La prensa amordazada
De la indignidad de algunos a las clausuras
LA REPUBLICA
La mayoría de la entonces llamada "prensa grande", adhirió más o menos descaradamente a la situación, o directamente la alentó. Esta denominación abarcaba a los mayores diarios, que respondían a los partidos tradicionales, todos los canales de televisión y la mayoría de las radios de mayor audiencia.
Hay que señalar que los diarios colorados "Acción" y "El Día" se opusieron a la disolución de las cámaras, aunque no apoyaron la huelga general. El primero fue clausurado y el segundo vivió dificultades de distinto tipo durante la dictadura.
En el otro extremo, el nacionalista "El País" y el colorado "La Mañana" se alinearon, no sólo con el quiebre institucional, sino incluso con los proyectos de "nueva democracia", de inspiración pinochetista (sin elecciones), sobre lo que editorializaron.
Desde 1967 a 1984, es decir, durante los conflictivos 5 años previos al golpe y hasta la reinstalación de la democracia, 86 medios de información fueron sancionados con diferentes medidas de censura. Casi la mitad (44%) de los órganos de prensa escrita fueron definitivamente clausurados. Esta cifra incluye cinco diarios de gran circulación dirigidos por Federico Fasano, que fueron clausurados uno tras otro.
Las primeras clausuras y el decreto 313/969 que prohibió el uso de siete palabras parecen torpes abusos autoritarios del presidente Jorge Pacheco Areco.
Pero cuando en 1971 (decreto 380) crea el Departamento de Operaciones Psicológicas de las Fuerzas Armadas, ya estamos en presencia de un engranaje clave de la doctrina de la seguridad nacional: la "psicopolítica".
Esta repartición tenía como cometidos "planificar las operaciones psicológicas, sociológicas y políticas; investigar y planificar el uso de los medios de comunicación de ideas para influir en las actitudes, emociones y acciones de los grupos blancos (...); en caso de guerra planificará e implementará la política del Ministerio de Defensa Nacional sobre los medios de comunicación de masas, a fin de destruir la voluntad de resistir del enemigo".
El mismo decreto del golpe contiene un artículo especial para prohibiciones de prensa; el 9 de julio un tanque derribó la puerta de un diario. Con los años, se crearon nuevos institutos (la Dinarp, la Ley 14.670 de radiodifusión), para dar mayor cobertura y un aparente marco claro para las reglas del juego. Pero estas mismas normas contenían ambigüedades y de hecho, las clausuras podían aparecer con motivos aparentemente desconcertantes, como comentarios sobre expectativas del comercio (Radio Oriental), publicidad sobre cine no apto para menores (El País), o tener financiamiento externo, como algunas publicaciones religiosas.
En algunos casos, además de la censura se aplicaron sanciones económicas, como el secuestro de ediciones impresas, retiro de publicidad oficial o de exoneraciones tributarias.
La censura abarcó a publicaciones extranjeras y así fueron secuestradas ediciones de diarios argentinos o de revistas como Newsweek, Le Monde o Time. Publicaciones de embajadas extranjeras en Montevideo fueron clausuradas por haber criticado al golpe de Pinochet en Chile.
También se reglamentó el trabajo de los corresponsales de la prensa extranjera en Montevideo.
En la perspectiva de la "psicopolítica", los periodistas individualmente pasaron a ser objetivos estratégicos. Un alto número fue detenido o debió emigrar. Julio Castro (subdirector de Marcha) fue desaparecido; Norma Cedrés (de El Popular) y Edmundo Rovira (de El País) murieron en prisión.
Pese a la represión, numerosos medios encontraron la forma de resistir el golpe. De a poco, fueron siendo clausurados definitivamente. Un caso extraordinario fue "Radio Nacional", a la que le prohibieron hasta el nombre pasó a ser "La Radio". Con talento y firmeza continuó transmitiendo valores democráticos durante todo el proceso. Era conducida por Germán Araújo, que batió récord de ingresos a prisión, con cientos de entradas. Cuando la radio fue clausurada "definitivamente" en 1983, Araújo realizó una huelga de hambre hasta que logró la reapertura.
