James Petras y Henry Veltmeyer
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Dinámica histórica del Partido de los Trabajadores (PT)
Los publicistas contemporáneos se refieren al PT como un partido de trabajadores, basado en sus supuestos lazos con los movimientos sociales y su profunda participación en la lucha de clases y otras luchas sociales. Esto era verdad en el momento de su fundación hace más de dos décadas. El hecho más significativo del PT es su cambio cualitativo durante el último cuarto de siglo, que ha pasado a través de varias etapas esenciales: (1) relación con los movimientos sociales y sus luchas; (2) estructura interna del partido y composición de los delegados a su Congreso del Partido; (3) programa y alianzas políticas y 4) estilo de liderazgo. El PT, en el momento de su fundación, era un partido con un fuerte componente de movimientos sociales -trabajadores sin tierra, favelados urbanos (moradores de barrios bajos), ecologistas, feministas, grupos culturales y artísticos, activistas progresistas religiosos y de derechos humanos y los principales nuevos sindicatos de trabajadores metalúrgicos, así como profesores, trabajadores de la banca y funcionarios. El PT aumentó rápidamente el número de afiliados y la influencia de su participación directa en las luchas sociales. Al principio, las campañas electorales fueron en gran parte un complemento de las luchas extraparlamentarias. Con el tiempo y con los éxitos electorales que fue cosechando, el sector "electoral" del PT tomó el control del partido y, poco a poco, redefinió su función como aparato básicamente electoral, manteniendo la retórica de la lucha social, pero concentrando sus esfuerzos dentro del aparato y las instituciones del Estado, así como formando alianzas de facto con partidos burgueses. Una minoría del "partido electoral", el ala izquierda, continuó apoyando los movimientos -desde las instituciones-, ofreciéndoles defensa legal, denunciado la represión estatal y estimulando con su oratoria las concentraciones de masas. Sin embargo, está claro que todas las tendencias del partido electoral, la izquierda, el centro y la derecha, ya no estaban implicadas en la organización cotidiana de las masas, excepto en el momento de las campañas electorales. El segundo cambio básico se dio en la composición del partido y de sus Congresos. A mediados de los años noventa la gran mayoría del aparato del partido estaba ya compuesto por funcionarios a tiempo completo, profesionales, abogados, profesores universitarios y otros empleados de clase media y de clases inferiores. Los activistas "voluntarios" desaparecieron o fueron marginados conforme el partido reemplazaba las luchas de masas por la búsqueda de puestos oficiales y por el trapicheo con grupos de negocios y con una serie de partidos de centro izquierda y centro derecha. El último Congreso del PT, antes de la elección de Lula, fue abrumadoramente de clase media (el 75 %), compuesto sobre todo por funcionarios, con unos poco sindicalistas, representantes del MST (Movimiento de los Sin Tierra) y líderes de derechos humanos. Claramente, el PT había dejado de ser un "partido de trabajadores", ya fuese en su composición, en sus delegados al congreso o en su relación con los movimientos sociales antes de las elecciones. Además, muchos de los miembros elegidos del PT en los ámbitos municipal y estatal provenían de alianzas con otras clases sociales, grupos de negocios y partidos burgueses, alianzas que el PT repetiría en la campaña presidencial de 2002. En otras palabras, el giro a la derecha del PT en el ámbito nacional había sido precedido por un modelo similar en los ámbitos estatal y municipal durante la década de los noventa. Más aún, muchos de los líderes importantes del partido, que luego serían consejeros de Lula, ya practicaban políticas neoliberales desde sus respectivas posiciones, incluso si el programa nacional del partido todavía hablaba de socialismo, de antiimperialismo y de impago de la deuda externa. Conforme se acercaban las elecciones de 2002, los líderes nacionales del PT, con Lula mostrándoles el camino, eliminaron todas las referencias programáticas al socialismo y al antiimperialismo, de acuerdo con las prácticas neoliberales de los miembros electos del partido y con el apoyo mayoritario de los delegados de clase media. El tercer cambio significativo del PT es la evolución de su programa. Esencialmente, los cambios programáticos han tenido lugar en cuatro etapas: (1) Durante los años ochenta, el PT abogaba por una sociedad socialista basada en la democracia de estilo asambleario, vinculada a los movimientos sociales. El PT defendía el rechazo de la deuda externa, una amplia redistribución de la tierra con el apoyo financiero, técnico y publicitario del estado, la socialización de la banca, el comercio exterior y la industria nacional (algunos sectores exigían la expropiación de grandes industrias y otros la gestión conjunta de los trabajadores). Estas posiciones radicales se discutían abierta y libremente entre todas las tendencias (desde los marxistas a los socialdemócratas), que incluso publicaban sus propios periódicos y aireaban su disidencia. (2) Desde principios de los años ochenta a finales de los noventa, el PT se pasó a la derecha y el eje del poder cambió hacia una posición "socialdemócrata" (en apoyo del estado del