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Latinoamérica

6 de noviembre del 2003

"Sorpresas electorales" y coyuntura politica en la Colombia de Uribe Velez

Federico Sarmiento
Bogotá 29 de Octubre de 2003
Como diría Perogrullo, Colombia es un "país complejo" y el inmediato escenario político del país "aparece todavía más complejo". En realidad los resultados electorales (referéndum y elecciones regionales y locales) y sus "sorpresas" son manifestaciones de un país social, política y sicológicamente fragmentado, cuya descomposición se ha acelerado en virtud tanto del neoliberalismo rampante como de la política guerrerista del gobierno de Alvaro Uribe Vélez.

El país real se polariza, la pobreza y la exclusión campean, el régimen de partidos y las instituciones del Estado se diluyen, la democracia se desdibuja y la guerra se extiende por campos y ciudades, deteriora la economía y posibilita las estrategias imperiales en Sudamérica en una época de retóricas seguritarias y antiterroristas.

Más que una respuesta a los designios del proyecto Uribista, que consistía en ejecutar la agenda económica y política imperial en Colombia, a cualquier costo en materia de empobrecimiento o recorte a las libertades ciudadanas, a lo que hemos asistido en el fin de semana del 25 y el 26 de octubre de 2003, es al acto reflejo de supervivencia del Establecimiento político colombiano, quien por puro instinto de conservación se hizo sentir frente a la amalgama de intereses empresariales, imperiales, sociales y burocrático-militares, que encarna el proyecto político de ultraderecha de Alvaro Uribe Vélez.

Para que sobreviviera el "Establecimiento" era necesario que Uribe Vélez fuera derrotado electoralmente en octubre de 2003. Como diría Lampedusa, "aquí todo cambia para que nada cambie".

Se trata de un escenario muy similar al de la Constitución de 1991, que encuentra a su favor los vientos de resistencia "antineoliberal" que soplan de América Latina hacia Colombia y a una dirigencia reformista que atina a recomponer alianzas electorales de coyuntura, para defender intereses heteróclitos frente al referendo uribista y para canalizar el descontento ciudadano a la elección de nuevas figuras políticas (de "izquierda" y "nuevos independientes" en las alcaldías). Se logra así, en momentos de urgencia para el "Establecimiento", refrenar a los "ultras" y enfrentar la marea social de descontento que se avecina.

¿Qué más puede haber en común entre exconstituyentes del 91, exizquierdistas "antiterroristas", sindicalistas en trance de desaparición histórica, funcionarios públicos amedrentados por las reestructuraciones neoliberales del Estado, barones electorales de cuño tradicional y toda suerte de oportunistas provenientes incluso del peñalosismo y el muckismo?

¿Se trata de una "nueva izquierda", está sí no violenta y "progresista", que sobrevivió al exterminio físico de la UP en los años ochenta y a la caída del muro de Berlin en la cabeza de los radicales de los setentas y ochentas?. ¿Hay allí, por lo menos en ciernes, un posible movimiento social en proceso de articulación o el forjamiento de un proyecto de país, que vaya más allá de una coyuntura electoral polarizada por la torpeza política de Uribe Vélez y aboque una salida política a la profunda crisis histórica que atraviesa la sociedad colombiana?

EL CONTENIDO DEL REFERÉNDUM

El origen de las preguntas del derrotado referéndum se sitúa en dos fuentes del proyecto Uribista: de un lado, el maquillaje de una reforma política, que contenía "perogrulladas" y "boberías" dignas del acerbo político de una población urbana "despolitizada" [¿quién puede estar en contra de la sanción civil a los corruptos o de a transparencia de los programas electorales o acerca de que los proyectos de inversión pública provengan de la consulta ciudadana?] o mandatos constitucionales ya vigentes en la Ley [como la prohibición de los auxilios parlamentarios].

