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Latinoamérica

Lula a las naciones ricas:

"El hambre no puede esperar"

Narco News traduce el discurso del presidente brasileño Lula da Silva en la cumbre del G8 en Evian

Por Luiz Inácio Lula da Silva

Traducción de Narco News 2 de junio de 2003

Nota del Editor: En la primera salva de aplausos previa al encuentro en Washington el 20 de junio próximo con el Presidente de Estados Unidos George W. Bush, el presidente brasileño Lula da Silva dio un discurso el domingo pasado a los líderes de los países miembros del G8 -los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Japón, Canadá e Italia- que pidió un impuesto internacional a la venta de armas, entre otras audaces soluciones, para terminar el hambre en la Tierra y crear las condiciones necesarias en todo el mundo para resolver "especialmente, el narcotráfico y el terrorismo".
Narco News traduce hoy este histórico discurso al inglés y al español como editorial invitado.
Mis primeras palabras son de agradecimiento a la iniciativa del presidente Jacques Chirac. El diálogo de los países más ricos del mundo con los países en desarrollo es hoy más necesario que nunca. Tenemos que trabajar juntos. La solución de nuestros problemas pasa necesariamente por el respeto a nuestras diferencias. Vengo de un país que se encuentra hoy movilizado por una energía ético política extraordinaria, tanto para enfrentar nuestros problemas internos como para estableces nuevas y más constructivas sociedades internacionales.
La pobreza y la miseira que atacan a millones de hombres y mujeres en Brasil, en América Latina, en África y en Asia, nos obligan a construir una nueva alianza contra la exclusión social. Estoy convencido de que no habrá desarrollo económico sin sustentabilidad social y que, sin ambos, tendremos un mundo cada vez más inseguro. Es en ese espacio de disgregación social que prosperan los resentimientos, la criminalidad y, en especial, el narotráfico y el terrorismo.
Quiero hablarles de forma simple y directa: vengo a proponerles acciones colectivas, responsables y solidarias, en favor de la superación de las condiciones humanas en que se encuentra gran parte de la población del globo. El hambre no puede esperar. Es preciso enfrentarla con medidas de emergencia y estructurales. Si todos asumimos nuestras responsabilidades, crearemos un ambiente de mayor igualdad y de oportunidades para todos.
La economía mundial está dando señañes preocupantes de recesión. Los problemas sociales, como el desempleo, inclusive en los países ricos, se están agravando cada vez más. Estoy seguro de que uno de los objetivos de esta reunión del G8 es buscar camino para que la economía vuelva a crecer. Necesitamos una nueva ecuación que permita retomar el crecimiento e incluya a los países en desarrollo. La incorporación de los países en desarrollo a la economía global pasa necesariamente por el acceso sin discriminaciones a los mercados de los países ricos. Hicimos un gran esfuerzo y sacrificio para conquistar la competitividad. ¿Pero cómo competir libremente en medio de la guerra de los subsidios y otros mecanismos de proteccionismo, que crean una verdadera exclusión comercial? No venimos aquí a lamentarnos, ni, simplemente, a engrosar el coro de las recriminaciones. Sabemos cuáles son nuestras responsabilidades. Estamos haciendo nuestra parte, ejecutando políticas económicas equilibradas, combatiendo el desperdicio y la corrupción, priorizando las instituciones para el buen funcionamiento de nuestras economías. Hemos demostrado voluntad política para combatir los desequilibrios sociales y la pobreza.
Estamos haciendo eso en Brasil con democracia y pluralismo, sin fundamentalismos, con cautela y firmeza. Estamos organizando nuestras finanzas y recuperando la estabilidad para crecer de manera sustentable. Pero sabemos que organizar y dar estabilidad a nuestra economía es tarea necesaria pero no suficiente. Necesitamos forjar un nuevo paradigma de desarrollo que combine estabilidad financiera con crecimiento económico y justicia social. Hoy queremos crecer con financiamiento sustentable, distribuyendo la renta y fortaleciendo la democracia.
Ninguna teoría, por más sofisticada que sea, puede ser indiferente a la miseria y a la exclusión. Mirando la historia contemporánea, sobre todo en los periodis que siguieron a las graves crisis económicas y sociales, veo que el desarrollo se dio a partir de profundas reformas sociales. Esas reformas incorporaron a millones de hombres y mujeres a la producción, al consumo y a la ciudadanía, y crearon un nuevo y prolongado dinamismo económico. Fue así en los Estados Unidos a partir de los años treinta. Fue así en la Europa de la posguerra.
