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Latinoamérica

4 de junio del 2003

El gobierno mexicano responde a las demandas de los indigenas chiapanecos con militarizacion

INFODEMEX
Al paso de los años, en lo que va de las amenazas a las promesas gubernamentales, la militarización generalizada de las tierras indígenas de Chiapas sigue siendo la única respuesta permanente a las demandas de los nativos. Aun bajo los cálculos más conservadores, ésta es la entidad de la República con mayor concentración de tropas y equipo de combate.

Organismos civiles e investigadores independientes calculan que en Chiapas hay hasta 60 mil efectivos castrenses, mientras las fuentes militares, siempre parcas, nunca reconocen más de 18 mil. Luego de la ofensiva zedillista contra los indios rebeldes, en 1995, y hasta la fecha, no se han efectuado retiros o recortes significativos de tropa, y nada indica que su número haya disminuido en ningún momento: movimientos de personal, cambios de posición (a veces a unos cuantos kilómetros de su emplazamiento anterior) y relevo de algunos regimientos cada cuando. Nada más. Una transexenal maquinaria de guerra dedicada a 'contener' a los pueblos mayas y zoques del estado (2 por ciento de la población nacional).

En consecuencia, Chiapas es la única entidad donde se practica abierta y sistemáticamente una 'guerra de baja intensidad', tan proteica como convenga a su fin primordial, que es fracturar la solidaridad en las comunidades. 'Quitarle el agua al pez de la revuelta', o 'ganar las mentes y los corazones de las aldeas nativas', como sugerían los manuales clásicos que el Pentágono aplicaba en países bananeros. Donde hay militarización no hay paz.

El 27 de mayo de 2003, operan cerca de 50 puestos de revisión en caminos y carreteras. Se yerguen grandes instalaciones militares en la selva Lacandona, la zona norte, la región Frontera y Los Altos. Uno ve Bases de Operaciones Mixtas (BOM) por doquier. Medio millar de campamentos y cuarteles, en su mayoría concentrados en torno a comunidades en resistencia donde habitan las bases de apoyo del EZLN. En ciertos lugares, como Chenalhó, el valle de Ocosingo, los perímetros de Montes Azules y las cañadas de la selva, el despliegue de fuerzas federales de combate es abrumador.

La presencia sin tregua del Ejército federal ha transformado directamente la vida social de las comunidades donde se instala. Constituye una amenaza explícita para los zapatistas. Y si se trata de localidades 'aliadas' (como San Quintín, Cintalapa, Nueva Palestina, Monte Líbano y otros enclaves priístas de la selva), la transformación resulta más profunda; allí, los campesinos se vuelven lavanderas, meseras, chalanes, informantes, comerciantes; estas comunidades ahora conocen, al menos de vista, la prostitución y otras prácticas 'civilizatorias'.

Tal pareciera la respuesta fundamental del Estado mexicano al reclamo rebelde de 1994. La segunda vertiente de dicha 'respuesta', la denominada inversión social, ha sido millonaria en los números, parcial en su ejecución y siempre orientada a 'desanimar' de manera preferencial la resistencia rebelde. Diversos analistas han coincidido recientemente en que el gobierno de Vicente Fox sigue pensando en 'derrotar' la resistencia, a pesar de que ésta se mantiene pacífica. Más de mil comunidades permanecen en espera de que se cumplan los compromisos de un gobierno que sigue apostando a que 'eso se pudra'.