De otro lado, estaba el núcleo duro de los compromisos adquiridos con el Fondo Monetario Internacional, que buscaban tanto garantizar la sostenibildad de la deuda pública interna y externa como generar los excedentes necesarios de financiamiento de la política de "seguridad democrática" de Uribe Vélez (más plata para la guerra). En este propósito confluían tanto las "reformas" contra lo social (salarios congelados, pensiones) como las que buscaban un redimensionamiento del tamaño del poder legislativo.

Estos eran los motivos explícitos e identificables del referéndum, otros eran los ocultos. Lo que explica la promoción de una reforma política inocua y una respuesta a los déficits fiscales por una vía tan engorrosa y costosa como el referéndum, era el aspecto plebiscitario que el mismo escondía y que fue señalado claramente por el expresidente Alfonso López Michelsen. Una victoria del plebiscito de Uribe abría el camino a un proyecto Uribista de largo plazo (reelección presidencial, "fujimorazo a la colombiana", desmonte de la Constitución de 1991) que era la consolidación de un neo-fascismo latinoamericano en la era imperial "anti-terrorista", al servicio de la política estadounidense en una América del Sur en rebelión y de la profundización del modelo neoliberal más salvaje que se aplica en América Latina.

En este motivo "in pectore" de Uribe y de su séquito ultraderechista, encontraría el expresidente López Michelsen la explicación de lo "extraño" de la actitud del gobierno de Uribe que "recurría a un Referendo para solucionar problemas fiscales que se podían resolver con instrumentos ordinarios en manos del Ejecutivo"

Pero el tren se les descarriló a estos fascistas tropicales. El Establecimiento político colombiano que por oportunismo y cobardía se había sumado al proyecto para-estatal de mayo de 2002, que había "engatuzado" en el Congreso al "gabinete de gerentes" con el que Uribe había inaugurado su gobierno y que había pelechado durante 14 meses a la sombra del unanimismo creado por los grupos económicos utilizando sus medios de comunicación (un escenario venezolano, pero a la inversa), no estaba dispuesta a soltar su parte de la torta, sin pelea.

En el camino encontró la sumatoria de intereses lesionados por el referendo como los de los sindicatos, los trabajadores estatales, empleados de contralorías y personerías, y sobre todo, una inmensa masa de colombianos que nunca responden a las manipuladas encuestas del Establecimiento empresarial-mediático, pero que sí experimentan los rigores del desempleo, la creciente pobreza, los abusos del sistema financiero, de las empresas de servicios públicos, de las empresas de "para-seguridad", de los estatutos de policía, de los comparendos, etc. Como elocuentemente lo señalara el columnista Antonio Caballero, "la gente no es idiota"

Lo que salta de bulto en los cálculos errados del equipo de aduladores y asesores de Uribe y del empresariado convertido en masa al proyecto autoritario del gobierno, es el autoengaño en el que incurrieron con las encuestas manipuladas que daban entre el 70 y el 75% de popularidad al Fujimori colombiano o de respaldo a su gobierno y a la mentada política de "seguridad democrática". Nunca sabremos si fue error de cálculo de sus asesores o exceso de ambición y autoritarismo testarudo en el que pudo haber incurrido el Presidente Uribe. Hay rasgos sicológicos de la personalidad en los actores de la historia que explican el papel de los individuos en la misma, según lo observara hace muchos años el pensador político ruso Plejanov.

Es indiscutible que hubo precipitación y error de cálculo en el equipo gubernamental. Considerar que el 75% de las encuestas favorables a Uribe, eran expresión del país real y que eso se iba a reflejar en una aprobación masiva del referendo, condujo al gobierno a una trampa política. Algunas encuestas señalaron desde hace casi un mes las dificultades que tenía el referéndum para alcanzar el umbral de respuestas positivas solicitado por la Constitución. El equipo de Uribe se "enloqueció" e iniciaron una campaña de polarización, satanización y de saturación mediática que a la postre, como lo señaló el expresidente López la noche del 26 de octubre de 2003, produjo resultados contraproducentes. En ese momento la clase política representada en la actual Dirección Nacional Liberal, echo sus dados en la balanza en contra de la opinión de los expresidentes liberales Turbay y Samper y de la orientación de su principal diario EL TIEMPO.

