26 de noviembre del 2003
Mariátegui y la Revolución Bolivariana
Isrrael Sotillo
"Los profesionales de la inteligencia no encontrarán el camino de la fe; lo encontrarán las multitudes".
J. C. Mariátegui
El primer gran maestro y pensador que tuvo el marxismo latinoamericano, fue José Carlos Mariátegui. Su obra constituye, concretamente, un rompimiento epistemológico en la historia de las ideas políticas de la Patria Grande.
A decir de Aníbal Quijano, la obra de Mariátegui, "constituye la base misma de una teoría posible de la revolución peruana y latinoamericana, no superada todavía". Además de un teórico de la política Mariátegui fue también un propagandista de altos quilates; siendo, igualmente, un luchador político y organizador de la clase obrera.
Al contrario de quienes despotrican de la política, Mariátegui, la elevaba a una instancia superior de vida: "La política es hoy -decía- la única actividad creadora. Es la realización de un inmenso ser humano. La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria. Y la verdad de nuestra época es la revolución". Y, ciertamente, la revolución si que hizo metástasis en los débiles huesos de su corporeidad: "No nos basta condenar la realidad, queremos transformarla".
Poseedor de un saber penetrante hizo suyas las premisas fundamentales del marxismo: "El marxismo no es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales. El marxismo en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades".
Mariátegui periodista revolucionario
La viudez de su madre María Amalia Lachira, una campesina del pueblo de Sayán, aunado al estado de pobreza reinante en su casa, lo llevó a trabajar desde temprana edad. A los 15 años ingresó al periódico La Prensa de Lima, empezó como obrero de los talleres tipográficos y luego escribiría allí sus primeras crónicas. Varios de los obreros de esa publicación eran anarquistas y lo relacionaron con Manuel González Prada, el autor del famoso "Discurso del Politeama"; quien en esta pieza oratoria manifestaba por vez primera y de manera abierta, la dominación de la oligarquía de los terratenientes; la incapacidad y corrupción de la clase dominante y de su instrumento militar; la sujeción de las masas campesinas a la ignorancia y a la servidumbre. Y que era un serio emplazamiento a los jóvenes para que se pronunciaran contra esas condiciones del Perú de finales del Siglo XIX. Junto con Abrahán Valdelomar y otros compañeros de La Prensa participa en el movimiento Colónida, y fundan una revista con el mismo nombre, la cual sólo vio publicados cuatro números, allí ayudó con su producción literaria.
Un poco más tarde pasó a El Tiempo, otro de los rotativos de la capital peruana; aquí estuvo al frente de la fuente parlamentaria participando en los debates desde fuera; pero fue, en todo caso, en este último diario donde inició su ejercicio intelectual político al publicar noticias y comentarios acerca del movimiento obrero, al tiempo que acentuó en ese espacio su vinculación con los dirigentes anarquistas.
Después vino la revista Nuestra Época, en la cual publicó un polémico artículo, "Malas tendencias: el deber del ejército y del Estado", el texto era una verdadera defensa de la idea de destinar los recursos del erario nacional al impulso del trabajo y de la educación, en lugar de adquirir armas para los militares; le costó una golpiza por parte de los ofendidos oficiales peruanos. Al año siguiente funda un periódico, La Razón, desde donde se enfrentó al presidente Augusto Bernardino Leguía (1908-1912; 1919-1930); hasta llegó a ser considerado por éste como peligroso para la paz de la nación, al extremo que Mariátegui tuvo que optar por dejar el Perú e irse a Europa donde fungiría como corresponsal de El Tiempo, siendo abundante su producción periodística, sobre todo en Italia.
Al regreso del viejo continente pasó a ocupar la dirección de la revista Claridad, desde donde Víctor Raúl Haya de La Torre, el iniciador del APRA, ya había comenzado, también como director, el debate ideológico contra la dictadura de Leguía. Del mismo modo, colaboraba en Variedades y Mundial, revistas de contenido ideológico liberal. Es célebre la discusión que desató en esta última publicación con el intelectual y político peruano Luis Alberto Sánchez, quien había arremetido contra el indigenismo de los costeños, a propósito de un artículo suyo: "La polémica es útil cuando se propone, verdaderamente, esclarecer las teorías y los hechos", le subrayó en una de sus réplicas.