Con motivo del plebiscito de 1980, Enrique Tarigo fundó un semanario opositor. A partir de la fecha, surgió una multitud de nuevos medios, sobre todo semanarios, que aprovecharon y ampliaron la apertura.
En estos medios se formó toda una generación de periodistas uruguayos.
La justificación de "El País"
Dijo en su editorial principal el diario "El País" el 21 de julio de 1974, página 10: "El concepto de seguridad y de visión de lo ocurrido entre nosotros a lo largo de muchos años es lo que justifica, jurídica e históricamente, la participación que hoy tienen las Fuerzas Armadas en la vida nacional y sus nobles y elevados objetivos". No lo dijo un columnista. Fue el editorial central del diario de ese día. Y el 11 de junio de 1976 en la página 5 se burla del régimen constitucional y afirma en su editorial central: "No compartimos la tendencia a sobrestimar las virtudes de la estricta institucionalidad democrático-republicana".
Días después, el 24 de junio de 1976 agrega en su página editorial: ¿"Cómo explicar a nuestros jóvenes el proceso que vivimos, la suspensión de algunos principios constitucionales y la decisión de construir una democracia superior a la que fue abatida por la sedición? ¿Cómo convencerlos de que las Fuerzas Armadas no salieron a la calle para dar su cuartelazo sino como último recurso, reclamado por la ciudadanía sana del país para salvar la esencia misma de nuestro sistema?".
Y el 21 de agosto de 1979, afirman editorialmente en la página 6: "Abandonaron los cuarteles, no impulsados por bastardas ambiciones de poder, sino cediendo al imperativo de librar a la Nación de la inminente amenaza del caos y de la ruina".
Y ante los intentos, en la Argentina del dictador Videla, de que cesara el genocidio y se restituyera la democracia, el diario "El País" se opone editorialmente el 27 de agosto de 1976, página 5: "Se explica y justifica que el gobierno del general Videla no haya establecido fecha ni plazo para dar por terminada su misión. No se puede abandonar la tarea emprendida sin antes estar absolutamente seguro que los profundos males que carcomen a la sociedad han sido radicalmente extirpados. De no actuar así se estaría ante un caso de irresponsabilidad histórica y de pusilanimidad personal. Y por cierto que en la Argentina aún no se han dado, ni siquiera remotamente, las condiciones que permitan esperar un futuro de estabilidad, de orden y de paz. Mal puede entonces abandonarse el timón de la nave y entregarla a quienes la pueden llevar a cualquier puerto. La hora para el descanso no ha llegado todavía".
Y bajo el título de "El bumerán de los derechos humanos", este paladín del genocidio editorializa el 23 de junio de 1978, página 9: "En caso de que prospere en la Asamblea de la OEA la tendencia a juzgar la pureza, desde el punto de los Derechos Humanos, de los regímenes que más contribuyeron a la proscripción del totalitarismo marxista en América, se habrá consumado una de las mayores sinrazones en la historia de la organización, como instrumento de unidad y de promoción de la democracia en el continente".
Y el 27 de junio de 1975 en su página 11, celebrando los dos años del golpe militar, "El País" afirma: "De ahí han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles y repugnantes de América Latina, burda especie a la que se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional".
E insiste sobre este tema el 2 de marzo de 1977, página 5: "Todos los derechos son pasibles de suspensión o limitaciones legales cuando corren riesgo el orden público y los bienes preciados de la colectividad".
Arbilla: "Yo era director de Información y me quedé..."
(El 27 de junio) "yo ocupaba un cargo importante realmente, era director de Difusión e Información de la Presidencia" (...) recordó Danilo Arbilla, director de Búsqueda. En el 73 tenía 30 años. Podría justificarme diciendo que tenía curiosidad. "Tuve la disyuntiva y me quedé. Quizás me autojustifiqué diciendo 'bueno, mientras esté acá puedo hacer algo'.
Aquello fue notoriamente un quebranto institucional, pero el ánimo era de cumplir el período de gobierno, sin Parlamento, pero en el período de gobierno todo no fue malo". (El Día, 6/6/93) *