La facción ulraderechista del "Establecimiento" (política, empresarial, mediática), no escatimó a partir de ese momento ningún recurso para polarizar al país, satanizar los partidarios de la abstención y coaccionar a funcionarios públicos y trabajadores de empresas privadas y desplegar una frenética campaña en los Medios de comunicación (audiovisuales y escritos) privados, con el triple propósito de lograr sus metas en el refrendum: racionalizar los costos fiscales del régimen político y de la maquinaria administrativa del Estado (a nombre de la anti-corrupción), desmontar los contenidos sociales de la Constitución de 1991 (a nombre de los compromisos con el FMI para resolver la crisis fiscal), y fundamentalmente, correr la última talanquera que obstruía el camino del uribismo hacia un "fujimorazo a la colombiana".

HIPÓTESIS EXPLICATIVA DE LOS RESULTADOS

Si el referéndum fue derrotado el 25 de octubre y la "izquierda democrática" avanzó el domingo 26 de octubre en importantes reductos locales y regionales del país, se debió en gran parte a la capacidad de supervivencia y al "instinto de conservación" del "Establecimiento" político colombiano. La supervivencia política del "Establecimiento" tradicional (el que es combatido por la insurgencia campesina) pasaba por la derrota política del proyecto uribista y eso fue lo que demostraron las elecciones del 25-26 de octubre de 2003.

Las elecciones desmintieron el unanimismo que parecía reinar en torno al régimen de Uribe en el país, cuidadosamente alimentado por una estrategia mediática y de manipulación de encuestas. Dejaron visible la discutible veracidad del 75% de popularidad del Presidente.

Una facción de la élite dominante, no solamente se apartó del proyecto neoliberal entreguista de Uribe y de su adscripción incondicional como marioneta de la política guerrerista del imperialismo. En alguna medida, los procesos de cambios que se viven en lar región andina de Suramérica, también salieron gananciosos con los resultados del 25-26 de octubre, ya que el serio revés de Uribe es también un "tatequieto" a la ultraderecha colombiana, que envalentonada por el imperialismo, había iniciado una peligrosa campaña de provocaciones contra la revolución Bolivariana de Venezuela.

En igual sentido, la creación del Polo Democrático Independiente y su capacidad de nucleación de sectores opuestos al proyecto uribista, así fuese solo como resultado de una coyuntura electoral, permitió a sectores de las élites económicas y políticas del "Establecimiento", que hasta ahora estaban intimidadas por la estridencia de Uribe, escapar a una hegemonía de corte fascista en el bloque político dominante en Colombia, y por lo mismo a reivindicar su resistencia al desmonte de las libertades civiles, al desmantelamiento de la Constitución de 1991, a la política de guerra total contra la insurgencia y a un proyecto económico-social neoliberal que sacrificaba no solo el mercado interno sino los intereses nacionales a una negociación económica y comercial leonima con el FMI y los EEUU.

Por esta vía, el boquete que abren las fuerzas de "centro-izquierda" en Colombia, encabezadas por la alianza programática entre el Partido Liberal de Piedad Córdoba y Jaime Dussán con el Polo Democrático de Lucho Garzón y con la contribución personalidades democráticas como Juan Manuel Ospina y personalidades valiosas de la vida intelectual como Luis Jorge Garay y Eduardo Sarmiento Palacio, no solamente puede ampliar el juego político, contrabalancea el autoritarismo del proyecto uribista sino que genera las condiciones políticas para el retorno en fuerza de temas como la defensa de los derechos humanos, la promoción de los derechos económicos sociales y culturales y por tanto, la consolidación de una plataforma social y política para una negociación seria con la insurgencia y buscar una salida política negociada al conflicto armado que tendía agudizarse con Uribe.