Creó, asimismo, la Editorial Minerva, que sirvió para publicar una serie de libros peruanos y extranjeros en los cuales se exponían distintas visiones del mundo, y que constituía una alternativa para las nuevas generaciones de intelectuales en contra de la ideología de la oligarquía nacional. En esta misma casa editora vio la luz Amauta, que fue su gran arma propagandística, en esta revista agrupó a una poderosa batería de intelectuales que encarnó, sin duda, un nuevo movimiento intelectual. Por cierto, que las palabras pronunciadas con motivo de la presentación de Amauta, son depositarias de su carácter humanista y latinoamericanista:
[..."Todo lo humano es nuestro"...]; [..."Esta revista vinculará a los hombres nuevos de Perú, primero con los de los otros pueblos de América, enseguida con los de los otros pueblos del mundo"...].
El título de la revista era una adherencia a la raza y un homenaje al incaísmo.
Pero más que eso, perseguía darle a la palabra una nueva acepción, crearla otra vez: "Amauta cribará a los hombres de la vanguardia -militantes y simpatizantes- hasta separar la paja del grano.
Reducirá o precipitará un fenómeno de polarización y concentración".
Amauta fue considerada por él mismo como una revista de debate científico y de esclarecimiento ideológico.
Otra experiencia editorialista lo constituyó el periódico Labor, en este órgano de prensa Mariátegui desplegó con furor su ingenio de propagandista del socialismo entre los obreros peruanos. Labor sería cerrado por el régimen de Leguía en los meses siguientes a su aparición.
Como periodista, escribió tanto que parecía un Lenin, un Gramsci; artículo tras artículo, un ensayo y otro más, no se cansó en su corta vida de escribir.
Los dos libros que publicó (tenían forma de libros), La Escena Contemporánea (1925) y los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (1928), no eran armónicos desde el punto de vista temático, fueron, más bien, compendios de investigaciones periodísticas y de artículos de opinión. Posterior a su desaparición física se publicaron Defensa del Marxismo (1934) El Alma Matinal y otras estaciones del hombre de hoy (1950), y La Novela y la Vida (1955). Sus hijos Sandro, Siegfried, José Carlos y Javier Mariátegui Chiappe, publicaron las obras completas de este genial pensador latinoamericano.
La mayoría de sus biógrafos coincide en que no conoció a su padre Francisco Javier Mariátegui, quien era un limeño descendiente de una rica familia. Murió el 16 de abril de 1930 en un sanatorio de Lima. Moría próximo a cumplir 36 años de edad. Había nacido en Moquegua, Perú, el 14 de junio de 1894.
José Carlos Mariátegui y la revolución bolivariana
Mariátegui, al igual que el Libertador Simón Bolívar, era un antiimperialista militante, lógicamente, más avanzado que el ilustre caraqueño, debido al desarrollo experimentado por el pensamiento socialista y a la propia madurez del imperialismo. Mariátegui decía que "el antiimperialismo, no constituía, por sí solo un programa político"; y añadía que "el antiimperialismo no anulaba el antagonismo entre las clases, no suprimía su diferencia de intereses".
De allí que, como revolucionarios venezolanos, nuestro accionar inmediato sea manifestarle y demostrarle a las masas todos los días, y lo decimos con palabras del Amauta, que "sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera". Igualmente, nos dejó una sentencia que nos corresponde también a nosotros ejecutarla ahora mismo, sin dilaciones: "el futuro de América Latina es socialista".
Para nadie es un secreto que Mariátegui, le tenía una fe honda a la revolución socialista, por eso, sobrepasaba lo sustantivo del vocablo: "La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante a equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente.
Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana, será, nada más y nada menos, que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será, simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra se puede agregar, según los casos, todos los adjetivos que queráis:
'antiimperialista', 'agrarista', 'nacionalista-revolucionaria'. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos".
En este orden de ideas, podemos afirmar que en Venezuela se está trabajando en la construcción del socialismo, aquí lo llamamos "Democracia Participativa". Lo demuestra el modelo de economía social integral puesto en marcha por el Comandante Hugo Chávez Frías, el cual, comienza a experimentar una etapa de madurez y de definiciones.
