26 de junio del 2003
La ética de izquierda que se avecina
Uruguay: El "caso de las jerarquías municipales"
Nelson Cesin
Brecha
El informe del Tribunal de Conducta Política frenteamplista disparó
un debate de proporciones en la izquierda acerca de las fronteras del accionar
ético en el ejercicio del gobierno. La discusión, que establece
un corte ajeno a lo partidario, enfrenta más bien a quienes desempeñan
cargos de gobierno con quienes permanecen en el llano.
En la perspectiva del Tribunal de Conducta Política frenteamplista (TCP),
el mentado "caso Areán" se convirtió apenas en el disparador que
permitió arribar a conclusiones mucho más de fondo sobre la "conducta
política" de los máximos jerarcas de la Intendencia de Montevideo,
a tal punto que modificó el eje de la discusión, trasladándolo,
si se quiere, del caso Areán al "caso del equipo de gobierno municipal".
El informe del tcr es en varios sentidos lapidario para la administración
de Mariano Arana (en particular para el propio intendente, responsable en tanto
máxima autoridad de habilitar, o al menos no impedir, los desvíos
de conducta señalados en el fallo), y en esa constatación reside
el origen del fuego que amaga con provocar un gran incendio en la izquierda.
Con todo, el abroquelamiento del gabinete municipal y de sectores de la "fuerza
política" en contra del informe permite detectar dos lógicas distintas
en el plano político e incluso de las valoraciones éticas, cuyo
corte no reside en el enfrentamiento Frente Amplio (FA)-gobierno municipal,
sino en la contraposición entre quienes ejercen responsabilidades u ocupan
cargos de gobierno y quienes no, como los militantes de base o ciertas "personalidades
políticas" todavía resistentes a la lógica de la "cultura
de gobierno".
Al margen de estas consideraciones, el informe plantea a futuro varios dolores
de cabeza para la izquierda. Si el citado cierren filas en contra de éste
prospera, y el dictamen no es refrendado orgánicamente por el FA, la
señal sería que los "Lineamientos ético-funcionales para
la acción política" aprobados en 1990, principal referente del
fallo, podrán seguir siendo la máxima expresión de ética
pero inservibles para la acción política, o de que esos lineamientos
fueron muy mal interpretados en este caso, lo cual dejaría bastante en
falso a sus intérpretes para seguir integrando el TCP. Si, por el contrario,
el fallo es refrendado, entonces deberían "temblar las raíces
de los árboles" de 18 y Ejido y sus alrededores. El TCP, a lo sumo, se
encargó de detectar desvíos de conducta, pero no estaba dentro
de sus funciones promover acciones correctivas. De allí que la duda de
quién y cómo se encarga de corregir esos desvíos dentro
de la administración municipal, y eventualmente en el ejercicio del gobierno
nacional, plantee un nuevo motivo de jaqueca para la izquierda.
INTERPRETACIONES. A pesar de la andanada de cuestionamientos que recibió
por parte de destacadas figuras y sectores del FA (véanse páginas
3 y 4), hubo un aspecto del informe especialmente resaltado por los defensores
del ex secretario del intendente: el TCP descartó, por ausencia de pruebas,
los cargos más severos contra Areán, como el de tráfico
de influencias respecto a sus emprendimientos privados o a licitaciones en general.
En efecto, el TCP reputa como "exagerado atribuirle también eso" (haber
incurrido en tráfico de influencias) y agrega que "no ha obtenido elementos
ni testimonios con pruebas fehacientes con relación a la conducta de
Areán en lo relativo a las licitaciones".
Sin embargo, cualquiera que lo haya leído con detenimiento, y sin suspicacias,
podría advertir que el TCP describe abundante y minuciosamente algo muy
parecido a lo que descarta. A vía de ejemplo, sostiene que Areán,
a raíz de "su carácter de interlocutor privilegiado de empresarios
poderosos", representa "el ejercicio de un poder de hecho: pasa a ser operador
político con amplias posibilidades de intercambio de favores"; menciona
al menos ocho emprendimientos o casos de licitaciones "en que se plantean ese
tipo de situaciones"; y escoge especialmente el caso del Complejo Bahía
para describir de qué modo "se invierten los papeles cuando el propio
Areán, junto a sus socios, se transforma en un empresario interesado
en la instalación de un importante emprendimiento megadisco en el Cerro",
de lo cual "surge una innegable implicancia con su condición de secretario
privado del intendente". No creo en brujas, pero que las hay, las hay, podría
deducir algún supersticioso.
La lectura de connotados dirigentes de izquierda acerca de algunos aspectos
del fallo resultó un tanto sesgada, como si se tratara de atribuir al
texto los alcances de una afirmación que no contuvo. Así, por
ejemplo, el senador Danilo Astori, en una línea de razonamiento similar
a la de su colega Enrique Rubio, tildó de "desubicado" el informe porque
le pareció "inconcebible" que fuera mal visto que los empresarios se
contactaran con las autoridades municipales. Sin embargo, en el documento, hasta
donde se lee, no hay objeciones genéricas respecto a que exista relación
entre gobernantes y empresariado, sino advertencias acerca de la forma y los
límites en que esa relación debe procesarse.
MIRADA MOLESTA. Con el pretexto del "caso Areán", o a raíz de
él, el TCP amplió el teleobjetivo a territorio inexplorado, hasta
hacer foco en la cabeza del mismísimo intendente Arana. Y la difusión
de la imagen activó el escandalete político. Ni un marciano podría
sembrar sospechas sobre la conducta ética de Arana, pero el informe pone
en tela de juicio su capacidad para evitar y controlar los "desvíos de
conducta" en su administración, empezando por los de su equipo de gobierno.