Brasil y muchos países en desarrollo hicieron, en la última década, un esfuerzo exigido por las estrategias económicas predominantes. Pero no hubo avances importantes en el combate a la exclusión social. Al contrario, donde el fundamentalismo imperó no se alcanzó la estabilidad económica prometida. Aumentaron el desempleo, el hambre y la miseria. Nuestros sistemas productivos no conquistaron espacios en el comercio internacional correspondientes con nuestros sacrificios. La falta de democracia económica y social amenazó a la democracia en su conjunto.
No queremos la mirada piadosa de los países ricos.
Necesitamos soluciones estructurales que deben ser parte de un conjunto de cambios en la economía mundial. Esperamos coherencia de nuestros socios más ricos. Veo con preocupación las resistencias en la OMC para remover los subsidios billonarios, principalmente en la agricultura. Cuestiones prioritarias -como el acceso a los medicamentos- son pospuestas.
Esas actitudes no son constructivas y sólo aumentan el escepticismo con relación a las buenas intenciones y la sabiduría de los más prósperos. Tenemos que definir las responsabilidades, lo que implica también nuevas tareas para los países en desarrollo. Los que disponen de mayor capacidad pueden y deben ejecutar políticas más solidarias y generosas en favor de las naciones más necesitadas. Es eso lo que Brasil está haciendo en el plano regional.
Mi gobierno quiere fortalecer el Mercosur y promover la integración de América Latina. Como afirmó el presidente Kirchner de Argentina, son proyectos estratégicos y políticos orientados a la mejoría de nuestras condiciones de vida. Brasil está dispuesto a profundizar sus sociedades con los países de América del Sur y abrir más espacio en nuestro mercado a sus exportaciones. Nuevos mecanismos financieros ayudarán a la integración regional.
Sé que aquí se va a discutir el Nepad. De nuestra parte, con África, que visitaré en agosto próximo, vamos a ampliar la cooperación, especialmente en sectores como salud, educación, calificación profesional e infraestructura. Los países de América Latina y del Caribe, que integran el Grupo de Río, en la reciente Cumbre de Cuzco, encargaron al presidente Vicente Fox de México y a mí para que fuésemos sus portavoces aquí en Evian. Allá fueron discutidos mecanismos innovadores de financiamiento para combatir la pobreza e invertir en la infraestructura.
Recomiendo a mis colegas aquí presentes la lectura atenta de esas propuestas. El hambre es una realidad intolerable. Sabemos que existen condiciones plenas para superar ese flagelo. Mi propuesta -anticipada en Porto Alegre y Davos- es que se cree un fondo mundial capaz de dar comida a quien tiene hambre. Es lo que estamos comenzando a hac en Brasil. Hay varias formas de generar recursos para un fondo de esa naturaleza.
Doy dos ejemplos. El primero es la tasación del comercio internacional de armas -lo que traería ventajas desde el punto de vista económico y ético.
Otra posibilidad es crear mecanismos para estimular que los países ricos reinviertan en ese fondo un porcentaje de los intereses pagados por los países deudores. Algunos países desarrollados han presentado propuestas para enfrentar ese problema. Son iniciativas válidas, que merecen ser consideradas.
Queridos colegas, la multilateralidad representa, en el plano de las relaciones internacionales, un avance comparable al de la democracia en términos nacionales.
Valorilzarla es oblicación de toda nación comprometida con el progreso de la civilización, independientemente de su dimensión económica y de su peso político y militar. Tenemos que mantener el diálogo, ampliándolo con bases duraderas, y no de forma episódica. Eso se aplica al G8 y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La expectativa de Brasil es que los países del G8 se vuelvan verdaderos aliados en el combate al hambre y a la exclusión social en la recuperación de la cooperación internacional para el desarrollo, condición indispensable para la seguridad y la paz. Mi vida y trayectoría política me hacen creer que las causas justas son victoriosas cuando hay voluntad, diálogo y negociación. Para que este encuentro inédito de Evian atienda los anhelos legítimos de nuestros pueblos -en el Sur y en el Norte- tenemos que demostrar sobre todo determinación en el combate a las desigualdades sociales.
Muchas gracias.
http://www.narconews.com/Issue30/articulo797.html