21 de abril del 2003
La corrupción de todos los días
Uruguay: Llegó el "sálvese
quien pueda"
Carlos Santiago
Bitácora
Es muchas veces bueno, especialmente cuando se está sumergido
en una crisis de la magnitud de la uruguaya, tratar de separar las aguas para
poder, de alguna manera observar con la mayor claridad posible, los elementos
que conforman la coyuntura.
Sí así lo hacemos llegaremos a comprender que en ocasiones nuestros
gobernantes, especialmente durante el período extenso y nefasto del contador
Alberto Bensión al frente de la cartera de Economía, actuaron
con una dinámica propia y favoreciendo intereses sectoriales, aunque
ello fuera un desatino y en definitiva hasta nos produjera una erosionada relación
con el FMI.
No contentos con ello hoy se ha comenzado a visualizar otro fenómeno
similar que se advierte en algunas empresas públicas en las que, sus
directorios, aparecen abocados a una tarea con un objetivo nuevo: su vaciamiento.
¿De qué otra forma se puede calificar lo que está ocurriendo en
ANCAP, en donde se suma a las enormes pérdidas de 250 millones de dólares
por sus fallidos negocios en la Argentina, una específica política
destinada a favorecer a empresas vinculadas a su presidente, hombre de negocios
que tiene intereses no solo en nuestro país sino en empresas papeleras
de la Argentina? Una empresa pública que pagó el año pasado
dos millones y medio de dólares por la opción de compra de una
petroquímica, también de propiedad de la fallida Solpetróleo,
que volvió a pagar en enero de este año 350 mil dólares
para mantener esa prioridad, otra suma similar en febrero. En el pasado mes
de marzo ANCAP pagó 11 mil dólares al día y en abril está
pagando 12 mil al día. El plazo vence el próximo viernes 25, pero
es posible que se pida una prórroga. Todo esto en un país en donde
está restringido el aporte oficial a los hospitales.
Si a estos manejos le sumáramos la irracional política tarifaria
que llevó a los combustibles a precios inalcanzables para la mayoría
de los uruguayos, sin siquiera tomar en cuenta otros hechos que serán
trasladados al lector en otra oportunidad, la conclusión a la que se
arriba es casi indiscutible. El directorio de ANCAP está aplicando una
política clara, determinada, encaminada al deterioro de la empresa que
no podrá resistir mucho tiempo más una situación de caída
tan aguda.
¿Será una alternativa a la fallida política de privatizaciones?
No lo sabemos a ciencia cierta, pero es evidente que el camino emprendido no
es el mejor para los intereses del país y cabe una explicación
esclarecedora sobre lo que se está haciendo.
¿Cuál es el sentido de esta dinámica tan singular, cuyo objetivo
económico no se puede escudriñar? ¿Cómo es posible que
el gobierno embarque a las empresas públicas en políticas tan
negativas, por ejemplo la tarifaria, que determinan perjuicios gigantescos para
ellas mismas? La rebaja del precio de las naftas tuvo el objetivo de desprenderse
de un acumulado de ese combustible que, de lo contrario, debía venderse
a precios ruinosos en el mercado argentino. ¿Por qué no se rebajó
también el gas oil? Las explicaciones sobre ello son tan endebles como
inaceptables. Se afirma que no se redujo su precio para mantener un equilibrio
en la región en donde el combustible tiene un valor, medido en dólares,
similar.
Qué lamentable conclusión y que falta de sustento técnico,
porque si miramos el asunto desde el punto de vista de los ingresos, del volumen
de dinero en circulación en la sociedad, podremos llegar a la conclusión
que el precio del gas oil es más oneroso en el Uruguay para las posibilidades
económicas del país que en Argentina y Brasil. Aquí, por
lo que definiríamos como un conservadurismo a ultranza, se prefiere seguir
con el mismo mecanismo tarifario, castigando a la población y, evidentemente,
perjudicando a ANCAP. La gente que ya no puede pagar boleto, que no sube a taxis,
que utiliza la bicicleta para desplazarse, los camioneros que hacen menos viajes
agrupando cargas con destinos cercanos y mil ejemplos más, demuestran
la desmesura de una política que tiene como resultado el deterioro de
ANCAP. ¿Ello no lo ve nadie en el gobierno?
Tampoco advierten estos señores, en relación a ANTEL, que las
familias siguen tratando de economizar en el uso del teléfono, cuando
no lo han abandonado lisa y llanamente. ¿No se han dado cuenta que los uruguayos
no utilizan ya el teléfono celular?
¿Por qué vamos a esto? Leamos lo que ha dicho Michel Mussa, economista
jefe del FMI, un oficialista vinculado a la más rancia tecnocracia fondomonetarista.
Afirma que "una de las más importantes conclusiones con relación
a las crisis recientes ha sido la percepción de que los esfuerzos precedentes
para afrontar tales crisis, utilizando programas de ajuste y paquetes de ayuda
organizados por el FMI, de hecho, han empeorado las cosas".
¿Será que el gobierno y los directores de las empresas públicas,
en su afán de lograr las guiñadas del FMI, llevan adelante posturas
que ya estaban fuera de época y que hoy ni siquiera son contempladas
como válidas por lo propios tecnócratas del FMI? Mussa sostiene
que esas políticas "han empeorado las cosas", sin embargo aquí,
con una constancia brutal, sin tener en cuenta la destrucción de riqueza
que continúan provocando, se aplican de manera implacable.
Es evidente que los técnicos de ese organismo advirtieron que Uruguay
se había convertido en un barril sin fondo, (recordemos que en semanas
desapareció una primera partida de setecientos millones de dólares,
destinados a cumplimentar la política de "honrar las deudas del país")
¡700 millones de dólares!
Era obvio que para entregar más dinero plantearían nuevas condiciones
que restañaran de alguna manera la sangría permanente de dinero
que, obviamente, se trasladaba al exterior. Hoy el país está ante
una similar disyuntiva. O funciona el canje de deuda o el FMI no entrega las
partidas convenidas.
Esa posición también coincide con otros elementos de la realidad
que sigue siendo grave, quizás por una comprobación que ya es
indiscutible que da cuenta de la absoluta caducidad del modelo, que no hace
pie en ningún punto de la realidad uruguaya.
Por más buena voluntad que ponga el actual ministro Alejandro Atchugarry,
el deterioro seguirá acentuándose, especialmente cuando se han
comenzado a perfilar aspectos de una política desesperada, la del "sálvese
quién pueda" (vaciamiento), que puede tener gravísimas consecuencias,
a través del deterioro de las empresas públicas, para el país.
Este es un tema que abordaremos. Los uruguayos deben conocer las consecuencias
de lo que se está haciendo y las responsabilidades de cada uno de estos
chapuceros puestos a gobernantes.
(*) Secretario de redacción de "Bitácora"