26 de junio del 2003
El desafío de Asunción
Angel Guerra Cabrera
La Jornada
La cumbre del Mercado Común del Sur(MERCOSUR), celebrada en Asunción, Paraguay, es una señal de los nuevos aires de rebeldía que soplan en el mundo y, en particular, en América Latina. Fue sin duda una ruptura con el encuadramiento en el redil imperial prevaleciente hasta hace poco en los gobiernos de la región y el primer intento a ese nivel de levantar un dique de contención a la pretensión estadunidense de imponer el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas(ALCA). Síntoma de ello, la presencia en la cumbre del presidente Hugo Chávez, firme opositor de ese proyecto, del que ha dicho que su aceptación sería "suicida". El haberlo invitado implica una adhesión a la integración y la solidaridad latinoamericanas y a un orden internacional multipolar, que Chávez reivindica como posturas inexcusables en la defensa de los intereses de nuestra América.
El ingreso de Venezuela al MERCOSUR -uno de los acuerdos de Asunción- le aportaría no sólo su fuerza como gran productor de hidrocarburos, sino el renacimiento del ideal bolivariano y las actitudes en defensa de la soberanía, la autodeterminación y la justicia social de que son portadores el gobierno de Caracas y el movimiento popular que lo sustenta y podría actuar como bisagra entre el MERCOSUR y el Mercado Común del Caribe(CARICOM), con el que Caracas sostiene estrechos vínculos.
Hasta ahora un acuerdo fundamentalmente aduanero, el MERCOSUR, aunque creado en 1991 entró en vigor cuatro años después, pero no pudo avanzar debido a las políticas de apertura a la globalización neoliberal en auge entonces en los países que lo forman: Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, además de Chile y Bolivia como miembros asociados. La paradigmática sumisión de Carlos Ménem a aquellas políticas y su vínculo "carnal" con el coloso del norte parecían haberle dado el tiro de gracia. No obstante, el mecanismo fue visto con desconfianza por Washington dada su fobia proverbial a cualquier intento de concertación latinoamericana.
Pero es la membresía de Brasilia y Buenos Aires, los gigantes suramericanos, lo que le confiere una enorme potencialidad estratégica como polo de integración económica y coordinación política, susceptible -como se propugnó en Asunción-, de ampliarse a otros países del área. También de convertirse en un importante desafío y contrapeso a la influencia de Estados Unidos en América Latina, que dotaría a la Patria Grande de una capacidad de negociación de la que ha carecido siempre ante las grandes potencias. Cabe recordar las maniobras del imperio británico en el siglo XIX para quebrar los proyectos unificadores de Simón Bolívar y José Artigas, y más recientemente de Estados Unidos, encaminadas a fomentar la desconfianza y la enemistad entre brasileños y argentinos.
La orientación latinoamericanista y de autonomía respecto a Washington de la cumbre de Asunción alivia también a Cuba del cerco y la grave amenaza de agresión de Estados Unidos. Y es que ella no habría sido posible sin la lucha de los movimientos sociales opuestos al neoliberalismo que propiciaron el ascenso a la presidencia en Brasil y Argentina de Luis Inacio Lula da Silva y Néstor Kirchner. Habría que añadir al nuevo mandatario paraguayo Nicanor Duarte, que ha expresado el propósito de defender las empresas públicas en un país donde las organizaciones populares han frenado el intento de privatizarlas y como sus homólogas de Brasil y Argentina rechazan fervorosamente el ALCA. También han contribuido las presiones sobre estos gobiernos de los sectores burgueses que producen para el deprimido mercado interno, de las que no se libra ni el ultraneoliberal y ultracipayo presidente de Uruguay Jorge Battle, hostigado a la vez por el repudio de la ciudadanía.
Todo ello se inserta en una corriente mundial de ruptura con la cultura y la ideología dominantes, que cuestiona al capitalismo, las políticas neoliberales y la democracia mercadológica para millonarios que les son inherentes y rechaza airadamente la guerra permanente, el fraude electoral y corporativo, la privación de los derechos civiles y la mentira institucionalizada como política de Estado, encarnados por George W. Bush y su grupo.
Es en América Latina donde esta corriente ha logrado una influencia mayor en la conducta de los gobiernos, como lo refleja la cumbre del MERCOSUR. De modo que la tónica independiente alcanzada por esta sólo tendrá continuidad y podrá extenderse y consolidarse con la intervención decidida de los movimientos sociales. Es la articulación de sus esfuerzos en cada país y a escala continental lo que puede imprimir un carácter popular y de justicia social a los esfuerzos integracionistas e impedir la imposición del ALCA.
aguerra12@prodigy.net.mx