxoantesana le pidió que le trajera un dinero de una herencia. Eran cerca de 800 mil pesos. Los trajo y los depositó en una cuenta de Kirru. Poco después su padre le manifestó su deseo de venir a México y comprar una casa. En Monterrey, Asier buscó un inmueble. Su padre le depositó mil 600 dólares para iniciar la compra. Esos son los hilos que, dice, Garzón tiene hoy en la mano.
Asier decidió regresar a Euskadi. El y su familia tenían boletos para viajar el 22 de julio. El día que fue detenido estaba frente a su casa, esperando el camión de la mudanza.
José María Urquijo fue detenido en Cancún. En el interrogatorio al que fue sometido en la UEDO no le preguntaron, según refiere, sobre ningún movimiento de dinero sospechoso. Al momento de su arresto portaba una identidad falsa, según la policía mexicana. Su pasaporte, reconoce, estaba "ultravencido".
Urquijo, Kinito, tuvo una orden de busca y captura en 1987, según informes de la prensa española. En 1989 era miembro de la dirección de Herri Batasuna cuando confesó que había sido confidente de un paramilitar de los Grupos Antiterroristas de Liberación. Ese año vino a radicar al país. En Cancún es administrador de una empresa de bordado por computadora y trabajaba en un proyecto para imprimir en México periódicos internacionales.