bienestar) mientras que la izquierda marxista continuó siendo una fuerte tendencia minoritaria. Los socialdemócratas controlaron cada vez más el aparato del partido de clase media, mientras que los marxistas organizaron su oposición desde dentro del mismo aparato y unos pocos, si es que hubo alguno, se concentraron en la organización de las masas para contrarrestar su cada vez mayor debilidad en la maquinaria del partido. Mientras que el programa formal todavía conservaba las demandas radicales iniciales, en la práctica la mayor parte de los gobernadores y los alcaldes recién elegidos no pusieron en entredicho las relaciones de propiedad existentes. El ala radical de los funcionarios elegidos en Porto Alegre introdujo la noción de un "presupuesto participativo", que implicara a los comités de vecinos, pero no logró municipalizar ningún servicio esencial, incluido el transporte, o estimular ocupaciones de tierras o las exigencias de los trabajadores sin tierra. Además, el presupuesto participativo se basó en los fondos asignados por regímenes estatales y municipales, que establecieron las prioridades presupuestarias totales. Políticamente, esto significó que incluso el PT radical aprendió a coexistir y a cooperar con la banca y con las elites industriales e inmobiliarias. En la práctica, la minoría marxista y las alas socialdemócratas dominantes del PT debatían únicamente sobre la lengua programática, mientras que las diferencias reales entre ellos eran, de hecho, bastante estrechas. La tercera fase del PT, aproximadamente entre finales de los años noventa y las últimas elecciones, fue testigo de un giro todavía mayor a la derecha en términos programáticos. Incluso las referencias retóricas al marxismo, al socialismo y al rechazo de la deuda externa desaparecieron. El liderazgo del partido estaba en plena transición hacia el liberalismo social y combinaba la retórica populista contra la pobreza con la búsqueda de alianzas con el mundo neoliberal de los negocios, de la banca y de las elites de la agroexportación. Durante la campaña electoral, Lula rechazó el referéndum sobre el ALCA que organizaron el MST, los sectores de la iglesia progresista y otros grupos de izquierda. En cambio, el PT pidió "negociaciones para mejorar el ALCA". En junio de 2002 el PT firmó un pacto con el Fondo Monetario Internacional y accedió a sus dictados sobre la austeridad fiscal, un surplus del presupuesto para pagar a los accionistas, reducciones del gasto público y el respeto de todas las empresas privatizadas. Los aspectos sociales de este programa liberal eran la declaración a favor de una reforma agraria gradual (de dimensiones no especificadas), una agenda política de "pobreza cero", subvenciones familiares para alimentos y títulos de propiedad para los okupas urbanos. La fase final de la evolución del programa del PT empieza en 2003, como un partido presidencial. El gobierno de PT abraza entonces un ortodoxo programa neoliberal. A pesar de las promesas de un aumento de los gastos sociales, el régimen de Lula ha reducido presupuestos, ha impuesto la austeridad fiscal, ha aumentado las tasas de interés para atraer capital especulativo y negocia con los EE.UU. la reducción de sus barreras comerciales. En otras palabras, para el régimen de Lula, sus diferencias con los estadounidenses se reducen a lograr que Washington practique una economía de mercado consecuente. La mayor parte de los izquierdistas del mundo que consideran la victoria del PT y de Lula como la llegada de cambios básicos sociales, o a lo menos importantes, en beneficio de los pobres y de una redistribución de la riqueza y de la tierra, basan su opinión en imágenes anticuadas de la realidad. Durante los últimos años, los militantes que construyeron el partido sobre la base de movimientos populares han sido sustituidos por "neolulistas", por funcionarios trepas, por profesionales sin historia de política de clases, que llegaron al partido para asegurarse los beneficios de un cargo y hacer contactos de negocios. El resto de los antiguos demócratas reformistas sociales han sido desviados a ministerios marginales o, si se atreven a poner en entredicho la hegemonía neolulista, son sometidos a medidas punitivas por "violación de la disciplina del partido". Al igual que en Inglaterra, donde el "New Labour" neoliberal proimperialista de Tony Blair sustituyó al tradicional socialdemócrata Labour Party, los estrategas ortodoxos neoliberales de Lula han creado un "Nuevo Partido de los Trabajadores" sin contenido social, sin democracia. Liderazgo y democracia de partido
