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Latinoamérica

6 de noviembre del 2003

Colombia: Una reflexión sobre las dos derrotas de Uribe

Miguel Urbano Rodrigues
resistir.info


Lo ocurrido en Colombia los días 25 y 26 de octubre parece sacado de una novela de García Márquez. Las derrotas infligidas al presidente Álvaro Uribe Vélez, por su tamaño y significado, han producido allí el efecto de un temblor.

Primero, el pueblo le negó los poderes que pedía y la posibilidad de reformas constitucionales que pretendía imponer a través de un referendo de corte fascista. Un día después, Uribe perdió las elecciones locales. En Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla los electores votaran masivamente por candidatos de la oposición.

Durante meses Uribe había anunciado victorias imaginarias. Su superministro Fernando Londoño (Interior y Justicia) afirmaba que más de 14 millones de electores responderían Sí a las preguntas del plebiscito.

El Gobierno ejerció una formidable presión sobre la ciudadanía, gastando millones en el financiamiento de la campaña. La televisión, la radio, la prensa, presentaron el Sí como exigencia patriótica. La contribución de las transnacionales fue también ostensiva. El presidente, imitando el estilo bushiano, se exhibió, con artistas, en shows de bajo nivel, incluyendo el programa Gran hermano (Big brother). El ejército y la policía intimidaron a los pobladores en las semanas que precedieron al referendo. El embajador de los EEUU, irrespetando al estatuto diplomático, se comportó como un virrey. Intervino en la campaña, criticó la abstención y pidió el Sí para las preguntas que suscitaban más polémica, incluyendo las relativas a exigencias del FMI y del Departamento de Estado. Grupos de paramilitares amenazaron a la población, sobre todo en los departamentos del Casanare, del Meta, Norte de Santander y César. Pero el engranaje montado no funcionó. La oposición destruyó el sueño de Uribe. Llamó al pueblo a quedarse en casa; y la abrumadora mayoría de los electores atendió al llamamiento; se abstuvo.

Horas después de iniciado el conteo, el gobierno percibió que sufriría una enorme derrota. Uribe entró en pánico.

En circunstancias todavía mal conocidas, el conteo fue suspendido; al ser reiniciado el porcentaje de los Sí aumentó sorprendentemente.

Mecanismos fraudulentos habían sido accionados. La maniobra, sin embargo, llegó tarde.

Faltaban apenas las urnas de regiones remotas, que representaban poco más de 2% de los votos emitidos, cuando el conteo fue otra vez interrumpido y aplazado para ser retomado en día y hora por anunciar. Pero cuando el Consejo electoral divulgó los números ya conocidos, se hizo transparente que hasta entonces ninguna de las 15 preguntas había alcanzado el mínimo de los 6 millones 264 mil votos indispensables a la aprobación. En un país con casi 44 millones de habitantes ese resultado traducía el rechazo de toda una política.

Es improbable que los resultados oficiales sean publicados antes del día 10, pero en la hipótesis más favorable a Uribe solo dos o tres preguntas podrán ser aprobadas. La que obtuvo más votos, la primera, era ambigua. Su objetivo sería dinamizar la lucha contra la corrupción. Sin embargo, el texto determina que los funcionarios corruptos destituidos pueden ser readmitidos desde el momento en que normalicen su situación ante el fisco.

Las propuestas relativas a la reducción del número de senadores y diputados, al congelamiento de los salarios de los trabajadores y cortes de gastos públicos, sobre todo en áreas sociales, han obtenido una votación muy baja.

Convocado de emergencia, el gobierno se reunió para evaluar las consecuencias de la derrota de un proyecto que durante meses fuera presentado como pilar de su estrategia. Eran dos las opciones: ignorar el resultado a través de un gigantesco fraude en el reconteo, o conformarse con el rechazo del referendo. Finalmente fue esa la decisión tomada. Uribe temía la reacción del pueblo.