En esa dirección, cuestiona especialmente a los directores municipales
Daniel Christoff (Planificación Territorial) y Juan Bengoa (Promoción
Económica) por su colaboración profesional con Areán en
el Complejo Bahía, considerando que la conducta de ambos tampoco se ajusta
a los lineamientos éticos del FA, pero involucra genéricamente
a la jerarquía municipal en un esquema de funcionamiento muy poco transparente,
capaz de habilitar implicancias entre la gestión pública y los
actores privados. Un esquema que, en resumen, "no concuerda con los estatutos
del FA en lo relativo a máxima eficiencia, eficacia, gestión profundamente
democrática y transparente, dedicación plena con sentido militante,
y evitar toda implicancia entre la gestión municipal y los beneficios
privados".
A juicio del TCP, "el error de procedimiento" del equipo de gobierno municipal
obedece a una "sujeción estricta" al Digesto Municipal, "sin entrar a
considerar lo que prescriben" los lineamientos éticos del FA. Ese señalamiento
fue, precisamente, el más recurrentemente utilizado por las principales
autoridades comunales, junto a los directamente señalados por el TCP,
para estrechar filas contra el informe. No puede ser, se quejó Areán,
que a los lineamientos éticos se los ubique "por encima de las leyes".
Christoff sostuvo, a su turno, que el hecho de que esos lineamientos estén
por encima de las leyes "puede resultar confuso a mucha gente", porque "primero
están las leyes". Y el propio Arana dijo sentirse asombrado de que se
le reproche "seguir el tocaf y las normas legales vigentes", porque ellas "no
coincidirían con los lineamientos que desde el punto de vista político
una fuerza quiere darse". La secretaria general de la comuna, María Julia
Muñoz, introdujo la variante del "desconocimiento de la administración
municipal" para desechar el informe y reafirmar que "los lineamientos (éticos)
se han cumplido". Quiere decir que, para las autoridades municipales, el marco,
y acaso el techo, de la conducta ética están en función
de lo que marcan la Constitución y las leyes (en el caso municipal el
Digesto o "las normas del tocaf"), y no los criterios estatutarios que estipula
su fuerza política, por cierto más exigentes y abarcativos a la
hora de contemplar el deber ser de la "militancia frenteamplista". Tampoco se
conoce que el Digesto, o cualquier otra norma de alcance municipal, haya operado
como mecanismo de contralor capaz de evitar o detectar los desvíos de
conductas señalados por el TCP. Es de público conocimiento, en
cambio, que ni la "Oficina del ciudadano" (exigida en los citados lineamientos
éticos) ni el defensor del vecino han prosperado como herramientas de
control social sobre la gestión municipal de la izquierda. ¿Será
que ahora para la izquierda el único tribunal capaz de juzgar conductas
y políticas es el que se reúne cada cinco años y se expresa
en las urnas? Ante semejante panorama, quizá no haya más remedio
que remitirse a la explicación de los "estilos de conducción"
para comprender por qué el intendente Vázquez aplicó el
criterio de tolerancia cero en episodios del pasado que en cierto punto podrían
ser comparados a éste, y ahora Arana aplica el de tolerancia máxima.
Pero hay otro punto, que tiene que ver con el lugar en el que se paran tanto
jerarcas de la comuna como algunos connotados dirigentes frenteamplistas. María
Julia Muñoz, por ejemplo, estimó que los integrantes del TCP se
movieron con criterios propios de quienes no tienen que lidiar con "lo concreto",
con el mundo de "lo real". La ciudad es un "organismo vivo", y quienes la manejan
e intervienen en ella también, estimó, en una muestra de pragmatismo
que, llevada hasta sus últimas consecuencias, puede justificar dislates
de todo calibre.
LÓGICAS. Desde otro ángulo, las reacciones contra el informe confirman
la existencia de dos lógicas contrapuestas en el accionar político
y la valoración de los límites éticos. En lo político,
esa contraposición quedó nítidamente expresada durante
la huelga de los funcionarios municipales de 2002, cuando varios sectores del
FA no consiguieron "persuadir" a sus representantes en el gabinete municipal
de que actuaran con una lógica distinta a la "cultura de gobierno". Quizá
el ejemplo más sobresaliente, en ese sentido, haya sido el del Partido
Comunista, que acusó a las autoridades municipales por el manejo del
conflicto, pero no consiguió siquiera que su representante en el gabinete
compartiera esa posición.
En el plano de las valoraciones sobre las conductas éticas parece ocurrir
otro tanto. La vara con que la lógica de gobierno mide los "líneamientos
éticos" es notoriamente más corta que la que ha utilizado, históricamente,
la lógica de oposición. Y acaso haya que convenir que determinadas
normas de conducta (aquellas que el FA sostuvo desde su fundación) pudieron
ser funcionales durante el reino de la "cultura de oposición" o de "resistencia",
pero aparecen como "excesivas" o inadecuadas ante los tiempos de gobierno que
se avecinan.
Entre sus recomendaciones, el TCP insta a "aprobar en tiempo útil un
documento (...) en el cual se extenderán a todos los cargos del gobierno
nacional los líneamientos éticos para la acción política".
Del éxito o fracaso de esa recomedación dependerá buena
parte de la matriz ética del gobierno que se nos viene.