Desde su fundación a finales de los años ochenta, el PT tuvo una vibrante vida interna, abierta y libertaria. Los miembros acudían a las asambleas generales y discutían con los líderes y los hacían responsable de su política, de sus discursos y de su presencia o ausencia en manifestaciones populares. El liderazgo era colectivo y las tendencias políticas diferentes exponían sus posiciones sin miedo a que nadie fuese expulsado o sometido a disciplina. Para los observadores exteriores, en particular los convencionales científicos sociales estadounidenses, la vida interna del partido era "caótica". Sin embargo, se reclutaban nuevos activistas, los militantes se ofrecían para actividades políticas y campañas electorales y el partido avanzaba a pesar de la hostilidad universal de los medios de comunicación. No obstante, hacia finales de los años ochenta, el ala socialdemócrata electoral ganó ascendencia y se dedicó a castigar y expulsar a algunos sectores de la izquierda radical. Las asambleas fueron sustituidas por reuniones de los funcionarios a tiempo pleno, que ponían en práctica primero las decisiones políticas y luego discutían con sus colegas radicales del aparato del partido. Miles de activistas empezaron a distanciarse, en parte por el crecimiento del clientelismo, en parte por las estructuras verticales que habían surgido y, en gran parte, porque el partido se dedicó casi exclusivamente a la política electoral. La mayoría de los observadores exteriores siguieron escribiendo sobre el PT como si todavía fuera la organización "horizontal" de los primeros años, confundiendo los debates entre las diferentes tendencias del aparato de partido (izquierda, derecha y centro) con las asambleas populares iniciales. En la elección de 1994 y con mayor intensidad a partir de entonces, el PT se convirtió en un partido personalista organizado en torno a Lula -como si éste fuese la encarnación de la Voluntad Popular- y a los barones del partido en sus bases de poder de los gobiernos estatales y municipales. Cada vez más, los activistas voluntarios del partido fueron sustituidos por funcionarios a sueldo, por políticos profesionales y por especialistas en relaciones públicas encargados de las elecciones, creadores de imagen y propagandistas televisivos. Se violaron reglas estrictas sobre la financiación electoral conforme la cúpula buscó y aceptó fondos de contratistas estatales para pagar el nuevo y caro estilo de las campañas electorales en los medios de comunicación. Ya en el nuevo milenio, el partido estaba controlado por un pequeño núcleo de consejeros cercanos y una pequeña elite de jefes, liderados por Ze Dirceu, que rodeaban a Lula y alentaban su personalista dirección centralizada, cada vez más autoritaria. Los programas ya no estaban abiertos a un debate serio. El programa del partido, se dijo a todo el mundo, era lo que Lula quería para ser candidato o, más tarde, para ganar la campaña. Lula decidió, con su círculo de consejeros, establecer una alianza con el ala derecha del Partido Liberal sin consultar con nadie, menos aún con las masas de la base, acerca de este cambio estratégico. El mismo grupo impuso un nuevo programa social liberal a través de su control de los funcionarios a tiempo pleno en el Congreso del Partido justo antes de las elecciones de 2002. La verticalidad personal se convirtió en el sello del PT, en gran contraste con su estructura horizontal inicial. El cambio a estructuras autoritarias políticas facilitó el rechazo de las restantes exigencias reformistas sociales de todo el PT. Lula y su pandilla decidieron no apoyar el referéndum del ALCA, a pesar de que once millones de brasileños participaron y más del 95 % votó en contra. Los neolulistas consideraron el referéndum como una amenaza a sus alianzas con la derecha y, lo que es más importante, a su acercamiento a la Casa Blanca de Bush. Conforme el tradicional programa del PT iba siendo desechado y la apertura de Lula a la derecha se hacía más profunda, sus consejeros proyectaron cada vez más la imagen de Lula como el "hombre del pueblo", el "norteño compasivo", el "presidente metalúrgico ". Lula representó a la perfección el doble papel de neoliberal y "presidente trabajador": a los favelados les daba abrazos, lágrimas, apretones de manos y promesas. Al Fondo Monetario Internacional le garantizó un surplus presupuestario para pagar a los accionistas, el despido de empleados del sector público y la promoción de las elites de la agroexportación. El PT, contrariamente a la mayor parte de los neolulistas, es un partido que aspira a representar una alianza entre los grandes industriales y los intereses agrarios nacionales y los banqueros de ultramar: espera conservar la lealtad del mundo del trabajo mediante "pactos sociales" basados en acuerdos entre los sindicatos y la patronal, que le permitan a ésta reorganizar el lugar de trabajo, despedir obreros para disminuir los costos y aumentar el número de trabajadores a tiempo parcial y con contratos cortos, a cambio de lo cual los líderes sindicales recibirán una remuneración monetaria simbólica. El nombramiento de miembros de la izquierda del PT como ministros de la Reforma Agraria y del Trabajo está destinado a pacificar los sindicatos y el MST con una representación simbólica, no sustancial. El trabajo de los ministros izquierdistas del PT consiste en predicar la "paciencia" y pronunciar discursos radicales inconsecuentes en las reuniones de trabajadores industriales y de trabajadores sin tierra. Todos los ministros izquierdistas se enfrentan con presupuestos limitados y una estrategia económica favorable a los negocios que minará cualquier programa sustancial de reforma. Se ven obligados a suplicar a los ministros económicos neoliberales dominantes cualquier aumento presupuestario residual, empresa con pocas perspectivas de éxito. Algunos ministros izquierdistas dimitirán, la mayor parte de ellos se adaptarán a la ortodoxia liberal y optarán por lo que llamarán el "nuevo realismo" o el "posibilismo". El PT, como movimiento dinámico basado en el partido de los obreros y los campesinos, está muerto. ¡Larga vida a los neolulistas y a su líder paternalista!