LA SEGUNDA DERROTA

El domingo 26 Uribe sufrió una nueva derrota de grandes proporciones. En las elecciones regionales para gobernadores, alcaldes y concejales, sus candidatos en las principales ciudades del país fueran ampliamente superados por los de la oposición. El mayor desastre ocurrió en la capital, donde Luis Garzón, un destacado sindicalista, ex presidente de la Central de Trabajadores - CUT, fue elegido alcalde. Pero el uribismo perdió también en Medellín, Cali y Barranquilla, tres ciudades con más de un millón de habitantes, y en otros grandes centros urbanos.

Para espanto del poder, la afluencia a los comicios fue la más elevada de los últimos años. La acumulación de derrotas obligó a la extrema derecha a cambiar su lenguaje. El discurso triunfalista fue sustituido por otro más adaptado a las circunstancias.

El primero de los ministros en presentar su pedido de dimisión fue Londoño. Pero después todos los miembros del gobierno han colocado sus cargos a disposición del presidente. Era ya imposible ocultar la gravedad del sismo que alcanzara, no solamente a Uribe, sino a la oligarquía colombiana, e, indirectamente, a Washington, sostén de una política presentada por Bush como modelo a ser imitado en América Latina.

En los EE UU, el New York Times y el Washington Post han dedicado al referendo y a las elecciones sendos editoriales que han caído en Bogotá como textos fúnebres. La CNN y las otras grandes cadenas de la TV estadounidense siguieron el ejemplo.

El Tiempo, el gran diario colombiano (250 000 ejemplares y casi el doble el domingo) sintió la necesidad de reconocer que sus previsiones habían sido desmentidas por los electores y que, ante la situación creada, Álvaro Uribe tendrá que alterar su política. Con su farisaísmo aristocrático, el gran periódico sugirió incluso al presidente que procediese a una autocrítica, como prólogo a una nueva estrategia, devenida inevitable por la derrota de su proyecto.

EL JUEGO DEL PRESIDENTE

Aguardado con impaciencia, el discurso que el presidente dirigió a la nación el 29 de octubre fue contradictorio. Por un lado, declaró respetar los resultados del referendo. Reconoció por lo tanto la derrota, aunque, para atenuarle el significado, afirmó --en alusión forzada a la insurgencia--, que «los votos tienen valor, las balas no». Omitió, sin embargo, que el pueblo condenó su política al hacer inviable el referendo y elegir los candidatos de la oposición.

Simultáneamente, Álvaro Uribe, en un desplante típico de su falta de respeto por la nación, informó que «con el favor de Dios»(hasta en su intimidad con el divino imita Bush) intentará, por otros medios, llevar adelante muchas de las reformas que pretendía imponer y no han pasado. Está consciente de que no va a poder reducir el tamaño del Congreso, ni congelar los salarios como quería, pero advirtió que, mediante acuerdos con diputados y senadores, con gobernadores, alcaldes y rectores de universidades, etc., utilizará precisamente al parlamento y a los poderes regionales para que le permitan implantar medidas que el pueblo acaba de desaprobar.

Se evidenció que el pueblo será castigado con nuevos impuestos. La carga tributaria que anunció será dura sobre todo para los trabajadores que viven de su salario y para los pequeños empresarios y agricultores.

El Tiempo, vocero de la oligarquía, aprueba solo parcialmente las opciones del presidente y sus remedios para la crisis. Acredita que si todo pudiera cumplirse como él desea, Uribe, utilizando un Plan B, estaría en condiciones de concretar al fin muchos de sus objetivos. Pero el gran periódico está preocupado porque un Congreso «envalentonado» por los resultados del referendo puede estropearlo todo. Esa aprehensión es legítima. En la primera reunión de la bancada uribista, el congresista Germán Varón interpeló a Uribe, criticando su gobierno, y salió de la sala cuando el presidente lo regañó.

Es significativo que el Senado, por confortable mayoría, casi inmediatamente, se haya pronunciado contra la enmienda a la Constitución elaborada para permitir la reelección de Uribe. Otro sueño deshecho...

El presidente no puede desconocer tampoco que el Partido Liberal ha contribuido decisivamente a su derrota en las elecciones regionales. La senadora Piedad Córdoba se apresuró a abrazar a Lucho Garzón por su victoria en Bogotá.

