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XIII Cumbre Iberoamericana en Bolivia


19 de noviembre del 2003

La reconquista

Luis Hernández Navarro
La Jornada
Ni encomendero ni hacendado, apenas capataz de la finca llamada América Latina, José María Aznar, presidente del gobierno español, aprovechó la cumbre de Santa Cruz para mostrar la fusta neoliberal. Son necesarias más privatizaciones, más disciplina financiera, más apertura de mercados y más liberalización, advirtió a los gobernantes sudamericanos embarcados en ensayar rutas de desarrollo alternativas a las políticas de ajuste estructural.

No importa que apenas hace un año, el pasado 20 de noviembre, en Río de Janeiro, Brasil, en la reunión Negocios en América Latina, organizada por el Foro Económico Mundial de Davos, el presidente del Banco Mundial, Jim Wolfenson, afirmara: "el Consenso de Washington ha muerto". Mucho menos le afecta que 209 millones de personas en la región (42.2 por ciento de la población) vivan con ingresos por debajo de la línea de pobreza.

Que el modelo no funcione en Latinoamérica le viene sin cuidado al político hispano, pues trabaja bastante bien para las empresas multinacionales de base española, estadunidense, suiza o alemana: un billón de dólares remitidos a las metrópolis sólo por concepto de pagos de intereses, ganancias y derechos de autor.

José María Aznar sabe, pues, de lo que habla. Los empresarios de su país emprendieron entre 1992 y 2001 la reconquista del nuevo mundo. Sólo que en esta ocasión se armaron no con arcabuces y caballos, sino con pesetas y relaciones con la corrupta elite política que subastó los bienes de sus países en la venta de garaje de las empresas públicas. Compañías estatales telefónicas, eléctricas, petroleras, de aviación pasaron a manos de propietarios de la madre patria en unos cuantos años.

En 1999 España se convirtió en el mayor inversor directo en América Latina. Las inversiones directas de este país en la región pasaron de 780 millones de dólares en 1990 a 100 mil millones de euros en 2001, de los cuales 26 mil 281 millones se colocaron en Argentina, 26 mil 292 millones en Brasil, 9 mil 197 millones en México y 7 mil 816 millones en Chile.

Las empresas ibéricas se ubicaron en posiciones de liderazgo en la región, aun en mercados usualmente dominados por Estados Unidos. En unos cuantos años compañías de base nacional del sector financiero, de energía y comunicaciones se convirtieron, gracias a la reconquista americana, en consorcios trasnacionales. Los bancos Bilbao Vizcaya Argentaria y Santander Central Hispánico tomaron el control de un tercio de los activos extranjeros en este territorio. En 1996 este país se convirtió en el sexto inversor mundial, lo que no le impidió poner en práctica medidas proteccionistas, como la de impedir que una empresa extranjera pública pueda adquirir compañías privadas españolas.

En contra de lo ofrecido, muchas de esas adquisiciones provocaron, con frecuencia, servicios de mala calidad, aumento en el costo de las tarifas y presiones políticas indebidas sobre los gobiernos que han pretendido regularlas. Por ello la opinión pública latinoamericana es negativa hacia estas operaciones comerciales. De acuerdo con el sondeo Latinobarómetro 2003, 27 por ciento de los encuestados cree "que la inversión de capitales españoles" ha sido poco o nada beneficiosa, y los más críticos son los de países donde las inversiones son más importantes; 77 por ciento de los entrevistados afirma que estaba más satisfecho de los servicios que ofrecían las empresas privatizadas antes de que pasaran a manos hispanas (El País, 7 noviembre de 2003).

Esta caída en los flujos de dinero ibérico responde al agotamiento de los grandes proyectos en telecomunicaciones y energía, la crisis de Argentina, la desaceleración de la inversión mundial y los atentados del 11 de septiembre. Muchas de sus inversiones se han enfrentado, después de obtener ganancias espectaculares, a grandes dificultades. Las filiales españolas en Argentina perdieron el año pasado 83 por ciento de su valor, pasando de 15 mil millones de dólares a 2 mil 500 millones.

La novísima reconquista de América Latina no fue ajena al reacomodo de poder vivido en España a raíz del triunfo del Partido Popular (PP). Tras su primera victoria electoral esta fuerza construyó una densa red de influencias económicas como las que ningún otro gobierno previo desde Francisco Franco se había atrevido a organizar. En cinco grandes empresas públicas colocó hombres de su confianza, para luego ponerlas en venta en Bolsa de manera "audaz y fraudulenta", manteniendo al frente de ellas a sus amigos después de la privatización. Una de estas compañías (Telefónica) se expandió construyendo un imperio de medios de comunicación, que puso en práctica una línea informativa afín al gobierno. Además, los organismos de regulación fueron copados por personajes afines a Aznar. (Véase: Jesús Mota, Aves de raPPiña). La expansión corporativa al nuevo mundo permitió consolidar esta creciente influencia política.

Los intereses del capital ibérico en México han crecido significativamente desde 1992. Según declaró el año pasado en la capital el rey Juan Carlos, los negocios de sus paisanos en nuestro país han dejado de ser meras tiendas de abarrotes, mueblerías o zapaterías, para concentrarse en áreas más lucrativas: 300 empresas han invertido mil millones de dólares durante los últimos 10 años. De hecho, mientras en 2001 la inversión española en el continente se redujo 83 por ciento, nuestro territorio siguió recibiendo flujos apreciables de capital: mil 453 millones de euros.

Entre el presidente Vicente Fox y el gobierno de Aznar se ha establecido una relación estrecha. La antigua simpatía panista por el falangismo español tiene hoy una línea de continuidad en el aprecio del primer mandatario mexicano por el cachorro del franquismo que despacha en la Moncloa. La común admiración por los Legionarios de Cristo no es ajena a este entendimiento. Como tampoco lo son los intereses de las empresas españolas por nuestro petróleo y nuestra electricidad.