Es oportuno reflexionar en ese sentido, por ejemplo, en lo relativo al afianzamiento de la unidad cívico-militar: ¿Cuántos de los generales tenidos como progresistas acompañarán a los campesinos y campesinas de este país en su justa lucha por la tierra. ¿Cuántos se colocarán del lado de la oligarquía terrateniente y de sus propios intereses? Hasta ahora no hay una palabra última, pero la discusión ya tiene lugar en el seno del pueblo-campesino- pobre. ¿Hasta dónde nos asistirán los militares? Comienzan a preguntarse. Y de verdad que hay dudas al respecto.
Al mismo tiempo, los campesinos ya aprecian que el reparto de tierras, prometido por la revolución, y ordenado por la Constitución, a través del Decreto con Fuerza de Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, no termina de concretarse; y que en estos momentos está en suspenso, porque se espera por una decisión del Tribunal Supremo de Justicia que "aclarará" la validez o no de las Cartas Agrarias. Pero, independientemente de ese pronunciamiento por parte del Máximo Tribunal de la Republica, la repartición justa de la tierra va a depender, sin temor a equívocos, de la alianza entre civiles y militares.
Es por ello que puede aseverarse que la corriente mariateguista le insuflará mayor capacidad de entendimiento a las masas obreras y campesinas venezolanas en la necesidad de ir esclareciendo su papel en el proceso de cambios. Mariátegui, sostenía que "cumplida su etapa democrática-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolucionaria proletaria". Sin embargo, se cuidada cuando afirmaba que en esa etapa era más que impostergable la necesidad de la organización y preparación del pueblo para cualquier tipo de lucha para la defensa de sus conquistas y de la revolución.
De allí, que nuestra sugerencia a las mujeres y hombres que luchan por afianzar la Revolución Bolivariana; es que incorporen en el debate ideológico venezolano, el pensamiento de José Carlos Mariátegui, porque él representa no solamente una importante fuente de ideas revolucionarias, sino, porque hay demasiados puntos coincidentes con lo que aquí se está tratando de hacer y lo que el peruano pensaba.
La idea del mito mariáteguista en Venezuela
Filosóficamente hablando, Mariátegui, sostenía que la burguesía sufría, hoy día, y sigue padeciendo -decimos nosotros- de la falta de un mito, de una fe, de una esperanza. Por ejemplo, aseveraba que "a la idea de libertad la asesinaron los demagogos", al igual que a la idea de democracia en la hora actual. Y sin duda, que en ese orden de ideas, se puede afirmar, sin temor a equívocos, que lo más que le sobra al proceso venezolano es mito, fe, y esperanza.
Esa realidad es la que nos da aliento en la voz para salir triunfantes de la lucha que libramos contra el imperialismo estadounidense y sus aliados de turno, las burguesías colombiana y española, concubinas de la venezolana; debido a que los pueblos capaces de una victoria son los pueblos capaces de un mito multitudinario, tal cual como lo sostenía Mariátegui.
Los poderosos del mundo que quieren ponerle la mano a Venezuela, tienen que saberlo muy bien, antes de emprender cualquier intervención aventurera contra nuestro país; aquí, ¡Bolívar Vive! Por lo tanto, la lucha seguirá hasta lograrse la segunda independencia y con ella la integración definitiva de América Latina.
Se entrelaza así el pensamiento de José Carlos Mariátegui con nuestra realidad: "La vida más que pensamiento, quiere ser hoy en Venezuela acción, esto es combate. El hombre venezolano tiene necesidad de fe. Y la única fe, que puede ocupar su yo profundo, es una fe combativa. No volverán en Venezuela, quién sabe hasta cuando, los tiempos de vivir con dulzura".
Fue así, como, poco a poco, comprendimos que el mito mueve al hombre en la historia. Ahora sabemos que sin un mito la existencia del hombre no tiene ningún sentido histórico. Que la historia la hacen los hombres poseídos por una creencia superior, por una esperanza superhumana; y que los demás hombres son el coro anónimo del drama. Señoras, Señores, ese hombre está entre nosotros hecho de carne y huesos.-