EL FASCISMO ENMASCARADO

Álvaro Uribe es fascista por vocación. Sin embargo, las circunstancias le imponían la necesidad de exhibir una fachada democrática. Pero su currículo disipa dudas sobre su opción ideológica y su concepción de estado y de la política.

En la práctica, el actual régimen colombiano es una dictadura civil representativa de la ultraderecha de la oligarquía más reaccionaria y antigua de América Latina.

El estado uribista, íntimamente vinculado al paramilitarismo, desarrolló desde el inicio, con el apoyo de Washington, una estrategia que exigía la militarización del país y la fazcización de la sociedad. El presidente proclamó que la insurrección guerrillera era la causa de todos los grandes problemas nacionales y que las fuerzas armadas estaban en condiciones de destruir las FARC y el ELN.

Retomó así un mito desacreditado. Los resultados son conocidos. Las FARC, organización revolucionaria templada en casi cuatro décadas de lucha, no solo han resistido victoriosamente todas las ofensivas contra ellas lanzadas, sino que han reforzado su solidaridad con el ELN en diferentes frentes de combate.

Empantanados en Iraq y Afganistán, los EUA no se sienten en condiciones, por lo menos por el momento, de atender las apelaciones de Uribe de transformar su intervención indirecta en una intervención militar directa.

El pueblo de Colombia, conciente de que la solución de los problemas sociales del país no puede ser militar y sí política, acaba de demostrar al mundo que, al final, la popularidad de Uribe, gritada a los cuatro vientos, no pasa de ser un slogan forjado por la propaganda.

Uribe intentará ahora neutralizar a las personalidades políticas de la oposición que derrotaron a sus candidatos. El Tiempo, aprehensivo sobre todo con la elección de Lucho Garzón para alcalde de Bogotá -una megalópolis de casi 8 millones de habitantes-, apunta ya al presidente el camino de la «cohabitación» con aquel político de centro-izquierda, afirmando que ello sería «una demostración positiva de la evolución política» del país.

Uribe no ignora que el Polo Democrático Independiente, a pesar de la elevada votación alcanzada, no es una fuerza política estructurada con condiciones para actuar como un partido. Fue creado para funcionar como coalición electoral, pero sería ingenuo identificar en él aquello que no puede ser.

Para mal del presidente, la situación económica y financiera es desastrosa, en gran parte debido a su política de militarización del país.

Sobrecargar al pueblo con nuevos impuestos en un momento en que el déficit del presupuesto, enorme, tiende a crecer, solamente contribuirá a agravar la crisis social. Por sí solo, el servicio a la deuda externa exigirá en el próximo año 25.400 millones de dólares, lo que corresponde a 37,8% del presupuesto nacional.

Es en este cuadro alarmante con millones de desempleados y con la gran mayoría de la población sumida en la miseria, que Uribe enfrenta el futuro inmediato, insistiendo en su política de guerra total.

Laboratorio de luchas sociales, Colombia es hoy una vitrina del fracaso rotundo del neoliberalismo. En el país la lucha de clases es transparente y exacerbada. El desarrollo de la historia comprueba allí que el capitalismo es, finalmente, una relación de poder entre clases en conflicto.

El comandante Raúl Reyes, del Secretariado y el Estado Mayor Central de las FARC, en artículo publicado en numero 31 de la revista Resistencia de esa organización, recordaba, en apelación al buen sentido, que solamente «un nuevo gobierno orientado hacia la paz, pluralista, patriótico y democrático, opuesto a la política imperial neoliberal» puede responder a las aspiraciones de la mayoría de los colombianos y contribuir a la solución de la crisis política, económica, social y armada que ha transformado el país en una vitrina de la tragedia latinoamericana.

Las dos derrotas electorales infligidas a Álvaro Uribe a finales de octubre ahí están, para darle la razón.

1 de noviembre de 2003
El original portugués de este artículo se encuentra en http//:resistir.info
Traducción de Marla Muñoz