Diario Hoy
Atrapado desde hace rato en la red del FMI, el Ecuador no tiene salida. Nuevamente, hace unas semanas, una misión del Fondo revisó su economía y tomó la lección al gobierno en el cumplimiento de la Carta de Intención. A diferencia de la vez anterior, el coronel ya no tenía entre sus acompañantes a los indígenas, a través del Pachakutik. Por eso ahora habrá que ver cómo reacciona el Fondo, que en julio se hizo de la vista gorda al pasar por alto once incumplimientos y sin demora, a principios de agosto, entregó el segundo desembolso del crédito pactado.
Dicha flexibilidad del FMI se podría entender en el marco de la alianza política del coronel con fuerzas de izquierda que viabilizaron su elección. El coronel, quien desde un inicio apostó por el Consenso de Washington, apoyado por el FMI y los organismos multilaterales interesados en completar el ajuste estructural, quiso completar una agenda y un proyecto fuertemente cuestionados por el movimiento indígena, ubicando en algunos puestos de la administración pública a representantes de dicho movimiento. Para el Banco Mundial, ese gobierno, con una fuerte presencia indígena, planteaba "riesgos pero también una importante oportunidad para el Ecuador", oportunidad para continuar por el sendero neoliberal, se entiende.
En este punto, con el retiro de los indígenas del gobierno, habrá que ver cómo reacciona el Fondo.
Puede suceder que -como aconteció en los años de mayor crisis: 1998 y 1999- el FMI endurezca su posición para forzar a que el Congreso acepte la agenda legislativa impuesta, arguyendo que si no se aplica la "receta" aumentaría el riesgo-país y no vendrían capitales del exterior. Sin embargo, por razones de geopolítica y quizás también para aprovechar de un gobierno debilitado, cuya estabilidad podría verse amenazada por las acciones que desplieguen la fuerzas sociales reagrupadas en un frente amplio, el FMI bien podría mantener su condescendencia, sin dejar de presionar por el cumplimiento de sus imposiciones, que influyen en el ámbito legislativo, ejecutivo y también jurídico: el FMI amenazó que se perdería el descuento de 2.600 millones de dólares, si la Corte Suprema sanciona la flagrante ilegalidad de la negociación de los Bonos Global en el gobierno de Gustavo Noboa.
Sin los indios, lo que podría pesar más en la segunda revisión de la mencionada Carta es el papel que asumiría el Ecuador en el Plan Colombia. Así, si por un lado podría haber el deseo de apuntalar a la dolarización al menos hasta que el país cumpla con la totalidad del ajuste estructural, por otro existe un interés estratégico para garantizar la gobernabilidad (militarizada) al sur de la frontera colombiana. Por esa vereda asoma el afán del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, quien en su visita a Quito, hace pocos días, se presentó con promesas comerciales para embarcar al coronel en el conflicto colombiano. Si él muerde el anzuelo, hasta podría apurar el paso para intentar algún acuerdo bilateral de libre comercio con los EEUU, como el que tiene embobado al régimen de Bogotá. No hay nada nuevo abajo del río Bravo: Carta de Intención, Plan Colombia y acuerdo de libre comercio son parte de la misma estrategia de dominación hemisférica.