El resultado del 25-26 de octubre demuestra que Colombia no está para polarizaciones. Que el país es demasiado "complejo" para que pretenda ser dominado por fuerzas sociales o políticas que quieran imponer hegemonías que no tomen en cuenta la diversidad social, regional y las respectivas agendas históricas de los distintos grupos sociales y comunidades que componen la nación colombiana.

Se trata de una clara señal de que la construcción de una nueva Colombia pasa por el rediseño de un pacto social nuevo, amplio, pluralista y democrático, que no escatime el derecho histórico de la gran mayoría de la población colombiana, a realizar las más profundas transformaciones sociales que necesita, para garantizar una sociedad viable, que construya pacíficamente su futuro en el mundo de nuestro tiempo.

CONSECUENCIAS DE LOS RESULTADOS ELECTORALES DEL 25-26 DE OCTUBRE DE 2003

Con el sobresalto popular del 25-26 de octubre de 2003, lo primero que se ha percibido en los días subsiguientes es la fragilidad e inconsistencia del proyecto fascista de Uribe.

Después de 14 meses el uribismo que ladraba con tanta intensidad, ha quedado paralizado ante los resultados electorales del 25-26 de octubre.

El pánico prende entre una derecha empresarial, que no sabe a quien temer más, si a Lucho Garzón o al "Mono" Jojoy. Los empresarios van en romería el lunes 27 de octubre a reunirse con el "ex-rojo" Lucho Garzón olvidado a un Presidente de la Republica presa de un ataque de nervios en el Palacio de Nariño.

Las reacciones emocionales del primer mandatario han dejado una impronta indeleble en el imaginario del pueblo colombiano. Del "Napoleón" que no hace muchos días advertía a la guerrilla "que nos espere el señor Jorge Briceño en la selva de la patria, que nos estamos preparando para ir con nuestra fuerza pública a esculcarles sus madrigueras", el que nos iba a librar de los "narcoterroristas" a "las buenas y a las malas", los colombianos han visto el triste espectáculo de un personaje abatido e incapaz de dar la cara al país y reconocer sus responsabilidades en las consecuencias de sus políticas y en los resultados que había obtenido su referendo.

Su comparencia ante las cámaras de televisión el martes 29 de octubre cuando anunció las nuevas medidas fiscales que propondría al Congreso, el dejo de lamento de su voz que no ocultaba el nivel de alteración anímica que le había producido su derrota política y electoral, el trato insultante a un miembro de la bancada uribista en la Cámara de Representantes, Germán Varón (próximo a Germán Vargas Lleras), han dejado una impresión sobre la imagen y la capacidad de liderazgo del Presidente, que tendrá importantes consecuencia en una Colombia agitada por una crisis social y un conflicto armado que se puede agudizar en cualquier momento.

Estas actitudes no sólo han sembrado el desconcierto entre la opinión pública colombiana, incluso en la franja más incondicionalmente uribista, sino que han acentuado un proceso de deterioro y crisis en el bloque político ultraderechista, que hasta hace unos pocos aparecía monolítico e inconmovible.

En el futuro Uribe tendrá que vérselas con una clase política "empoderada" por el resultado electoral, por las expectativas que abrió en los sectores anti-neoliberales y antifascistas del "Establecimiento" tradicional colombiano los avances electorales de una "centro-izquierda" democrática, por un pueblo expectante presa de los rigores de la crisis socio-económica pero para quien no pasarán desapercibidas las debilidades y fisuras del "ogro" fascista, y sobre todo, para los escurridizos insurgentes que han estado observando todo el tiempo el escenario político nacional, ocultos tras las matas de plátano de las cordilleras y selvas de Colombia, acariciado los gatillos de sus fusiles.